EEUU y Canadá

Reapropiarse de la tecnología para combatir al capital

Parece que no se es consciente de la gran revolución material y cultural que se podría llegar a vivir y de hecho se está viviendo en el seno del capitalismo actual. La tecnología está evolucionando de una manera que podría liberar a las clases trabajadoras del trabajo monótono, aburrido, repetitivo y que atenta contra la salud de la clase trabajadora en todo el mundo. Incluso dentro de posturas que pueden ser tachadas de radicales, se puede imaginar un mundo post-trabajo: un mundo donde el trabajo esté realizado por máquinas y robots, dejando a las clases trabajadoras libres para resignificar el trabajo y reapropiárselo bajo lógicas colectivistas.

Si no se desea ser tan radical, se podría optar por empleos dentro de la llamada robótica colaborativa, que permitan disponer de tiempos de cuidado y calidad que repercutan en el bienestar social, físico y psíquico de las personas trabajadoras.

Pero esto, que podría ser un hipotético planteamiento postcapitalista, no está en las mentes de los políticos capitalistas —de ninguno de ellos, o de muy pocos— y aún menos en la mente de la socialdemocracia. Los partidos burgueses de izquierda están lejos de abanderar una alternativa al capitalismo neoliberal y, mucho más, de liberar a las clases trabajadoras del yugo del trabajo capitalista.

Esto queda demostrado con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que, en una relativamente reciente y “magnífica” idea que ha encantado a la patronal, ha propuesto crear una “baja voluntaria o flexible”, argumentando lo siguiente:

«Hay que reformar la incapacidad temporal para adecuar esa situación a los tiempos que se viven, a los avances médicos, tecnológicos«. Estas palabras son de la ministra de Seguridad Social, Emma Sainz, del Gobierno de España, un gobierno que se autodefine como progresista.

Pero cabe formular la siguiente cuestión: ¿qué hay de progresista cuando se utiliza la tecnología justamente para aplicar políticas laborales que partidos (neo)liberales, de derecha y extrema derecha también firmarían?

Sin entrar en las polémicas que esta noticia generó, es necesario hacer especial mención al contexto tecnológico del que se hablaba anteriormente: la irrupción de sociedades o modelos culturales tecnocientíficos, para ver cómo se está perdiendo la batalla en dicho campo en pro de tibias medidas neoliberales, o como se verá a continuación, medidas completamente reaccionarias de la mano de la ultraderecha y los neofascismos de la mano de figuras como Elon Musk y sectores empresariales como Silicon Valley.

La cultura tecnocientífica en la que se vive está completamente atravesada por el realismo capitalista, tanto que las propuestas de liberación de la clase trabajadora parecen un sueño irrealizable. Pero lo peor no es no poder imaginar esta liberación, sino ver cómo partidos supuestamente de izquierdas aplican la tecnología para que, aun estando de baja laboral —derecho adquirido en las luchas obreras—, se tenga la «libertad» de decidir si trabajar o no, cuando esta decisión nunca será tomada ni de manera libre ni voluntaria, sino sometida a las directrices de las empresas que tendrán el poder de decir: o se elige una baja flexible que permita seguir siendo productivo o se pierde el trabajo.

Medicina y tecnología, el nuevo remedio de la socialdemocracia para “liberar” a las clases trabajadoras del yugo de la oficina. Es más fácil tecnologizar y medicalizar la explotación laboral que poner fin al trabajo.

La tecnología al servicio del capital: Musk y el tecnofascismo

Sin embargo, y pese a lo negativo de lo expuesto, existen ejemplos de esta instrumentalización tecnológica por ideologías más agresivas que la socialdemocracia (sin restarle a esta ni una coma de su crítica), como la extrema derecha.

Sin ir más lejos, el magnate tecnológico Elon Musk, conocido por estar detrás de empresas como SpaceX o Tesla y por sus proyectos para colonizar Marte o implantar tecnología digital en el cerebro, entre otras muchas propuestas, es a su vez conocido también por ser un ferviente defensor de postulados ultraderechistas, manteniendo un discurso LGTBfóbico muy marcado, antifeminista y racista. En una muestra de absoluta confianza sobre la victoria de sus postulados, Elon Musk realizó el saludo nazi en la misma investidura de Donald Trump.

Una de las últimas imágenes de Musk y Trump juntos, en la campaña electoral de Trump para las pasadas elecciones, es una de las decenas de imágenes que existen de Musk apoyando a la extrema derecha. De hecho, también se ha mostrado afín al gobierno de Javier Milei y ha dado voz a todos los discursos políticos de este espectro en la red social Twitter (X actualmente). A pesar de generarle millones de pérdidas tras su compra, Musk ha instrumentalizado esta plataforma para reproducir y dar manga ancha a sus discursos reaccionarios.

Esta red social se ha convertido desde entonces en un lugar hostil donde los bots y los perfiles extremistas o directamente neonazis amenazan y violentan con impunidad. Perfiles con los que Musk incluso ha interactuado, mostrando su afinidad.

