Europa

Cómo el nazismo pasó de ser residual a convertir Alemania en una dictadura totalitaria

En 1919, el ferroviario Anton Drexler fundó el Partido Obrero Alemán (DAP), uno de tantos otros grupos políticos que surgían en la compleja sociedad alemana de la posguerra. En 1933, poco más de una década después, el partido transformaba el país en una dictadura totalitaria en base a los principios del nazismo que duraría hasta 1945 y que protagonizaría buena parte de los mayores horrores que la Historia ha conocido.

Los hechos históricos que se suceden en esas fechas han sido narrados en multitud de ocasiones. Sin embargo, comprender cómo se puede convertir una democracia en un totalitarismo fascista en tan poco tiempo y de forma casi inesperada es una incógnita que sigue despertando curiosidad y que sirve para entender lo frágil de los sistemas democráticos y el gran peligro que se oculta tras las ideas, discursos y organizaciones de extrema derecha incluso cuando no son directamente afines al nazismo.

¿Cómo pudo la gente entregar el poder a alguien como Adolf Hitler?¿Por qué la sociedad permitió no solo una restricción obvia de las libertades, sino también el control de todos los aspectos de la sociedad alemana?¿Cómo es posible que aceptaran entrar en un conflicto bélico con el desastre de la Primera Guerra Mundial tan reciente?

Antecedentes históricos del nazismo

Ninguna de estas incógnitas puede responderse sin entender la sociedad alemana y los hechos históricos que moldearon ciertas formas de pensar y de entender el mundo.

El Pánico de 1873

Policía disuelve una manifestación de desempleados en 1874
Policía disuelve una manifestación de desempleados en 1874

A mediados del siglo XIX, en Europa, las grandes corrientes ideológicas se estaban forjando, con el sistema capitalista viviendo un gran esplendor gracias a los avances tecnológicos de la Revolución Industrial y con el liberalismo viviendo su mayor apogeo.

De hecho, durante prácticamente la primera mitad del siglo XIX, las clases burguesas, propietarias de las fábricas y empresas, protagonizaron diferentes revoluciones para desplazar del poder a la aristocracia y la nobleza siguiendo la estela de la Revolución Francesa, mientras que en la segunda mitad comenzó a tomar protagonismo el Movimiento Obrero, donde la incipiente clase trabajadora buscaba perseguir diferentes derechos que los gobiernos afines a la burguesía no parecían muy dispuestos a satisfacer.

Entre 1850 y 1870, de hecho, el libre mercado gozaba sin prácticamente intervencionismo estatal, lo que desencadenaba no solo largas jornadas de trabajo, explotación infantil, accidentes laborales… sino también problemas en las propias dinámicas de mercado, con engaños, alianzas, grandes maniobras, etc.

En 1873 llegó una gran crisis debido a la superproducción. Tras la caída de la Bolsa de Viena, cayó el banco Jay Cooke and Company, produciendo un efecto dominó que hizo caer todas las economías liberales. Fue la primera gran crisis del capitalismo, conocida como el Pánico de 1873 o la Gran Depresión de 1873.

El imperialismo europeo

Caricatura de la Conferencia de Berlín, donde las potencias europeas se repartieron África. Autor: Draner, 1884 Fuente: Journal l'Illustration (CC BY-SA 4.0)
Caricatura de la Conferencia de Berlín, donde las potencias europeas se repartieron África. Autor: Draner, 1884 Fuente: Journal l’Illustration (CC BY-SA 4.0)

El punto interesante de este acontecimiento fue que tanto los gobiernos como las grandes empresas tuvieron que hacer frente a muchos retos para salir de la crisis. Algunas decisiones, como la inversión en nuevas tecnologías y fuentes de energía, o la adopción de políticas intervencionistas como el proteccionismo económico, tuvieron su cariz positivo.

Otras, como el imperialismo, dieron muchos problemas.

Una de las formas de acabar con la crisis por superproducción era buscar salida a todo el stock mediante la búsqueda de nuevos mercados. Y una de las vías para ello fue la expansión militar y económica a otros países.

Así, las principales potencias europeas fijaron su vista en África. Los territorios ocupados y controlados por Europa pasaron del 10% en 1870 al 90% en 1914. El Imperio Británico, Francia, Alemania, Italia y Bélgica lideraron esta carrera por apoderarse de ellos.

Sin embargo, los conflictos no tardaron en evidenciarse. Aquí entra en juego la figura de Otto von Bismarck, primer ministro de Prusia y Canciller de Alemania desde su unificación en 1871.

Viendo que los conflictos que se estaban dando por ver quién se quedaba con qué podrían devenir en una guerra, en 1885 convocó la Conferencia de Berlín, a la que acudieron Alemania, Bélgica, España, Francia, Reino Unido, Italia, Portugal y el Imperio Otomano (actual Turquía). También acudieron como miembros observadores el Imperio Austrohúngaro, Dinamarca, Países Bajos, el Imperio Ruso, Estados Unidos y Reinos Unidos de Suecia y Noruega.

Básicamente, en esa reunión se marcaron las reglas del juego y el reparto de África entre las potencias europeas interesadas. En primera instancia, este gran acuerdo evitó una eventual guerra. Es más, el papel de Bismarck a nivel internacional es vital para entender la ausencia de conflictos en el corazón de Europa debido a su manera de tejer y crear alianzas, lo que los historiadores denominan sistemas bismarckianos y que fueron un total de tres grandes alianzas.

Sin embargo, las potencias europeas arrastraban una rivalidad de siglos. Alemania y Francia, de hecho, no solo se habían enfrentado durante las Guerras Napoleónicas a principios de siglo, sino también durante la Guerra franco-prusiana, en 1871.

También existían intereses contrapuestos entre el Imperio Ruso, el Imperio Otomano y Alemania por la dominación de la zona de los Balcanes. Sin duda, todo un polvorín que se mantenía en delicado equilibrio.

Todo comenzó a venirse abajo cuando Guillermo II, el emperador alemán, comenzó a adoptar un papel más activo en la política, oponiéndose a la visión de Bismarck, tanto en asuntos exteriores como dentro del propio territorio. Guillermo II era partidario de una política expansionista más agresiva que la diplomacia de Bismarck, así como la adopción de medidas antisociales y conservadoras.

Finalmente, Bismarck dimitió en 1890 ante la imposibilidad de hacer frente a las alianzas políticas tejidas por el emperador. La desaparición del Canciller de la vida política significó el fin de los sistemas bismarckianos y el comienzo de la forja de nuevas alianzas que desencadenarían la Primera Guerra Mundial en 1914.

Primera Guerra Mundial

Alianzas enfrentadas al inicio de la Primera Guerra Mundial. En azul la Triple Entente y en rojo la Triple Alianza. Autor: Rowanwinwhistler, 09/10/2017. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Alianzas enfrentadas al inicio de la Primera Guerra Mundial. En azul la Triple Entente y en rojo la Triple Alianza. Autor: Rowanwinwhistler, 09/10/2017. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

La Primera Guerra Mundial estalló en 1914 tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria por parte de un nacionalista serbio. Este hecho provocó una crisis diplomática entre el Imperio Austrohúngaro y el Reino de Serbia que finalizó con el intento de invasión del imperio.

Esto provocó que Serbia llamase a sus aliados, como el Imperio Ruso y Francia. Austria-Hungría hizo lo propio con el Imperio Alemán que trató de tomar la iniciativa lanzando una invasión a Francia ocupando Bélgica y Luxemburgo, lo que forzó la entrada de Reino Unido al conflicto.

Así, la Triple Alianza (Alemania y Austria-Hungría) se enfrentó a la Triple Entente (Francia, Reino Unido y Rusia). Debido a la cantidad de territorios que ocupaban estas potencias y a que varios países entraron y salieron de ambas alianzas, como Italia, Japón y Estados Unidos (Triple Entente), o el Imperio Otomano (Triple Alianza), se movilizaron entre 50 y 60 millones de personas para la lucha en lo que, hasta el momento, fue la guerra más grande de la Historia.

