América LatinaAsiaEEUU y CanadáEuropa

Cómo saber si un partido político es de extrema derecha

La extrema derecha ha variado considerablemente a lo largo del tiempo. Las formas, iconos, acciones, discursos y estrategias son diferentes no solo entre épocas sino también entre corrientes dentro de la misma ultraderecha. O puede suceder que un mismo partido político pase de ser de derecha conservadora a ser de ultraderecha al suceder un cambio de liderazgo, como ha sucedido con Donald Trump y el Partido Republicano de Estados Unidos.

También puede suceder que un grupo político sostenga ideas de centro, derecha y extrema derecha al mismo tiempo, yendo a caballo entre ideologías diferentes, situación relativamente habitual dentro de formaciones “atrapatodo” o del llamado “sincretismo político”. De hecho, a veces no es fácil diferenciar a la derecha de la ultraderecha, aunque también existen diferencias palpables.

Además, en los últimos años, la derecha radical ha dado un giro a su estrategia comunicativa que ha hecho que pase desapercibida y nuevamente aceptada para mucha gente, especialmente la que se encuadra dentro de la alt-right, la corriente agitada por los ideólogos Steve Bannon y Richard B. Spencer.

Sin embargo, existen ciertos elementos y características que son intrínsecas a la extrema derecha y que, por lo tanto, si se saben identificar, puede dar pistas más o menos certeras acerca de si un partido político se encuadra dentro de este espectro político o no, ya sea total o parcialmente.

Antes de continuar, es preciso entender que la extrema derecha es un posicionamiento ideológico que reúne a su vez diferentes ideas, a menudo diferentes entre sí. Sin embargo, casi todas ellas guardan cuestiones comunes y que, cuanto más se den, más se pueden considerar como ultraderechistas

Lo comúnmente aceptado es que la extrema derecha es una ideología caracterizada por el ultranacionalismo, el ultraconservadurismo y el antiliberalismo, que se ramifica en posturas supremacistas, ya sea desde un punto de vista racial o cultural (o ambas), y que defiende una idea del estado y de la organización social basada en un ‘orden natural’ jerarquizado y basado en clases en función de lo que fundamente ese orden natural (la religión, la raza, etc.).

Bajo esta premisa, se muestra a continuación algunos de los más característicos, siendo los primeros teóricamente los más fáciles de identificar.

1. Simbología asociada a la extrema derecha.

Logotipos de diversos partido político de extrema derecha
Logotipos de diversos partidos políticos de extrema derecha

Los iconos y las imágenes empleadas por la ultraderecha han cambiado mucho, hasta el punto en el que hoy en día la variedad es tan grande que resulta complicada de identificar en base a esto. La inmensa mayoría ya no emplean la esvástica nazi y sus posibles derivaciones, uno de los elementos más destacados.

No obstante, hay ciertos símbolos que tienen raíces históricas que se siguen empleando, a veces ligeramente modificados; o bien hay otros que son de nueva creación pero que la ultraderecha los ha popularizado y los comparte.

Al respecto, la Liga Antidifamación hace una recopilación exhaustiva de todos estos símbolos que puede ser un buen punto de partida. Desde Al Descubierto también se ha hecho una recopilación de la simbología más utilizada junto a una explicación histórica e iconográfica.

Así, habría que hacer un análisis de los logotipos e iconos empleados por el partido, no solo en su marca y en su propaganda, sino también en las manifestaciones públicas de sus seguidores. Sobre esto, sería necesario empezar por la simbología ultraderechista más tradicional. Aquí entraría: la esvástica y todas sus posibles derivaciones; las runas nórdicas y/o paganas, especialmente si se utilizan para estilizar letras; o las cruces católicas, con especial hincapié en la cruz celta o la cruz patriarcal.

Seguidamente, habría que prestar atención a la simbología de corte tradicional: águilas bicéfalas, la corona de la victoria, el águila de San Juan, la Cruz de Borgoña o el Yugo y las Flechas, muy usadas por las organizaciones ultraderechistas, además de banderas preconstitucionales que aluden a ciertos regímenes de corte ultraderechista (banderas de la Confederación de Estados Unidos, de la época franquista de España…).

