Europa

La encrucijada del PP: victoria amarga, cordón sanitario a Vox y Ayuso en guerra

Este domingo 13 de febrero el Partido Popular (PP) celebraba la victoria en las elecciones de Castilla y León que, según su líder, Pablo Casado, marcaba una tendencia clara de ascenso electoral. Este triunfalismo chocaba con el ambiente de victoria amarga que se vivía en realidad dentro dentro de la formación de derecha conservadora.

Esto iba de la mano con el hecho de que no son pocos los analistas que, si bien no marcan este evento como una derrota, sí lo hacen como una victoria pírrica que pone al PP en un brete. Y no es para menos. Los populares han revalidado el gobierno de Castilla y León (donde gobiernan desde hace 36 años), pero con un resultado exiguo: 31 escaños.

Esto solo mejora en 2 escaños su resultado de 2019, que fue su peor resultado histórico desde que gobiernan en esta comunidad de marcado signo conservador. Además, pierden 60.000 votos y bajan en porcentaje de voto también, si bien la perdida del PSOE en favor de los partidos de la España Vaciada les ha facilitado mantener el puesto. Como añadido, se quedan bien lejos de la mayoría absoluta que ansiaban con lograr, deshaciéndose así de un partido en franca decadencia como Ciudadanos.

Este panorama se ensombrece cuando su principal competidor en el campo de la derecha, Vox, sube desde 1 asiento hasta los 13. Y ahora, la formación liderada por Santiago Abascal no parece aceptar las migajas de un gobierno con apoyos exteriores como en Andalucía o Madrid. Y más tras la desaparición de Ciudadanos.

Vox reclama entrar en los gobiernos y extender su ideario ultraderechista en el engranaje político, con todo el peligro que lleva eso para los de Casado. De hecho, su primera petición ha sido nada más ni nada menos que la vicepresidencia del ejecutivo castellanoleonés, además de marcar fuertes líneas rojas.

Pero no solamente el fuego enemigo amenaza al actual líder y a su fiel escudero, el secretario general Teodoro García Egea (al que muchos señalan como el estratega de la mayoría de acciones del PP y al que culpan de haber errado el tiro), si no que también viene internamente.

Y es que Isabel Díaz Ayuso, la política de la derecha española más popular, Presidenta de la Comunidad de Madrid y esbozada como la hipotética rival de Pablo Casado en un futuro próximo, ha desenterrado inmediatamente el hacha de guerra una vez las elecciones castellanoleonesas han terminado, demandando la celebración de un congreso regional.

A esto se suma una campaña con varios fallos de cálculo, como la defensa de las macrogranjas, la intervención sobre la defensa de la remolacha o la aprobación de la reforma laboral y las posteriores reacciones.

El PP se encuentra ahora en una encrucijada con diversos actores, errores y problemas de futuro de los que se hablará a continuación.

El plan del teodorismo para llegar a la Moncloa

Rueda de prensa de Teodoro García Egea. Autor: Partido Popular PP, 10/06/2019. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).
Rueda de prensa de Teodoro García Egea. Autor: Partido Popular PP, 10/06/2019. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).

Las elecciones de Castilla y León tienen varios rasgos particulares. Uno de los principales es que han sido elecciones adelantadas y, a la vista de los resultados, también innecesarias.

El presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco gobernaba con una holgada mayoría gracias a su pacto con Ciudadanos que no le hacía depender de nadie más. Además, en la región, el líder de Ciudadanos, Francisco Igea, había rechazado la moción de censura del PSOE y asegurado la estabilidad política de la región.

Así pues no había ninguna amenaza para los populares, siendo uno de los gobiernos autonómicos más estables de la geografía española. Pero sí existía un plan por parte de Génova para llegar a la Moncloa. Este plan, aparentemente, consistía en la voladura controlada de gobiernos regionales populares donde la victoria estaba asegurada para garantizar un aura de victoria a Casado en el próximo ciclo electoral. En otras palabras: que los sectores alrededor de Pablo Casado sacaran músculo a la hora de afrontar futuras disputas en su liderazgo.

Este principio estaba basado en la holgada mayoría que obtuvo en solitario Isabel Díaz Ayuso y que volvió a poner al PP como principal partido a nivel estatal en las encuestas. Desde el teodorismo, en cambio, atribuían esta victoria a una recuperación de la marca del partido, no a la lideresa, con la que mantienen una tensa rivalidad, a menudo poco disimulada.

