Jonathan Martínez: «Quien da voz a un nazi, o es nazi, o es amigo de nazis»
Jonathan Martínez es un investigador, periodista, activista y tuitero conocido por su defensa de la igualdad y los derechos civiles a través de diferentes medios, como las redes sociales, radio y periódicos independientes. Con más de 130.000 seguidores en Twitter y una actividad prolífica en Internet, Jonathan Martínez destaca por su postura en contra del capitalismo neoliberal y contra la extrema derecha, además de cualquier forma de dominación.
Al Descubierto: Antes de empezar a entrar en materia, un poco para que la gente te conozca, ¿quién es Jonathan Martínez?¿Podrías hablar un poco de tu recorrido y trayectoria profesional?¿A qué te dedicas?
Jonathan Martínez: En los últimos años me he dedicado a la investigación en comunicación. Trabajo en el campo audiovisual y mi especialidad es el cine. Vengo de la filología y la literatura y hace mucho tiempo me empezaron a obsesionar las historias, el por qué contamos historias, cómo son sus estructuras y por qué determinados relatos sirven para legitimar un determinado orden de cosas.
Parte de mi trabajo de investigación tiene que ver con el pensamiento mítico y esa pugna histórica entre el pensamiento racional y el irracionalismo.
He compaginado el trabajo académico con una proyección más divulgativa en los medios de comunicación, al margen de ámbitos más creativos como el audiovisual, que es donde me desenvuelvo.
AD: Jonathan Martínez, se te conoce fundamentalmente por tu labor como periodista y por tu actividad en redes sociales, de hecho, en Twitter, que te abriste en 2009, cuentas con más de 130.000 seguidores, y ahí eres conocido por tu activismo progresista. ¿Cómo has llegado a tener tantos seguidores?¿Cómo ha sido ese proceso?¿Qué vino primero, el periodismo o el activismo?
JM: Creo que las redes sociales viven sus propios ciclos y sus propias burbujas que se hinchan y se desinflan. Twitter tiene unos tiempos muy marcados, como por ejemplo el 15M, donde mucha gente de golpe se suma a la comunicación en redes, o durante el auge del movimiento independentista catalán también hubo un impulso grande de las redes sociales como forma de comunicar y de compartir información relativa a un proceso político, y en los últimos años hemos vivido una primavera de la extrema derecha donde se está utilizando una estrategia mediante las redes sociales donde intentan amplificar su discurso de odio.
Es de justicia pensar y repensar una sociedad libre de toda forma de dominación.
Creo que el número de seguidores o la audiencia es un factor poco relevante en el sentido de que hay mucha gente que hace muy buen contenido con poca repercusión, y gente que ha conseguido mucha repercusión con contenidos mediocres que precisamente ha alcanzado notoriedad en las redes sociales difundiendo bulos y noticias falsas.
AD: ¿Dónde te ubicas ahí?¿Crees que haces buen contenido?
JM: Me resisto a creer que la audiencia o el número de seguidores sea un indicativo. Si mis palabras llegan a la gente quiero pensar que lo que he hecho sirve de utilidad.
He intentado en los últimos años ofrecer algunas claves para comprender la realidad y supongo que algunas personas se han sentido agradecidas. Por eso yo me siento también agradecido porque he aprendido mucho en ese intercambio.
Respecto a otras cuestiones que comentabas, a mí me gusta dotar de significado a la palabra progresismo, que puede ser un término muy abstracto que queda bien en un mitin pero que a veces sirve para encubrir políticas que son contrarias al progreso.
Las personas que más admiro o he admirado han sido militantes comunistas, anarquistas, de los movimientos de liberación nacional, antifascistas, antirracistas, feministas… yo creo que es de justicia pensar y repensar una sociedad libre de toda forma de dominación.
El activismo me parece una cuestión muy seria que tiene que ver con asistir a asambleas, con organizarse, con formarse… y también creo que a veces creamos un espejismo en las redes sociales cuando pensamos que estamos haciendo activismo cuando en realidad lo único que hacemos es mantener el flujo de información, que puede ser interesante, pero en ocasiones es incapaz de mover la realidad.
La realidad está en la calle, en lo material, en lo concreto.
AD: Es decir, el activismo en redes sociales es para ti algo complementario o secundario.
