‘Comunismo o libertad’: así se apropia la derecha de la palabra ‘libertad’
“Comunismo o libertad” ha sido el eslogan elegido por la campaña electoral de Isabel Díaz Ayuso, candidata por el Partido Popular (PP) a las elecciones anticipadas a la Comunidad de Madrid, fijadas el próximo martes 4 de mayo.
La falsa dicotomía planteada por Ayuso y buena parte de la derecha española no es una elección casual. Este tipo planteamientos buscan polarizar la campaña electoral en dos bandos: uno, las fuerzas de izquierdas, bajo el acrónimo de socialismo o comunismo; y, el otro “libertad”, englobando a las fuerzas de la derecha.
Al tiempo, el PP ha resucitado el viejo debate sobre la relación entre comunismo y nazismo, pues al situarlo en el mismo lado del espectro, justifica su pretendida vuelta al “centro derecha moderado” y, de paso, blanquear las posiciones ultraderechistas de sus socios habituales, Vox, muy a pesar de que sea una relación pretendidamente errónea desde el punto de vista social, histórico, cultural y político.
Es profundamente llamativa esta contraposición de términos, que intenta mostrar que ambas posturas son irreconciliables, es decir, que si eliges “socialismo” (una etiqueta que se pretende extender, también erróneamente, a prácticamente toda la izquierda), tienes que renunciar a la libertad.
Esta hipotética incompatibilidad entre izquierda y libertad, que se agita ahora en plena pre-campaña con inusitada fuerza, no debería extrañar a nadie: desde hace décadas, el espectro de la derecha se ha apropiado gradualmente del término “libertad”, convirtiéndolo en su palabra fetiche.
Este escenario también ha atraído a la extrema derecha, que se ha sumado al uso indiscriminado del término, a la vez que ha desarrollado todo un lenguaje y discurso que gira en torno a este concepto y marca a su enemigo político con el contrapuesto.
De hecho, no es extraño encontrar referencias a la libertad en partidos políticos de derechas o de extrema derecha, como es el caso del Partido por la Libertad de Países Bajos, el Partido de la Libertad de Austria, el Partido de la Libertad Irlandesa o Libertad y Democracia Directa de República Checha, todos ellos catalogados como de ultraderecha.
Paradójicamente, la derecha radical no ha estado relacionada con decisiones que favorezcan las libertades de la gente, sino más bien por posiciones autoritarias y que incluso atacan el Estado de Derecho.
A continuación se va a analizar que ha ocurrido con el término, como se ha utilizado de manera indiscriminada y que se quiere decir realmente con su uso por parte de un sector social.
Cómo el término se popularizó entre la derecha
El uso indiscriminado del concepto de “libertad” en el lenguaje e iconografía de la derecha es un hecho visible desde hace varias décadas, que se ha acelerado con la llegada del siglo XXI.
No está claro en qué momento histórico la derecha empezó a apropiarse de la palabra libertad, al menos de forma más o menos generalizada y/o como una estrategia comunicativa tal y como se entiende hoy día.
Probablemente, la raíz histórica más antigua proviene de otro término: liberal. Este adjetivo se aplicaba a la corriente ideológica que buscaba acabar con los privilegios del Antiguo Régimen y de los privilegios de la sociedad estamental heredados del absolutismo monárquico.
No en vano, desde la Revolución francesa (1789), a lo largo del siglo XIX se sucedieron diferentes revoluciones (1830, 1848…) que históricamente se conocen como revoluciones liberales y que pretendían establecer un modelo de democracia basado en pensadores como Jean-Jacques Rousseau y en el sistema estadounidense, desarrollado en 1773.
Establecidos los cimientos del Estado moderno, más o menos como actualmente es, los liberales se fueron separando en varias corrientes: conservadores, progresistas… A medida que se configuraba la sociedad moderna, los intereses fueron evolucionando y, en consecuencia, los partidos adaptándose.
El movimiento obrero fue uno de los principales catalizadores de todos estos cambios, ya que buscaban confrontar el nuevo orden establecido para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, surgiendo nuevas ideas, como el socialismo, el comunismo, el anarquismo o la socialdemocracia.
Así, el término “liberal” se fue difuminando. En Estados Unidos, el concepto de “liberal” hace referencia al progresismo social, mientras que en Europa hace referencia al libre mercado.