Como símbolos más modernos y menos asociados a la extrema derecha de los años 20 y 30, está todo lo que tenga que ver con simbología militar (armas, calaveras, etc.), letras griegas, antorchas con fuego vertical o el símbolo del rayo.

El empleo de Pepe The Frog, una rana antropomórfica con la que se hacen memes, bromas y parodias, también está asociado a la ultraderecha, concretamente a la alt-right.

El empleo de los símbolos oficiales del estado o país en cuestión, como la bandera o el escudo, es también es muy habitual, especialmente si se hacen de forma masiva y/o en combinación con los anteriores.

En cuanto a los colores, se emplean una gran variedad como para poder asociar unos determinados o una combinación de los mismos a la extrema derecha, pero sí que es verdad que el morado o el violeta brillan por su ausencia, así como el naranja, colores más asociados a la moderación o a movimientos igualitarios.

Este primer filtro permitiría identificar, por ejemplo, al partido Hermanos de Italia, a Amanecer Dorado de Grecia o a Jobbik de Hungría. Sin embargo, otros, como Vox (España), Fidesz (Hungría) o el Partido Nacional Esloveno, pasarían desapercibidos.

Por lo tanto, el análisis de los símbolos podría no ser suficiente.

2. El nombre del partido político.

Logos de partido político de extrema derecha junto a sus nombres: Democracia Nacional, España 2000 y Partido Nacional Esloveno.
Logos de partidos políticos de extrema derecha junto a sus nombres: Democracia Nacional, España 2000 y Partido Nacional Esloveno.

Hoy en día, las denominaciones de los partidos políticos han cambiado muchísimo. En sus inicios, salvo las coaliciones o agrupaciones, las organizaciones políticas eran muy descriptivas: si se quería defender el socialismo, el nombre era Partido Socialista. Y poco más. La rápida identificación era útil para acaparar votantes.

Que se sepa, la extrema derecha fue la primera en utilizar la denominación de los partidos de forma tramposa para poder conseguir apoyo popular. Adolf Hitler, por ejemplo, inventó el término Nacional Socialismo en un intento de atraer a gente de izquierdas que simpatizaba con el socialismo. La ultraderecha, así, desvirtuó el empleo de conceptos propios de la izquierda, como aludir a los trabajadores, para confundir a los potenciales votantes.

El dictador fascista italiano Benito Mussolini, por su lado, trató de huir de los términos izquierda y derecha, presentando el fascismo como una “tercera posición”, puesto que esta supuesta indefinición le haría también ganar apoyo popular.

Hoy en día, ambas cuestiones han sido llevadas al extremo. Los nuevos partidos en general evitan incluso utilizar la palabra “partido” y, tanto de izquierdas como de derechas, evitan la definición ideológica, lo que dificulta mucho identificar la ideología en base al nombre.

Evidentemente, cualquier mención a partidos políticos tradicionalmente ultraderechistas, como la Falange Española en el caso de España, es motivo de sospecha automática. Pero, cuando no es así, ¿qué denominaciones suelen emplear los partidos políticos de extrema derecha?

En general, intentan hacer alusión al ultranacionalismo que los caracteriza. El término “Nacional” (que no «nacionalista») o emplear el nombre del país o su gentilicio es relativamente habitual. También, los partidos más cercanos a la nueva alt-right o al libertarismo emplean el término “libertad” en su denominación, puesto que la alusión a la libertad individual es bastante empleada por la derecha radical (y también por la derecha liberal) para defender el capitalismo y/o hacer frente a las políticas progresistas que intentan hacer frente a las desigualdades estructurales de la sociedad.

Las referencias religiosas también pueden dar pistas, aunque la tradición demócrata cristiana del norte de Europa, normalmente de centro derecha o de derecha conservadora, invita a coger esto último con mucha cautela.

Así, si existiera un partido que se llamara Movimiento Nacional Español por la Libertad, tendría bastantes puntos para levantar sospechas acerca de su ideología ultraderechista. Si además este nombre se combina con la simbología indicada anteriormente, habría ya poco margen de duda.

Bajo este filtro, caerían bastantes partidos políticos de extrema derecha: el Partido Nacional Esloveno, el Partido Popular Nuestra Eslovaquia, el Partido por la Libertad de Austria, Democracia Nacional (España), Alternativa Española o la Unión Nacional Búlgara.