JM: A veces creo que caemos en el fetiche del canal. Las redes sociales son un canal donde fluye la información, pero yo intento difundir información en prensa escrita, en radio, en televisión, en la calle… de modo que no hay un canal preferente.
Lo importante es que haya un mensaje que se diversifique y que llegue a la gente. Y, sobre todo, que tenga una repercusión real, que tenga un efecto en la realidad.
AD: ¿Para qué medios o periódicos escribes?¿En cuáles has participado?
JM: En medios de comunicación he colaborado con Naiz, con CTXT, con Kamchatka, con ETB, con TV3, con Catalunya Ràdio, con Nació Digital… con medios de comunicación alternativos o públicos sobre todo, que son los que me han permitido mayor libertad a la hora de expresarme. De hecho, he tenido siempre una libertad absoluta para decir lo que pensaba en cada momento.
AD: ¿Qué temas sueles tratar?
JM: He visitado episodios históricos olvidados o malinterpretados por la historia oficial, he abarcado temas como los derechos civiles y políticos, me interesa el ámbito de la comunicación para impugnar los procedimientos de los medios de comunicación de masas que son un altavoz de las grandes corporaciones.
Desmenuzar los procedimientos de comunicación de las élites es fundamental para comprender de qué manera se legitiman cuestiones que la clase trabajadora no debería permitir. Y para eso se necesitan herramientas de análisis.
AD: Es decir, que utilizas diversos canales y medios…
JM: Hay que diversificar por si te cierran un canal, utilizar otro.
En este sentido, tengo una relación ambigua con las redes sociales. Es verdad que nos han abierto un campo de posibilidades que permite a mucha gente expresarse con una libertad que a lo mejor no encuentra en un medio de comunicación convencional, pero también es cierto que las redes sociales son corporaciones privadas que en el momento que quieran de acuerdo a reglas arbitrarias pues cierran cuentas y dirigen el discurso y el debate hacia intereses que no son los de la mayoría.
Hay que estar siempre en guardia y poniendo atención al canal por el cual difundimos los mensajes.
AD: En cuanto al activismo real, como tú dices, ¿militas en algún sitio? Asociación, sindicato, partido… ¿Qué tipo de acciones haces, además de periodismo y redes sociales? Te hemos visto participando en alguna conferencia o charla, por ejemplo.
JM: En los últimos años he participado allí donde me han invitado: asambleas vecinales, actos de sindicatos, de partidos políticos, de colectivos libertarios, en la universidad… lo cual ha sido muy enriquecedor porque he conocido a gente con inquietudes parecidas a las mías que me ha aportado experiencias nuevas.
Mi ámbito de trabajo ha sido siempre los derechos humanos y los derechos civiles. Y creo que ese ha sido uno de los aspectos que más ha interesado cuando me han llamado. Por lo demás, soy uno más. Un soldado de lo que se necesite en cada momento (ríe).
AD: ¿Ha supuesto algún cambio en tu vida ser relativamente conocido? Tanto en aspectos positivos como negativos.
JM: Llevo una vida absolutamente normal, como siempre. Hay una cuestión que me ha obligado a replantear mi relación con las redes sociales, y es el hecho de que el incremento de respuesta, de contestaciones y de repercusión de los mensajes me obliga a filtrar.
Una de las cuestiones negativas que creo que tienen las redes sociales es que tu y yo podemos ser amigos pero lo que pasa en tu teléfono es muy diferente a lo que pasa en el mío. Twitter en concreto se basa en el reparto desigual de la atención.
La extrema derecha es la avanzadilla del capital. Su labor es amedrentar a los movimientos emancipadores y enfrentarlos para que, en un proceso de acumulación del capital en el que vivimos, quienes han hecho dinero sigan haciendo dinero.
Hay personas que no tienen apenas repercusión y otras que tienen un nivel de notificaciones abrumador. Yo he pasado de un extremo al otro sin que yo haya cambiado en nada. Cuando el impacto de las notificaciones crece, al principio parece que lo puedes manejar, pero llega un momento que tienes que decidir si quieres dedicar tiempo de tu vida a controlar las respuestas que provocas que los mensajes que lanzas.