Sin embargo, lo interesante de este conflicto para entender el posterior auge del fascismo y del nazismo es comprender qué ideas y qué contexto sociopolítico se daban en aquel momento.

Tanto la crisis de 1873 como la carrera imperialista europea llevaron a un crecimiento del nacionalismo y del orgullo patrio. Las economías se volvieron proteccionistas y la política exterior recelosa del vecino. Además, el sindicalismo y las corrientes izquierdistas, como el socialismo, el anarquismo o el comunismo, empezaban a tener un papel protagonista y a condicionar gobiernos, abriendo una brecha en la sociedad. Se ha llegado a decir que la guerra fue, por buena parte de las sociedad, deseada debido al clima belicista que se respiraba en aquel momento.

Sin embargo, tres años después de comenzada la guerra, todo era muy diferente. El conflicto se cobró un gran número de personas muertas y heridas, y las economías cayeron en picado. En plena guerra de trincheras, el conflicto se transformó en una guerra de desgaste donde las posiciones avanzaron muy poco y donde las enfermedades, los amotinamientos y los problemas sociales y políticos empezaron a volverse comunes.

Finalmente, en 1918, la guerra finalizó con la rendición de las potencias centrales. Las consecuencias fueron innumerables, entre ellas, un cambio geopolítico sin precedentes. El Imperio Ruso pasó a formar la Unión Soviética tras la Revuelta de Octubre y el triunfo de la guerra civil por los bolcheviques al mando de Vladimir Lenin; el Imperio Otomano se desgranó en varios países controlados por las potencias aliadas, así como el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Alemán; Estados Unidos ocupó su lugar como potencia mundial, adelantando a Europa.

El Imperio Alemán sufrió las más graves consecuencias, creando el cultivo para lo que vendría después.

El clima de posguerra en Alemania

Freikorps con la esvástica dibujada en el casco. Autor: Desconocido, 13/03/1920. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-R16976 (CC BY-SA 4.0)
Freikorps con la esvástica dibujada en el casco. Autor: Desconocido, 13/03/1920. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-R16976 (CC BY-SA 4.0)

El Imperio Alemán era una nación orgullosa, con un papel importante a nivel de política exterior europea, habiendo dictaminado el destino del viejo continente durante décadas tras haberse unido en un solo país recordando al viejo Sacro Imperio Romano Germánico.

Sin embargo, tras la guerra, no solo perdió territorio en favor de Francia, su principal potencia enemiga, sino que también el Imperio se desmembró parcialmente. La Revolución de Noviembre en Alemania acabó con el Imperio, siendo Guillermo II derrocado e instaurándose un gobierno democrático: la República de Weimar, en 1919.

El impacto para el orgullo patrio fue muy contundente, pero lo peor vino con las condiciones del Tratado de Versalles, el documento que recogía las exigencias de paz para poner fin a la Gran Guerra.

En dichas condiciones, se culpaba a Alemania del conflicto y se colocaba sobre el país una gran deuda pública procedente de los gastos derivados del mismo. Además, su ejército quedaba desmovilizado y limitado a unas decenas de miles de efectivos, con la desmilitarización de la zona de Renania. Por supuesto, maniobras militares quedaban prohibidas, así como ciertas concesiones económicas. La práctica totalidad de la sociedad alemana vivió aquello como una humillación en toda regla que nunca olvidarían, amén de unas pérdidas económicas que no se recuperarían hasta décadas más tarde.

A todo ello se sumaban los conflictos internos, con socialistas y comunistas culpando de lo sucedido a las clases dominantes y aprovechando la coyuntura para hacerse con el poder animados por la victoria de la Revolución Bolchevique en Rusia, como se vio en el Levantamiento Espartaquista, sofocado en 1919 por el ejército apoyado por las Freikorps, grupos paramilitares ultraderechistas formados por veteranos de guerra dados de baja de las fuerzas armadas.

Así, la sociedad alemana se polarizó. Por un lado, estaban los grupos derechistas, que alimentaban la leyenda de la puñalada por la espalda, una falsa teoría de la conspiración que culpaba a izquierdistas y población judía de la derrota en la Primera Guerra Mundial; y, por otro lado, los grupos más izquierdistas, encabezados por socialistas y comunistas, que culpaban a la burguesía y a las clases altas por haber provocado la guerra y haber conducido a Alemania al desastre.

Caricatura que refleja la leyenda de "la puñalada por la espalda" y de la que se serviría el nazismo para ganar apoyo popular
Caricatura que refleja la leyenda de «la puñalada por la espalda» y de la que se serviría el nazismo para ganar apoyo popular

El nacimiento del nazismo

Las clases altas, como en prácticamente cualquier país occidental del momento, temían el avance del socialismo y de los partidos comunistas, que estaba ganando enteros a causa de las precarias condiciones de la clase obrera.

Debido a ello, buscaron controlar el poder de los gobiernos para hacer frente a las revueltas, huelgas, manifestaciones y a posibles victorias electorales. En el caso de Alemania, se organizaron en sociedades secretas y clubes selectos donde aunaban teorías ultranacionalistas y reaccionarias en estrategias políticas que les permitieran conservar sus privilegios, un precedente de los modernos think tanks.

El sentimiento de humillación de la sociedad alemana junto a cierto rechazo por la modernidad y la tecnología, al asociar el avance industrial con la precariedad laboral, llevó al nacimiento del movimiento e ideología Völkisch, una suerte de idealización y romantización idílica y bucólica de las tradiciones y valores de Alemania: el rechazo a la modernidad y el aprecio por la vida en el campo, el abrazo del paganismo nórdico y de las leyendas sobre el origen de la “raza alemana”, la búsqueda de la “pureza” alemana, la exaltación de Alemania como nación…

Anton Drexler, fundador del Partido Obrero Alemán, germen del nazismo
Anton Drexler, fundador del Partido Obrero Alemán, germen del nazismo

De hecho, el sentimiento Völkisch se hizo tan popular que abarcó todos los ámbitos sociales e incluso las ideas de izquierda y de derecha: desde la izquierda se vio como una forma de aunar a la clase obrera, y desde la derecha como manera de dar sentido a sus teorías raciales y ultranacionalistas. Al final, era una forma de dar salida a ese sentimiento de inferioridad tras la guerra.

Así, las sociedades secretas, plagadas de ideas de extrema derecha, adhirieron el ocultismo y el paganismo nórdico a su agenda política, incluyendo las teorías basadas en que la “raza alemana” procedía de la “raza aria”, un supuesto origen común de todas las culturas, etnias y “razas” del planeta que suponía el ideal de pureza.

El símbolo de la “raza aria”, cuyo origen en realidad tiene que ver con una supuesta lengua común que habrían tenido todas las lenguas europeas y asiáticas, el protoindoeuropeo, era la esvástica, ya que era uno de los símbolos más antiguos y utilizados de todos los conocidos.

Es por esto que era común ver en sociedades secretas y en sus publicaciones de la época el símbolo de la esvástica, runas paganas y simbologías paganas. El escritor Guido Von List fue uno de los más influyentes en la adopción de simbología nórdica y de las teorías sobre el origen racial alemán.

Además, lo habitual era que estos grupos tuvieran sus propias revistas, publicaciones, escritores y articulistas gracias a la financiación de personalidades adineradas.

De esta forma, las ideas antisemitas y ultranacionalistas, ya asentadas a finales del siglo XIX, empezaron a volverse populares, lo que sumado a la violencia de las calles y la debilidad del gobierno de la República de Weimar aunaba las características necesarias para el surgimiento de la extrema derecha.

Una de estas sociedades secretas fue La Orden Germánica, fundada en 1912, que ya aunaba todas las ideas ultraderechistas de la época: antisemitismo, anticomunismo, ocultismo, supremacismo racial y étnico, ultranacionalismo, ultraconservadurismo, etc.