Pese a todo, ni la simbología ni el nombre a veces son suficientes. Aunque partidos como Vox en España empleen ciertos símbolos en sus manifestaciones públicas, tampoco sería justo utilizar únicamente esto.

3. Análisis del discurso: la exhaltación ultranacionalista.

Manifestación en Madrid por la unidad de España en 2019. Imagen de Carabo Spain en Pixabay

Lo siguiente que se puede pasar a analizar es el discurso de los líderes y/o portavoces del partido político en cuestión, ya que es seguramente una de las primeras informaciones que llegarán al gran público, por una cuestión más que obvia.

Antes que identificar las propuestas o ideas que intenta vender el partido político, lo que puede resultar más fácil y más inmediato es la presencia del nacionalismo radical como hilo conductor de todo o parte del pronunciamiento.

De acuerdo, el nacionalismo, esto es, el énfasis en la importancia de reivindicar el propio país y el concepto nación con todo lo que ello conlleva, aunque una postura tradicionalmente de derechas, no implica per se que sea terreno de la extrema derecha. O, dicho de otra manera, que una persona sea patriota, ame su país y le guste mostrar sus símbolos no la convierte en ultraderechista. Esto debe quedar muy claro antes de continuar.

Sin embargo, una característica inherente a la extrema derecha es, de hecho, que prácticamente todas las propuestas, acciones e ideas giran alrededor de “la nación” y de una idea muy concreta de nación. Se tiende a exaltar lo máximo posible el orgullo patrio e identificar todas las ideas del partido a la idea de lo que es correcto para que la nación prospere. Y, quien no esté de acuerdo con esas ideas, es que es un traidor a la nación y es enemigo de la misma.

En esta línea, los rivales políticos del partido político tienden a ser identificados de esta forma, como agentes que quieren “destruir la nación”, o bien corromperla, pervertirla o calificativos similares. En este sentido, el partido político de extrema derecha es inflexible, tajante e incluso agresivo.

Se presenta también al propio país a través de todas sus virtudes: lo que sucede positivo en “la nación” es porque la nación es grande, buena, la mejor; lo que sucede negativo, en cambio, nunca sirve de crítica constructiva hacia el país, sino como causa de “los enemigos de la nación”.

Por ejemplo, si España mejora su balance comercial y es felicitado por Europa, es porque la economía de España es de las mejores y más prósperas; si, por otro lado, España tiene una de las tasas de paro más elevadas de Europa desde hace décadas, la culpa es de una ideología, un grupo social, un partido político o un país concreto.

Las aspiraciones a nivel internacional también son muy habituales, pero desde un punto de vista de confrontación y no de cooperación, al menos de manera mayoritaria. Para el discurso ultranacionalista, el país tiene que demostrar al resto su valía, imponerse en las decisiones internacionales y poner sobre la mesa sus intereses por encima de los del resto. Y, si es necesario, romper con las relaciones diplomáticas, los acuerdos alcanzados o abandonar organizaciones mundiales.

Se puede concluir que, cuanto más se mencione al país y se incluya y condicione sus discursos, más probable es que el partido político sea de extrema derecha.

Sin embargo, esto puede topar con ciertos problemas. El primero, es que hay ciertos países donde el nacionalismo no es muy aceptado, por lo que este discurso se camufla hasta cierto punto; y, el segundo, es que la tradición política de otros países, como en América Latina, está impregnada de cierto nacionalismo, ya que históricamente se ha agitado como bandera para conseguir su independencia respecto a las potencias que en su momento los colonizaron y para defender y para defender su soberanía con respecto a las injerencias extranjeras propias de, por ejemplo, el imperialismo estadounidense.

Por lo tanto, esto por sí mismo tampoco sería suficiente. Habría que considerar los dos primeros puntos y, si no, seguir con el análisis.

4. Análisis del discurso: el odio, “el enemigo” y la antipolítica.

Cartel elaborado por el partido político Vox de acto en favor a la defensa de las fronteras de España, 2018. Imagen: Twitter.
Cartel elaborado por el partido político Vox de acto en favor a la defensa de las fronteras de España, 2018. Imagen: Twitter.