Así, los objetivos eran provocar elecciones anticipadas primero en Castilla y León y, posteriormente, en Andalucía, con el objetivo de obtener una holgada mayoría que permitiese gobiernos monocolor del PP, destruyera a Ciudadanos, arrinconara a Vox y mostrase que el PSOE está en horas bajas. Una suerte de resurgir de la derecha conservadora clásica reocupando el espacio de la centro derecha y reconsolidando viejos votantes.

En realidad, el plan era poco descabellado. Tenía cierto sentido con las encuestas de Castilla y León que otorgaban al PP un 40% de intención de voto y casi una mayoría absoluta por sí mismo. Aunque muchas voces alertaban de que este plan era peligroso si la campaña o las encuestas no iban bien, especialmente en un momento en el que la volatilidad del voto es bastante alta. Y que en ese caso significaba cambiar a un aliado incómodo como Ciudadanos (pero en horas bajas) por toda una molestia capaz de moler al PP como es la extrema derecha.

Pese a eso, el plan de Génova tuvo luz verde y Mañueco accedió a los designios de Casado, convocando elecciones anticipadas.

Una victoria amarga

Juan García Gallardo Frings con Santiago Abascal. Autor: Vox España, 20/01/2022. Fuente: Flickr.
Juan García Gallardo Frings con Santiago Abascal. Autor: Vox España, 20/01/2022. Fuente: Flickr.

Casado planteó estas elecciones en clave estatal, intentando copiar el carácter plebiscitario de las elecciones madrileñas. Así, el líder popular participó en gran cantidad de actos. El equipo de Mañueco, en cambio planteó, unas elecciones de baja intensidad, seguros de una victoria arrolladora, centrándose en pequeños aspectos clave.

Pero sus rivales no se quedaron quietos y desplegaron una campaña intensa, como la del PSOE, trayendo a sus pesos pesados nacionales. Vox hizo lo propio, copando campañas en redes sociales, presentando a un candidato polémico de la mano de Abascal y repitiendo la receta de siempre.

Además, surgieron multitud de candidaturas del movimiento de la llamada «España Vaciada», con formaciones provinciales como Soria Ya o Por Ávila, que otorgaban a los comicios un plus de impredecibilidad. Y es que, con un sistema electoral que reparte los escaños por provincias, los sondeos de intención de voto se encuentran con futuros más inciertos con este tipo de candidaturas localistas.

Así, a medida que la campaña se desarrollaba en Castilla y León, Mañueco se desinflaba cada día mientras Vox se fortalecía. Con varios bailes en las encuestas, todas coincidían en un punto: el PP se alejaba a pasos agigantados de su ansiada mayoría absoluta.

Incluso en las últimas horas la dirección popular temía un absoluta desmovilización y una victoria de la izquierda que posiblemente hubiera sido el fin de Casado. Y es que muchos comicios se ven reforzados cuando se celebran en conjunción con otros de diferentes instancias. El hecho de que por primera vez se celebrasen de forma aislada, sin coincidir con elecciones municipales o generales, podría afectar a la abstención.

Sin entrar más en detalle, el resultado el final para las fuerzas políticas de derechas fue el siguiente: PP 31 escaños, Vox 13 escaños y Ciudadanos 1 escaño, sobre una mayoría absoluta situado en los 41 escaños. Un escenario de pesadilla para el PP pese a las declaraciones de victoria, “objetivo cumplido” y de hundir al sanchismo que salían desde las filas de los populares. Y es que el PSOE estuvo rozando la primera posición, obteniendo 28 asientos.

La situación es tal que Casado no acude presencialmente a valorar las elecciones si no que manda a Teodoro García Egea. Este omite a Vox y declara que el PP sigue con su “plan A”: un gobierno monocolor. Al día siguiente, Teodoro rechaza pactar con Vox y lo señala como culpable si Mañueco no logra la presidencia.

Y es que esta victoria amarga pone al PP en una situación sin salida. Toda la aritmética electoral parece reducir la alternativa más viable a un pacto con la extrema derecha, pues Vox es el único partido con el que el PP llega a la mayoría sin contar a su “principal” rival, el PSOE.

Y esto como saben en Génova hipoteca el futuro de Casado y su plan de llegar a la Moncloa.

El papel del PSOE y el cordón sanitario

Sánchez se reúne con Pablo Casado. Autor: La Moncloa, 2/09/2020. Fuente: Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).
Sánchez se reúne con Pablo Casado. Autor: La Moncloa, 2/09/2020. Fuente: Flickr (CC BY-NC-ND 2.0).