Recreación del logo de la Sociedad Thule. Autor: NsMn, 20/02/2011. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Recreación del logo de la Sociedad Thule. Autor: NsMn, 20/02/2011. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

En 1918 se refundó en la Sociedad Thule, adaptando la esvástica como símbolo y editando una revista, El Observador de Munich. Al año siguiente, Anton Drexler, un ferroviario, fundó el Partido Obrero Alemán (DAP), con una gran influencia de este tipo de sociedades, en la región de Baviera.

Otro ejemplo fue el del Sturmbataillon Niederbayern, movimiento liderado por Gregor Strasser, de carácter más revolucionario y bastante más alejado del esoterismo y las creencias paganas de los otros grupos mencionados.

También existió la Federación Nacionalista Alemana de Protección y Defensa, que entre 1918 y 1922 trató de agrupar, con cierto éxito, a las organizaciones Völkisch existentes en el país.

Un joven Adolf Hitler, quien había participado en la Primera Guerra Mundial, recibió el encargo de recabar información sobre el partido por orden del gobierno para estudiar su peligrosidad. En aquel momento se fundaron varias formaciones políticas, también de extrema derecha, como el Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP), una alianza de partidos ultraconservadores apoyados por el grupo Liga Pangermana, con sede en Berlín, o el Partido Socialista Alemán (DSP), también de ultraderecha, con sede en Núremeberg.

Hitler acudió a un mitin del partido en 1919. A la exposición del orador de esa noche, Gottfried Feder, le siguió una mesa redonda donde los asistentes, no más de 35, podían discutir sobre asuntos de interés. Uno de los presentes, Baumann, tomó la palabra y, entre otras cosas, argumentó que Baviera debería separarse de Alemania y anexarse a Austria.

Hitler no aceptó semejante idea y, con una breve pero tajante intervención en la que tuvo tiempo de mostrar sus dotes para la oratoria y la argumentación, acalló a su interlocutor, sorprendiendo por su forma de expresarse a los dirigentes del partido y provocando la derrota del otro orador.

Impresionado con Hitler, Drexler lo invitó a unirse al DAP, lo cual aceptó, convirtiéndose en el 55º miembro del partido. Sin mucha demora fue nombrado jefe de propaganda. Dio su primer mitin el 16 de octubre de 1919 en la cervecería Hofbräukeller, ante poco más de cien personas.

Adolf Hitler, impregnado de ideas nacionalistas y conservadoras, y como veterano de guerra, era un ferviente seguidor de la ideología Völkisch y de las teorías políticas de la extrema derecha de la época. Su capacidad de oratoria y sus discursos encajaban perfectamente en ese sentimiento de derrota, de humillación y en esa necesidad de orgullo, además de en prejuicios asentados durante décadas y explotados durante la crisis tras la Gran Guerra.

Para febrero de 1920, los mítines de Hitler ya reunían a unas dos mil personas. Consciente de la necesidad de vender el partido a las masas, en un gran mitin, adoptó el nombre de Nacional Socialista, pues en aquel momento, el comunismo ganaba cierta popularidad al ser una idea relativamente nueva, por lo que trató de apropiarse de su discurso obrerista para conseguir apoyo popular. Esto lo reconocería él mismo en posteriores escritos.

La formación se renombró como Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP) y anunció un programa marco de 25 puntos que unía ideas pangermánicas, antisemitas y anticomunistas en un intento de ganarse el apoyo de las masas obreras y que fueron la espina dorsal del nazismo hasta su fin.

“… Al contrario que el marxismo, el socialismo es patriótico. Podríamos haber escogido el nombre de Partido Liberal, pero decidimos llamarnos a nosotros mismos nacionalsocialistas. No somos internacionalistas; nuestro socialismo es nacional. Exigimos que el Estado satisfaga las justas reclamaciones de las clases productoras sobre la base de la solidaridad racial. Para nosotros, Estado y raza son la misma cosas.” – Adolf Hitler en una entrevista para The Fatherland, 1923.

En junio de 1921, Adolf Hitler accedió a la dirección del partido nazi después de una crisis interna cuando parte de la dirección del NSDAP intentó forzar una unión con el DSP a costa de renunciar a algunos principios. Hitler amenazó con renunciar a todos sus cargos y abandonar el partido, exigiendo ser el líder para permanecer en el mismo. La dirección del partido accedió, consciente de que buena parte de su éxito se debía a su oratoria.

También se adoptó la esvástica, ya utilizada no solo por la Sociedad Thule, sino por otros movimientos y grupos de extrema derecha, y los colores blanco, rojo y negro para la bandera del partido. El rojo fue, una vez más, una apropiación del color más utilizado por los grupos de izquierdas y así atraer el voto obrero, mientras que el blanco y el negro eran los colores del Imperio Alemán, con los que buscaba atraer al votante más conservador.

Este fue el génesis del nazismo.

El putsch de Munich y el exilio

Adolf Hitler junto a Erich Ludendorf, Ernst Rohm y otros líderes del nazismo durante los juicios por el intento de golpe de estado de 1923. Autor: Heinrich Hoffmann, 01704/1924. Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-00344A (CC-BY-SA 3.0)
Adolf Hitler junto a Erich Ludendorf, Ernst Rohm y otros líderes del nazismo durante los juicios por el intento de golpe de estado de 1923. Autor: Heinrich Hoffmann, 01704/1924. Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-00344A (CC-BY-SA 3.0)

Entre 1921 y 1923, Adolf Hitler llevó a cabo una reorganización del partido, por ejemplo, haciendo carnets de membresía, donde empezó a contar a partir del número 500 para hacer parecer que el partido era más grande.

En 1920, había conocido a Ernst Rhom, miembro de las Freikorps, y fue el encargado de organizar un “cuerpo de seguridad” del partido, al que Hitler dotó de uniformidad, la utilizada por el ejército imperial alemán, motivo por el cual fueron llamados “camisas pardas”.

En un principio, el objetivo fue protegerse de altercados políticos con socialistas y comunistas, pero tras un mitin en noviembre de 1921 donde hubo una auténtica batalla campal, pasaron a llamarse Sturmabteilung o S.A., en castellano, Sección de Asalto. Con la prohibición de las Freikorps por parte del gobierno alemán, muchos de los componentes de las S.A. procedieron de estos grupos paramilitares atraídos por Rhom.

Sin duda, las milicias dotaron en sus inicios al partido nazi de popularidad por sus enfrentamientos contra comunistas y socialistas y por su puesta en escena, llegando a crear una sección juvenil en 1922.

Otro punto interesante para el ascenso de la popularidad de Hitler y el partido nazi fue Ernst Putzi Hanfstaengl, periodista y músico adinerado que, impresionado por la oratoria de Hitler, lo presentó ante la alta sociedad alemana, consiguiéndole contactos, financiadores y trabajando como una especie de asesor de imagen.

El apoyo de sectores artistócratas y burgueses fue, de hecho, clave para el aumento de popularidad del partido nazi en sus inicios, asegurando su financiación y la difusión de sus ideas mediante un periódico propio, El Observador Popular.

En este periodo de expansión, personalidades influyentes se unieron al partido, como el diplomático Max Erwin von Scheubner-Richter, e incluso absorbió al Partido Socialista Alemán después de que, en 1922, su líder Julius Streicher se uniera al NSDAP. En aquellos años, el partido nazi era el mejor organizado y el más conocido de Baviera y especialmente de Munich, con decenas de miles de afiliados, pero no era tan conocido en el resto de Alemania, como en Berlín, por lo que la capacidad de acceder el poder era limitada.

En 1922, Benito Mussolini, líder del Partido Nacional Fascista, tomó el poder tras la Marcha sobre Roma de las milicias del partido, las «camisas negras», por lo que Hitler decidió que sería una buena idea organizar un golpe de estado similar aprovechando la debilidad del gobierno, los pocos efectivos del ejército, la organización de las S.A. y el apoyo popular que tenía en Munich.

