Europa

La matanza de Montejurra: el crimen orquestado para defender a Juan Carlos I

Montejurra es un monte situado en las cercanías de la localidad de Estella, en Navarra, con una altitud que alcanza los 1044 metros. Su fama en cambio no viene por su condiciones físicas o geográficas, si no por un legado histórico que devino en matanza. Montejurra fue durante más de un siglo un símbolo del carlismo cargado de referencias al pasado mítico y a la eternidad de su movimiento.

Fue en una de estas celebraciones cuando la tradición se convirtió en muerte. Lo que se conocería como «la matanza de Montejurra» o los «sucesos de Montejurra» se movió con absoluto oscurantismo. Las informaciones oficiales defendidas por el gobierno de Carlos Arias Navarro (1973-1976) hablaban de una «pelea entre hermanos», un conflicto entre facciones carlistas enfrentadas. Pero, al parecer, la realidad fue bien distinta.

Cartas desveladas por el Diario de Navarra han revelado la verdad que el Partido Carlista ha defendido siempre, acusando al Estado franquista de haber apoyado a los verdugos.

Una historia de conspiraciones, élites españoles, dinastías monárquicas y extrema derecha que no tiene desperdicio.

Montejurra, símbolo del carlismo

 Vista de Montejurra desde el Monasterio de Irache10/03/2007. Autor: Zurt. Dominio Público
 Vista de Montejurra desde el Monasterio de Irache10/03/2007. Autor: Zurt. Dominio Público

La historia de Montejurra viene de lejos y hay que retrotraerse al S. XIX. La cercanía muerte del rey Fernando VII en 1833 sin un hijo varón hizo que cambiase la ley (la derogación de la denominada ‘Ley Sálica’) para que una mujer pudiera gobernar, lo que supondría que su hija Isabel II sería reina de España, dejando a su hermano Carlos María Isidro fuera del poder. Tras su fallecimiento, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias asumiría la regencia hasta que Isabel pudiera gobernar.

Esto provocó un cisma en la sociedad y en la política de España. María Cristina e Isabel II representaban el pensamiento liberal y reformista, heredero de la Revolución Francesa y partidario de la monarquía constitucional; en cambio, Carlos María representaba el absolutismo y el conservadurismo, e incluso la vuelta al Antiguo Régimen, siguiendo el legado del propio Fernando VII.

Así, Carlos María y sus seguidores trataron de conseguir el trono por la fuerza durante todo el siglo XIX a través de las denominadas Guerras Carlistas, abanderando la Cruz de Borgoña y desafiando mediante guerra de guerrillas, bandolerismo y enfrentamientos directos la estabilidad del reino bajo el lema «Dios, Patria, Rey» (más adelante «Dios, Patria, Fueros, Rey»). A pesar de que el apoyo al carlismo fue mayoritario entre la población, su falta de unidad, recursos y poder económico y político hizo que perdieran todas estas guerras, si bien llegaron a controlar parte del territorio de la península ibérica.

En este contexto, el general Zumalacárregui, al mando del ejército carlista, ascendió a la cima y emboscó a las tropas liberales en Barbarin para así poder atacar la población de Arróniz.

En noviembre de 1835, los liberales comandados por Fernández de Córdoba habían tomado Estella el día 15 de ese mismo mes, haciendo retroceder a las tropas carlistas, pero éstas lograron rearmarse y volvieron a echar a los liberales de la localidad navarra. Fue entonces, cuando las tropas de Don Carlos María Isidro subieron a la cima del monte y lo ocuparon.

Desde este peculiar y estratégico episodio histórico es cuando Montejurra pasa a tener un significado especial para el carlismo como referente militar e ideológico, culmen simbólico de su pretensión de ascender a un ideal ampliamente añorado.

Durante la Guerra Civil Española (1936 – 1939) una de las primeras unidades de voluntarios carlistas que salieron de Pamplona el 19 de julio de 1936 recibió el nombre de Tercio de Montejurra, un claro intento de unir pasado y presente ante la idea del carlismo como algo eterno, como eternos y muy similares entre ellos consideraban a sus enemigos, ya fuera en el curso de las guerras carlistas del siglo XIX, ya fuera en plena guerra civil, donde el carlismo seguía teniendo presencia en la sociedad y en la política.

