Cómo saber si estás en una manifestación de extrema derecha
La situación política, social o económica es, hasta cierto punto, insostenible. No entiendes cómo puede ser que no haya gente manifestándose y protestando en las calles, ya sea contra la inflación o por la subida de la luz, o por dejar que las bandas latinas campen a sus anchas. El hartazgo por los políticos, los partidos y las tertulias televisivas te enfada hasta tal punto que es que ya todo te parece igual. Se ha perdido todo: el respeto, los valores… y nadie hace nada.
Entonces, viste un cartel que te llamó la atención, una convocatoria para una marcha en protesta por varias cuestiones que te parecen razonables. Algunas no sabes muy bien de qué son, otras estás de acuerdo y quizá alguna te dé igual o no te convenza del todo, pero bueno, al menos parece que algún grupo se preocupa por salir a la calle a apretar las tuercas a estos políticos. No es que tú en realidad seas una persona que salga mucho a la calle a manifestarse, pero nunca es un mal momento para empezar.
Te hace hasta ilusión, así que lo compartes con tu círculo cercano, por ese grupo de Whatsapp irreductible donde el 90% del tiempo solo se dicen tonterías sin sentido. A la mayoría que se interesa por el tema les parece bien. No saben si irán o si se acercarán, pero a simple vista todo bien, todo correcto y yo que me alegro. Pero entonces, uno de los elementos más díscolos te advierte: podría ser una manifestación organizada por la extrema derecha.
Evidentemente, pocas personas le toman en serio. «Ya está el rojo» o «el que ve fachas en todas partes». Al principio, tú también te ríes. Y es que no hay nada que haga sospechar que la manifestación tenga elementos radicales de ese tipo. No hay esvásticas, ni se pide quemar a la población judía, ni hay fotografías de Santiago Abascal. Así que decides no darle mayor importancia.
No obstante, la duda te asalta. ¿Y si tiene razón?¿Cómo podrías saber que la extrema derecha está detrás de una manifestación? No te preocupes: si te da reparo preguntar al rojo o al podemita de turno, te doy algunas claves muy interesantes que puedes aplicar a prácticamente toda protesta que veas a pie de calle.
1. Las organizaciones que convocan la protesta
La primera clave es bastante obvia: ¿quién convoca? Puede suceder que en el cartel o en la convocatoria no se especifique qué organizaciones o grupos están detrás, lo que ya es un primer presagio y motivo de sospecha. Si se trata de una manifestación de izquierdas (o incluso más transversal ideológicamente) en la que se ha decidido que no aparezcan los convocantes, lo habitual es que sea fácil localizarlos y todo responda a algún tipo de estrategia para dar unidad.
Sin embargo, las organizaciones afines a ideas o discursos de extrema derecha, si no aparecen en el cartel o en la convocatoria, normalmente no son sencillas de localizar. Puede que llegues a encontrarlas, pero normalmente es un proceso difícil. Evidentemente, si descubres que hay líderes, grupos o partidos abiertamente ultraderechistas y consigues relacionarlos a la convocatoria, no hay mucho más que decir. Lo mismo se puede decir si las organizaciones no son abiertamente de extrema derecha, pero pertenecen a la patronal y/o a sindicatos policiales, especialmente ciertos sindicatos policiales.
Pero también puede suceder que estas organizaciones se oculten detrás de asociaciones pantalla. En los últimos años, sectores de extrema derecha se han parapetado detrás de asociaciones vecinales, grupos y/o canales de Telegram, etc. Aquí te tocará hacer una labor de investigación y descubrir su historial: ¿cuándo se crearon y quiénes están detrás? Si han convocado otras protestas, ¿qué han pedido?¿A quiénes señalan como sus rivales políticos?¿Quiénes son sus principales aliados? En general, cuanto más aséptica parezca la denominación y los logotipos, más deberías sospechar.
Por ejemplo, Chalecos Blancos, Asociación San Blas Canillejas o la larga lista de asociaciones «Por la Verdad» son algunos ejemplos. En resumen, cuanto más ambiguas sean, cuanto menos se signifiquen ideológicamente y cuanto más te cueste averiguar de ellas, más deberías dudar de si acudir a esa manifestación o no.
2. Las propuestas, quejas y reivindicaciones
Puede darse el caso que ni a partir de las organizaciones convocantes puedas discernir si está detrás la sombra del discurso reaccionario tratando de manipularte. El siguiente paso lógico podría ser preguntarte qué piden y por qué.