A su causa se unió Erich Ludendorff, un reconocido y popular general alemán que formaba parte del Partido por la Libertad del Pueblo Alemán (DVFP), escisión en 1922 del DNVP, con el que Hitler esperaba atraer al ejército de la República de Weimar a su causa, pues las relaciones entre el NSDAP, el gobierno de Baviera y el gobierno de Alemania empezaban a no ser muy buenas.

Para 1923, el partido nazi contaba con 50.000 militantes.

Finalmente, durante un encuentro en la cervecería Bürgerbräukeller en noviembre de 1923, donde se encontraban el jefe de gobierno de Baviera Gustav Von Khar, quien gobernaba de manera casi dictatorial la región tras el estado de emergencia impuesto desde Berlín; Otto Von Lossow, general del ejército bávaro; y Hans Ritter Von Seisser, jefe de la policía bávara.

Allí, rodeó con unas 600 personas de las S.A. el lugar y trató de forzar la formación de un nuevo gobierno provisional dirigido por Ludendorff con la intención de marchar sobre Berlín y tomar el gobierno. Aunque accedieron, la toma de la ciudad de Munich no llegó a darse por la mala organización del golpe y por la llegada tardía de Ludendorff.

Hitler confiaba demasiado en que las autoridades se unirían a su causa y que la población general lo apoyaría, lo que le llevó a descuidar el plan. Además, Ludendorff permitió a Khar, Lossow y Seisser marcharse a sus casas, momento en el que aprovecharon para distanciarse del golpe y avisar a las autoridades.

Adolf Hitler fue detenido y el NSDAP prohibido, cerrándose sus sedes y su publicación. No obstante, el juicio a Hitler se convirtió en todo un “carnaval político”, sirviéndole de altavoz para sus ideas y transformando el suceso en toda una declaración política.

No he acudido ante el tribunal para negar nada ni evitar mis responsabilidades. […] [Este golpe] lo he llevado a cabo solo. En última instancia, soy el único que lo deseaba. Los demás acusados únicamente han colaborado conmigo al final. Estoy convencido de no haber deseado nada malo. Cargo con la responsabilidad de todas las consecuencias. Pero debo decir que no soy un criminal y que no me creo tal, todo lo contrario. – Adolf Hitler durante el juicio por el putsch de Munich.

Los años del exilio

Portada del Mein Kampf, el libro de Adolf Hitler, donde resumió las ideas del nazismo
Portada del Mein Kampf, el libro de Adolf Hitler, donde resumió las ideas del nazismo

La mayoría de los líderes del golpe fueron absueltos o bien condenados a penas muy cortas. El propio Hitler fue condenado a cinco años de los cuales cumplió solo nueve meses. En ese periodo de tiempo, escribió el libro Mein Kampf (Mi Lucha), donde resume sus ideas políticas, con ayuda de su secretario Rudolph Hess.

Tras su salida de la cárcel, se mantuvo alejado de la política, lo que supuso el desmembramiento del nazismo en varios grupos. En 1924 se creó el Movimiento Nacionalsocialista por la Libertad liderado por Ludendorff, mientras que Gregor Strasser, afiliado en 1921, dirigió el Völkischer Block en Baviera. Se coaligaron con otros grupos como el propio DVFP en un intento para unificar el nacionalsocialismo bajo una única bandera, pero de las elecciones de mayo de 1924 a las de diciembre del mismo año se dejaron cerca de un millón de votos, pues el DNVP atraía a la mayoría del voto de extrema derecha.

Sin embargo, Gregor Strasser fue uno de los artífices del salto del NSDAP fuera de Baviera. Strasser, que ya había puesto su experiencia en favor del partido nazi ayudando a organizar las S.A., salió de la cárcel al salir elegido diputado.

Esto le permitió poder hacer activismo político mientras Adolf Hitler estaba en la cárcel y su cúpula desarticulada. Entonces, consiguió un poderoso aliado: Joseph Goebbels, hasta entonces alguien desconocido.

Nacido en una familia conservadora y católica, pero muy cercano al activismo socialista, Joseph Goebbels era profundamente anticapitalista y a favor de la defensa de los derechos de los trabajadores, inspirado por su visión Völkisch.

Gregor Strasser, líder del nazismo en el norte y oeste de Alemania, mantuvo el partido en activo. Autor: Desconocido, 1928. Fuente: Bundesarchiv, Bild 119-1721 (CC-BY-SA 3.0)
Gregor Strasser, líder del nazismo en el norte y oeste de Alemania, mantuvo el partido en activo. Autor: Desconocido, 1928. Fuente: Bundesarchiv, Bild 119-1721 (CC-BY-SA 3.0)

Gregor Strasser, influenciado por su hermano Otto, el cual militó en varios grupos socialistas (e incluso fue militante del Partido Socialdemócrata de Alemania, el SPD), comenzó junto a Joseph Goebbels a organizar a los grupúsculos nacionalsocialistas que se habían quedado huérfanos con la ilegalización del partido nazi a raíz del intento de golpe de estado.

Junto a Ernst Rohm, reorganizó también las S.A., unidad que llegaría a tener más de 4 millones de efectivos.

La estructura orgánica fue rediseñada por completo y se llevaron a cabo medidas de propaganda, así como publicaciones diversas para distribuir la publicidad del partido. Joseph Goebbels se encargaba también de la parte pública, dando discursos en varias ciudades.

El partido obtuvo un crecimiento y un apoyo popular por primera vez fuera de su feudo en Munich, en gran medida gracias a las ideas de Strasser a nivel propagandístico, comunicativo y de organización del partido.

Finalmente, Adolf Hitler se decide a asumir el liderazgo del nazismo tratando de refundar el NSDAP aprovechando el fin de la ilegalización del partido, lo que consiguió tras una entrevista con el primer ministro de Baviera y tras prometer que se adheriría a la legalidad y a la Constitución. El 25 de febrero celebró un Congreso en el cual dejó clara su línea política y donde es elegido líder del refundado NSDAP.

La crisis del 29

Evolución de la tasa de desempleo en Estados Unidos entre 1910 y 1960
Evolución de la tasa de desempleo en Estados Unidos entre 1910 y 1960

La refundación del partido implicó varios cambios. Los más importantes fueron la reorganización del mismo, la condena progresiva al ostracismo a las personalidades que podrían hacerle sombra a Hitler como Gregor Strasser, Erich Ludendorff o Ernst Rohm, y la unificación de todos los grupos nacionalsocialistas en una única organización y programa.

Esto implicó, por ejemplo, el fin de toda política o idea cercana al socialismo, uno de los postulados defendidos por los hermanos Strasser.

No obstante, probablemente el más relevante fue el cambio de enfoque. El NSDAP realizó los cambios necesarios para presentarse como un partido que pudiera ganar las elecciones, dejando de lado la vía de la insurrección popular. Esto implicaba, por ejemplo, disminuir los disturbios provocados por las S.A. y enfocarse en una intensa labor de propaganda, incluso relegando el antisemitismo a un segundo plano.

En lugar de trabajar para conseguir el poder a través de un golpe armado, debemos taparnos las narices y entrar al Parlamento como oposición a los diputados católicos y marxistas. Si superarlos en votos lleva más tiempo que superarlos en disparos, por lo menos el resultado será garantizado por su propia constitución… Tarde o temprano alcanzaremos la mayoría, y después de eso, Alemania – Adolf Hitler

Así, Adolf Hitler pasó los siguientes años desarrollando un profundo culto a su imagen, dando mítines y recorriendo el país, mientras delegó la organización del partido en Franz Xaver Schwarz , el tesorero y encargado de las finanzas; Max Amman, el director de la editorial del partido; Eher Verlag y Philip Boulher. Por otro lado, Strasser se ocupó hasta 1928 de la propaganda, siendo relevando más tarde por Goebbels.