No es sino a partir de mediados del siglo XX cuando existen registros de uso de la palabra “libertad” como una postura política, concretamente en Europa. Un ejemplo es el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) fundado en 1948 en Países Bajos. La alusión de este partido al término libertad venía principalmente por su filosofía de carácter liberal, que se relacionaba precisamente con los ideales que marcaron la Revolución francesa y el fin del absolutismo monárquico.
En este orden, al menos en Europa, el término ha estado asociado a la Escuela Austriaca de economía con su capitalismo laissez-faire y al libertarismo, es decir, la filosofía política que defiende la libertad del individuo en sociedad, la propiedad privada y la economía de mercado como máximos exponentes y como pilares de toda organización social, económica y política.
En los años 70, desde la Escuela de Chicago, el grupo de intelectuales americanos conocidos como “Chicago Boys”, llegó a la dictadura de Augusto Pinochet de Chile (apoyada a su vez por Estados Unidos a través del llamado Plan Cóndor) para privatizar y cambiar la economía del país, ya usaron el lema “Más libertad, menos estado”, que sería replicado posteriormente por parte de la derecha europea que aplicó la doctrina económica surgida de ambas escuelas, conocida popularmente como doctrina neoliberal o, simplemente, neoliberalismo.
Esta contraposición venía justificada por un lado por el hecho de que las posturas izquierdistas promulgaban la regulación de la economía, una tesis defendida por el economista John Maynard Keynes (por lo que se conoce como keynesianismo), es decir, poner freno al libre mercado, y por otro lado porque, en plena Guerra Fría, se vendía continuamente la idea de que el bloque comunista liderado por la Unión Soviética (URSS) tenía un marcado carácter dictatorial y autoritario.
La idea era pues asociar la izquierda a autoritarismo y la derecha a libertad, muy a pesar de que todas las dictaduras militares latinoamericanas apoyadas por Estados Unidos asumieron posturas de derechas y de extrema derecha, como también sucedió en el caso de la España de Francisco Franco.
Aun así en estos años, el concepto se asociaba sobretodo al plano económico y cada vez los términos “libertarios” y “libertarismo” adoptaban más espacio en la esfera política, desarrollándose durante el siglo XX y teniendo un espacio de pleno apogeo a partir del siglo XXI
Pero volviendo al término libertad y su uso como contraposición a la izquierda, durante las últimas décadas del siglo pasado, las sociedades europeas y americanas tradicionalmente más conservadoras estaban cambiando y volviéndose socialmente más inclusivas y preocupadas por las culturas minoritarias y los grupos oprimidos.
De hecho, los años 60 estuvieron marcados por el auge de diferentes movimientos sociales activistas que buscaban una ruptura con el conservadurismo y el reconocimiento amplio de derechos básicos atendiendo a las características sociales e individuales, una tendencia que fue aumentando con los años.
Los derechos de la población negra, de las personas LGTB, la desigualdad entre mujeres y hombres o la conciencia medio ambiental son algunos ejemplos.
La simple oposición a las ideas más progresistas con un discurso de rechazo, de obediencia a las normas morales tradicionales o religiosas estaba perdiendo fuerza.
La estrategia frente al progresismo de este cariz fue dispar. Parte de la derecha, la más moderada, simplemente los fue asumiendo poco a poco, centrando su diferencia en la parte económica y/o en los aspectos más radicales del progresismo social.
Otra parte, la más conservadora, optó por hacer la “batalla cultural” y criticar estos avances sociales. Fue esta parte la que, paulatinamente, comenzó a emplear el concepto de “libertad” para oponerse a la exigencia de legislaciones que favorecieran los derechos de ciertos sectores sociales.
Este uso vivió una amplificación considerable a partir de la caía de la URSS y el fin de la Guerra Fría, aunque más concretamente a partir del año 2000.
En 2007, Silvio Berlusconi formaba El Pueblo de la Libertad (Il Popolo de la libertad), una coalición de centro derecha, socialmente conservador, perteneciente a la democracia cristiana, muy implantada en Europa. Berlusconi, que había gobernado Italia con su partido Forza Italia desde 1994, ganó las elecciones en 2008 una vez más.
Silvio Berlusconi fue una de las pruebas más evidentes de que la apropiación del concepto de “libertad” formaba parte de una estrategia política más que de una realidad pues, bajo sus mandatos, se rechazaron algunas ideas inclusivas que estaban llegando a Europa, como la ley de matrimonio homosexual.