Eso me ha obligado a tomar una decisión. Siempre he intentado leer todas las respuestas a todas las personas que me escriben porque me siento muy agradecido de que haya gente que me lea y me dediquen palabras que a mí me llenan.
Pero también eso implica lidiar con una serie de comentarios absurdos que…
AD: … no sabes si te compensa
JM: Hay dos posibilidades: gente que no lee ninguna respuesta, que me parece legítimo pero yo me perdería el mantener el contacto con gente a la que quiero, o estar más pendiente y filtrar, pero eso conlleva también leer un montón de basura (ríe).
Cada vez soy más radical en ese sentido. Cuando hay comentarios que no mantienen un tono cordial creo que emponzoña el debate público. Entonces si me vienen perfiles de extrema derecha simplemente a adherir sus memes con bulos para obtener repercusión porque un tuit a tenido visibilidad, pues esa gente se va fuera directamente. Me niego a ser una plataforma que le dé publicidad al odio.
AD: ¿Has recibido amenazas por parte de la extrema derecha? No solo de Vox, sino de otros grupos más allá. ¿Cuál ha sido la más grave?¿Cómo te has enfrentado a ello?
JM: A mí me llegan amenazas de muerte y mensajes de odio a diario, pero van directamente a la basura. Ni me molesto en leerlos. Si tuviera interés en saber lo que piensa un nazi, me leo Mi lucha de Adolf Hitler, me leo el original, no me voy a una réplica barata de alguien que ni conozco ni voy a conocer nunca en mi vida y cuyos esputos dialécticos no me enriquecen.
Tampoco quiero quitar hierro a las amenazas. De hecho, quiero aprovechar para denunciar el acoso que ha recibido por ejemplo Cristina Fallarás con un hostigamiento que raya lo intolerable de gente que se siente impune.
El otro día, a Antonio Núñez Molina y a Elvira Lindo les llegaban anónimos a casa que tenían que ver con su posición con respecto a las elecciones madrileñas. Eso siempre ha existido pero no me parece que debamos banalizar con ello.
AD: De hecho ha habido muchos activistas, y muchas activistas, que han tenido incluso que cerrar sus redes sociales porque no han podido aguantar ese hostigamiento. Se termina normalizando y no se puede consentir.
JM: Efectivamente.
AD: Entrando un poco más en materia, Jonathan Martínez, ¿qué opinas del crecimiento de la extrema derecha? Tanto en España como a nivel global. ¿Crees que es una moda que tal y como sube bajará, o piensas que podría llegar a instaurarse política y socialmente?
JM: Es un fenómeno global. Hegel decía que la historia se repite, y Marx decía que primero como tragedia y después como farsa.
Si el crack bursátil del 1929 dio lugar al ascenso de los fascismos en aquella Europa prebélica, la crisis de las hipotecas subprime de 2008 ha dado lugar a varios movimientos populistas de extrema derecha neoconservadores que son precisamente una farsa de la tragedia que vivimos a principios del siglo XX.
Si los pronósticos se cumplen, son grupos llamados a disolverse en el futuro, pero después de haber dejado 20 años de toxicidad en el debate público. La extrema derecha es la avanzadilla del capital. Su labor es amedrentar a los movimientos emancipadores y enfrentarlos para que, en un proceso de acumulación del capital en el que vivimos, quienes han hecho dinero sigan haciendo dinero.
La historia de los procesos de acumulación del capital es muy clara: se ha necesitado expulsar a las personas de las colonias, aprovecharse de la mano de obra esclava, recluir a las mujeres en el trabajo reproductivo y alejarlas del trabajo salarial… precisamente porque es un método de maximizar beneficios.
El discurso de la extrema derecha tiene que ver con menospreciar a los inmigrantes, con la misoginia, con la homofobia… para que cuando una persona que acude a trabajar en la fresa esté sin derechos, no se sindique, sea considerado un ciudadano de segunda, y tenga miedo de denunciar a su patrono porque la policía lo puede expulsar del país.
¿Cómo no va a haber fascismo en España si los fascistas son quienes han dirigido un proceso político como la Transición?
El discurso de odio contra las mujeres, inmigrantes, homosexuales, transexuales… tiene que ver con las dinámicas del propio capital: expulsar a los colectivos históricamente oprimidos a los márgenes de la economía productiva.
