Europa

El ascenso del ala falangista de Vox

En el ascenso de Vox ha jugado un papel fundamental su capacidad para aunar a las diferentes familias de la extrema derecha española. Sin embargo, en estos momentos, resolviéndose lentamente desde hace años, existe una pugna entra las diversas facciones de la formación que parece estar ganando el ala falangista de la formación ultraderechista.

Sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes de Vox es que fue capaz de reunir a su alrededor a las distintas facciones de la hasta ahora derrotada extrema derecha española. Desde Fuerza Nueva en 1982, la ultraderecha se había fragmentado en diversos grupúsculos que atomizaron un espectro político ya de por sí reducido, buscando sin éxito de ocupar el espacio que había dejado Blas Piñar y la antigua CEDADE, que fue una de las organizaciones neonazis más importantes de Europa en los años 60 y 70.

Esta fragmentación y la pasividad policial permitieron que la extrema derecha sembrase una década de violencia y terror en las calles como recoge el periodista Miquel Ramos en su libro Antifascistas. «Sabíamos dónde estaban; ahora cada uno anda por su lado», relataban fuentes de Interior al periódico El País en 1984 ante el aumento de la violencia ultra. Y es que, el denominado búnker, el ala dura del franquismo, así como elementos del régimen que perduraron en buena parte de los aparatos del Estado, se apoyaron en grupúsculos de carácter neofascista durante la Transición, a menudo violentos, para hacer frente a rivales políticos y movimientos sociales.

Sin embargo, la misma dispersión que les hacía escurridizos les impedía llevar a cabo un proyecto político de calado. Estos grupos se veían ante la disyuntiva de enrolarse en un Partido Popular que se sabía en la necesidad de acercarse al centro y desechar sus postulados más reaccionarios para llegar a la Moncloa, o entre organizaciones minoritarias como España 2000 o tantas otras extraparlamentarias, más acordes a su ideario pero con una incidencia limitada. A pesar de que buscaron de tanto en cuando alianzas mayores y coordinar espacios comunes, en el mejor de los casos estos partidos políticos obtenían unas pocas concejalías.

La irrupción de Vox lo cambió todo. La formación fue capaz de acoger en su seno varias corrientes ultraderechistas y conformar un proyecto en el que integrarlas aprovechando el discurso de la «derecha alternativa» estadounidense. La ex portavoz parlamentaria de la formación, Macarena Olona, confirmó en su reciente entrevista con Jordi Évole lo que muchos periodistas venían señalando: que el poder en Vox se distribuía entre dos grandes familias, la neoliberal y la falangista. De hecho, la salida del partido de Olona parece haber sido orquestada por representantes del ala falangista, que han conseguido ganar un peso notable en la formación.

Aun así, cuando Vox nació, su composición no era exactamente esta. El partido se gestó el 12 de octubre de 2013 en el vagón de un AVE. Varios hombres fuertes de la derecha española regresaban a Madrid tras haber participado en una manifestación en Cataluña por el Día de la Hispanidad bajo el lema Som Catalunya. Somos España. Como cuenta el periodista Rodrigo Terrasa, entre ellos se encontraban Alejo Vidal-Quadras, por aquel entonces europarlamentario del PP; Santiago Abascal, todavía militante del PP; Javier Ortega Smith, su abogado; Iván Espinosa de los Monteros, promotor inmobiliario; Enrique Cabanas Burkhalter, compañero de Abascal en DENAES; y Gonzalo Altozano, autor de la biografía de Abascal y actual periodista del canal de televisión 7NN, afín a Vox.

La idea de lanzar un nuevo partido surgió del descontento de un sector ultraderechista con las políticas del Partido Popular liderado por Mariano Rajoy. ‘’Mucha gente venía del PP, otros trabajaban en Intereconomía o en la Fundación DENAES y algunos salían del facherío español. Pero al principio las distintas sensibilidades no fueron tanto políticas como generacionales, entre quienes querían hacer un PP auténtico y quienes querían algo diferente’,’ explica el propio Gonzalo Altozano al periódico El Mundo.

Los primeros líderes de Vox, como su primer presidente Alejo Vidal-Quadras o su entonces vicepresidente Ignacio Camuñas, habían sido cargos destacados de la derecha española. Vidal-Quadras había liderado el Partido Popular de Cataluña y Camuñas fue ministro de Relaciones con las Cortes por la UCD. Estos se erigían como representantes de ese sector de la derecha incapaz de entender la evolución de la sociedad española y que se ha quedado atrapado en tiempos anteriores. El paralelismo con Ramón Tamames, exdirigente del PCE y que ha vivido un proceso de derechización que le ha llevado a ser el candidato a la moción de censura presentada por Vox, es inevitable.