Por otro lado, el origen de las conmemoraciones carlistas en Montejurra lo podemos situar en el tiempo ya finalizada la guerra civil y, más en concreto, en el año 1939.

El pueblo español se divide en derechas e izquierdas. Y el maniqueísmo aparece por ambos lados.

Por el lado de la derecha, este maniqueísmo permite dividir los hombres en amigos de Dios y enemigos de Dios.

Por el lado de la izquierda, el maniqueísmo se manifiesta por un dogmatismo democrático excluyente, en el que el bien democrático se opone a la inspiración cristiana.

Intenta hacer incompatible la religión con la democracia, cuando una gran parte del pueblo español es cristiano y demócrata.

En 1936 se desgarra esta fisura, consecuencia lógica de ambos maniqueísmos.

El 3 de mayo de 1939 se realizó en el monte Montejurra un acto en recuerdo de los combatientes caídos durante la guerra civil española, que acababa de finalizar apenas un mes antes.

Para la conmemoración se fabricaron 14 cruces en vistas a ser colocadas a lo largo de la ladera del Montejurra. Estas cruces tenían que asemejarse, en lo posible, a las de los Tercios de Requetés y debían de llevar grabados los nombres de los Tercios Carlistas, esto es, los voluntarios que, bajo el paraguas del carlismo, lucharon en la contienda civil y que llegaron a ser más de 60.000 efectivos.

Cuando todo estaba debidamente preparado, se inició la celebración en forma de Vía Crucis.

En un ambiente fraterno e idealista, impregnado de tradición y de añoranzas carlistas, se disponía a escalar el Montejurra sin más armas que el corazón y con un espíritu de romeros y peregrinos.

Francisco López Sanz. Recuerdos y añoranzas de los veinticinco años de la Romería de Montejurra.

Montejurra de 1968, un momento clave

Bandera con la Cruz de Borgoña: Autor: Ningyou, 6/03/2006. Fuente: Wikimmedia Commons / CC BY-SA 3.0
Bandera con la Cruz de Borgoña: Autor: Ningyou, 6/03/2006. Fuente: Wikimmedia Commons / CC BY-SA 3.0

El día 3 de mayo de 1968, la Junta Suprema de la Comunión Tradicionalista, organización política carlista, convocó a la prensa nacional e internacional con el fin de poder realizar una declaración política, previa a los actos de Montejurra de ese mismo año. En dicha declaración exponían que el régimen franquista estaba aquejado de un inmovilismo político intolerable, habiendo además realizado una propuesta Ley Orgánica del Estado que en ningún momento se había aplicado de forma adecuada y satisfactoria para todos los actores que componían el Estado resultante de la conflagración civil.

Aseguraban, igualmente, que el Estado español debía orientarse hacia una apertura que facilitara la participación de todos los españoles en la España del futuro más inmediato.

Insistían también en la necesidad de instituir una monarquía de carácter social y la promulgación de una Ley Sindical.

Y, por último, aseguraron que aunque la familia carlista había participado en el alzamiento del 18 de julio de 1936, ni el Partido, ni la Dinastía carlista tenían ya responsabilidad alguna en el gobierno, dando a entender que a partir de ese momento se desmarcaban por completo del régimen franquista.

Esta declaración a la prensa marcó un punto de inflexión, significó un antes y un después y una clara toma de posición que, por supuesto, no gustó en absoluto al resto de las fuerzas unificadas de la dictadura de Francisco Franco.

Lo cierto es que el carlismo, dentro del régimen franquista, siempre estuvo relegado a un tercer plano, incluso sus actividades políticas fueron perseguidas y vigiladas hasta bien entrados los años 50, cuando, tras la aprobación de la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado en 1947, se definió a España como  «Monarquía tradicional, católica, social y representativa» e incluso se impulsaron y se publicitaron actos carlistas, como los actos en Montejurra, y se permitió al carlismo organizarse en asociaciones y grupos legalmente constituidos (esto último gracias a la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento de 1958).

