La extrema derecha gana unas elecciones en Alemania por primera vez desde la victoria de Adolf Hitler
Este fin de semana se han celebrado unas elecciones históricas en los estados de Sajonia y en Turingia en Alemania. En el primer caso, los comicios han dado la victoria por poco a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), principal formación de centro derecha del país, con un 31,5% de los sufragios, seguida muy de cerca con un 30% por el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). En el caso de Turingia, esta formación ha obtenido una clara victoria con el 30,5% de los votos, dejando en segunda posición a la CDU con el 24,5%.
Estos datos, todavía en base al sondeo a pie de urna, implicarían la primera victoria de la extrema derecha en unas elecciones en Alemania desde 1933, cuando el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) de Adolf Hitler obtuvo la victoria que le llevaría al poder en el país.
Además, Turingia es el primer estado donde el partido nacionalsocialista tuvo por primera vez participación en un gobierno, concretamente en 1930
Alemania y el triunfo del discurso antiinmigración
En tercera posición ha dado la sorpresa también la Alianza Sahra Wagenknecht – Por la Razón y la Justicia (BSW), una escisión de La Izquierda (Die Linke) de reciente creación que mezcla propuestas económicas socialdemócratas y socialistas con una postura conservadora en temas como la inmigración, donde ha copiado buena parte del discurso de la ultraderecha en cuanto al aumento de las restricciones a la inmigración y la crítica al discurso que se opone al racismo, al machismo, a la LGTBfobia y a las políticas ecologistas, defendiendo la necesidad de centrarse en la lucha de clases.
Así, este nuevo partido sincrético, que ha convulsionado el panorama político alemán, obtendría el 11,8% de los votos en Sajonia y un 15,8% en Turingia, todavía a la espera de confirmar los datos oficiales.
En cuanto al resto de formaciones políticas, el Partido Socialdemócrata (SPD), la principal fuerza de centro izquierda, obtuvo en Sajonia el 8,5% de los votos y la cuarta posición, mientras que en Turingia quedó en quinto lugar con el 6,1%, entrando por poco en el parlamento. Por otro lado, Die Linke se quedó fuera del parlamento de Sajonia al quedarse en un 4,5%, pero quedó en tercer lugar con un 12,5% en Turingia.
Así, ambas formaciones han acusado una pérdida de apoyo considerable: en Turingia en 2019 había obtenido el 31%, con lo que ha perdido más de la mitad de sus apoyos; en Sajonia, en 2019 habían obtenido el 10,4%, con un descalabro parecido. El SPD, por su lado, ha perdido poco porcentaje en comparación, pero también acusa una pérdida importante de votos.
Los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP) se han quedado sin representación en Turingia, mientras que en Sajonia el partido ecologista liberal ha conseguido mantenerse con un 5,1% de los votos.
Esto refleja, sin lugar a dudas, el gran apoyo popular del discurso ultraconservador de la ultraderecha en ámbitos como la inmigración o los discursos de odio. Un duro golpe tanto para las formaciones tradicionales moderadas como para la izquierda y los defensores de los derechos humanos que, sin lugar a dudas, tendrán que replantear sus estrategias.
Un hito histórico y unos gobiernos complicados
A pesar de estos resultados, ni la CDU ni AfD pueden gobernar por sí mismos. En Alemania, las formaciones políticas han tendido a preservar el llamado «cordón sanitario», un acuerdo verbal que supone dejar fuera del poder y no llegar a acuerdos con partidos políticos de ultraderecha.
Así, desde la CDU ya se ha anunciado que se iniciarán conversaciones en primer lugar con el SPD, un pacto que ya se ha dado en otras ocasiones, como la llamada «Gran Coalición», que sostuvo los gobiernos de Ángela Merkel desde 2013 hasta su marcha en 2021, por lo que no sería extraño que esta posibilidad se diera.
Ahora bien, en ninguno de los dos casos sería suficiente. Se necesitaría, al menos, un tercer partido. En el caso de Turingia, los votos de Die Linke no llegarían al mínimo, sino que necesitaría los del BSW para poder llegar al mínimo necesario. En cuanto a Sajonia, la situación es muy similar.
Esto, sin lugar a dudas complica la situación, ya que este partido no solo diverge en cuanto a las políticas migratorias, sino también en cuestiones como política exterior, donde se alejan de la OTAN y de la Unión Europea, mientras que chocan en cuestiones económicas, convirtiéndolo en un grupo muy complicado para construir un gobierno.
¿El triunfo del rojipardismo?
Mientras que el auge de la extrema derecha y la victoria de Alternativa para Alemania no ha sorprendido tanto, pues es una formación con largo recorrido y un historial de polémicas considerable, la Alianza Sahra Wagenknecht – Por la Razón y la Justicia (BSW) ha confirmado los sondeos con una entrada por la puerta grande a los parlamentos regionales de Alemania, lo que le asegura un futuro a corto plazo prometedor.
Lo más resaltable de esta formación es que ha conseguido configurar un proyecto político que aúne la unión de políticas económicas de corte izquierdista con una postura social conservadora, una rara avis que, sin embargo, tiene una larga tradición tanto en Alemania como en Europa del Este y en Rusia.
