Servicios secretos alemanes habrían obstruido investigaciones sobre asesinatos de grupo de extrema derecha
Tras más de 10 años desde que salieran a la luz los múltiples atentados que perpetró el grupo terrorista neonazi alemán National Socialist Underground (NSU), un destacado experto, investigador y miembro del Comité de Investigación del Parlamento del Estado de Baviera sobre el grupo, Hajo Funke, afirma que los propios servicios secretos alemanes obstruyeron el proceso de investigación en torno a las acciones de la célula de extrema derecha.
Funke, en declaraciones para el portal Agencia Anadolu, apunta directamente a ciertos grupos de enorme influencia dentro de la inteligencia alemana, quienes habrían tenido y tendrían interés en bloquear las investigaciones en torno a la célula, sus miembros y su entorno: “Estaban ansiosos por ocultar cosas, ocultar personas, ocultar informantes…”.
Su hipótesis principal es que la célula no se encontraba aislada, sino que poseía fuertes conexiones y apoyos dentro de una red mucho más grande de neonazis dispersa por el país: “Había mucho networking alrededor de estos grupos. Es muy claro, especialmente en ciudades como Chemnitz y Zwickau”, afirmaba el politólogo, que recuerda a su vez como dichos sospechosos jamás fueron llevados frente a la justicia, ni si quiera para declarar, como consecuencia de la falta de profundización de los servicios sociales a la hora de investigarlos.
Por otra parte, también pone en duda las actuaciones previas de los cuerpos policiales federales, ya que, según él, “había también miembros de los servicios secretos, al menos de los que trabajaban para ellos, quienes estaban muy cerca de ellos (del NSU), y que tenían contacto con ellos. Por lo que creo que partes de ellos lo sabía, y siguen sabiéndolo”, en referencia a los planes terroristas que el grupo manejaba.
La infiltración ultraderechista en los servicios secretos alemanes
Su versión se ve reforzada gracias a informaciones recientes provenientes de diferentes medios del país, los cuáles confirman que la agencia de inteligencia alemana, así como sus divisiones territoriales, controlaban a docenas de informantes que mantuvieron contacto con personas sospechosas de pertenecer a la NSU en algún momento del pasado; realidad negada por los cuerpos policiales, quiénes aseguran que desconocían de la existencia de la NSU y su papel tras los atentados.
Estos hechos evidencian según Funke la existencia de un sistema racismo estructural dentro de los diversos estamentos de seguridad, entre ellos los servicios secretos alemanes, los cuáles, a pesar de haber incrementado su conciencia en torno al racismo a raíz de este escándalo, siguen necesitando reformas internas, señalando directamente la responsabilidad en ello que tienen tanto los medios de comunicación como la clase política.
Uno de los escándalos políticos y sociales más graves de la historia reciente de Alemania es el que gira en torno a las acciones y posteriores investigaciones en torno a la célula terrorista NSU.
El significado de estas siglas era una incógnita para la población alemana hasta el año 2011, momento en el que grupo saltaría a la fama tras el fallido intento de robo de un banco y posterior suicido de dos de sus miembros el 4 de noviembre de ese mismo año.
Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt se quitaron la vida en una autocaravana mientras que un tercer miembro del grupo, Beate Zschäpe, prendía fuego al apartamento en el que residían para posteriormente entregarse a la policía. El intento de incendio no funcionó tal y como Beate debió planear, ya que fueron encontradas múltiples pruebas que les vinculaban con una serie de asesinatos aún sin cerrar.
La célula neonazi había acabado con la vida de 10 personas: 8 pequeños empresarios de ascendencia turca, a un ciudadano griego y a una agente de policía. Además, en sus años de clandestinidad llegaron a cometer 14 atracos y dos atentados con bomba en barrios de fuerte presencia emigrante, los cuáles dejaron tras de sí a 22 personas heridas de gravedad.
El cómo pudieron realizar todas estas acciones sin injerencias policiales, y seguir campando libremente por 10 años sigue siendo un misterio a día de hoy, aunque múltiples informaciones que han sido publicadas en los últimos años podrían ayudar a arrojar luz sobre el caso.