Sin embargo, durante los años 60, ciertas reformas, especialmente en el plano religioso, alejaron al carlismo del régimen, existiendo ciertas divisiones internas entre Javier de Borbón-Parma (sector tradicionalista) y Carlos Hugo de Borbón-Parma (sector integrista). Este conflicto terminó de estallar cuando, en 1967, se designó como heredero de Francisco Franco a Juan Carlos I, alejando al carlismo de cualquier pretensión dinástica.

Ni que decir tiene, que fue el detonante de los sucesos que unos años más tarde se producirían en la conmemoración carlista de Montejurra.

El mundo está en plena evolución, pero con unos sistemas políticos envejecidos. Los sistemas envejecen por dos razones: el inmovilismo y la soledad.

El primer y gravísimo defecto es el inmovilismo.

Es un deber de todo pueblo, y por tanto su derecho, el participar en la creación de su mañana. Si se le priva al pueblo de este derecho, se le mutila en su libertad y entonces se incumple con la razón de ser un buen Gobierno, que no es meramente crear el bien o la prosperidad, sino hacer a todos partícipes de esta creación.

Si no se saben crear las estructuras que permiten escuchar, que son las de la Representación, ni las que permiten administrar justamente, ni las que permiten gobernar; si se piensa que el Gobierno, la Representación y la Administración son una misma cosa, en manos de una sola clase, sólo cabe el inmovilismo, es decir, el fracaso.

Querer desde el Gobierno resolver los problemas, todos los problemas, monopolizar todas las soluciones, ser toda la sociedad del pasado, pero no en la compleja sociedad moderna […..]

El hombre moderno ya no acepta el bienestar regalado. Se rebela contra el orden preestablecido, contra la sociedad del bienestar, protesta enérgicamente porque quiere, de manera confusa, pero vivamente, actuar y participar. Quiere gobernar también su destino, siente su vocación social y no admite que el Estado se limite a una postura pasiva. Tampoco admite que el Estado, con el pretexto de gobernar mejor niegue a sectores amplios de la sociedad el derecho a intervenir en la casa pública.

Mensaje del rey don Javier en Montejurra

Los sucesos de Montejurra 1976

Carlos Hugo de Borbón-Parma.

Carlos Hugo de Borbón-Parma impulsó su corriente integrista que proclamaba una suerte de carlismo de izquierdas basada en el socialismo autogestionario, apoyándose en los sectores juveniles y en la oposición al régimen franquista. En 1972 se constituyeron como Partido Carlista y se definieron como un partido de masas, de clase, democrático, socialista y monárquico federal. Formaron parte de plataformas de oposición al franquismo e incluso tuvieron durante un breve tiempo un grupo armado que llegó a colaborar con la banda terrorista vasca ETA.

Durante los siguientes años, con la fuga en masa de los veteranos carlistas, el Partido Carlista reescribió su historia, asegurando que siempre habían sido un movimiento anticapitalista, popular y contrario a las oligarquías. Los carlistas tradicionalistas, viendo que Javier de Borbón-Parma se desentendió del tema, se agruparon alrededor de Sixto Enrique de Borbón en la Comunión Tradicionalista, si bien el carlismo protagonizó otras escisiones, como la Unión Carlista.

A partir de la muerte de Francisco Franco en 1975, colaboraron con el espacio ultraderechista, por ejemplo junto a Fuerza Nueva, de Blas Piñar, un sector ligado a la CEDADE, la organización neonazi más importante de Europa entonces.

El 9 de mayo de 1976 permanecerá en la memoria colectiva como una de las fechas más negras de la Transición política española.

Ese día, como era habitual desde 1939, se celebraba la concentración anual del Partido Carlista. Todo transcurría con relativa normalidad hasta que un grupo de ultraderechistas descontrolados irrumpieron en el lugar armados, acabando con la vida de Ricardo García Pellejero y Aniano Jiménez Santos y dejando varios heridos de bala y diferentes contusionados por el camino.

Estos comandos de extrema derecha estaban participados por el Batallón Vasco Español o la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista) entre otros.