Además del ultranacionalismo, del discurso de la ultraderecha todavía se pueden analizar muchos elementos. Si algo caracteriza a la extrema derecha es la fabricación de un enemigo común, un “otro”, sobre el que proyectar todo o parte de los problemas del país. Este “otro” se tiende a asentar sobre prejuicios establecidos y/o sobre un colectivo especialmente vulnerable.

https://twitter.com/realDonaldTrump/status/408977616926830592

Esto ha sido así desde que la extrema derecha se configuró como tal y se reforzó con el nazismo y el fascismo de los años 20 y 30. Alrededor de ese “otro” incluso pivotan determinadas teorías de la conspiración que lo amputalan como, unido al ultranacionalismo, “enemigo de la nación”.

Los principios propagandísticos de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda de la Alemania Nazi, estableció cómo seguir esta estrategia que, desde entonces, ha sufrido pocos cambios: se trata de utilizar un lenguaje determinado con respecto a ese “otro”, despersonalizarlo, convertirlo en algo homogéneo, responsabilizarlo de los problemas e incluso de los errores del propio partido y usarlo para desviar el debate de temas a evitar.

Siguiendo estos principios, el nazismo volcó su odio a la población judía; el franquismo a la “conspiración judeo-masónica-marxista internacional” y el fascismo italiano al marxismo, amén de a otras etnias y grupos.

Y, siguiendo estos principios, el partido polaco Ley y Justicia señala constantemente a la población LGTB; Vox en España señala a la inmigración y a los menores extranjeros no acompañados (MENA); o Jobbik en Hungría usa de chivo expiatorio a etnias minoritarias, como la judía o la gitana.

Porque un aspecto muy importante e intrínseco es que ese «otro» siempre será o un rival político o un grupo social vulnerable o que sufre discriminación. Nunca será un grupo de poder. Si se critica a un político, a un empresario o a un medio de comunicación será por su ideología, nunca por su posición. En cambio, jamás señalarán a los grupos hegemónicos de poder como enemigos. O, al menos, sería muy raro. Como mucho, hablarán de «élites económicas» o «élites políticas», pero casi siempre haciendo referencia a su ideología progresista.

Otros “enemigos de la nación” que destacan últimamemente (y que tampoco son nuevos) son el comunismo, el feminismo y, en menor medida, el ecologismo. Esto se manifiesta o bien directamente aludiendo a estos movimientos, o bien rechazando y/o ridiculizando sus propuestas, por ejemplo, negando la violencia de género o el cambio climático.

Sin embargo, leyendo esto, lo primero que puede venir a la cabeza es que, si una persona no está de acuerdo con cuestiones que promueve el feminismo, si no le gusta el comunismo o si le parece que el cambio climático es discutible, es que es de extrema derecha. Y si además cree que la inmigración es un problema o que la criminalidad está asociada a determinados grupos sociales, es poco menos que fascista.

En realidad, no. No se trata solo de asumir una postura crítica a los postulados progresistas, de presentar premisas alternativas, debatirlas y llegar a nuevos consensos. Para entrar dentro del espectro de la extrema derecha, hay que dar un paso más allá: hay que sostener un discurso antipolítico.

Hay que partir de la premisa de que la extrema derecha no tiene ningún interés en construir nada. No busca plantear debates y llegar a nuevos consensos. Su objetivo es destruir los consensos sociales y políticos existentes. Busca una regresión a base de dinamitar el debate político, de cuestionar los avances sociales e incluso aceptados mayoritariamente y crear una distorsión lo suficientemente potente como para conseguir apoyo popular (se la crean o no).

Es por este motivo por el que no puede entenderse la extrema derecha sin la fabricación constante de bulos, “fake news” y conspiraciones. Y es por ese motivo que, a menudo, se presentan como rebeldes, como anti-establishment, contrarios a una supuesta dictadura progresista que lo contamina todo y que perturba los designios de la nación.