También se crearon las Schutzstaffel, en castellano “Escuadras de Protección”, una organización militar y política pensada para ser la guardia de élite del partido nazi, siendo en sus orígenes una sección de las S.A. creada en 1923 para proteger a los jefes del partido. Esta organización iría desplazando a las S.A., no solo por el progresivo cambio de la estrategia comunicativa del partido, sino también porque Ernst Rohm podía amenazar el liderazgo de Hitler.

Se crearon también organizaciones como las Juventudes Hitlerianas y la Liga de las Muchachas Alemanas, además de establecerse delegaciones en otros países, como Austria. Reorganizó el partido de forma que fuera una especie de “Estado dentro de otro Estado” con el objetivo de que, alcanzado el poder, la estructura del NSDAP sustituyera la de la República de Weimar. Su culto a la imagen incluyó un completo autoritarismo de forma que los cargos del partido eran elegidos por los líderes del mismo y toda decisión estaba supeditada a Hitler.

Tanto Goebbels como Strasser compitieron por llevar a cabo las tareas de comunicación del partido. Mientras Strasser se centraba en el parlamentarismo y en el discurso, Goebbels estudiaba tácticas de propaganda que aplicaba a la cartelería, a los lemas y a los discursos. Una de sus tácticas era provocar altercados que llamasen la atención sobre el NSDAP, por ejemplo, mediante peleas con miembros del Partido Comunista en las calles utilizando a las S.A., que en Berlín las dirigía Kurt Daluege. Que se hablara del partido nazi, que siempre estuviera en la actualidad.

Goebbels llegó a fundar un periódico en Berlín, el Der Angriff, como instrumento de propaganda, mientras que los hermanos Strasser hicieron lo propio con Berliner Arbeiterzeitung. Aunque no fueron periódicos oficiales del NSDAP, contribuyeron a difundir el nazismo. Goebbels utilizaba mucho la sátira y las críticas despiadadas contra rivales políticos mediante el uso de viñetas y dibujos, llegando a protagonizar auténticos hostigamientos. Es en esta época donde refinó lo que luego serían sus famosos principios de propaganda.

En 1927, el partido fue prohibido en Berlín y a Goebbels se le prohibió hablar en público, pero aun así la actividad del partido se intensificó.

Llegaron así las elecciones federales de 1928, donde el partido nazi se estrenó como tal. En su debut, obtuvo 12 escaños y el 2,63% de los votos, con un mal resultado en las ciudades. Sin embargo, en las zonas rurales llegó a tener el 18% del apoyo. En aquel momento, los partidos de izquierda estaban en auge, mientras que los de derechas perdieron poder, lo que llevó al Partido Socialdemócrata de Alemania a formar gobierno con Hermann Müller a la cabeza en coalición con el Partido de Centro y el Partido Popular Alemán.

Esta derrota llevó a los nazis a reconsiderar sus estrategias de propaganda, disminuyendo sus altercados en las calles y buscando ahondar en las zonas rurales mediante una política agraria que favoreciera a los terratenientes. Por ejemplo, prometieron que expropiarían tierras para el campesinado, pero solo en caso de que fueran judíos.

Goebbels, muy criticado por Strasser por sus pobres resultados en Berlín, se vio también obligado a reconsiderar sus estrategias, pensando en métodos de influir en la educación y en la juventud, así como en llegar a cada casa de Alemania.

No obstante, pese a toda la maquinaria de propaganda del partido y a tener a parte de las clases altas financiándolo, con un discurso que encajaba muy bien en el contexto de la época, todavía faltaba por llegar un elemento indispensable para su triunfo.

En 1929, sucedió una nueva gran crisis económica, el conocido crack del 29, iniciado por el desplome progresivo del mercado bursátil tras el estallido de una enorme burbuja económica procedente de la especulación, además de por medidas excesivamente proteccionistas y por una crisis de superproducción. Tal y como sucedió en 1873, las economías de todas las potencias europeas se derrumbaron, comenzando un periodo conocido como la Gran Depresión.

Alemania, como potencia todavía afectada por el Tratado de Versalles, sufrió especialmente las consecuencias. Afectado el país por una gran hiperinflación, si bien se había frenado a partir de 1926, estalló en 1929, siendo necesario cantidades ingentes de marcos alemanes para comprar una mísera barra de pan. Alemania se vio ante la imposibilidad de hacer frente a sus deudas con una economía ahogada en la que se destruyeron centenares de miles de empleos.

La propaganda nazi se puso en marcha para culpar de la crisis al gobierno socialdemócrata, acusándolos de traidores por plegarse al Tratado de Versalles, además de a un complot judío y del comunismo. En 1930, se intensificaron los mítines y las charlas por todo el país, ya con Goebbels como jefe de propaganda y con Strasser relegado a posiciones más secundarias.

Reunión del partido nazi en Munich en 1930. Autor: Desconocido, 1930. Fuente: Bundesarchiv, Bild 119-0289 (CC BY-SA 3.0)
Reunión del partido nazi en Munich en 1930. Autor: Desconocido, 1930. Fuente: Bundesarchiv, Bild 119-0289 (CC BY-SA 3.0)

Ese mismo año, el NSDAP estrenó nueva sede, la llamada “Casa Parda”, y se hizo con el control de todos los periódicos de editorial nacionalsocialista para unificarlos en una sola voz, desautorizando a otros como Der Angriff o el Socialista Nacional, de los hermanos Strasser.

El desencanto y la desafección por la política en 1930 era muy grande, creciendo en paralelo con la miseria del país, donde el desempleo alcanzó una cifra récord con más de 5 millones de personas paradas, alrededor del 26%. En aquel momento, la militancia del NSDAP creció vertiginosamente, alcanzando los 800.000 miembros.

Por otro lado, la polarización social y política era muy grande, con una crispación que desencadenó en violencia y atentados en las calles. La gente se acercaba cada vez más a partidos extremistas y abandonaba los grupos y movimientos más moderados.

Uno de los puntos clave que relanzó al NSDAP fue la oposición al Plan Young, un pacto entre el gobierno alemán y el estadounidense para acordar cuánto debía pagar Alemania en concepto de reparaciones de guerra en virtud de lo dispuesto en el Tratado de Versalles.

Si bien se aprobó este plan, los grupos conservadores y de derechas del Reichstag, el parlamento alemán, buscaron aprobar una ley a la que denominaron “Ley de la Libertad”, en la cual rechazaban estas condiciones, así como la culpabilidad de Alemania en el conflicto bélico.

Según la Constitución de la República de Weimar, si el 10% del censo electoral presentaba un proyecto de ley mediante firmas, debía votarse en el parlamento. Si era rechazada, entonces se sometía a referéndum y, si más de la mitad de votos eran favorables, se aprobaba.

En un primer momento, las derechas optaron por no invitar al partido nazi al proyecto, pero el principal partido de extrema derecha, el DNVP, liderado por Alfred Hugenberg, decidió colaborar con los nazis para conseguir las firmas.

El gobierno de la República de Weimar rechazó el proyecto y prohibió las manifestaciones públicas que lo apoyaban. No obstante, la coalición de derechas consiguió suficientes firmantes para que el Reichstag la sometiera a votación en ese mismo año, rechazándolo por 318 votos en contra y con solo 82 a favor. En la consulta popular del 22 de diciembre, la ley fue rechazada y solo obtuvo un 13,8 % de votos a favor.

Sin embargo, este acto político en compañía de los partidos de derechas dio una inmensa popularidad a los nazis, pudiendo acceder a mayor financiación y alcance mediático. Se considera un punto de inflexión a partir del cual el NSDAP empezó a eclipsar al resto de formaciones conservadoras.