Su participación no era una extrañeza, ya que en aquellos años, la vida política estaba atravesada por distintas tensiones y una transición errática y tendenciosamente diseñada que se intentaba abrir paso con más voluntad que acierto. Este fue uno de las muchas acciones de extrema violencia que se producirían en las siguientes décadas por parte de la extrema derecha, como la Matanza de Atocha o el asesinato de la joven comunista Yolanda González.

Volviendo a Montejurra, a las altas esferas del estado y a las oligarquías económicas del franquismo, muy presentes todavía, les preocupaba el cariz político que estaba tomando el carlismo, decantándose en principio hacia un movimiento socialista y autogestionado y renegando del tradicionalismo que había caracterizado al movimiento desde sus inicios.

Tras el atentado, el propio Sixto Borbón-Parma tuvo que ser escoltado por las fuerzas del orden hasta Francia.

Desde las instancias judiciales nunca se inició una investigación para esclarecer los hechos acaecidos en Montejurra en mayo de 1976, ni siquiera la autoría del atentado, siendo los únicos tres detenidos puestos en libertad tan sólo unos meses después, gracias a la Ley de Amnistía de 1977.

Requetés:

Salvada ya la unidad del Carlismo con el gesto del Infante Don Sixto Enrique de Borbón-Parma, levantando la Bandera de la legitimidad Carlista, consciente de su responsabilidad, ha cumplido con un grave deber. El nuestro es seguirle con la misma fe y decisión con que él se ha lanzado por el mejor servicio a la Patria.

En momentos de confusión cómo los que vivimos, en que tantos valores fundamentales están en peligro, vemos surgir con fuerza y espíritu de revancha a partidos marxistas, que se robustecerán en un clima liberal que ya respiramos.

Ante esta situación que nosotros no hemos provocado, volvemos a levantar nuestras banderas reorganizando nuestros cuadros, para acoger a los católicos y patriotas españoles que estén dispuestos a impedir que España caiga bajo regímenes abyecto, como el capitalismo liberal o totalitarismos esclavizantes.

Trabajamos por un estado de justicia donde el hombre concreto histórico viva sus libertades también concretas. En nuestra fe y nuestra unidad está nuestra fuerza: en nuestros ideales, la razón de ser de nuestros sacrificios y la solución a los problemas de nuestro tiempo.

La victoria pertenece a Dios: en nosotros está la gracia del combate.

¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva España!

Proclama de la llamada Jefatura Nacional de Requetés

Ahora se verá que pasó exactamente esos días en Montejurra.

¿Cómo se desarrolló la llamada Operación Reconquista?

Durante los años 70, dentro del carlismo participaban diversas tendencias ideológicas. El Partido Carlista, liderado por Carlos Hugo de Borbón-Parma, gozaba en esos años de un gran apoyo popular, fundamentalmente en zonas como Navarra, Euskadi, interior de Cataluña y el País Valenciano. Por tanto, sus posibilidades de movilizar a cientos de miles de personas comenzaba a preocupar a las autoridades del momento.

Abundando en sus posibles potenciales, decir que el Partido Carlista formaba parte de la Platajunta o Junta Democrática, un organismo que se oponía a la continuidad del régimen franquista, siendo su principal oponente junto al Partido Comunista de España.

El resto de los sectores del carlismo se habían limitado a mantener un inmovilismo político, permaneciendo al lado del régimen, de la extrema derecha o definiéndose como partidarios acérrimos de Don Juan (padre de Juan Carlos I). Estas tendencias ultraderechistas eran minoritarias y sin capacidad política ni logística para poder organizar grandes concentraciones o mítines. De esta manera, la concentración anual del carlismo en Montejurra quedó bajo el control del Partido Carlista.

A colación de esta circunstancia, las autoridades políticas del momento, con Manuel Fraga Iribarne y Arias Navarro a la cabeza, concluyeron que los actos de Montejurra suponían un gran peligro por empezar a significarse como el mayor acto público contra el régimen que representaban y, además, en territorio nacional.

Ateniéndonos a los documentos revelados esta misma semana, el que en aquellos años fuera gobernador civil de Navarra, José Luis Ruiz de Gordoa, el día 5 de enero envía a Fraga Iribarne un informe confidencial planteando la imperiosa necesidad de evitar que en 1976 se pudiera repetir esa concentración subversiva contra la legitimidad del Rey Don Juan Carlos I y, de esa forma, hacer tambalear los cimientos mismos del sistema.

En esa misma misiva, proponía la posibilidad de ayudar a los tradicionalistas para así poder torpedear a los seguidores de Carlos Hugo y del Partido Carlista.

Desde este momento y hasta el mes de mayo comienzan a sucederse diferentes reuniones de trabajo, paralelas y convergentes, entre el gobierno civil de Navarra, el director de la Guardia Civil, el general Campano, incluso habían entrado en liza los servicios secretos creados por el almirante Luis Carrero Blanco, que se iban a encargar del reclutamiento de terroristas internacionales afectos a la extrema derecha como la Triple A, neofascistas italianos, ex miembros de la OAS y de la PIDE, siglas de la policía secreta de la dictadura salazarista de Portugal.

En los días previos a la celebración de aquel 9 de mayo en Montejurra, las habitaciones del Hotel Irache se reconvirtieron en el cuartel general de la Operación Reconquista.

El mismo día 9 por la mañana, los comandos ultraderechistas internacionales iniciaron el ataque en las proximidades del monasterio de Irache, encontrándose con cierta resistencia inesperada, lo que al parecer les obligó a hacer uso de las armas para poder asegurar sus posiciones y el éxito final de la operación.

En el monasterio de Irache es donde fue mortalmente herido la primera de las víctimas de aquel fatídico día, el militante carlista santanderino Aniano Jiménez Santos. Mientras tanto, y ya en el Montejurra y junto al vía crucis, cayó herido el joven oriundo de Estella, Ricardo García Pellejero. Otra treintena de personas resultaron heridas por los disparos.

Poco después de los hechos aquí relatados, Arias Navarro sería sustituido por Adolfo Suárez, siendo el pistoletazo de salida de la llamada Transición.

¿Posible terrorismo de Estado?

Portada número uno del semanario revista Montejurra. Autor: Revista Montejurra, 2/11/1964. Fuente: Navarra.es / CC BY-SA 3.0
Portada número uno del semanario revista Montejurra. Autor: Revista Montejurra, 2/11/1964. Fuente: Navarra.es / CC BY-SA 3.0

En el transcurso de la última semana, han aparecido una serie de documentos confidenciales que confirmarían y apuntalarían, si cabe aún más, los hechos históricos que les acabamos de relatar.

Como decíamos al principio, y lo reiteramos ahora porque parece importante, la versión oficial que a día de hoy se conocía, sostenía que se trató de un vulgar enfrentamiento entre las dos facciones del carlismo existentes en aquel momento, la de tendencia socialista y la ultraderechista. Pero los documentos a los que hacemos referencia implican de forma más que evidente a altos cargos de Gobierno presidido por Arias Navarro como el gobernador de Navarra, José Luís Rodríguez de Gordoba o Manuel Fraga Iribarne, fundador de Alianza Popular y futuro presente del Partido Popular entre otros.

Estos documentos revelados por el Diario de Navarra prueban que desde las altas instancias del Estado se dieron las órdenes oportunas para ayudar con armas y la financiación necesaria a los tradicionalistas, íntimamente ligados al régimen franquista.

Una vez más nos encontraríamos ante un presunto y posible caso de terrorismo de Estado, en el que dos personas resultaron muertas y una treintena de participantes heridos de diversa consideración. El estado siempre ha pretendido ostentar el monopolio del ejercicio de la violencia, siempre por supuesto, creyéndose amparado por una supuesta ley natural o, en todos caso, basándose en unos demasiado dudosos principios maquiavélicos.

Es pues, el momento de reflexionar sobre ello si no queremos perecer bajo estados supuestamente democráticos, liberales, de transición o cómo quieran darles en llamar.

La matanza de Montejurra: el crimen orquestado para defender a Juan Carlos I

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

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