El primer relevo a los mandos de Vox: de Vidal-Quadras a Abascal

Alejo Vidal-Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo. Autor: Friends of Europe, 12/07/2021. Fuente: Flickr / CC BY 2.0
Alejo Vidal-Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo. Autor: Friends of Europe, 12/07/2021. Fuente: Flickr / CC BY 2.0

Mientras el partido estuvo dirigido por las viejas glorias de la derecha española, este no consiguió asentarse como una alternativa en el espectro de la derecha. Como relataba el propio Altozano, en sus inicios no había discrepancias notables en lo político en el seno de la formación y muchas de sus primeras propuestas, como la supresión del Estado de las Autonomías, se conservan a día de hoy. Si algo distingue a la primera dirección encabezada por Vidal-Quadras y a la actual dirección de Abascal no es tanto el fondo ideológico como el envoltorio discursivo.

De hecho, en la etapa de Vidal-Quadras, el partido se adaptaba mucho mejor a la etiqueta de extrema derecha clásica que a la de alt-right o derecha alternativa con la que se le identifica a día de hoy. Tras los malos resultados electorales, aunque se quedaron a pocos votos de obtener un escaño en las elecciones al parlamento europeo, el partido sufrió una crisis interna

Varios miembros del Comité Ejecutivo Nacional, entre ellos Ignacio Camuñas, Cristina Seguí, María Jesús Prieto Lafargue y el propio Vidal-Quadras, dimitieron de sus cargos, manifestando este último su intención de no contribuir a la disolución del voto de derecha ante el empuje de fuerzas transformadoras como Podemos.

La misma noche del fiasco electoral de las europeas de 2014, Santiago Abascal fue a cenar a un restaurante de la calle Ayala, en el barrio de Salamanca. Le acompañaban Iván Espinosa, Rocío Monasterio, Javier Ortega Smith, Enrique Cabanas, Gonzalo Altozano y Kiko Méndez Monasterio, asesor actual de Abascal. Este sería el núcleo que tomaría el control del partido y le daría un lavado de cara. El partido pasó del ceremonialismo al gamberrismo, con acciones mediáticas como interrumpir una rueda de prensa de Arnaldo Otegi o la irrupción de Rocío Monasterio en un acto de Carles Puigdemont para darle unas esposas.

En algunas ocasiones, estas acciones de política espectáculo no solo les proporcionaron visibilidad mediática, sino que también les granjearon conflictos con la justicia. Así pues, varios militantes de Vox, entre ellos Ortega Smith (miembro del ala falangista) y Nacho Mínguez, el por entonces líder en Madrid, desplegaron una bandera de España en el Peñón de Gibraltar y retiraron un bloque de hormigón arrojado al mar para impedir que los pescadores pudieran faenar en aguas de la bahía de Algeciras, por lo que Mínguez fue detenido y Ortega Smith tuvo que escapar a nado.

Mientras tanto, a pesar de salir en algunos titulares, los resultados de Vox no mejoraban notablemente más allá de conseguir algunos pocos concejales. Pero el procés catalán fue utilizado por Vox para dar un salto cualitativo en la política estatal. La formación se personó como acusación popular en el juicio a los líderes del procés independentista catalán y fue noticia en numerosas ocasiones por sus exabruptos durante el juicio y por sus elevadas peticiones de pena, de hasta 74 años de prisión en algunos casos.

El resto de la historia es más reciente y, por lo tanto, más conocida. Vox irrumpió en el parlamento andaluz con 12 escaños y después llegó a la cifra de 24 asientos en el Congreso de los Diputados. La repetición de las elecciones los catapultó a los 52 escaños, obteniendo la mayor representación parlamentaria para un partido de extrema derecha en la historia democrática de España.

Su programa político pasa fundamentalmente en lo económico por un alto grado de desregulación, bajada de los tipos impositivos y recorte del Estado de Bienestar, y en lo social por una restricción de derechos como la interrupción voluntaria del embarazo, la negación de los derechos de las personas trans o la desaparición de las partidas para la erradicación de la violencia y desigualdades de género.