Con el discurso antipolítico, la extrema derecha intenta convencer a la población de que esos “enemigos de la nación” manipulan los gobiernos existentes (o gobiernan, directamente) para aceptar postulados que van contra el país y sus intereses, uniendo así todo el conjunto con el discurso ultranacionalista: los avances sociales conseguidos se venden como imposiciones injustas, y tratan de presentar a las víctimas como verdugos y viceversa aprovechándose de miedos y prejuicios extendidos en la población. Es decir, al final no deja de ser un discurso reaccionario.

El discurso antipolítico es fácil de identificar porque es muy poco propositivo o constructivo. Se dedica a la crítica incesante de “el enemigo” y de “el otro”, pero de una manera muy primitiva, poco concreta e incluso humorística. Este sería un ejemplo de discurso ultraderechista, totalmente inventado:

“ Bienvenidos a todos hoy aquí a este grandioso acto del Movimiento Nacional Fulano por la Libertad. Me siento orgulloso porque la verdadera Fulandia está aquí presente, más que nunca, orgullosa y sin complejos.

Que esos progres, esa gente que nos dice cómo tienen que vestir nuestras mujeres, que quieren que nos dejemos robar, violar y asesinar por quienes pretenden invadir nuestra gran patria, que aspiran a que nos convirtamos en una república bolivariana y que, por desgracia, están infiltrados en los gobiernos de medio mundo, que se enteren de qué es Fulandia de verdad.

Fulandia está hoy aquí presente y lo decimos alto y claro: no podrán con nosotros. El Movimiento Fulano es solo el principio, el principio del fin para feministos, veganazis y toda esa turba de indocumentados y vagos que amenaza nuestra gran nación. Las familias, los trabajadores, los autónomos, los parados y toda la gente de bien está con nosotros. ¡Arriba Fulandia! ”

En este ejemplo de discurso se pueden identificar todos estos elementos.

El populismo, entendiéndolo como una característica del discurso político mediante el cuál este sse adapta al electorado continuamente para ganar apoyo a costa de otros aspectos como el realismo, el pragmatismo, la propia realidad o incluso la democracia misma, es también un factor propio del discurso ultraderechista, pero no sirve como rasgo identificativo porque es muy usado por todo el espectro político.

Hasta aquí, si el partido político que se analiza posee simbología ultraderechista o similar, tiene un nombre que se encuadra dentro de lo expuesto y emplea un discurso ultranacionalista basado en el odio y la antipolítica, el margen que queda es realmente estrecho.

Pero aun se podría profundizar más.

5. A quién beneficia el programa político.

Santiago Abascal, líder del partido político Vox, en la Ceremonia de entrega de los Premios HazteOir.org 2012. Autor: Contando Estelas, Madrid, 15/12/2012. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0.)
Santiago Abascal, líder del partido político Vox, en la Ceremonia de entrega de los Premios HazteOir.org 2012. Autor: Contando Estelas, Madrid, 15/12/2012. Fuente: Flickr (CC BY-SA 2.0.)

Analizado el discurso, el siguiente paso sería saber qué propone el presunto partido político de extrema derecha. Hoy en día, con las tecnologías de la información y la comunicación, las redes sociales y sitios web de las organizaciones políticas facilitan mucho ese trabajo, que es vital.

A pesar de eso, según una encuesta Sigma Dos y la Fundación Transforma España, solo el 38,6% de las personas encuestadas dice leerse los programas electorales antes de votar, aunque es dudoso que se lean todos y cada uno de ellos.

Y es que, por muy vital que sea, a menudo el programa no solo es extenso, largo y complicado de entender para mucha gente, sino que además son percibidos como un intento propagandístico de acaparar votantes, una especie de promesa vacía que puede que luego no se cumpla.

Además, con los programas políticos pasa un poco parecido a la cuestión de la simbología: ningún partido político quiere vender una idea impopular, por lo que, si hay alguna propuesta controvertida, o bien tratará de presentarla como algo positivo, o bien la esconderá. Ni las formaciones más radicales llevan en su programa que quieren derribar la democracia.

Así, aunque todo lo anterior esto es pueda ser así hasta cierto punto, puede dar una idea de las prioridades, premisas, argumentos y proyecto de ciudad, región o país que quiere un determinado partido político.

En general, uno de los aspectos más reveladores del programa electoral es a quién benefician las propuestas. Por ejemplo, si se analiza la política económica o la política fiscal, ¿beneficia a la gente más rica o a la más pobre? Si se analizan las medidas de igualdad, ¿se beneficia el colectivo discriminado o se beneficia el resto?