Adolf Hitler, Canciller de Alemania

Joseph Goebbels, encargado de propaganda y figura esencial del nazismo. Autor: Georg Pahl, 25/04/1934. Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-17049 (CC BY-SA 3.0)
Joseph Goebbels, encargado de propaganda y figura esencial del nazismo. Autor: Georg Pahl, 25/04/1934. Fuente: Bundesarchiv, Bild 102-17049 (CC BY-SA 3.0)

En este contexto, el gobierno entró en crisis y se convocaron nuevas elecciones. Joseph Goebbels dirigió la campaña electoral, denunciando el colapso de Alemania bajo el «sistema de Weimar», invocando a “la unidad nacional” y vendiendo la crisis económica como un “complot contra Alemania.”

Por otro lado, la propaganda antisemita abierta se eliminó en gran medida para enfocarse más en las necesidades de la persona de a pie, centrando el discurso de odio en el anticomunismo y en el anticapitalismo. El enorme activismo del partido hizo que este se viera joven, fresco y enérgico.

En un manifiesto de Hitler el 10 de septiembre en el Palacio de Deportes de Berlín ante al menos de 16.000 oyentes, declaró: «nacionalsocialismo es luchar por los trabajadores alemanes, tomarles de la mano y alejarlos del fraude». También anunció que, si tomaran el poder, la nación misma adquiriría más fuerza, y el pueblo se vería liberado.

Es decir, basaron su propaganda en señalar a enemigos externos a los que culparon de todos los males mediante teorías conspirativas y mentiras aprovechando miedos y prejuicios, apelaron a la unidad y a la nación, señalaron a sus rivales políticos como aliados de los enemigos externos y utilizaron un discurso centrado en las necesidades del obrero alemán medio y en conceptos positivos como “libertad”, “unidad” y “fuerza”, que apelaban a emociones primitivas y al orgullo patrio, todavía hundido en la miseria.

Todo ello con una gran organización de la propaganda, donde la financiación de personas adineradas y la unidad del mensaje a través de medios de comunicación totalmente afines fueron clave.

Por otro lado, los partidos de la derecha, el llamado “bloque cívico”, sufrieron varios problemas internos que les dificultaron hacer una campaña eficaz. El DNVP, el partido de extrema derecha clásico de Alemania, sufrió una importante escisión entre el ala más radical y la más moderada en plena campaña electoral.

Además, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), durante su campaña, identificó al NSDAP como uno de sus principales enemigos, atacando al nazismo y a los gobiernos derechistas minoritarios, con su eslogan «contra el bloque cívico y la esvástica». Probablemente sin darse cuenta, revalidó al partido nazi como un rival auténtico y como una opción política útil.

Finalmente, aunque el SPD logró mantener su plaza perdiendo únicamente 10 escaños, los grandes ganadores fueron el NSDAP y el Partido Comunista (KPD), reflejando la polarización social y política del momento. El nazismo quedó como segunda fuerza con 95 escaños y el 18,29% de los votos, mientras que los comunistas alcanzaron los 77 escaños y el 13,13%, consolidándose como tercera fuerza.

El resto de partidos perdieron bastantes escaños, especialmente el DNVP, que bajó a la quinta posición con 41, perdiendo casi la mitad de la representación.

El fragmentado resultado condujo a un colapso del sistema democrático de la República de Weimar. Las fuerzas de extrema derecha y extrema izquierda, así como las fuerzas monarquistas contrarias a la república y a la democracia liberal, lograron una amplia representación parlamentaria, superior al 40%.

Esto generó que, por sí solos, los partidos democráticos enfrentados entre sí fuesen incapaces de formar un gobierno estable o incluso cesar al Canciller o contrarrestar el poder de Paul Von Hindenburg, el presidente de la República, que prácticamente gobernó a base de decreto, minando la calidad democrática de las instituciones públicas, ya de por sí débiles.

Así, Paul Von Hindenburg, por decreto, nombró al centrista Heinrich Brüning como Canciller, buscando aunar a todos los partidos moderados y “constitucionalistas” que buscaran la estabilidad y el cumplimiento de la legalidad. Sin embargo, nunca consiguió el apoyo mayoritario de la cámara, por lo que su gobierno fue débil e inestable.

Conscientes del problema del auge del nazismo, los responsables del nuevo gobierno se centraron en tratar de contrarrestar la popularidad del NSDAP. Para ello, adoptaron una agenda más nacionalista en un intento de atraer votantes, haciendo mayor énfasis en el nacionalismo.

Por ejemplo, llevaron a cabo negociaciones para extender la influencia de Alemania en el exterior, renegociar ciertos aspectos del Tratado de Versalles como el rearme del país o acercarse más a Austria. Sin embargo, ninguna de estas medidas salió bien.

Por otro lado, trataron de prohibir las manifestaciones públicas de los grupos nazis, así como las organizaciones paramilitares asociadas al nazismo, pero tampoco consiguieron los apoyos necesarios para esto.

También trató de conseguir el apoyo de Adolf Hitler a cambio de ciertas renuncias. A finales de 1931 se reunió con el canciller Brüning y el presidente Hindenburg, pero ambos fueron incapaces de conseguir un acuerdo político con él. El 7 de enero de 1932, Brüning se reunió de nuevo con Hitler, e intentó persuadirlo de que aprobase la postergación de las elecciones presidenciales de 1932.

El anciano Hindenburg no quería postularse a la reelección, y todo parecía indicar que Hitler se convertiría en presidente ante la carencia de otros candidatos de peso; si Hitler aceptaba la postergación de las elecciones hasta la muerte natural de Hindenburg, el canciller Brüning luego solicitaría el restablecimiento de la monarquía alemana, aunque bajo un sistema de gobierno similar al británico.

No obstante, Hitler se dio cuenta de que esta medida no lo beneficiaría y, después de realizar una serie de demandas que fueron rechazadas de inmediato por Hindenburg, rehusó apoyar el plan de Brüning. De esta manera, Hindenburg fue forzado a aspirar a un segundo período para evitar un triunfo de Hitler.

Así, aunque en un principio Brüning consiguió el apoyo del SPD para sacar adelante varias medidas y unos presupuestos, finalmente fue destituido y se convocaron nuevas elecciones en 1932, tanto presidenciales como parlamentarias.

Por su parte, después de este triunfo, Hitler procedió a buscar el apoyo del Ejército. El discurso nacionalista de Hitler hizo mella en jóvenes oficiales. Una semana después de las elecciones, durante un juicio contra tres oficiales que habían promovido la ideología nazi en el Ejército, Hitler fue llamado a testificar y aprovechó esta oportunidad para intentar ganar el apoyo de los militares, asegurando que “vengaría” la Revolución de Noviembre y que eliminaría los límites impuestos al Ejército alemán en el Tratado de Versalles.

El relativo éxito electoral de Hitler también atrajo la atención de los hombres de negocios. Desde 1931, Walther Funk empezó a presentar a Hitler poderosos industriales. Además, varias empresas empezaron a financiarlo, entre las que destaca la aseguradora Allianz, aunque todavía la mayoría de grandes empresas le darían la espalda.

En las presidenciales, Goebbels convenció a Adolf Hitler para que se presentara por primera vez, compitiendo contra Hindenburg. La campaña electoral que dirigió incluía descalificaciones directas hacia Hindenburg, algunas de ellas bastante duras, a través de múltiples conferencias por todo el país.

Gracias a su posición en el Reichstag, el NSDAP pudo acceder a múltiples recursos públicos. Los nazis se lanzaron de lleno en estas elecciones, llegando a distruibuir ocho millones de panfletos y doce millones de copias adicionales de periódicos simpatizantes durante la campaña. Sin embargo, la mayor parte de la prensa estaba en contra de Hitler.

Por otro lado, Brüning abusó de los medios de comunicación estatales para promocionar la reelección de Hindenburg. No obstante, el anciano Presidente solamente realizó un discurso en toda la campaña. Hindenburg recibió el apoyo de los más grandes magnates alemanes, entre los que destacan los directores de la compañía eléctrica Siemens y la química IG Farben. Los banqueros también apoyaron al Presidente en su reelección.