En síntesis, se puede observar una articulación de políticas neoliberales con medidas ultraconservadoras o reaccionarias que se corresponde con la composición interna de la formación. Si bien todos los miembros de Vox comparten un núcleo de ideas, se puede distinguir como ya se ha indicado entre un ala marcadamente neoliberal y decidida en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, encabezada por Iván Espinosa y por Rocío Monasterio (entre otros) y un ala falangista liderada por Javier Ortega-Smith o por Jorge Buxadé. Entre ambas, mediaría la figura de Santiago Abascal.

El nuevo reparto de poder en Vox

La dirección de Vox con varias de sus principales caras
La dirección de Vox con varias de sus principales caras

En los últimos meses se advierte una nueva rearticulación en el particular organigrama de Vox. La formación verde asiste a una crisis interna que no ha sido apenas abordada por los medios generalistas. Se cuentan por centenas los exmilitantes y exdirigentes que han abandonado el partido desde las últimas elecciones de 2019 denunciando el autoritarismo y centralismo del que fuera su partido. ‘’Cuando me fui de Vox ya dije que el partido como una pseudosecta, pero hoy creo que me quedé corto’’ sentenciaba en enero al diario El Mundo el ex líder de Vox en Toledo, Luis Miguel Núñez.

Más recientemente, Alejandro Hernández, el presidente de Vox Córdoba, presentaba su dimisión a tres meses de las elecciones locales acusando al partido de estar convirtiéndose en una ‘’red clientelar’’, justo tras el nombramiento de Yolanda Almagro como candidata a la alcaldía por delante de la portavoz Paula Beldinelli, quien contaba con el apoyo de los militantes cordobeses. Esta historia, a pesar del sonoro silencio mediático, se ha repetido una y otra vez en numerosas secciones locales y autonómicas de Vox.

El resultado de esta política ha sido la pérdida de Vox de cerca de la mitad de sus concejales en los últimos 4 años, con más de 200 bajas de los 530 que obtuvo en 2019. Macarena Olona ya señaló la incoherencia que representa la negativa de realizar primarias, entre otras prácticas, con el principio de democracia interna por el que deben regirse los partidos según la Constitución. Además, advirtió de la posible ilegalidad que conllevaría el control por parte de la dirección nacional de los recursos económicos de los grupos autonómicos, con una disparidad más que notable entre los 400.000 euros del conjunto de cuentas de las 52 secciones provinciales frente a los 9.000.000 euros de la cuenta estatal.

La ex portavoz se ha convertido en una horma en el zapato para sus excompañeros tras su salida. Olona se había vuelto una de las figuras más mediáticas de la ultraderecha gracias a sus intercambios parlamentarios con miembros del Gobierno como Yolanda Díaz o Irene Montero. El partido decidió enviarla a Andalucía para tratar de sustituir a Ciudadanos en el ejecutivo de coalición andaluz, pero una campaña exacerbada, folclórica y xenófoba acabó con un resultado modesto para Vox y con mayoría absoluta para el aparentemente moderado en comparación Juanma Moreno.

Si bien se difundió la idea de que Olona había tomado sus propias decisiones en la campaña, la abogada del estado sostuvo en su entrevista en La Sexta que la dirección de campaña estaba en Madrid y que tenía enormes diferencias con el ala falangista de Vox. La decisión de mandarla al sur y de cerrarle la puerta posteriormente ha sido una operación política calculada para expulsarla del partido, denunciaba Olona, señalando particularmente a Buxadé y Ortega-Smith como artífices de la misma.

Hay una serie de acontecimientos que podrían corroborar la versión de Olona. Cuando esta todavía era la portavoz parlamentaria del partido, sufrió la reprimenda y menosprecio de afiliados y simpatizantes de Vox en redes en respuesta a una foto suya vacunándose en el Hospital Zendal. «Estaba perfectamente orquestado, todo era fuego amigo», sostienen desde fuentes próximas a Olona. El ataque podría haber sido obra del sector ‘’bebelejías’’, tal y como fue bautizado por el locutor de radio Federico Jiménez Losantos, el cual se especula que está controlado por El Yunque y que trataría de condicionar las políticas de Vox desde dentro y fuera para que no se desvíe del ideario ultraconservador y conspiracionista.