El programa político de un partido político que es de extrema derecha tiende a favorecer a las clases altas y propietarias; a la familia tradicional; a las personas nativas; a los hombres, blancos y heterosexuales; a las áreas más conservadoras del país; el centralismo en la organización del país; a las fuerzas y cuerpos de seguridad y a las organizaciones y asociaciones que apoyan sus ideas.

Para todo lo demás, el programa debería ser un reflejo del discurso ultranacionalista, del odio y de la antipolítica.

No obstante, a menudo, los programas electorales están muy edulcorados, hasta el punto de que puede ser indistinguible del de un partido de derecha conservadora. Incluso puede darse el caso de que algunas de las propuestas puedan encuadrarse dentro de la derecha radical pero que, en su conjunto, sea difícil de establecer una conclusión clara.

6. La redes de extrema derecha del partido político.

Ivan Espinosa de los Monteros, Santiago Abascal y Hermman Terscht, representantes del partido político Vox  en la American Conservative Union de 2020. Autor: Santiago Abascal. Fuente: Cuenta de Twitter @Santi_ABASCAL
Ivan Espinosa de los Monteros, Santiago Abascal y Hermman Terscht, representantes del partido político Vox en la American Conservative Union de 2020. Autor: Santiago Abascal. Fuente: Cuenta de Twitter @Santi_ABASCAL

Dice el popular refrán “dime con quién andas y te diré quién eres”. Aunque pueda ser poco más que un prejuicio aplicado a las personas, analizar quién está detrás de la financiación o de la organización de un partido político puede dar muchas pistas acerca de sus motivaciones ideológicas.

Uno de los puntos más débiles de los partidos políticos de extrema derecha, especialmente cuando buscan ganar adeptos rápidamente ocultando su peor cara, son las redes y alianzas que han tejido y que tejen para estar presentes en la agenda política y en la actualidad.

En primer lugar, cabría preguntarse de dónde han surgido sus principales líderes y cuál es su pasado y su trayectoria política. Es posible que, antes de alcanzar cierta presencia en los medios, hayan dicho o hecho cosas más reveladoras que las actuales. O puede que provengan de una asociación u organización abiertamente ultraderechista o que sea más fácil de identificar como tal.

En segundo lugar, sería muy revelador averiguar qué organizaciones (partidos, asociaciones, medios de comunicación…) están financiando o apoyando al partido político en cuestión, tanto dentro del país como desde el extranjero.

Además, casi todos los partidos políticos pertenecen a alguna alianza internacional y, si tienen representación en el Parlamento Europeo, formarán parte de algún grupo parlamentario. ¿Con qué otros grupos políticos parece que tiene más afinidad? Esos grupos, ¿poseen elementos o rasgos propios de la ultraderecha?

En el caso europeo, por ejemplo, la extrema derecha suele estar en el grupo Identidad y Democracia o en el de los Reformistas y Conservadores. Si el partido político que se quiere analizar forma parte de alguno de estos grupos y, además, se relaciona con otros partidos ultraderechistas (que sean más fácilmente identificables como tal), es muy probable que existan ideas comunes entre ambos y que, por lo tanto, dicho partido esté escorado muy a la derecha.

Los partidos políticos que son de extrema derecha suelen guardar una relación, sutil o evidente, con organizaciones ultraconservadoras, ultrarreligiosas, neonazis o neofascistas y/o que asumen un discurso bastante menos sutil y evidente.

En España, por ejemplo, destacaría la Fundación Francisco Franco o la organización ultracatólica Hazte Oír.

7. Otros aspectos: la acción política del partido político.

“Grada del estadio del Lechia Gdańsk con la pancarta - “Varsovia libre de marico***”,” Autor: Hooligans del Legia de Varsovia. Fuente: twitter.
“Grada del estadio del Lechia Gdańsk con la pancarta – “Varsovia libre de marico***”,” Autor: Hooligans del Legia de Varsovia. Fuente: Twitter.