Además, Berlusconi ha utilizado su poder e influencia como empresario para medrar en los poderes mediáticos. De hecho, el escritor Paul Ginsborg, autor del libro Silvio Berlusconi; televisión, poder y patrimonio, señaló la combinación de populismo antidemocrático y poder mediático de Berlusconi como “una gran amenaza para la democracia”.
En España, por ejemplo, también se dio el caso de la Ley Antitabaco promovida por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) en 2010. Uno de los argumentos más repetidos para no prohibir fumar en espacios públicos fue la libertad individual y la libertad de empresa.
Así, durante las primeras décadas del siglo XXI, la derecha completaría su apropiación del término, que se convertiría en una palabra esencial en sus discursos y en un recurso hábil para hacer frente a leyes progresistas.
Pero, en este proceso, aparecieron otros muchos partidos que empezarían a utilizar el término, así como organizaciones, asociaciones y colectivos, muchos de ellos ubicados en el espectro de la extrema derecha.
La apropiación de la libertad por parte de la extrema derecha
Y así se llega al punto donde partidos con ideas reaccionarias (homófobas, racistas, machistas…), empiezan a utilizar el término “libertad” en sus denominaciones. Se entiende también por “postura reaccionaria” aquella que busca retrotraerse a épocas anteriores, cuando ciertos derechos y libertades civiles estaban menos reconocidas (o no reconocidas directamente).
De estos partidos había un antecedente claro, el FPO (Partido de la Libertad de Austria) fundado en 1956 formado por nacionalistas, conservadores y antiguos nazis.
Esta formación pasó por distintos vaivenes ideológicos, desde la extrema derecha a una formación más cercana al liberalismo clásico, que le ofreció réditos en los años 90. Como la mayoría de la extrema derecha, viviría un momento de eclosión posterior a la crisis económica y financiera de 2008.
Fue en esta época también donde se fundó el partido de extrema derecha Partido por la Libertad (Partij voor de Vrijheid) de Geert Wilders en Países Bajos, fuertemente nacionalista, conservador e islamófobo. No parecen ideas especialmente compatibles con la definición de libertad.
En 2012, el candidato presidencial Rick Santorum se presentó contra Barack Obama en las elecciones de Estados Unidos. Famoso por sus polémicas declaraciones contra la homosexualidad, declaró que no había un derecho a la privacidad en las relaciones sexuales y que la homosexualidad debía ser comparada con otras prácticas como el adulterio, la poligamia, el incesto o la zoofilia.
Indudablemente, Santorum se encontraba en posiciones de extrema derecha dentro del Partido Republicano, pero en aquel momento sus escasas posibilidades hicieron que pasara bastante desapercibido. El lema de su campaña fue “Freedom” (Libertad).
De la misma manera, este término se encuentra en decenas de organizaciones unidas a la Red Atlas Network. Esta fundación tiene como objetivo promover las políticas económicas de libre mercado en el mundo, pero a su vez, resulta ser una red donde se unen cientos de movimientos de extrema derecha, muchos de ellos con el lema “libertad” o sus distintas acepciones como parte del nombre.
Atlas Network, de hecho, ha sido señalada como una de las fundaciones que se encuentran detrás de la promoción de multitud de formaciones de derecha radical en el mundo, así como de estrategias políticas encaminadas a frenar a la izquierda global, incluso promoviendo y/o apoyando golpes de Estado.
Sin ir más lejos, la famosa Fundación FAES de España, liderada en su momento por el expresidente José María Aznar por el PP y que perteneció al ala más conservadora de este partido, pertenece a la red de Atlas Network.
Desde 2004, la red otorga los llamados Premios de la Libertad Templeton a la innovación empresarial. También organiza cuatro Foros de la Libertad regionales (en Asia, África, América Latina y Europa) y una conferencia internacional en los Estados Unidos que convoca a personal de grupos de reflexión y a asistentes de todo el mundo
Ejemplos como estos hay a decenas y marcan un intenso esfuerzo por toda la derecha y la extrema derecha en reapropiarse del concepto “libertad” y usarlo para sus intereses.
La reapropiación del término por parte de la derecha
Lo primero a señalar del término es que “libertad” es una palabra eminentemente positiva. La práctica totalidad de la población tiene una sensación favorable a esta palabra. Dicho de forma sencilla, todo el mundo quiere ser libre. La libertad está asociada inequívocamente a sensaciones positivas.