Este espacio sincrético, denominado coloquialmente rojipardismo o izquierda reaccionaria, se ha reflejado en varias formaciones políticas en toda Europa, pero sin demasiado éxito. En España, tenemos el caso de Izquierda Española o el Frente Obrero, organizaciones como El Jacobino o personalidades como Diego Fusaro, Ana Iris Simón, Hasel Paris o Paula Fraga.
La estrategia de sus discursos, si bien son muy variables de caso en caso, ha consistido en utilizar la totalidad o la parte del discurso de la ultraderecha, tanto clásica como de la «derecha alternativa» o alt-right estadounidense de corte trumpista, en cuanto a inmigración, feminismo o la defensa de los derechos LGTB, unida a una política económica que puede ir desde la de corte marxista hasta la socialdemócrata.
En cuanto a la teoría política, se les relaciona con la corriente nacionalbolchevique (abreviado nazbol), que tuvo mayor impacto en Rusia y que se ha reflejado en los escritos, discursos y organizaciones del ya fallecido Eduard Limónov y del ideólogo Aleksander Duguin, quien defiende lo que denomina Cuarta Teoría Política y que recogería elementos tanto del comunismo como del fascismo para superar los defectos de ambos, a su juicio.
Aunque la influencia de esta suerte de sincretismo político ha sido amplia tanto en Europa del Este como en Rusia, probablemente por la influencia de la antigua esfera soviética, en el resto de la Unión Europea estos partidos políticos nunca han tenido mucho recurrido ni parece que lo vayan a conseguir. Y es que, en una sociedad políticamente polarizada, mezclar elementos de ambos lados suele provocar más rechazo que aceptación.
O así ha sido hasta ahora.
Todo empezó con una líder política de Die Linke, Sahra Wagenknecht, quien colideró el partido entre 2015 y 2019, y que empezó a tener graves discrepancias con el partido. La política de acogimiento de refugiados, la gestión de la vacunación durante la pandemia o las posturas respecto a la invasión de Ucrania fueron los elementos clave. Ya en 2021, se especulaba de una posible salida de la formación. La pérdida de todos los escaños de Die Linke en Hesse y en Baviera en 2023 fue el detonante definitivo.
Finalmente, a finales de ese año, se celebró la constitución del partido, fundado principalmente por miembros de Die Linke, que fueron expulsados de forma fulminante. Al menos 10 diputados del Bundestag se cambiaron de chaqueta, así como de otros parlamentos regionales. Wagenknecht estaba convencida de que podría atraer tanto a votantes tradicionales, como de la izquierda y la derecha, y así frenar el avance de AfD a la vez que adoptaba una postura antifascista.
Y tanto las encuestas como los resultados de estas elecciones han confirmado el triunfo de esta estrategia, si bien el descalabro principal ha sido para Die Linke. De hecho, aunque el perfil del votante del BSW es muy similar al de Alternativa para Alemania, AfD ha conseguido retener la gran mayoría de su voto.
Su primer debut, tras su constitución oficial en enero de 2024, fue en las elecciones europeas, donde obtuvo un 6,2% de los sufragios y 6 escaños. Nada mal para un partido político que acaba de empezar. No obstante, las principales dificultades que tiene que afrontar ahora ya se han visto desde los comicios europeos: el BSW se ha quedado en el grupo de No Adscritos, es decir, no forma parte de ningún grupo parlamentario europeo ni de ninguna coalición europea.
Y es que, en realidad, aunque en este caso la formación pueda conseguir posicionarse como clave en diferentes parlamentos, que un partido que se considera de izquierda, con una líder con un pasado comunista, adopte al mismo tiempo posturas del discurso ultraderechista como pilar central, dificulta la configuración de un proyecto político a largo plazo con visos a gobernar.
De hecho, en la mayoría de los casos, desde la ciencia política se califica a estas formaciones de extrema derecha, ya que el peso de los elementos ultraconservadores y autoritarios suele imponerse sobre el resto, como sucede en el nacionalbolchevismo o el strasserismo, lo que fue el «ala izquierda» del partido nazi.
Sin embargo, el papel de las formaciones rojipardas está más relacionado, en realidad, con la idea de «batalla cultural» dentro de la arena política. Es decir, la disputa entre diferentes lados del espectro ideológico político por ver qué ideas o acciones políticas considera la sociedad más o menos aceptables. Así, en el momento en que formaciones autodenominadas de izquierdas o progresistas defienden tesis de la extrema derecha, ayudan a que estos postulados sean vistos como más aceptables, correctos o asumibles por la mayoría social.
Por lo tanto, el verdadero problema de que el BSW haya tenido tanta aceptación en poco tiempo es un reflejo del avance del discurso reaccionario, lo que, a la postre, se va a reflejar en una pérdida progresiva de derechos y libertades y en un retroceso de la democracia.
La victoria del BSW podría ser una simple consecuencia de la connivencia de diferentes factores contextuales o, por lo contrario, la señal de un cambio mucho más profundo en el sentir de la sociedad alemana y puede que, por extensión, la europea.
Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.