Al conocer un partido político por primera vez, hay aspectos que son difíciles de analizar, sobre todo si todavía no se le ha visto gobernar o tomar decisiones de relevancia. El análisis de la iconografía, la denominación, el discurso o las alianzas que caracterizan a un determinado partido, al final no deja de ser una conclusión un tanto superficial.

Donde realmente un partido político demuestra cuáles son sus intenciones es cuando tiene plenos poderes para actuar, como se está viendo en Polonia y en Hungría. Puede parecer obvio, pero la acción política de los partidos ultraderechistas se caracteriza por el abuso de la autoridad, el retroceso de la calidad democrática, la discriminación a las minorías, el ahondamiento en la desigualdad y en un perjuicio general para el país.

Sin embargo, es cierto que, cuando empiezan a conseguir poder, el partido ultraderechista no saca toda la artillería pesada. No obstante, se las acciones y decisiones a pequeña escala también se pueden extraer conclusiones. Cuando deben votar propuestas, ¿a quién beneficia su voto? Cuando deciden sobre un presupuesto, ¿qué priorizan? Cuando alcanzan pactos de gobierno, ¿qué ponen como condición o cuáles son sus líneas rojas?

En general, si estas acciones van encaminadas a satisfacer los mismos puntos que en el programa electoral despertaban sospechas de ser calificados como de extrema derecha, probablemente el partido político en cuestión se adecue a este espectro ideológico.

Por ejemplo, Vox en España las condiciones que ha puesto en casi todos sus pactos iba en relación a leyes en defensa de las personas LGTB, ha votado en contra de prohibir las terapias para “corregir” la homosexualidad, llegaron a amonestar a una concejala del partido por exhibir la bandera LGTB… acciones que concuerdan con su discurso, tanto por declaraciones aisladas como de manera oficial (en este último caso, más sutil), como en su propio programa electoral. Además, entre sus alianzas está Hazte Oír, organización abiertamente antiLGTB.

Esta cruzada es típica de las organizaciones ultraderechistas.

Por otro lado, lo verdaderamente interesante es tratar de identificar al partido político de extrema derecha antes de consiga acaparar puestos de poder y empiece a tomar decisiones que afecten a la vida de la gente. Es por eso que el análisis de la acción política se ha dejado para el final de este artículo.

Existen otros elementos que puede ayudar a reforzar o a descartar nuestras conclusiones: el empleo de la violencia, la amenaza, la agresión y la presión política, el uso descarado de bulos y mentiras para crear una falsa realidad de los hechos (la llamada posverdad), la adopción de un lenguaje propio que se repite constantemente (dictadura progre, ideología de género…) …

Lo importante es que estos elementos se den en cierta consonancia. De manera aislada resulta difícil deducir si un partido se encuadra o no, total o parcialmente, en la extrema derecha.

Desde luego, si aparece un partido llamado Movimiento Nacional Fulano por la Libertad, que no deja de agitar la bandera del país junto a símbolos asociados a la ultraderecha y a banderas de la dictadura de Zanfrisco Cranfo, cuyos líderes provienen y/o se relacionan con el partido Fulandia 3000 y Hogar Social Fulandia, que una y otra vez repite el mismo discurso del ejemplo y que en los pocos pueblos que tiene concejales se niega a guardar un minuto de silencio por las mujeres asesinadas por la violencia de género… es bastante probable que sea de extrema derecha.

Y es que, como se suele decir: si parece un pato, nada como un pato, y grazna como un pato… entonces probablemente sea un pato.

Enlaces, fuentes y bibliografía:

– Foto destacada: Gran acto de Vistalegre de Vox con los principales líderes. Autor: Vox España, 06/10/2019. Fuente: Flickr

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

2 comentarios en «Cómo saber si un partido político es de extrema derecha»

  • Chacho,

    UN PARTIDO ES DE EXTREMA DERECHA, SIMPLE Y LLANAMENTE, SI TRATA DE GOBERNAR.

    Y MÁS AÚN SI TRATA DE EXTRAER TRIBUTOS EN FORMA DE DIVISAS O DE CUALQUIER OTRO MODO DE APORTACIÓN CIUDADANA.

    ¿Así? ¿o más clarinete?

    Respuesta
    • Muy buenas.

      No.

      Un saludo y gracias por comentar.

      Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *