Opinión

El futuro de Europa y «el problema» de la inmigración

El diario La Vanguardia, en su sección El futuro de Europa, dedica un artículo a la inmigración bajo el titular que Londres no sabe qué hacer con los solicitantes de asilo. La inmigración, la llegada de refugiados en este caso, se presenta como un problema. El título no sorprende mucho: la-inmigración-como-problema es un discurso que ya pareciera estar implantado, normalizado, en el imaginario europeo. Es un marco de debate que no llama la atención.

El artículo, sin embargo, comienza con una frase que sí tendría que llamar la atención: explica que un nuevo informe está recomendando «que el Reino Unido abandone la Convención Europea de Derechos Humanos«. Este informe ha sido «solicitado y suscrito» por el Ministerio del Interior para enfrentar «el problema de la inmigración». Lo entendemos así como fundamentado, serio. El autor, impertérrito, sostiene en los dos primeros párrafos del artículo, que el gobierno «se encuentra desbordado», los votantes «enfadados», y se ofrece este informe como apuntando a una solución.

Solo hacia el final del artículo se nos aclara que el think tank responsable del informe es «conservador». Y sí: el Centre for Policy Studies, es muy cercano al partido conservador británico (los denominados tories), aunque en este caso muestra un cara de desprecio por legislaciones que es más bien propia de la ultraderecha.

Hay que resaltar la envergadura de la recomendación, pues está socavando un pilar de la identidad de Europa: una promesa de la modernidad, de orden humanístico. Por más que ésta se incumpliera, por más que haya que resaltar su inseparable colonialidad, la promesa ha proporcionado un norte, valga el agridulce doble sentido, y también herramientas para defendernos de las brutalidades del sistema (sobre esta «tensión dialéctica» ver Santiago Castro-Gómez, «El Tonto y los Canallas»). Este tema no se problematiza en el artículo.

Es interesante que el artículo sí pasa, a partir del tercer párrafo, a reconocer la contradicción dada al sostener el discurso referente a los inmigrantes-como-problema. Pues las economías del norte global necesitan esta mano de obra barata, como el capitalismo en general necesita abaratar todos sus suministros (recomiendo el magnífico A History of the World in Seven Cheap Things de R. Patel & J. Moore).

Y el artículo establece la disyuntiva resultante: «Por un lado, la economía necesita más inmigrantes; por el otro, los votantes no los quieren». Esto último queda fijado como un hecho: Se plantea a ‘los votantes’ como una masa homogénea, un cuerpo único que rechaza la inmigración. Una falacia, retóricamente efectiva. Además se pasa por alto la volatilidad, el contexto temporal, de este supuesto querer de los votantes: como si no fuera el resultado de una labor minuciosa, de efervescencia nacionalista, que llevó al mismo Brexit. Es sabido que éste último fue motivado por un sentimiento anti-migratorio, exacerbado por «nativistas desvergonzados, nacionalistas» por «fuerzas desatadas por políticos inescrupulosos» (como explica Martin Rhodes).

Inmigración y la voracidad económica

El mismo artículo esclarece las necesidades de la economía bastante bien. Sin los inmigrantes habrá: «falta de mano de obra, la ausencia de trabajadores en sectores como la agricultura, la hostelería y la restauración, el envejecimiento de la población y la necesidad de que alguien pague las pensiones». El autor está informado y sin embargo prefiere seguir escribiendo desde el prejuicio y el lugar común: los-inmigrantes-como-problema. Para rematar, concluye el artículo resaltando la «irritación» de los votantes del Brexit por la llegada en pateras de miles de personas.

No se trata de defender el que nuestra economía ‘necesite’ a este ejército de personas listas a trabajar por cualquier jornal. Tampoco se trata de humanismo, volviendo a este tema, o de caridad. Se trata de justicia. Y el trabajo de la Convención Europea de Derechos Humanos ha sido una herramienta para mitigar las injusticias del sistema. Pues hace falta ver la problemática de un modo más profundo. La inmigración que sirve bien a las necesidades de mano de obra barata en Europa, es causada por el empobrecimiento, también por guerras, desastres medio ambientales, y cada vez más se trata de migración climática, razones con raíces en el despliegue del sistema económico imperante. Sistema que proclama un dogma de libertad de movimiento, pero solo para capitales, no para personas, contradiciéndose sin la más mínima vergüenza: la hegemonía del discurso neoliberal sigue siendo sólida.

Aquí resulta importante mencionar lo que plantea y fundamenta la teoría del Intercambio Desigual: la asimetría en el flujo neto de recursos de países empobrecidos a países enriquecidos. La envergadura de la apropiación del norte global de recursos de todo tipo del sur global es exorbitante: puede representar el 7% de PIB del norte global. (Para un recuento histórico de cómo la pobreza del sur global ha sido creada se puede leer el magnifico libro «The Divide» de Jason Hickel, 2018).

 El futuro de Siria: Niños refugiados en medio de la crisis humanitaria. Autor: ACNUR/S. Rich, 01/05/2023. Fuente: Flickr / CC BY-NC-SA 2.0

Xenofobia y vulnerabilidad

Discursos que perpetúan ‘sentidos comunes’ xenófobos, como hace este artículo que hemos examinado, y que solo es uno de muchos que nos encontramos diariamente, ayudan a mantener en la marginalidad y vulnerabilidad a los migrantes racializados. Hacen eco al discurso racista de la extrema derecha. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de la generalización de un discurso relativamente joven en su forma actual, y que en un comienzo fue muy minoritario. Solo recordemos que en los años ’70 del siglo pasado, a los inmigrantes pobres que venían a trabajar a Europa se les llamaba en Alemania «Gastarbeiter» o trabajadores huéspedes.

¿Y el futuro de Europa? Más allá de soluciones falsas a problematizaciones falsas, que solo sirven a mezquindades políticas e intereses privados, Europa tendría que apuntar a decrecer su huella ecológica, pues está sumida en un sinsentido productivista/consumista contrario al bienestar general. Es necesario dejar de alimentar al monstruo desaforado en que ha devenido la economía globalizada, y que pide cada vez más sacrificios. Pues sería una buena idea, parafraseando una conocida frase de M. Gandhi, que la humanidad, incluida Europa, pudiera tener un futuro.

Autora: Gisela Ruiseco

El futuro de Europa y "el problema" de la inmigración

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