Así, resulta de lo más interesante que también se asocie a tus creencias ideológicas. Además, la derecha conservadora tenía el problema del triunfo de ideas de corte progresista, o al menos, liberales en el plano social al respecto de la aceptación de minorías, reivindicación de grupos oprimidos y de rechazo de los ideales religiosos más restrictivos, que se vio por ejemplo durante el apogeo del llamado “amor libre” en los años 60.
Junto a esta aceptación de las minorías y grupos, se pudo calcular el peso de la discriminación estructural que cargaban estos grupos y hacer leyes que pudieran equilibrar la balanza, como la llamada “discriminación positiva”.
Por lo tanto, derecha necesitaba un término que pudiera superar los viejos discursos de carácter racista, clasista, LGTBfóbico, aporofóbico, xenófobo o machista.
En consecuencia, utilizaron lo que algunos semiólogos han llamado como una “OPA semántica”: coger un término, escoger una de sus acepciones convenientes a tu ideología y convertirlo en el valor principal.
De esta manera, la oposición a las leyes y nuevas políticas que protegen a grupos o que pretenden reglamentar tradiciones sociales se realizaba no mediante el rechazo ideológico y la oposición moral fruto de unas ideas conservadoras, sino desde una supuesta reivindicación de la libertad personal individual.
Esto modifica necesariamente el marco del discurso. Un comentario homófobo o de rechazo a las personas por su orientación sexual no es odio, sino respeto a mi libertad para no estar de acuerdo con una conducta, aunque esa conducta siga señalando o estigmatizando a un grupo socialmente discriminado. El reivindicar “mi opinión” y la “libertad” de ejercerla por encima de cualquier otro derecho. De la misma forma, uno se puede negar a prohibir las pseudoterapias para “curar la homosexualidad” para respetar “la libertad de quien se quiera someter a ellas”.
La defensa de una tradición que es vista como anticuada y que genera un gran rechazo ya no es la defensa de “mis intereses”, sino la defensa de “la libertad para el que quiera ir a celebrar esa tradición”, defendiendo que el que esté a favor tiene “libertad para no ir”, aunque la tradición pueda contravenir normas superiores y ya no esté de acuerdo con las nuevas sensibilidades… e incluso se demuestre que promueven abiertamente el ataque directo o indirecto a ciertas personas.
La posición no de defender intereses ideológicos sino la libertad para elegir y las libertades individuales en general, es bastante seductor y resulta de lo más útil para justificar acciones que algunas personas en otras condiciones no aceptarían. O sí, pero ahora resultan más fáciles de justificar.
La extrema derecha y la batalla cultural
La extrema derecha también ha hecho un buen uso de este término, adoptándolo como uno de sus arietes en su particular intento por endulzar su imagen y deshacerse de los viejos fantasmas de su oscuro pasado.
De hecho, el término ha sido plenamente integrado en lo que se denomina la “batalla cultural”, esto es, la oposición a la izquierda en el plano de las ideas y en la aceptación de ciertas formas de pensamiento. Esta batalla es algo vital en el desarrollo de la extrema derecha y sus corrientes afines puesto que allana y facilita su camino a puestos de poder donde llevar a cabo su agenda reaccionaria.
En base a la idea de libertad, se han desarrollado todo un resto de palabras que intentan poner una carga represiva sobre el enemigo político, esto es en general la izquierda, aunque también afecta a corrientes social liberales y a cualquiera que no esté en comunión con su particular forma de entender el mundo y la sociedad.
Algunos de estos términos en uso son:
-“Dictadura progre”: este término dibuja un supuesto control del pensamiento progresista en los medios, instituciones y redes, normalmente a través de hipotéticas élites progresistas que estarían manejando los hilos del mundo y que utilizan como excusa el avance social para destruir la libertad.
-“El pensamiento único”: alude a una única forma de pensamiento social progresista, el cuál si no sigues te condena al rechazo social, una forma de justificar moral y emocionalmente expresar ideas que atenten contra los derechos de otras personas.
-“Políticamente correcto”: alude a un comportamiento en el que la persona trata de agradar a otra, obviando (si hace falta) lo que se piensa para no ofender al receptor. Lo “políticamente correcto” sería aquellos discursos y formas de expresión que socialmente se aceptan y que, según la extrema derecha, impide decir lo que realmente piensa la gente por no ofender y/o por no sufrir rechazo.