Lo ideológico y lo material se alimentan mutuamente.
AD: ¿En qué sentido la extrema derecha de hoy en día te parece una farsa?
JM: En el sentido de que no estamos llegando en Europa a algo parecido a los campos de concentración y de exterminio de la Alemania nacionalsocialista. Cuando nos acercamos a la frontera de Hungría o a los alrededores del Mediterráneo, nos damos cuenta de que personajes como Salvini, Abascal o Trump forman parte de una ópera bufa mientras al fondo hay un sufrimiento humano.
AD: De manera paralela al crecimiento de esta nueva derecha radical, que no deja de ser una extrema derecha edulcorada, también ha habido un crecimiento del neofascismo, con grupos como Bastión Frontal. ¿Qué piensas de este crecimiento del neofascismo?¿Es preocupante?
JM: Estos grupos han existido siempre. Son los mismos que mataron a Carlos Palomino, los mismos que mataron a Aitor Zabaleta, los mismos que mataron a Lucrecia.
Aunque la nueva ola de la ultraderecha tenga carácter global, estos grupos neofascistas se pueden explicar por la propia historia de España.
La Guerra Civil en España supone una legitimación del fascismo a través de las armas, cuarenta años de dictadura suponen la legitimación del fascismo a través de las instituciones y mientras Benito Mussolini moría colgado boca abajo por los partisanos y Adolf Hitler moría en un búnker suicidándose, Francisco Franco moría en la cama.
Eso ha supuesto que el número dos del franquismo lidere un proceso político de cambio como fue la Transición. Alguien como Juan Carlos I que pertenece a una dinastía más cercana a la corrupción que a la honorabilidad. ¿Cómo no va a haber fascismo en España si los fascistas son quienes han dirigido un proceso político como la Transición?
En los años 80 se les llamaba “incontrolados”, pero yo creo que la historia ha demostrado que estaban mucho más controlados que lo que nos han intentado hacer creer. Eran personas integradas en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Actuaban precisamente para intentar aplacar a los movimientos revolucionarios de masas que aparecieron a finales de los 70 que reclamaban una democracia real y no lo que ha terminado surgiendo.
AD: Quizá en el caso de España pueda explicarse por la inercia histórica, pero el neofascismo también está en auge en Alemania y en Italia. ¿Cómo se explica en estos casos?
JM: En primer lugar, hay que decir que se ha mitificado el tránsito del nazismo a la República Federal Alemana. Hay bastante más continuidad que discontinuidad y la realidad es que en los años 60 y 70 hay movimientos contestatarios que denuncian cómo las élites alemanas en la práctica son una continuidad natural del Tercer Reich.
En segundo lugar, hay otra cuestión que me parece fundamental. En los años 70 y 80, en los últimos estertores de la Guerra Fría, el enemigo común generado por la zona OTAN y por la mentalidad cultural de esta zona, era el comunismo.
Cuando cae el Muro de Berlín y los países del este se van acoplando poco a poco a los cánones del nuevo capitalismo occidental es necesario crear un nuevo enemigo externo que refuerce los propios códigos de la cultura occidental.
Los atentados del 11S marcaron un antes y un después en el discurso islamófobo que hemos visto y que ha llegado a ser hegemónico en los últimos veinte años porque viene avalado por el propio poder.
Cuando se establecen redadas por criterios raciales en las calles en Europa; cuando las personas que han llamado inmigrantes de segunda generación en Francia, ven que siguen siendo ciudadanos de segunda; cuando a los inmigrantes se les trata a palos en las fronteras por los mismos que han bombardeado sus países… creo que hay un conflicto abierto que se promociona.
Y la extrema derecha, una vez más, es la avanzadilla del capital en este caso. A nadie de la élite le viene mal que exista extrema derecha incontrolada en las calles. ¿Por qué no actúa la justicia cuando un colectivo parapolicial como Desokupa, al margen de la ley, se dedica a amedrentar y a atemorizar a vecinos? Porque son fuerzas de choque de los grandes propietarios.
AD: Jonathan Martínez, los medios de comunicación han estado en el punto de mira en los últimos meses por el blanqueamiento a la ultraderecha, o por ejemplo por lo que ha pasado con Jesús Cintora o con los audios de Florentino. ¿Crees que los medios tienen la culpa del crecimiento del discurso de la extrema derecha?¿Qué se podría hacer para evitar su influencia, o qué podrían hacer estos mismos medios?