Además, Musk ha sido señalado por la difusión de bulos y teorías conspirativas, empleando su influencia para amplificar narrativas falsas que refuerzan los discursos reaccionarios de la extrema derecha. Recientemente, también ha sorprendido al pedir a Estados Unidos que considere una invasión al Reino Unido, en base precisamente a un nuevo bulo de la extrema derecha sobre una antigua noticia de un caso de pederastia y abusos sexuales, una declaración que ha generado indignación y rechazo internacional. Este tipo de comentarios no solo evidencian una falta de responsabilidad en su discurso, sino también un intento de desestabilizar democracias consolidadas una vez ha conseguido infiltrarse en un alto cargo de EEUU (que se queda corto al lado del poder que tendrá sobre Donald Trump).

Diversos países europeos han declarado que Musk representa una amenaza para la democracia, argumentando que su control sobre plataformas digitales clave y su disposición a promover agendas reaccionarias ponen en peligro el debate público y la integridad de las instituciones democráticas. Estas acusaciones refuerzan la necesidad de una regulación más estricta sobre el uso de las tecnologías digitales y el poder que ejercen los magnates tecnológicos en la configuración de las sociedades modernas.

El caso de Israel y Musk es especialmente revelador: Musk ha suministrado infraestructura tecnológica que ha facilitado la monitorización y la vigilancia en Gaza y Cisjordania, permitiendo una intensificación de las políticas de ocupación y represión contra el pueblo palestino. Y no es un caso aislado en el sector, pues Silicon Valley es uno de los principales proveedores de tecnología militar del estado de Israel, así como del complejo industrial-militar de Estados Unidos y la OTAN. La colaboración de Silicon Valley con el aparato militar estadounidense se evidencia también en los contratos multimillonarios con el Pentágono para desarrollar inteligencia artificial y sistemas de reconocimiento facial, reforzando su papel como parte del aparato estatal de control social y opresión de clase.

En consecuencia, esto refuerza la tesis de que la tecnología, aun siendo intrínsecamente neutra, no está exenta de la significación humana, pues se le debe otorgar un valor, una orientación y una finalidad concreta y, bajo la instrumentalización del capitalismo, queda mediatizada por relaciones de poder que la convierten en un instrumento de dominación. La lógica de acumulación capitalista, en la que Musk y otros magnates participan, se basa en una apropiación privada de los avances tecnológicos que, en lugar de liberar a la clase trabajadora, se utilizan para intensificar la explotación y la violencia.

La resistencia digital pasa por un futuro comunal de la tecnológico

Frente a todo lo narrado, la única manera de revertir el uso reaccionario de la tecnología es su reapropiación colectiva. La tecnología debe ser democratizada y puesta al servicio de las necesidades de la clase trabajadora, como parte de un proyecto de transformación social que priorice el bienestar colectivo por encima del lucro privado. Esto implica no solo disputar el control de las infraestructuras digitales, sino también desarrollar tecnologías que respondan a las necesidades de las luchas de clase y de la organización popular, reorientando su desarrollo hacia una lógica postcapitalista.

Es por ello que la construcción de un horizonte postcapitalista requiere desafiar las narrativas que promueven la tecnología como un fin en sí mismo o como una herramienta de opresión. La maquinaria, desde un punto de vista marxista y anarquista, debe concebirse como un medio para liberar a la clase trabajadora del yugo del trabajo alienante y subordinado, no para esclavizarla a nuevas formas de explotación digital. El cambio de paradigma implica reconocer que la verdadera innovación tecnológica solo puede surgir cuando se emancipa del capital y se integra en un proyecto socialista que priorice las necesidades humanas y colectivas sobre las exigencias del mercado y la acumulación.

En definitiva, es crucial visibilizar cómo la defensa capitalista de la neutralidad tecnológica que la desvincula del proyecto social y político que le da forma en la actualidad, oculta el papel de las grandes empresas de Silicon Valley y sus vínculos con gobiernos y regímenes opresivos. Desde la vigilancia masiva, el control de las redes sociales para sus intereses políticos, o la manipulación antidemocrática de elecciones presidenciales, hasta la colaboración con estados autoritarios, la tecnología digital se ha convertido en una nueva frontera de acumulación capitalista y control social. Revertir esta tendencia requiere no solo una crítica teórica, sino también la organización de las fuerzas sociales para tomar el control de las infraestructuras digitales y reorientarlas hacia un proyecto de emancipación real.

Artículo coescrito por los sociólogos Jose Manuel Bobadilla y Álvaro Soler.

Álvaro Soler

Articulista. Sociólogo y gestor medioambiental, con suerte de poder compartir vocación y formación. Las Ciencias Sociales son una parte muy importante de mi vida. Considero la divulgación a través de la sociología como una gran herramienta para destapar las injusticias sociales y arrojar luz sobre la actualidad diaria contribuyendo así a ser un poco más libres y justos.

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