En general, la mayoría de las veces una protesta a pie de calle suele plantearse de forma que atraiga al mayor número de personas posibles. Esto implica que, casi inevitablemente, ya sea desde la izquierda o desde la derecha, se puede caer en la simplificación y en el populismo fácil, o incluso en eslóganes absurdos.
Sin embargo, la extrema derecha suele centrarse en la defensa de las libertades individuales y en cuestiones materiales que no afectan precisamente a las clases más pobres y trabajadoras. Si pone el foco en lo colectivo, siempre será desde medidas que promueven algún tipo de confrontación con los grupos más vulnerables. También se tiende a señalar a individuos concretos y no a colectividades.
Por ejemplo, si se protesta por la bajada de los impuestos como de sucesiones o IRPF, o si se culpa de la subida de la luz a un político o a un gobierno en lugar de al sistema económico, o si se señala a los inmigrantes o a las feministas, o si se trata de forma peyorativa la inmigración… sal corriendo. Hay que entender que muchas veces no se trata tanto del qué, sino el cómo y el por qué. La extrema derecha nunca hará referencias a desigualdades sociales y/o estructurales: siempre busca una cabeza de turco.
Una última cuestión es si las propuestas de la marcha están poco definidas y se centran más en cuestiones emocionales, como las apelaciones al pasado, a menores de edad, a la destrucción de los valores morales y/o espirituales, a la nostalgia, etc. Las apelaciones al pánico por la supuesta destrucción y/o decadencia moral son propias del discurso ultraconservador y casi exclusivas del lado más radical de este espectro.
3. Negacionismo y conspiración.
Si algo caracteriza a la extrema derecha es que se apoya en teorías de la conspiración y en el negacionismo. Es decir, fabrican una enrevesada teoría (o varias) para ofrecer una explicación irracional y acientífica a los problemas del país o del mundo (o se inventan dichos problemas) donde la culpa siempre recae o bien en sus rivales políticos, o bien en colectivos vulnerables, al tiempo que niegan de forma vehemente los verdaderos problemas, especialmente si solucionarlos implica acabar con los privilegios de las clases dominantes.
De acuerdo: en principio, creer en conspiraciones y pseudociencias no es del dominio de ninguna ideología, pero es cierto que la ultraderecha moderna agita de manera consciente y manifiesta el negacionismo hacia el cambio climático y hacia las desigualdades estructurales (machismo, racismo…) al tiempo que señala al «globalismo» o a las «élites globalistas», al «posmodernismo», a la «izquierda woke», al «Nuevo Orden Mundial», al «lobby gay», a la «ideología de género», a la Agenda 2030, al «socialcomunismo»… y además se hace como si realmente fueran los culpables de todos los males habidos y por haber, sin ofrecer ningún argumento concreto.
Presta también atención a los mensajes anti-establishment. En un mundo crispado y polarizado, la rebeldía contra lo público o lo institucional, o contra cualquier símbolo de poder, es un valor en alza, y grupos y personalidades de todas las ideologías lo han utilizado. Pero la extrema derecha lo hace de una forma muy particular: adopta un discurso antipolítico, el ya tan manido «todos son iguales», con propuestas como que hay que reducir diputados, acabar con las autonomías, etc. Es decir, cae en un populismo barato que simplifica los problemas del país.
Si además de esto ves ataques a la ciencia, como eslóganes contra el 5G o las vacunas, o afirmaciones de que el COVID19 no existe, o publicidad a terapias o alternativas pseudocientíficas, de nuevo, sal corriendo. Es más, si ya en el cartel aparecen estas referencias, sal corriendo, pero si no las ves pero luego aparecen en la propia manifestación, también deberías sospechar: algo han visto que tú no para saber que deben acudir, y ese algo no es bueno para ti. No en vano, los colectivos antivacunas y negacionistas del COVID19 están muy participados por la extrema derecha, cuando no directamente organizados por grupúsculos neonazis y neofascistas. Una realidad tangible tanto en Estados Unidos como en Europa.
Y es que la extrema derecha, como he señalado antes, utiliza estos elementos como excusa para implantar una agenda que atente contra los derechos fundamentales y preserve los privilegios de las élites contra las que dicen luchar. Los problemas que sufre nuestra civilización no los provoca ningún gobierno en la sombra, sino un sistema económico injusto e insolidario sostenido por grupos de poder privilegiados. Son conflictos y cuestiones complejas que no pueden explicarse por simplificaciones absurdas como que existe un lobby gay o algo así.