JM: Los grandes medios de comunicación privado son una patología de la democracia. En esto soy absolutamente radical.
Si la propia Constitución Española establece que los ciudadanos tienen derecho a recibir una información veraz, ese derecho no se garantiza en los medios de comunicación privados españoles.
La segunda cuestión es que los medios son los altavoces de los dueños del capital. Basta mirar quiénes son sus propietarios para comprender qué discurso político van a construir, a quién van a ensalzar y a quién van a denigrar.
La función de la televisión pública no es conquistar las audiencias, sino ofrecer contenido de calidad. Y la izquierda ha caído en el marco de debate de la derecha cuando ha salido a refutar esos datos y a decir que las audiencias de Cintora eran muy dignas.
Los grandes medios privados tienen una función fundamental, y es que odies a las personas que ellos odian y ames a las personas que ellos aman.
Pero luego existen otras dinámicas que tienen que ver con el dinero. La publicidad regula qué tipo de contenido se emite y qué tipo de contenido no se emite. Cuando una empresa como Securitas Direct se deja grandes cantidades de dinero en publicitarse en una cadena privada, lo normal es que dicha cadena acabe creando la falsa sensación de que existe el peligro de que nos ocupen nuestra casa.
El vendedor de paraguas va a enseñarte la danza de la lluvia.
La propia dinámica de los medios privados, que es la de maximizar los beneficios, cae en la tiranía de las audiencias. Si un programa es muy visto, la publicidad que inserten en ese programa tendrá más valor. Todos los presentadores, productores… de los programas, están atentos al minuto qué es lo que atrae a la audiencia y qué es lo que la distrae.
Y esto es una tiranía. La audiencia, como sucede en las redes sociales, muchas veces se va a sentir atraída por el escándalo, por debates polarizados de temas insustanciales y por el ruido en lugar de por la información racional y sosegada.
Aquí hay que hacer una enmienda a la totalidad con respecto al programa de Jesús Cintora y al debate que se ha suscitado. Creo que su programa no era precisamente un club de lectura marxista, era un programa que daba voz a diferentes personas, de hecho, muchos de los tertulianos eran mediocres pero, por casi por primera vez en mucho tiempo, se han escuchado voces sensatas de sentido común que impugnaba el discurso mayoritario de los grandes medios de comunicación.
Por ejemplo, ya no aparecía un izquierdista retratado como un ser marginal cuyas opiniones son acalladas por el resto de los tertulianos. Han aparecido voces sensatas defendiendo la sensatez en horario de máxima audiencia.
Y lo de la enmienda a la totalidad lo digo porque uno de los pretextos para retirar el programa, que si no me equivoco han sido los consejeros del PP, el PSOE y el PNV, ha sido que tenía menos audiencia que el programa de Ferreras.
En primer lugar, la función de la televisión pública no es conquistar las audiencias, sino ofrecer contenido de calidad. Y la izquierda ha caído en el marco de debate de la derecha cuando ha salido a refutar esos datos y a decir que las audiencias de Cintora eran muy dignas.
A mí no me importa que el programa de Cintora tenga más o menos audiencia. Me importa que haga contenido de calidad, plural, y que si hay un programa como Al Rojo Vivo, que es uno de los grandes estercoleros morales de la televisión privada junto a La Sexta Noche, y digo que es un estercolero porque ha dado voz a periodistas de “las Cloacas” y a legitimado la cacería contra activistas sociales y está dirigido por uno de los títeres de Florentino, la labor de una televisión pública pagada por todos los ciudadanos es contrarrestar la intoxicación mediática que viene de La Sexta.
Y señalo concretamente a La Sexta porque cuando veo un programa de ultraderechistas debatiendo, todos de acuerdo, sobre lo bueno que son los políticos de derechas y de ultraderecha, a mí no me engañan. Yo sé quiénes son. Pero el programa de Ferreras se presentó en televisión como la primera tertulia no de derechas. La realidad acaba poniendo a cada uno en su sitio.
Cuando das voz y legitimas a los emisarios de “las Cloacas” y a difusores en serie de bulos, tu credibilidad es cercana a cero.
