Colombia: el eterno conflicto
La primera semana de mayo ha sacudido Colombia con multitud de protestas y descontento social que se ha traducido en una represión y violencia desmedidas donde incluso se ha disparado contra manifestantes desarmados, una violencia que se ha centrado en regiones como Cali y que ha recibido la condena de la comunidad internacional.
A pesar de que el presidente Iván Duque rápidamente retiró la reforma fiscal que desencadenó las protestas y cesó a su ministro de Hacienda, y a pesar del repunte de la tercera ola del coronavirus, las calles han seguido siendo agitadas cada día.
¿Por qué está sucediendo esto? La respuesta se encuentra en un cúmulo de problemas y de crisis que se han ido enquistando en el país latinoamericano y que se puede extraer entendiendo su historia.
Antecedentes históricos de la violencia y los problemas de Colombia
Desde mediados del pasado siglo XX, Colombia se ve inmersa en una violencia que ha adquirido, por méritos propios y foráneos, el estatus de estructural.
La violencia es en Colombia un melanoma en permanente metástasis, corroyendo todos y cada uno de los estratos sociales y administrativos del país que según varios organismos internacionales tiene los índices de desigualdad más altos de todo el cono sudamericano.
Pero, no cabe duda de que hasta llegar a esta situación tan desesperante y con visos de ser endémica, han debido transcurrir y operar una serie de acontecimientos históricos y geopolíticos que, si no lo explican en su totalidad, sí al menos, en su mayor parte.
Para ello es necesario retrotraerse pues hasta los inicios del siglo XIX, cuando el ejército francés de Napoleón Bonaparte invade España y esta circunstancia dio alas al movimiento independentista colombiano, que además se dio en prácticamente todos los países de América Latina.
La independencia de Colombia
El día 20 de julio de 1810 tuvo lugar en Santa Fe (Bogotá), un primer alzamiento nacionalista que consiguió derribar al virrey y redactar un «Acta de Independencia».
Una vez en el gobierno, la clase de los criollos no logró cohesionar a todos los independentistas bajo un frente unido y, con el tiempo, aparecieron dos bandos enfrentados: los leales a la Corona española y los partidarios de romper toda vinculación con la metrópoli colonial.
Salieron vencedores los segundos, pero esto dio pie al surgimiento de un nuevo conflicto, esta vez entre los defensores del ideal federalista contra los partidarios del centralismo, dando lugar a la primera guerra civil colombiana.
Cuando la guerra aún no había finalizado, llegó al país un oficial caraqueño llamado Simón Bolívar que ayudó a acabar con los últimos focos de resistencia realista.
Mientras tanto, en España, Fernando VII recuperaba de nuevo el trono y enviaba a Pablo Morillo para reconquistar el territorio colonial perdido. Morillo derrotó a los rebeldes y reinstauró el virreinato español en 1816.
En 1817, lejos de bajar la cabeza ante la posibilidad de independizarse, Bolívar regresó de su exilio forzado y reinició la guerra de liberación en el Orinoco, venciendo a las tropas realistas en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819, en la cual se selló definitivamente la independencia de Colombia de la metrópoli española.
Sin embargo, paradójicamente, con la independencia la deriva de violencia continuó su curso en una sucesión de conflictos civiles entre bolivarianos y santanderistas (Francisco José de Paula Santander, militar y político colombiano, célebre por su participación en el proceso de independencia), conservadores y liberales, federalistas y centralistas, esclavos y aparceros. Conflictos internos que se repitieron también en países cercanos.
En los umbrales del final del siglo XIX las garantías y derechos democráticos fueron suspendidos de facto y se inició una cruel persecución contra los liberales de corte radical, provocando con ello una nueva contienda, la llamada Guerra de los Mil Días.
Esta conflagración facilitó que se consolidara el tradicional turnismo bipartidista entre liberales y conservadores, que además caracterizó la política del mundo moderno hasta buena parte del siglo XX.
En el año 1903 y cuando parecía que el país comenzaba a estabilizarse, Colombia sufrió uno de sus grandes traumas históricos: la pérdida de Panamá a resultas de las presiones estadounidenses para hacerse con el control del Canal.
Este hecho marcó el imaginario colombiano para siempre, por sus consecuencias económicas y de orgullo nacional, generando un gran sentimiento anti-estadounidense y que en la segunda mitad del siglo XX enarbolaron las recién nacidas guerrillas marxistas.