Por ejemplo, tras el primer asesinato, cometido en el año 2006, la policía local detuvo a un testigo presencial del crimen, quién resultó ser un agente de los servicios de inteligencia locales. El agente no fue imputado y Volker Bouffier, ex presidente del Bundesrat, ministro presidente de Hesse (2010-2012) por la CDU, y por ese entonces ministro de Interior de la región, prohibió personalmente cualquier investigación a los servicios de inteligencia de Hesse con respecto a este crimen.
Según se fueron sucediendo los delitos, los cuerpos policiales comenzaron a atribuirlos a la mafia, investigando a las propias familias de las víctimas, estigmatizándolas y vinculándolas con la criminalidad, pasando años hasta que comenzaron a ser atribuidos al mundo de la extrema derecha.
Finalmente, una semana tras el suicido de los dos miembros de la NSU, y horas antes de que la información recolectada en el piso piloto de la célula pasara a disposiciones judiciales, fueron destruidos 7 archivadores que recopilaban años y años de información referente al grupo, hecho premeditado y con una clara intencionalidad de ocultar los vínculos entre el grupo neonazi y los servicios de inteligencia, según el laureado diario alemán Bild.
El auge del nazismo en Alemania
El gobierno alemán lleva décadas vendiendo la idea de que sus medidas para limpiar su país de fascismo y nazismo han sido ejemplares. Tanto es así que mucha gente afín a movimientos progresistas pone de ejemplo a Alemania en cuanto a sus políticas dedicadas a frenar el avance de la ultraderecha y su memoria histórica.
No obstante, otras personas, más criticas, coinciden en señalar que precisamente este discurso ha permitido el auge de la ultraderecha. Una ultraderecha que ha aprendido a esquivar la ley, asentarse en sectores sociales y penetrar en el sistema hasta el punto de que suponen una seria amenaza para la democracia. Es decir, que la supuesta desnazificación es más un mito que una realidad.
Mientras se asume esta retórica, por ejemplo, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que parece estar recuperándose después de cierta bajada de popularidad, tiene sus despachos en la antigua sede del Ministerio del Interior del Tercer Reich, donde aún se pueden ver baldosas con la esvástica nazi.
El gobierno de Ángela Merkel parece que tomó medidas para poder atajar este problema. En esta línea, más de 20 organizaciones neonazis han sido prohibidas, tres de ellas solo en 2020 (Combat18 y Águilas Negras son dos de ellas) y la presencia policial es cada vez más habitual en las marchas de estos grupos. Entre todas estas, la disolución de una unidad del ejército de élite fue la más sonada, acompañada de una retórica unánime del resto de fuerzas políticas acerca del rechazo al antisemitismo, el racismo, la xenofobia, la homofobia y la violencia.
Los sectores más críticos señalan que, en general, los gobiernos alemanes han estado actuando tarde y sin la suficiente contundencia. Como ejemplo, ponen al partido neonazi NDP, cuyos intentos de ilegalización han fracaso en dos ocasiones. Incluso, a pesar de su baja popularidad, consiguieron una alcaldía en 2019 con el apoyo del resto de partidos, sin oposición.
Al tiempo que todo esto sucede, el discurso ultraderechista sigue extendiéndose en Alemania y, junto a él, el aumento de delitos políticos. Hay quien recuerda con tristeza la primera oleada de violencia de los años 90, pero las personas más mayores aluden a los años 30 y los disturbios que provocaban partidarios del movimiento nazi.
Fuentes y enlaces:
– Anadolu Agency: https://www.aa.com.tr/en/europe/german-secret-service-obstructed-probes-into-murders-by-far-right-nsu-expert/2728386
Articulista. Estudiante de cuarto de Ciencias Políticas y apasionado de la investigación. Experiencia en movimientos estudiantiles y sociales. En mis artículos intento ofrecer un enfoque analítico más orientado a las ideologías y teoría política.