AD: Sí, se ha dicho mucho que, La Sexta, en lugar de ser una cadena de izquierdas, es más bien una cadena que intenta hablar a gente que se dice de izquierdas. Un poco cuando se dice que el PSOE es de izquierdas cuando, si lo analizas, esto dista bastante de la realidad.
JM: Esto se corresponde a una estrategia empresarial, que no mediática, que consiste en diversificar el producto. Cuando aparece el director de La Razón en un programa de La Sexta, una de las advertencias que debería aparecer debajo como en las cajetillas de tabaco, es que ese señor pertenece al mismo grupo mediático, que es el Grupo Planeta, un grupo mediático que creció gracias a las prebendas del franquismo.
Entonces, claro, diversificar significa ofrecer algunos programas que sean digeribles para personas de izquierdas, pero en la práctica establecer un marco de debate que favorezca a los intereses de los dueños del capital.
AD: ¿Crees que pueden existir medios privados independientes que no caigan en esto?¿Puede existir un periodismo alternativo?
JM: Esto existe, pero en la mayoría de los casos sobreviven de las colaboraciones y tienen un modelo cooperativo de negocio que no son equiparables a una gran empresa privada.
Con la extrema derecha no hay nada que debatir porque supone legitimar sus marcos de debate. No hay que hablar con la extrema derecha, pero sí hablar de la extrema derecha.
Si ves la nómina de anunciantes de un gran medio privado, es muy difícil que acaben en un medio alternativo. Si Bankia se anuncia en un medio como El País, cuando El País anuncie que una persona ha sido desahuciada por este banco, probablemente no aparezca su nombre.
Si haces periodismo de verdad, señalarás a esos bancos que están ejecutando desahucios, por lo que no pondrán publicidad en tu medio.
AD: ¿Cómo debería tratar el periodismo a la extrema derecha?¿Hay que hablar de ello?¿Cómo hacerlo?
JM: No existen varitas mágicas y quien diga que debe hacerse de una forma nos está engañando. Cuando vemos por ejemplo que un partido de extrema derecha acude a un barrio o a un pueblo para señalarlo y denostarlo, siempre hay dos grandes alternativas: ignorarlos o enfrentarlos.
Hay gente muy partidaria de ignorarlos y gente que prefiere enfrentarlos. Yo soy partidario de obedecer lo que decide la asamblea popular en cada circunstancia. Hay veces que ignorar es la mejor táctica y a veces lo mejor es hacerles frente.
Dicho esto, esta una de las reflexiones que más se ha hecho en los últimos años con respecto a la extrema derecha. Planteo que con la extrema derecha no hay nada que debatir porque supone legitimar sus marcos de debate.
Si me interesa debatir de por qué se han empobrecido las clases materiales de la clase trabajadora, de por qué sigue habiendo unos pocos millonarios que amasan fortunas indecentes en plena crisis, de por qué están privatizando la sanidad o la educación o de por qué determinada clase política roba a manos llenas porque existe una estructura que se lo permite, la extrema derecha va a venir a imponer su agenda y yo voy a tener que hablar de si los inmigrantes tienen derechos, de si las mujeres tienen derechos o de si las personas homosexuales tienen derechos.
Me niego a debatir cuestiones que son previas a cualquier debate. Con esta gente y en esos términos, no hay nada que debatir.
Eso no quiere decir que no haya que hablar de la extrema derecha. No hay que hablar con la extrema derecha pero sí hay que hablar de la extrema derecha.
En primer lugar, hay que conocerla. En segundo lugar, hay que reconocer que no son un grupo de personas incapaces, sino que suelen ser personas de la élite con una estrategia inteligente. Y, en tercer lugar, hay que desprestigiarla.
La cuestión del prestigio es muy importante porque lo que han hecho los grandes medios ha sido darles voz, ponerles un micrófono… cuando vemos a Ana Rosa Quintana preguntándole al señor Santiago Abascal si se ejercita en el gimnasio todas las mañanas, lo que está haciendo es darle una carta de normalidad que no debemos aceptar.
También se ha hablado mucho del “cordón sanitario”. El otro día decía Andrea Levy que el PP no va a poner cordones sanitarios a la extrema derecha. Pues habría que decirle entonces que vamos a tratar al PP como tratamos a la extrema derecha. Y a los grandes medios hay que decirles lo mismo.