Estos términos intentan achacar un componente de represión que al rival político y contra el que se enfrenta la extrema derecha. Con esto, además, se consigue un aire de irreverencia y rupturismo con el statu quo, aunque en muchos casos sus representantes pertenezcan a élites asentadas y defiendan pensamientos profundamente conservadores.
Casos como este fue el de Donald Trump, un multimillonario de cuna de la élite neoyorquina y famoso personaje televisivo que se vendió como un outsider que venía a cambiar el sistema.
Con estos términos y con el concepto de libertad, la extrema derecha reinterpreta el propio concepto, utilizándolo para defender su moral y su vez, señalando con él a cualquier enemigo que pueda poner en peligros sus valores morales.
Contradicciones y errores: ¿qué libertad están defendiendo exactamente?
La defensa de la libertad se asocia siempre a emociones y sensaciones positivas. Pero resulta difícilmente creíble que la prioridad de estas fuerzas políticas sea en realidad incrementar la libertad de las personas si se realiza un análisis tanto de los hechos históricos como de la realidad de las acciones de las fuerzas de la derecha.
Las actuaciones de la derecha
En perspectiva histórica, la derecha política se ha caracterizado por una total oposición a diferentes avances sociales modernos que creaban nuevas libertades y derechos, tales como el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia.
En el caso español, el Partido Popular (o su partido ascendente) se ha opuesto a todas estas conquistas. En 1981, la Coalición Popular (en la que se encontraba Alianza Popular, que después derivaría en el actual PP) votó en contra de la ley del divorcio. En 1983, el Partido Popular votaría en contra del aborto. En 2005, también votó en contra del matrimonio igualitario.
De la misma forma, estas oposiciones se han visto en otras fuerzas políticas conservadoras, como el Partido Republicano en Estados Unidos. De hecho, salvo excepciones, la mejora de las condiciones sociales y de la protección de derechos sociales ha venido de la mano de partidos de izquierdas. Otro ejemplo es el sufragio femenino en países como Italia.
Es difícil pensar que un partido que defiende posiciones contra las libertades individuales de esta manera defienda la libertad en su sentido más amplio.
Y aun así, el argumento de la libertad fue usado para defender la oposición a estos avances. Así lo defendió el diputado Juan Luis de la Vallina, que defendía su oposición al aborto como “la libertad de una pareja para estar casada toda la vida”.
En la época moderna, si bien una vez aprobadas y asimiladas durante el tiempo la derecha no ha derogado estos avances sociales, con alguna excepción, sigue mostrándose contraria a cualquier progreso social.
Volviendo al caso español, el PP se ha opuesto a cualquier ley que proteja al colectivo LGTB, sea votando en contra o intentando vaciarlas de contenido posteriormente.
Este pasado jueves 18 de marzo de 2021, los populares votaron en contra también de la ley de la eutanasia, esgrimiendo una vez más la libertad contra este nuevo derecho colectivo.
También han mostrado una férrea oposición a la libertad de expresión u artística cuando van en contra de sus principios, vetando a grupos de carácter progresista o revolucionario allí donde gobiernan o llevando a cabo denuncias bajo distintos supuestos contra cantantes y artistas con letras cuestionables, pero que no suponen ningún riesgo personal ni colectivo y cuyas actuaciones se encuentran enmarcadas dentro de la libertad de expresión.
Por último, no se puede obviar la aprobación de leyes que atentan contra las libertades. En España, existe la Ley de Seguridad Ciudadana, aprobada en 2015 por el gobierno de Mariano Rajoy y que ha sido señalada por instancias europeas por contravenir derechos fundamentales; o la Patriot Act, aprobada en 2011 por George W. Bush en Estados Unidos, que justifica el empleo de la fuerza militar bajo “ciertos supuestos”.
Las actuaciones de la extrema derecha
Las actuaciones de la extrema derecha son similares pero radicalizadas en posiciones reaccionarias. Las formaciones ultraconservadoras están restringiendo al máximo ciertos derechos y libertades allá donde gobiernan, creando lo que se ha denominado “democracias iliberales”: gobiernos donde existe un sistema democrático, pero no se respetan los derechos individuales ni la separación de poderes, generando un sistema híbrido que, a la postre, resulta en un Gobierno autoritario con apariencia de democracia.
En el caso de Hungría, donde las parejas LGTB no tenían la posibilidad ni de adoptar ni de una unión civil, la Constitución se ha modificado diez veces, siendo varios de estos cambios para restringir cualquier posibilidad de que las parejas LGTB puedan casarse o adoptar.