El hecho de que Hindenburg recibiera el apoyo de los sociademócratas, católicos y centristas, estos últimos ligados a Brüning, revela el esfuerzo de estos grupos para evitar que Hitler ganase las elecciones. Por su parte, Hitler recibió el apoyo de protestantes del norte, conservadores, y monarquistas, además de ciertos barones industriales como Emil Kirdorf y Fritz Thyssen.

Finalmente, en la segunda vuelta, Hindenburg ganó con un 53,05% de los votos a Hitler, quien obtuvo el 36,77%.

Después de esta derrota electoral, las S.A., que superaban al ejército en número, fueron prohibidas por el gobierno por decreto presidencial ya que la policía prusiana aportó pruebas de que planeaban un golpe de estado. Fue en este momento que el General Kurt von Schleicher, artífice del ascenso de Brüning, empezó a conspirar para provocar su caída.

Schleicher contactó a Hitler a través de Ernst Rohm. A este último le ofreció legalizar las S.A. de nuevo, con planes de anexarlas posteriormente al Ejército. Por otro lado, le ofreció a Hitler la convocatoria de nuevas elecciones parlamentarias, a cambio de apoyar a un nuevo gobierno. Como antiguo amigo de Hindenburg, Schleicher logró convencerlo de forzar la renuncia de Brüning, y luego lo persuadió de que nombrase canciller a Franz von Papen.

Rohm creía en ese momento que el partido nazi estaba en decadencia tras la derrota de Hitler y que su alianza con Schleicher podría asegurar la supervivencia del movimiento nacionalsocialista creando un gobierno militar. Por otro lado, Schleicher estaba convencido de que podría controlar a Hitler llegando a acuerdos con él. Un craso error.

Así, prometió a Hitler que el nuevo gobierno de Von Papen era de transición para el eventual nombramiento de Hitler como Canciller. El recién nombrado Canciller disolvió el Reichstag y llamó a nuevas elecciones parlamentarias, de acuerdo a lo pactado con los nazis. El 15 de junio la prohibición de las S.A. fue anulada, que también era parte del pacto.

Sin embargo, en las elecciones parlamentarias, el NSDAP sorprendió alcanzando los 230 escaños y el 37,27% de los votos, llegando a ser primera fuerza, a costa de la caída de todos los partidos políticos de la derecha. La campaña se caracterizó por la violencia entre nazis y comunistas, llegando al punto de que tanto Goebbels como Hitler fueron apedreados por comunistas y tanto unos como otros sufrieron pérdidas humanas, y llegando a establecerse la ley marcial en Berlín e imponer un gobierno autoritario en Prusia.

Los nazis organizaron marchas por las diferentes ciudades del país, así como grandes mítines. Adolf Hitler llegó a hablar en numerosas ocasiones para casi más de 240.000 personas. Por su parte, los comunistas y partidos de izquierdas no tuvieron éxito en movilizar a la gente para oponerse al creciente nazismo.

Con estos resultados, Hitler se negó a apoyar a Papen, y reclamó la Cancillería para él, rehusando de nuevo compartir el poder con la facción de Hindenburg y Schleicher.

Además, el NSDAP apoyó al Partido Comunista en una moción de censura contra Von Papen, además de apoyar una huelga de transportistas en Berlín, donde la facción de Strasser, más cercana al anticapitalismo, dominaba en el partido nazi. Schleicher aprovechó esto para asociar comunistas con nazis, hablando de “bolchevismo marrón”, lo que hizo que empresarios y hombres de negocios abandonaran a Hitler para pasarse a apoyar al gobierno.

Esto abrió rencillas en el seno del partido nazi, reavivando la rivalidad entre Strasser y Hitler. El líder nazi fue criticado también por el tesorero del partido: si no llegaba a acuerdos con Hindenburg y Schleicher, podrían convocarse nuevas elecciones y la situación financiera no era en absoluto buena.

A pesar de ello, Hitler se mantuvo firme. Papen fue incapaz de conseguir la mayoría parlamentaria, y llamó entonces a nuevas elecciones, las terceras en 1932. Esta vez, por los motivos anteriormente nombrados, los nazis perdieron cerca de dos millones de votos, alcanzando 196 escaños, si bien continuaron siendo la primera fuerza política, siendo la segunda el SPD con 121, siguiendo de cerca el KPD con 100 asientos.

Adolf Hitler, ya como Canciller de Alemania, con varios miembros de su gabinete, como Herman Goring a su derecha y Franz von Papen a su izquierda. Autor: Desconocido, 20/01/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-H28422 (CC BY-SA 3.0)
Adolf Hitler, ya como Canciller de Alemania, con varios miembros de su gabinete, como Herman Goring a su derecha y Franz von Papen a su izquierda. Autor: Desconocido, 20/01/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-H28422 (CC BY-SA 3.0)

Así, Hitler quedó aún más lejos de alcanzar la mayoría en el Parlamento. No obstante, continuó demandando la Cancillería para él, rechazando el ofrecimiento de la Vicecancillería que le hizo el anciano Hindenburg.

Por su parte, Schleicher empezó a planificar la caída de Papen, y convenció a Hindenburg que si lo nombraba canciller lograría dividir el NSDAP. Y es que Schleicher tenía un nuevo plan: viendo que Strasser y Hitler no se llevaban bien, tal vez podría provocar una escisión en el seno de la formación medrando en este conflicto.

Así, Kurt Von Schleicher fue nombrado Canciller y puso en marcha su plan: le ofreció a Strasser la vicecancillería y ser Primer Ministro de Prusia. Sin embargo, el titubeo de Gregor Strasser (quien buscaba una reconciliación con todo el nazismo) y la intervención decidida de Hitler para asegurar sus apoyos, impidió que esto sucediera. Strasser, de hecho, perdería prácticamente todos sus cargos en el partido. Si hubiera aceptado la propuesta de Schleicher, es posible que entre 60 y 100 diputados le hubieran seguido.

No obstante, es importante recalcar que el NSDAP se encontraba en un momento muy delicado: con las cuentas en quiebra, parte de la sección más anticapitalista abandonándolo para unirse al Partido Comunista y con Strasser difundiendo en su periódico su propia versión del conflicto con Hitler y amenazando con acabar con el partido, amén de otros problemas.

Así que Hitler y sus partidarios pusieron en marcha dos maniobras: por un lado, aprovechando la marcha de Strasser a Italia de vacaciones, se hicieron con el control del partido en Berlín destituyendo a sus simpatizantes y nombrando a cargos fieles a Hitler, unificando definitivamente la organización; y, por otro lado, llegó a un acuerdo con el excanciller Papen para que convenciera a Hindenburg de que fuera nombrado Canciller y llegar a un acuerdo de gobierno. Al menos 20 empresarios de renombre de Alemania presionaron también a Hindenburg para que nombrara a Hitler Canciller.

Hindenburg, muy mayor y con la salud deteriorada, era una persona influenciable por su entorno, por lo que a Papen no le costó convencerle, argumentando que conseguiría controlar a Hitler y al partido nazi al tiempo que lograba la estabilidad de Alemania al ver que Schleicher había fracasado en su plan de dividir el nazismo en dos. Hitler también supo ganarse su favor a través del apoyo de sus allegados y de publicar una carta en prensa donde reconocía los logros del veterano líder político.

A finales de enero, Schleicher fue incapaz de conseguir los apoyos necesarios en el Reichstag, por lo que fue destituido por Hindenburg, quien nombró a Hitler como Canciller. También consiguieron dos ministerios: Interior y Educación.

La toma del poder del nazismo

Adolf Hitler ante Paul von Hindenburg. Autor: Theo Eisenhart, 21/03/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-S38324 (CC-BY-SA 3.0)
Adolf Hitler ante Paul von Hindenburg. Autor: Theo Eisenhart, 21/03/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-S38324 (CC-BY-SA 3.0)

Hitler supo utilizar su nueva posición para imponer su autoridad. Utilizó todos los recursos públicos para favorecer al NSDAP, consiguiendo financiación y poder en los medios de comunicación, al tiempo que prohibía las publicaciones y reuniones de grupos de izquierdas. Hasta los centristas fueron perseguidos, teniendo el excanciller Brüning que buscar protección policial.