Cada vez que legitimen a políticos o a invitados de extrema derecha, o cada vez que inviten al presidente de la Fundación Francisco Franco, cada vez que lleven a un militante de una organización neofascista como Hogar Social Madrid… vamos a decirles que quien da voz a un nazi, o es nazi, o es amigo de nazis.
Me parece muy importante explicar por qué esta surgiendo todo esto ahora porque desnuda los engranajes del propio capitalismo.
AD: Y más ahora, que la nueva derecha radical se presenta de otra forma.
JM: La extrema derecha ha utilizado una estrategia comunicativa que consiste en vestir de transgresión un discurso reaccionario.
Los intereses materiales de la mayoría de la población no coinciden con los intereses de una élite política que se enfrenta en el parlamento mientras el resto trabaja o en precario o en unas condiciones cada vez peores.
Son conservadores en la forma pero muy audaces en el fondo, de forma que parecen anti-establishment.
Que alguien como Iván Espinosa de los Monteros, que es marqués, que ha crecido en sábanas de seda y que es un empresario que ha amasado su buena fortuna gracias a haber nacido en buena cuna… no es ningún transgresor.
Eso va también para ese escuadrón de monaguillos de la alt-right española que se prodigan en algunos medios digitales y que creen que tienen una pose de rebeldía. Hay que decirles que no son transgresores, que son un residuo reaccionario con ínfulas de Che Guevara.
AD: Jonathan Martínez, ¿qué se podría hacer desde la izquierda para frenar el aumento de la ultraderecha? Empezando desde uno mismo hasta los propios partidos y colectivos.
JM: En el aspecto cotidiano, proporcionar munición ideológica a las personas para que en sus centros de trabajo, en sus casas, en sus centros educativos… se enfrenten directamente a ese discurso. Para eso, se tienen que generar herramientas.
Esta entrevista, por ejemplo, ya sirve como reflexión para contrarrestar los discursos de odio.
Planteándolo desde el punto de vista de la izquierda, se habla mucho de “la unidad de la izquierda”, pero cuando se habla de esto se hace en términos electorales, sin que quede muy claro cómo definir a la izquierda.
Nos sentimos parte de la tradición de la izquierda, pero los términos izquierda y derecha pertenecen a la tradición parlamentaria y presuponen la división de la sociedad en dos hemisferios correspondientes a las dos mitades de los parlamentos. La izquierda sería el PSOE y todo lo que está a su lado, y la derecha sería el PP y todo lo que está en sus márgenes.
Yo me niego a aceptar esa definición. Creo que los intereses materiales de la mayoría de la población no coinciden con los intereses de una élite política que se enfrenta en el parlamento mientras el resto trabaja o en precario o en unas condiciones cada vez peores.
Por lo tanto, contrarrestar el discurso de la extrema derecha supone impugnar el discurso del neoliberalismo, es decir, reivindicar nuestro derecho a tener unas condiciones materiales dignas, y tiene que ver también con humanizar a esas personas que el capitalismo tritura bajo sus dientes.
Impugnar a la extrema derecha debe llevar incluido impugnar al modelo capitalista y ser solidario y empático con cualquier movimiento de emancipación.
Por ejemplo, a las mujeres que históricamente han sido apartadas de los círculos del trabajo asalariado, a los inmigrantes que son clase trabajadora como nosotros, a las personas que se organizan y luchan en asambleas y en colectivos… porque si no nos formamos y si no nos organizamos en nuestros centros de trabajo o en nuestro entorno más inmediato, la batalla la tenemos perdida porque ellos tienen una capacidad de penetración y de difusión que no podemos contrarrestar si no actuamos desde nuestro entorno más inmediato.
AD: Es decir, hay que empezar construyendo desde abajo.
JM: Para mí, la cuestión fundamental es impugnar el modelo neoliberal e impugnar la lógica del capitalismo. Porque impugnar a la extrema derecha dialécticamente lo hace el PSOE en un parlamento… y la realidad es otra.
AD: ¿Cómo se impugna ese discurso?
JM: Voy a poner un ejemplo. En el año 2014, Vox se presenta a las elecciones generales por primera vez con una fuerza marginal, absolutamente raquítica y despreciada por todos los medios de comunicación.