El “bogotazo”
Tras la pérdida de Panamá, ya bien entrado el siglo XX, los enfrentamientos entre liberales y conservadores se recrudecieron, por lo que los asesinatos y la violencia política se volvieron cotidianos y constantes.
La inflación y el impacto de la crisis económica ocasionada por la Segunda Guerra Mundial fomentaron los procesos de radicalización política. Este periodo estuvo marcado por la figura de Jorge Eliécer Gaitán, gran jurista y defensor del campesinado de la zona bananera, consolidador de la Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), agrupación del sector más izquierdista del Partido Liberal.
El 9 de abril de 1948 ocurrió lo imprevisible: Eliécer Gaitán, el hombre que intentó implantar el socialismo en Colombia, ya en su condición de candidato presidencial, es asesinado a balazos en Bogotá, crimen en cuya autoría se cree que estuvieron involucrados tanto movimientos reaccionarios del país, como la propia CIA norteamericana.
Este magnicidio supuso un punto de inflexión en la historia de Colombia, puesto que a partir de aquí se intensificó el clima de violencia en todo el país, en la posteridad, estos hechos serán conocidos como el «bogotazo» y «la violencia».
El Frente Nacional y la lucha contra las guerrillas
En las protestas por la muerte de Gaitán fueron arrasadas ciudades enteras y vastas zonas de cultivo, agudizando la crisis económica y alcanzando tal grado, que el gobierno ultraderechista de Laureano Gómez (1950-53) trató de implantar sin éxito un estado fascista para así poner orden en las zonas de mayor conflicto, disciplinar a la población y controlar a los grupos guerrilleros que empezaban a surgir al calor de la desesperanza.
Desde diversos frentes se intentó consensuar un pacto político, el Frente Nacional, como último recurso para acabar con las guerrillas que ya proliferaban por todo el país.
Guerrillas que en un tramo inicial eran de carácter liberal, pero que posteriormente se orientaron hacia el comunismo y el socialismo en sus distintas vertientes (agrarista, castrista, guevarista, maoísta y trotskista).
A pesar del establecimiento del Frente Nacional, las guerrillas siguieron creciendo bajo el lema de « Hacer la revolución para cambiar el modelo».
En 1964 nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP); en 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de tintes claramente guevaristas; en 1967 el Ejército de Liberación Popular (EPL) y por último, el «Movimiento 19 de Abril (M-19) de tendencia nacionalista.
La actualidad en Colombia
Desde entonces, Colombia ha estado marcada por los enfrentamientos y conflictos entre las guerrillas y los sucesivos gobiernos del país, que llegaron a apoyarse en sus propios grupos armados, como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un grupo paramilitar de extrema derecha, con multitud de crímenes y abusos a sus espaldas, que estuvo financiado por el aparato político del gobierno, así como por militares, empresarios y otros grupos de poder.
En el 2002 se celebraron elecciones presidenciales, resultando vencedor el neoliberal y conservador Álvaro Uribe Velez, quien perteneció primero al Partido Liberal, más tarde a Primero Colombia (con el que ganó las elecciones), después al Partido de la Unidad Nacional y, por último, a Centro Democrático.
La victoria, según los analistas políticos, obedeció al cansancio de la población en general y a los deseos de emplear mano dura en la represión de los grupos armados.
A partir del año 2010, ocupó la presidencia el conservador José Manuel Santos, siendo uno de los artífices de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y las FARC-EP el 24 de agosto del 2016.
“Colombianos:
Hoy me dirijo a ustedes con una profunda emoción. Con gran alegría.
Hoy comienza el fin del sufrimiento, el dolor y la tragedia de la guerra.
Hoy, 24 de agosto del año 2016, podemos decir que esa esperanza nacional se ha vuelto realidad.
Hemos alcanzado un acuerdo final, completo, definitivo, para poner fin al conflicto armado con las FARC.”
Discurso del Presidente de Colombia José Manuel Santos año 2016
El ‘paquetazo’ de Iván Duque
En el año 2019, Iván Duque, el sucesor de José Manuel Santos al frente de la presidencia y representante del ultraliberalismo económico uribista, presentó en sociedad lo que se ha dado en llamar «el paquetazo».
Se podría afirmar que el paquetazo de Duque es contenedor de varias reformas en una, reforma laboral, pensional y tributaria, que responden a un claro intento de privatización del aparato productivo del Estado y del sector financiero que aún permaneciera en manos públicas.
El “tarifazo” a favor de Electricaribe, restricciones a las protestas sociales, la eliminación del salario mínimo, y la amnistía generalizada de los casos de corrupción ocurridos en las últimas décadas.