Además de conseguir de nuevo el apoyo de clases altas y poderosos industriales, quienes financiaron al partido, consiguieron el control de buena parte de las autoridades públicas, consiguiendo que las S.A. y las S.S. gozaran de impunidad. Un cuerpo policial fue creado con 50.000 miembros procedentes casi en su totalidad de simpatizantes nazis, imponiendo el autoritarismo en las calles alemanas al mando de Hermann Goering.

Hasta en siete regiones se llegaron a crear autoridades paralelas a la oficial con el apoyo de estas, haciendo inútil acudir a la policía en caso de hostigamiento de simpatizantes nazis.

El SPD trató de enfrentarse al creciente poder del NSDAP buscando alianzas con los comunistas, pero estos rechazaron sumar fuerzas argumentando que tras la toma del poder del nazismo, llegaría la verdadera revolución.

Otro aspecto donde el NSDAP medró fue en los aspectos educativos y culturales. Los nazis iniciaron toda una “guerra cultural” para hacerse con el control de los espectáculos artísticos, especialmente en la música, logrando el apoyo de importantes músicos como Wagner, aprovechando la gran cantidad de artistas que se habían quedado en paro con la crisis.

Con todos los recursos en su poder y conscientes de que necesitaban una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar sin los decretos de Hindenburg, Hitler convenció a sus aliados de disolver el Reichstag y convocar elecciones para marzo de 1933 asegurando que no cambiaría la composición del gabinete.

Durante la campaña, aunque se enfocó en el peligro del “terror comunista” e intensificó la persecución a sus rivales políticos, por otro lado, moderó su discurso, asegurando su apego a la legalidad constitucional y moderando su antisemitismo, que relegó a un tercer plano. Llegó a decir que solo necesitaría cuatro años para devolver la estabilidad a Alemania.

Un punto clave para la campaña nacionalsocialista fue el incendio del Reichstag. El 27 de febrero, el edifico del parlamento fue incendiado y, automáticamente, Hitler culpó a los comunistas de estar organizando una insurrección popular para tomar el poder. Algunos historiadores afirman que fueron los propios nazis quienes incendiaron el edificio, pero no hay pruebas de ello a día de hoy.

El incendio del Reichstag, utilizado por el nazismo para tomar el poder. Autor: Desconocido, 27/02/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-R99859 (CC BY-SA 3.0)
El incendio del Reichstag, utilizado por el nazismo para tomar el poder. Autor: Desconocido, 27/02/1933. Fuente: Bundesarchiv, Bild 183-R99859 (CC BY-SA 3.0)

Logró convencer a Hindenburg que firmase el Decreto del Incendio del Reichstag, anulando temporalmente varios derechos consagrados en la Constitución, como la libertad de prensa, de expresión, de reunión y la privacidad de las comunicaciones. Además, el gobierno central podía tomar el control de los gobiernos regionales y se ampliaba el número de crímenes que se podían castigar con la pena de muerte.

Unos 4.000 comunistas fueron arrestados, así como un número importante de socialdemócratas. Incluso varios diputados fueron encarcelados, a pesar de que contaban con inmunidad parlamentaria.

Durante la campaña electoral, los nazis aseguraron que contaban con pruebas de que los comunistas planeaban comenzar una guerra civil, lo que provocó que las clases medias y campesinas votaran en masa al NSDAP, que llegó a los 288 escaños y el 43,91% de los votos.

Sin embargo, no se considera que fueran unas elecciones libres. Comunistas y socialdemócratas, e incluso centristas, sufrieron purgas, persecuciones, violencia e intimidación, desarrollando su campaña en un clima de miedo y sin poder realizar publicaciones y prácticamente reuniones. De hecho, tras las elecciones, los comunistas no asumieron su cargo como diputados.

Pese a todo, para conseguir el poder absoluto, los nazis todavía necesitaban dos tercios del Reichstag. Con la detención de los diputados comunistas y algunos socialdemócratas, y el apoyo del Partido de Centro y del DNVP, consiguieron esos dos tercios, aprobando la llamada Ley Habilitante, que fue vendida como un instrumento para saltarse la Constitución en caso de emergencia para recuperar el orden en Alemania y que, en la práctica, permitía a Hitler hacer y deshacer a su antojo.

El apoyo de los centristas de Papen era vital, y lo logró asegurando en la ley de que Hindenburg seguiría teniendo poder sobre Hitler para vetar leyes y aprobar decretos en caso de que fueran anticonstitucionales.

Así, el 23 de marzo de 1933, tras un discurso moderado donde incluso prometió concordia con Occidente y la Unión Soviética, la Ley Habilitante fue aprobada por 441 votos a favor y 94 en contra del SPD.

Alemania no volvería a ver unas elecciones libres hasta 1949.

Conclusiones

Durante los siguientes años, el nazismo llegaría a estar presente en todos los aspectos de la sociedad alemana. Rivales políticos e incluso quienes le ayudaron a llegar al poder, como Gregor Strasser, Ernst Rhom o Kurt von Schleicher, fueron asesinados con ayuda de las S.S junto a decenas de supuestos enemigos del nazismo en la llamada Noche de los cuchillos largos.

El anciano Hindenburg murió en 1934, desapareciendo así el último obstáculo para que Hitler concentrara en él todos los poderes del Estado.

Asumiendo un poder virtualmente absoluto, Adolf Hitler rearmó Alemania y, siguiendo sus planes, invadió Polonia en 1939, desencadenando la Segunda Guerra Mundial, el conflicto más grande que jamás ha vivido la Historia de la Humanidad.

Tras perder la guerra y suicidarse en 1945, las potencias aliadas que derrotaron al nazismo, como Reino Unido, Francia, Estados Unidos y la URSS, descubrieron el horror: millones de personas habían sido asesinadas por el régimen nazi, entre ellas, 6 millones de judíos, en lo que se conoce como el Holocausto.

Llegar a ese punto fue el resultado de la confluencia de una serie de hechos que lo hicieron posible:

  • Una crisis política, social y económica galopante que polarizó la sociedad.
  • Existencia de un sentimiento de inferioridad y de humillación con respecto a la comunidad internacional.
  • Existencia de teorías conspirativas y prejuicios socialmente asentados.
  • El partido nazi estaba muy bien organizado, estructurado y disciplinado.
  • Empresarios y personalidades de clase alta financiaron y auparon al nazismo.
  • La estrategia comunicativa y propagandística del nazismo fue muy acertada, llegando al puro adoctrinamiento, utilizando la mentira, el engaño y la manipulación como nunca antes.
  • Los rivales políticos del nazismo cometieron errores, intentaron aliarse con Hitler, sufrieron crisis internas y/o no supieron organizarse contra el nazismo.
  • Los rivales de Hitler en el seno del partido no quisieron o no supieron hacerle frente.
  • Las autoridades y fuerzas militares se pusieron del lado del nazismo.
  • El gobierno de Weimar era débil y estaba continuamente enfrentado.
  • Existía una desafección, descontento y hastío hacia la política considerable, incluyendo hacia el sistema democrático en sí mismo.
  • Los medios de comunicación estuvieron progresivamente de parte del nazismo.
  • El nazismo supo aprovechar el carisma y capacidad de oratoria de sus líderes.
  • No existía una experiencia previa de lo que suponía la extrema derecha en el poder.

Muchos de estos aspectos, por desgracia, se están dando hoy en día, lo que explica el auge de la extrema derecha en toda Europa y en parte de América en los últimos diez años. No obstante, ahora el mundo tiene una experiencia previa de lo que puede suponer que la ultraderecha, incluso la más alejada del nazismo, podría suponer si llegara al poder. Y es por ello que hay que dejarla Al Descubierto.

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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