4. Simbología presente
La extrema derecha, incluso la que más intenta despojarse de la vieja iconografía fascista, comparte una serie de símbolos comunes. Los más duchos en estos menesteres sabemos identificarlos con relativa rapidez, pero es posible que a mucha gente le pasen desapercibidos. Es más, es probable que dichos símbolos no sean visibles hasta el día de la propia manifestación, que ni siquiera aparezcan en el cartel, manifiesto y/o textos de la convocatoria.
Aunque suene a cliché, la presencia de banderas de España es un signo poco equívoco de que la protesta está atravesada por el discurso reaccionario. Por desgracia, el devenir histórico de los símbolos del Estado ha provocado que porten un sesgo ideológico difícil de ignorar, muy especialmente desde la irrupción de Vox, que emplea la enseña patria hasta para ir a desayunar motivado por un ferviente ultranacionalismo.
Por contra, una manifestación que se centre en la defensa de derechos fundamentales, colectivos vulnerables, injusticias manifiestas… muy rara vez recurrirá a estos símbolos. No solo por una cuestión de afinidad ideológica, sino también porque carece de sentido que si defiendes, por ejemplo, unas mejoras laborales, agites una bandera de España.
Si además de banderas de España encuentras banderas con la Cruz de Borgoña, o con símbolos celtas, o la Cruz de Santiago, o heráldica de los Reyes Católicos… ya puede salir de toda duda: se trata de iconografía histórica apropiada por la ultraderecha de forma prácticamente análoga a que veas una esvástica y la relaciones con el nazismo y no con culturas hindúes de hace miles de años.
Pero hay más. Un símbolo muy popular entre la «derecha alternativa» y que viene de lejos es la bandera de Gadsen: una serpiente enroscada sobre fondo amarillo, a menudo con el lema «Don’t tred on me», apropiada por el paleolibertarismo y muy presente en manifestaciones y protestas de este lado del espectro. Por otro lado, la Rana Pepe, aunque es poco utilizada en España y suele estar relegada al ámbito virtual, encontrártela en una marcha también debería hacerte sospechar.
5. Ausencia de inclusividad
En los últimos tiempos, las protestas sociales que se centran en la resolución de problemas estructurales y en la defensa de derechos fundamentales intentan guardar cierta coherencia no solo en las propuestas y en las acciones, sino también desde un punto de vista discursivo.
Por ejemplo, el uso del lenguaje inclusivo en algún punto implica que, casi con total seguridad, no te encuentras en una manifestación de extrema derecha. Lo mismo puede aplicarse a la adopción de otro tipo de herramientas de inclusividad: personas con diversidad funcional, personas racializadas, mujeres, personas LGTB… Hacer patentes estas realidades y el esfuerzo por darles representatividad en una manifestación es un signo de que te encuentras en un lugar lejos del discurso reaccionario.
Y esto es lógico: la extrema derecha rechaza estas realidades y, por lo tanto, cualquier intento de darles una inclusividad manifiesta. Rechaza el concepto de «persona racializada» o el empleo del lenguaje inclusivo, por ejemplo. Así, la ausencia de esta inclusión podría deberse, por supuesto, a una torpeza de los grupos convocantes, pero debería ponerte alerta de inmediato.
Si después de todo esto aún tienes dudas, lo mejor es que contrastes tu opinión con otras personas que sepan más del tema que tú, como suele hacerse en estos casos. Quizá podrías preguntar a un sindicato, a una asociación vecinal o a gente que lleve años dedicándose a las luchas sociales. Esto no es ninguna conspiración: la extrema derecha se apropia de las formas, símbolos, imágenes, demandas… del contexto que le rodea para manipular, engañar y atraer a gente hacia sus intereses. Por lo tanto, estas claves te pueden ser útiles para no caer en una desagradable trampa.
Aunque esto se encuentra en el ADN de la ultraderecha (por eso Adolf Hitler incluyó la palabra «socialismo» a la denominación del partido nazi), el escritor Gore Vidal llamó a esto «criptofascismo» en 1968, un término reciclado del autor Theodor W. Adorno en su ensayo El fiel repetidor (1963), si bien lo había empleado ya en 1937 en una carta personal. Desde entonces, ha sido empleado para hacer referencia a la estrategia de la extrema derecha para ocultar su adhesión a ideas reaccionarias disfrazándolas de una cara amable.
No se trata de ver «fachas» por todas partes. Se trata de ser consciente en cada momento a quién estás apoyando, por qué y para qué intereses. No tiene absolutamente nada de malo, en el mundo en el que vivimos, indagar e investigar un poco antes de que tengas que arrepentirte.
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.