Las medidas incluían una reforma laboral (salario mínimo diferente según productividad de cada región, reducir el salario mínimo a un 75% para los jóvenes menores de 25 años y contratación de personal por horas); una reforma de las pensiones (transformación del sistema de pensiones y conversión de Colpensiones en un fondo privado); una reforma financiera (creación del Holding Estatal de Servicios Financieros, una agrupación de empresas estatales vinculadas al sector financiero y que aportarán al mercado de capitales y dejarán de tener control directo del estado); una reforma tributaria con rebajas de impuestos a grandes empresas y multinacionales; y el “tarifazo”, un aumento del 35% en las tarifas de energía eléctrica para algunos grupos de consumidores en favor de Electricaribe.
Al albur de este panorama y según el testimonio directo de una ciudadana colombiana residente en el departamento de Nariño, el “paquetazo” de Duque se ha convertido en la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de la población, que después de 52 años de un conflicto larvado y persistente, de la aplicación de políticas neoliberales enormemente lesivas y cuyas consecuencias han golpeado cruelmente a los más vulnerables, se ha alzado en contra del autoritarismo del gobierno de Iván Duque.
Las protestas sacudieron Colombia a lo largo del año por estas medidas, que fueron duramente reprimidas hasta prácticamente la llegada de la pandemia en 2020, y que fueron la eclosión de buena parte de los problemas enquistados durante décadas.
La nueva reforma tributaria
Colombia, como el resto de los países del mundo, recibió como un impacto de bala las consecuencias de la crisis sanitaria.
La cuarta economía de América Latina, sufrió en 2020 una caída de 6,8% de su producto interior bruto (PIB), la mayor desde que lleva registros.
El desempleo, que en medio de las medidas de confinamiento más estrictas superó el 20%, cerró 2020 en 15,9%, mientras que la pobreza subió hasta el 42,5%, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Estos datos suponen un retroceso de cerca de una década.
Para cubrir este agujero, Ivan Duque presentó a principios de 2021 una reforma tributaria que implicaba la subida del IVA del 19% al consumo de servicios públicos, además de a todas las ventas de gasolina, internet, teléfonos móviles, además de ciertos productos de primera necesidad.
Por otro lado, se propuso la creación de un impuesto a la renta para quienes devengarán más de 663 dólares mensuales además de impuestos a los servicios funerarios y la creación de peajes urbanos.
Como reacción a estas propuestas, las organizaciones sindicales y movimientos sociales convocaron un paro el 28 de abril que se prolongó durante la primera mitad de mayo.
Al principio, Iván Duque ofreció mantener la exención a los productos alimenticios del IVA y retirar los impuestos a servicios funerarios, pero esto no sirvió para detener las protestas. Finalmente, Iván Duque decidió no solo retirarla, sino también renunciar a Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda, reemplazado por José Manuel Restrepo Abondano.
Violencia policial y militar en Bogotá y Cali
Tampoco sirvió. Las protestas y desordenes continuaron con posterioridad, desencadenando una ola de violencia policial en las primeras semanas de mayo de 2021 que fueron criticadas por organismos de derecho internacional como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Y no es para menos. La increíble e inusitada violencia policial y militar se ha cobrado, que se tenga registrado, hasta 37 civiles desarmados muertos, e instancias de violencia sexual por parte de los cuerpos policiales contra los manifestantes, así como denuncias de desaparición de 87 personas durante las protestas y miles de personas heridas.
La violencia se extendió por todo el país, pero se concentró especialmente en la capital, Bogotá, y en Cali, donde se difundieron grabaciones que conmocionaron a todo el mundo.
También se sumó Anonymous, el movimiento y colectivo hacktivista de carácter internacional, que inhabilitó varios sitios webs oficiales y filtró información confidencial de miembros del gobierno y autoridades colombianas.
Por otro lado, el gobierno de Iván Duque ha iniciado una campaña de desprestigio y mentiras apoyada en redes de derecha y ultraderecha mundial, que ha incluido hasta falsificaciones de fotografías:
La extrema derecha en Colombia y sus relaciones internacionales
Los sucesivos gobiernos de carácter derechista y ultraliberal en Colombia han guardado y guardan una estrecha relación con grupos y organizaciones de extrema derecha no solo de Colombia, sino de todo el mundo.
Destacan sus relaciones con la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), un grupo paramilitar de extrema derecha que ejecutó actos de terrorismo y contrainsurgencia durante los años de la presidencia de Julio César Turbay Ayala, entre los años 1978 y 1980.