Se presenta en Covadonga, lugar emblemático con un significado de Reconquista que quisieron darle, y plantea una propuesta tan marciana en aquel entonces como aplicar el artículo 155 sobre Catalunya.
Cuando Ciudadanos la ve, se apropia de ella y la lleva al ámbito parlamentario. Hace bandera de ella en Catalunya porque en aquel momento eran los niños mimados del Ibex 35. El PP termina haciendo suya más tarde una propuesta que al principio le parecía descabellada y, finalmente, el propio PSOE acaba avalándola en el Senado.
Es decir, una propuesta de la extrema derecha, por un simple sistema de vasos comunicantes, llega hasta un partido supuestamente progresista.
Por lo tanto, de nada sirve enfrentarte dialécticamente a la extrema derecha si después asumes su discurso.
Recuerdo también una frase de Pablo Iglesias bastante nefasta en la cual acusaba al independentismo catalán de haber despertado al fascismo. Me parece una frase nefasta porque la realidad ha terminado por imponerse y los mismos que se enfrentaban y denigraban al independentismo catalán han terminado hostigando a feministas, personas LGTB…
Impugnar a la extrema derecha debe llevar incluido impugnar al modelo capitalista y ser solidario y empático con cualquier movimiento de emancipación. Porque en el independentismo catalán, les guste a alguno más o menos, siempre hubo un componente de ruptura que mucha gente desde el ámbito estatal no supo apreciar y crearon en un reduccionismo falso en cuanto a las aspiraciones nacionales de Catalunya.
El caldo de cultivo de impugnación al régimen que generó el referéndum del 1 de octubre lo debieron haber aprovechado sectores de la izquierda española para poner en cuestión el sistema. En lugar de eso, se puso el foco en el propio movimiento y Vox salió reforzado. Y si la extrema derecha sale reforzada, acabará entrando en tu casa, que es lo que ha ocurrido. Aquí están los resultados de una estrategia, a mi entender, equivocada.
AD: ¿Tienes algún proyecto en mente relacionado con el activismo político?¿Y que no tengan que ver con la política?
JM: Estoy posproduciendo un cortometraje que rodamos en Italia el año pasado y escribiendo un libro que le debo a la editorial desde hace mucho tiempo y que cualquier día me va a enviar sicarios si no envío el manuscrito (ríe).
Estoy muy inmerso en mi trabajo de investigación pero espero saldar esta deuda con la editorial en los próximos meses.
AD: ¿De qué trata el libro?
JM: No quiero avanzar demasiado porque empecé con un concepto en la cabeza pero después el libro ha ido mutando de forma escandalosa (ríe). El germen del libro viene a partir de una imagen que me surgió en la cabeza: visualicé a Nicolás Maquiavelo entrando a un hotel de lujo de Abu Dabi y sentándose en la cama junto al Rey Emérito, que ya no es Rey… ni tampoco Príncipe. Y ahí surge la pregunta: ¿qué hacer?
Esta imagen me dio pie a reflexionar sobre los mecanismos del poder, cómo actúa y cómo se comunica, que es sobre lo que tratará el libro.
AD: ¿Y el cortometraje?
JM: Es una comedia que sutilmente habla de cómo los medios de comunicación crean realidades a su medida. Con la excusa de la comedia intentamos abordar debates que se dan en sociedad.
AD: ¿Has pensado dar el salto a plataformas como YouTube o Twitch?
JM: No soy reacio a estas plataformas, pero tengo muy poco tiempo. Ahora mismo se escapa un poco de mis posibilidades. Si abro mañana un canal de Twitch, seguramente el sicario de la editorial llegará antes (ríe).
AD: Por último antes de acabar, ¿tenéis alguna cuestión más que añadir que nos hayamos dejado?
JM: Le diría a la gente que cuando veas una información en un medio de comunicación, te preguntes quién la paga y a quién beneficia.
AD: Gran consejo. En fin, Jonathan Martínez, muchas gracias por la entrevista, creo que hemos tocado temas muy interesantes y sin duda ha sido muy enriquecedor y ameno. ¡Nos seguimos viendo!
JM: ¡Gracias a vosotros!
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Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.