Una vez Olona había sido desplazada de la organización, recibió ataques y amenazas a través de redes sociales, una de las cuales se efectuó desde la cuenta neonazi que opera en Twitter bajo el nombre de Españabola que la amenazaba diciendo: ‘’vamos a por ti, puta’’. En respuesta, Olona destapó que esta cuenta que se dedica a realizar alabanzas a Hitler o Mussolini estaba a sueldo de Vox para difundir contenido neonazi en redes y señaló que este se refería en Twitter a Jorge Buxadé como su ‘’padre’’. Españabola comparte habitualmente contenido de carácter fascista y, más concretamente, franquista y falangista. Su identidad presuntamente sería la de un asesor de Vox en Catalunya, por lo que su participación en el ala falangista de Vox es bastante evidente.

El ala falangista que dormitaba en Vox

Jorge Buxadé, la cara más representativa del ala falangista.

Sin duda, Buxadé y Ortega-Smith han salido beneficiados de la salida de Olona del partido. Javier Ortega-Smith fue una de las primeras caras visibles de Vox como se ha relatado, llevando el grueso de la acusación popular de Vox en la causa del procés. Íntimo de Abascal y su abogado particular, fue designado secretario de organización y gobernó con puño de hierro, tal y como han señalado ex cargos y ex militantes de la formación. A él se le responsabilizaba en buena medida de las políticas autoritarias y de la sangría de concejales de Vox, por lo que fue recientemente desplazado de la secretaría de organización, aunque conserva la vicepresidencia segunda en el Comité Ejecutivo Nacional.

Por su lado, Buxadé no tardó tampoco en hacerse fuerte en la formación. Tras haber militado en la Falange y en el Partido Popular, en 2016 Buxadé fue vicepresidente de la candidatura de Santiago Abascal para liderar Vox y actualmente es quien lidera a Vox en el Parlamento Europeo, donde se encuadra en el grupo parlamentario más extremista de la cámara junto a los gobiernos autoritarios de Hungría y Polonia o la neofascista Giorgia Meloni. Desempeña el cargo de vicepresidente primero de Vox, lo que le ubica como número 2 del partido.

Ambos se erigen como los dos hombres más importantes tras la figura de Abascal y comparten pasado falangista. Jorge Buxadé no tiene reparos en declarar públicamente que se arrepiente «de haber estado en el PP, no en Falange». Esta organización es considerada por los expertos una adaptación del fascismo italiano y alemán al contexto español, siendo el único partido permitido durante la dictadura franquista y que reivindica teorías de la conspiración contra colectivos minoritarios como los judíos o las personas racializadas.

Por su parte, Javier Ortega-Smith publicó diversos artículos durante su juventud en revistas falangistas y pronunciaba las siguientes palabras en una cena con simpatizantes: «Yo os lo confieso, que José Antonio Primo de Rivera (fundador histórico de Falange) para mí es uno de los grandes hombres de la historia, un magnífico abogado, un magnífico patriota, un gran ideólogo político y que […] se enfrentó, como nos estamos enfrentando todos, a los enemigos de la patri«. Estas dos personas encabezarían pues el ala falangista de Vox.

Javier Ortega-Smith, ex falangista.
Javier Ortega-Smith enseña una foto retocada de Carles Puigdemont.

Más allá de estos, son numerosos los cargos de Vox con una trayectoria de militancia en organizaciones falangistas y neonazis varias que han sido puestos en el poder y que podrían tener tras ellos al ala falangista de Vox. El que fuera número 3 por la Asamblea de Madrid en la lista electoral de Vox de 2021, Jorge Cutillas, militaba en los grupos de choque de Fuerza Nueva y fue detenido en 1982 por apedrear unos autobuses en los que viajaban un grupo de niños vascos de excursión a la capital madrileña.

Tras la disolución de Fuerza Nueva se afilió a las Juntas Españolas de Integración (JEI), una organización que contó con el apoyo del teniente coronel Tejero y de los golpistas del 23-F y de cuya rama juvenil Cutillas fue secretario general. Posteriormente pasaría por diversas organizaciones ultraderechistas para acabar enrolándose en Vox.

En este sentido, el ya mencionado Kiko Méndez-Monasterio es considerado por Abascal su mano derecha, su gurú personal. Méndez-Monasterio prefiere mantenerse en un segundo plano pero es de la total confianza de Abascal. Él fue quien encabezó el equipo de Vox, no Juan García-Gallardo, en las negociaciones con el equipo del Partido Popular para entrar en el ejecutivo de Castilla y León.