Demostrada y conocida es también la relación del aparato político y militar de Colombia con la organización narcoterrorista y paramilitar de extrema derecha AUC.
Se estableció como una organización sólida el 18 de abril de 1997 con la finalidad de organizar una labor de contrainsurgencia, combatiendo a las guerrillas como las FARC-EP y ELN.
En la misma línea esta El MAS (Muerte a Secuestradores), grupo paramilitar financiado de forma directa por los carteles del narcotráfico. Les era encomendada la función de proteger a los capos de la mafia y a los terratenientes cocaleros de las acciones de las FARC-EP y el M-19, ejecutando de forma selectiva a miembros de las guerrillas, a militantes de la izquierda y a activistas sociales.
Según el estudio realizado por el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), desde 1984, alrededor de 2800 sindicalistas han sido asesinados, una tasa de casi 100 sindicalistas cada año.
En total, se calcula que entre 1973 y 2019, 3.300 sindicalistas fueron asesinados en Colombia según la Escuela Nacional Sindical (ENS). Al respecto, no son pocas la voces que señalan que el Estado, con su acción u omisión, permite este genocidio sindical en un país desgarrado por el enfrentamiento civil.
Por otro lado, Colombia ha guardado estrecha relación con fuerzas de derecha y extrema derecha a nivel global, como es el caso de Atlas Network, pero también destaca Vox, el partido de extrema derecha más grande de España.
Vox inició en 2020, con la compra de La Gaceta para transformarla en La Gaceta de la Iberosfera, de buscar su particular influencia en América Latina, desde un punto de vista un tanto imperialista, lo que se puede deducir del propio concepto “iberosfera”, una manera de agrupar a todos los territorios que pertenecieron al antiguo Imperio Español.
De esta manera, tan poco contenida y del todo incongruente con los principios ultranacionalistas y xenófobos de los que normalmente hace gala, es como se dirigen tanto a españoles emigrados, como a los propios colombianos en aras de una posible captación de militancia y seguidismo ideológico.
Esto puede encontrarse en el sitio web oficial de Vox:
“¿Vives en Colombia? Quieres afiliarte o colaborar con nosotros? ¡VOX cuenta contigo!
Únete y participa desde donde estés- ¡Somos la España viva, libre y valiente!
Solo tienes que ponerte en contacto con nosotros a través del email o escribirnos en las redes sociales. Tenemos coordinadores que de inmediato se pondrán en contacto contigo.”
En paralelo a este llamamiento a través de las redes sociales, la estrategia de VOX en cuanto a Latinoamérica en general y a Colombia en particular es muy simple, y ha sido en todo momento la misma: consiste únicamente en emponzoñar las relaciones bilaterales entre España y el nuevo continente, fabulando y calumniando a sus protagonistas, como en el caso de las declaraciones que su líder, Santiago Abascal, ha realizado hace tan sólo unos días a través de su cuenta de Twitter y de las que se hizo eco el diario digital El Plural:
Y es que, como ha demostrado la Historia desde la génesis del mismo fascismo en los años 20 y 30, los partidos y organizaciones conservadoras, del lado de los grupos y élites de poder, recurren a la extrema derecha, a la violencia y al autoritarismo cuando sienten que sus privilegios son puestos en peligro.
Recapitulación final
En estos últimos días se ha asistido a la explosión de todo un pueblo, el colombiano.
Un pueblo más que sufrido, atribulado por continuos gobiernos que, tutelados por las sucesivas administraciones norteamericanas de distintas siglas pero idéntica ideología, asperjan con glifosato las plantaciones cocaleras, único medio de vida de grandes regiones rurales del país, desfinancian deliberadamente la implementación de los Acuerdos de Paz, apoyados por grupos de extrema derecha y paramilitares, asesinan a viejos guerrilleros, oprimen, criminalizan y matan a sindicalistas y activistas sociales.
Hasta cuándo durará la apatía internacional ante el ejercicio impúdico de la violencia por parte de estos gobiernos sometidos a la Doctrina Monroe, de los paramilitares y de la extrema derecha en Colombia y en toda Latinoamérica.
Una pregunta que de momento y a falta de mayores certezas, no tiene respuesta.
“La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el «estado de excepción» en el que vivimos.“
Walter Benjamin
Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario «Transido de un abismo» y de títulos de próxima aparición como «La poliantea de los sentidos» y «Crónicas claudinas».