Por supuesto el discurso de Viktor Orbán, el líder de los ultraconservadores de Fidesz que gobiernan el país, es el de la libertad. De hecho, los orígenes de Fidesz (Alianza de los Jóvenes Demócratas) está en el libertarismo, virando a la extrema derecha nacional populista en unas décadas.
En el caso de Trump, un “firme” defensor de la libertad en sus discursos, intento derogar la ley que protegía del despido por razón de orientación sexual y aprobar una nueva norma para que las redes sociales no pudieran actuar contra los discursos de odio.
En el caso español, Vox además de querer derogar cualquier ley que proteja a las personas LGTB (y cambiar el nombre al matrimonio), ha votado este marzo de 2021 en contra de la ley de eutanasia, prometiendo derogarla cuando gobiernen. El partido también quiere minimizar hasta derogar el derecho al aborto, objetivo que comparte con la mayor parte de la extrema derecha europea.
También se puede incluir una férrea oposición a la libertad de movimiento, planteando crear unas fronteras sin fisuras para enfrentarse a los fenómenos migratorios, el aumento considerable de las penas y de los castigos para ciertos delitos, la ilegalización de partidos políticos, la disolución o disminución de los poderes de los parlamentos, el empleo y abuso de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado… y un largo etcétera.
¿Qué libertad están defendiendo?
Así pues no parece que el objetivo de la derecha y la extrema derecha sea defender la libertad en toda su extensión, por más que sea la palabra “fetiche” en sus discursos, especialmente los más populistas.
Estos grupos siguen defendiendo una visión moral de la realidad conservadora (ultraconservadora y/o paleoconservadora cuando se trata de la extrema derecha) generalmente adscrita a principios de carácter religioso cristiano en el caso de Europa y América.
Muchos avances y nuevas filosofías de entender la realidad se contraponen a estos discursos, y en esos momentos, la derecha se reafirma contra ellos, usando generalmente el discurso de la libertad.
048c8bAsí pues, el objetivo no es aumentar las libertades civiles ni la libertad individual sino poder tener un término que permita defender sus posiciones conservadoras contra las corrientes progresistas, utilizando una terminología renovada que abandona la tradición conservadora sobre moral y costumbre.
Además, también se sigue utilizando para justificar todas las medidas a favor del libre mercado y atacar todo intento de regularlo, especialmente cuando afecta a las grandes empresas. Así, nacionalizar un sector estratégico es “comunista” o “socialista” y atenta contra la libertad, por ejemplo.
Por supuesto, también se ha recurrido a la libertad para oponerse a las restricciones de movilidad y a las medidas higiénico-sanitarias para frenar los contagios del coronavirus. Para esto, la extrema derecha incluso se ha apoyado en teorías conspirativas, minimizando e incluso negando la gravedad del virus. Por ejemplo, el movimiento antivacunas o la negativa a llevar mascarilla se apoya mucho en estos mismos preceptos.
Recientemente, también se ha defendido la libertad de los youtubers e influencers a marcharse a Andorra para recurrir a la elusión de impuestos. O, más bien, sostener que “cada uno puede vivir donde quiera y tributar donde quiera” para, en lugar de poner el foco en la ética de marcharse a otro país para tributar menos, ponerlo en la excesiva regulación de los mercados y de la economía.
La estrategia, de hecho, está resultando tremendamente efectiva al punto que el llamado libertarismo, una suerte de vuelta al liberalismo más extremo y cercano al llamado anarcocapitalismo, representado por la bandera de Gadsen (una serpiente enroscada sobre fondo amarillo), ha ganado una popularidad sin precedentes en los últimos años bajo la premisa de la necesidad de apostar por una “revolución liberal”.
Es importante pues, marcar las contradicciones de los que utilizan este término como palabra clave en sus discursos. Y preguntar la libertad que se defiende” para qué” y para “quién” es.
Por qué generalmente parece una libertad para todas las personas que puedan pagar los bienes de mercado y no se opongan a la normatividad. Al final, lo que persiguen las fuerzas más a la derecha del espectro político es seguir defendiendo unos determinados privilegios y a unos determinados grupos sociales, y para ello se emplean diferentes estrategias a su alcance.
Y si la libertad solo defiende la visión propia, personal, individual y egoísta, en contraposición a las libertades colectivas, habrá que preguntarse si eso es realmente libertad.
Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.