En su juventud, Méndez-Monasterio, a diferencia de sus compañeros de partido, desechó el fascismo español en favor del alemán, ya que militaba en la organización hitleriana Alianza por la Unidad Nacional, germen de lo que más tarde fue Alianza Nacional. Además, en 1999 fue condenado junto a Marcos Calero, compañero de partido, por agredir a Pablo Iglesias, entonces estudiante de derecho en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Asimismo, en el estudio de la Fundación Rosa Luxemburgo De los Neocon a los Neonazis: la extrema derecha en el estado español se detallan los numerosos ex miembros de organizaciones neonazis que han acabado en Vox.

Encontramos al número 1 de Vox al Senado por Barcelona José María Ruiz Puerta, que fue el último líder de la organización nazi CEDADE. O a Álvaro Leal, quien fuera número 2 de La Falange por Murcia al Congreso. O a Juan García Sentandreu, aspirante a dirigir Vox en Valencia, que fue candidato de Falange Española de las JONS en 1982. Y así un largo etcétera que engrosarían las corrientes afines al ala falangista de Vox.

El ala falangista derrota a la liberal

Rubén Maso en el Congreso de los Diputados.
Rubén Maso en el Congreso de los Diputados

El periodista Dani Domínguez de La Marea analizaba hace un par de años la presencia de falangistas en el seno de Vox para concluir que, a pesar de que el falangismo era una de las almas de Vox, la que imperaba por aquel entonces era la conservadora ultraliberal. Por el contrario, la salida de la formación de Olona o la pérdida de peso del matrimonio Espinosa-Monasterio, están decantando la balanza en favor del ala falangista.

También en segundo plano se puede analizar este cambio. Algunas de las caras de carácter más liberales de la formación como Rubén Manso, el economista que quería eliminar la sanidad pública y fue el gurú económico de Vox en 2018 o Víctor Gonzalez Coello de Portugal, vicepresidente económico de Vox, han caído en una decadencia mediática e interna. Representaban a la parte más ultraliberal de la formación, siendo relegados de la visibilidad que se les daba antaño. Esta pérdida vendría representada por ese enfrentamiento que el ala falangista aparentemente va ganando.

En este sentido, la propuesta de Vox en Castilla y León de obligar a las madres a escuchar el latido de los fetos antes de interrumpir su embarazo es una muestra de la influencia en la toma de decisiones de los sectores más reaccionarios del partido. «Es un experimento para sondear cómo reaccionaría la sociedad ante un giro radical en política social, que es lo que puede venir después de las elecciones de mayo», denuncia al periódico El Mundo el propio Luis Miguel Núñez, exlíder de Vox Toledo.

Esto no implica que Vox vaya a virar en su política económica neoliberal, ya que el falangismo tiene en su obrerismo mucho más de retórica que de realidad. Tampoco que Abascal no sea tan partícipe como Buxadé u Ortega-Smith de estas operaciones de fontanería interna, ya que por ejemplo Olona se había convertido en una líder carismática que empezaba a hacerle sombra incluso a él. Esto ha llevado a que la camarilla de Abascal se vaya haciendo cada vez más y más pequeña. Y también más radical, siendo sus principales consejeros-diputados el dúo antes mencionado.

Este proceso no es para nada extraño, sino la evolución lógica de la extrema derecha, que se impelida a ser cada vez más y más radical. Está historia quedó muy presente en Alternativa para Alemania (AfD), la extrema derecha germana que nació como un partido antiinimigración y contrario a los impuestos. Ahora ya no están en él 15 de sus 18 fundadores, advirtiendo varios de ellos, entre ellos su último líder, de la tremenda radicalización del partido.

Y parece que este es el camino de Vox con la victoria de su ala falangista y ultraconservadora. Como sentenció Núñez: ‘’hay una corriente muy poderosa que pertenece a una rama ultracatólica que tiene como único fin conseguir capacidad de influencia en distintos ámbitos de la sociedad, desde el militar al eclesiástico pasando por las empresas, los sindicatos y, por supuesto, la política. Se valen de cualquier medio y de cualquier persona. Y cuando un moderado se cansa y se va del partido, llega un relevo que siempre es más radical… y más sumiso’’.

El ascenso del ala falangista de Vox

Vicente Barrachina

Articulista. Apasionado por la Sociología y la Ciencia Política. Periodismo como forma de activismo. En mis artículos veréis a la extrema derecha Al Descubierto, pero también a mí.

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