El PP históricamente obtiene buenos resultados cuando intenta ocupar la centralidad. Así fue en los primeros pasos de José María Aznar, en el gobierno de Mariano Rajoy o en el mismo Pablo Casado. Su cupo principal de votantes, personas mayores de 50 y 60 años, no está para muchas agitaciones: buscan una formación política de Estado, estable, que hable claro y se centre en cuestiones económicas y sociales.

Las primeras elecciones de este fueron un desastre en parte por su radicalización. Luego, se arreglaron parcialmente cuando mostró su lado moderado, lado totalmente impostado ya que Casado proviene de la línea dura del PP seguidora del aznarismo, mientras que su principal rival en las pasadas primarias del partido, Soraya Sáez de Santamaría, representaba al sector de Rajoy. En este intento de ocupar la centralidad su principal rival es el PSOE, que pugna por el mismo espacio.

Que el PP se eche a los brazos de Vox rompe con cualquier espejismo de moderación que el PP pueda proyectar. En otras palabras, una nueva foto del «trío de Colón» solo le acerca al mismo futuro que al de Ciudadanos: un desplazamiento de los votantes hacia posiciones ultraderechistas. Como dijo Sánchez en la sesión de control del Senado: ante la copia y el original, la gente se queda con el original.

Así, la idea sobre la mesa de la dirección del PP es alejarse lo posible de Vox si hace falta pidiendo una “abstención patriótica” al PSOE, es decir, una abstención que permitiría a Mañueco salir elegido y que alejaría a Vox del poder. Así lo esbozó Javier Maroto, portavoz de la formación conservadora, en el Senado el pasado martes.

Esta opción de base parecía poco factible. Además de unas malas relaciones actuales, marcadas por los choques en la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y la polémica con la equivocación de la votación de la reforma laboral, en el PSOE saben que si el PP se ve obligado a pactar con Vox, pueden dar una buena tajada a ese relevante (aunque cada vez más exiguo) montón de votantes indecisos o poco ideologizados que prefiere partidos moderados.

Y, pese a esto, una idea sobrevolaba la mesa: un cordón sanitario a Vox. El primero en comentarlo en la pequeña pantalla fue el socialista Oscar Puentes, alcalde de Valladolid. Pronto, algunos se sumaron como el alcalde de León, José Antonio Díez, también del PSOE.

Desde Ferraz, sede de poder del PSOE, la respuesta a cualquier apoyo al PP fue de tajante y negativa, aduciendo que el PP jamás ha ayudado en sus difíciles pactos para formar gobierno al PSOE y que, de hecho solo, ha puesto piedras.

A todo lo anterior se suma que, España, una democracia con un pasado marcado por dictaduras, bipartidismos y pocos pactos, hay poca tradición de efectuar grandes acuerdos entre partidos grandes. De hecho, el propio gobierno de coalición actual es un hito histórico en sí mismo y costó dos citas electorales que, finalmente, tuviera lugar. Plantear esto con el PP parece toda una quimera.

Pero algo ha cambiado cuando, ayer, martes 15 de febrero, Pedro Sánchez ofreció una abstención al PP si rompía todos sus pactos en las diferentes comunidades con Vox, como toda respuesta a Maroto. Una réplica que todavía no ha sido confrontada.

Duras palabras contra Vox

Ayer a las 17:30 horas también empezaba el Comité Ejecutivo Nacional del PP, que dirimiría el apoyo del partido a nivel estatal a las decisiones de Mañueco. Y sorprendió por la dureza de Casado contra Vox, revalidando las opiniones del propio Mañueco al respecto.

El presidente de los populares ha dicho que su formación representa al reformismo, a Europa y al estado de las autonomías, englobando a Vox acertadamente en el radicalismo y el populismo. Y que no puede pactar con ninguna formación que se oponga a esos valores para además añadir que «divide a las personas por el color de la piel, su género, acento u orientación sexual».

En este sentido, la ejecutiva avalaba la idea del gobierno monocolor “hablando con todas las partes” y el rechazo a pactar con Vox, recordando a los momentos mas agrios entre ambas formaciones tras la fallida moción de censura a Pedro Sánchez.

Esta postura sorprende porque en Castilla y León no existen más opciones aritméticas posibles para la derecha que formar gobierno con la extrema derecha, al menos en apariencia. El resto de formaciones como Ciudadanos o los partidos que conforman la España Vaciada carecen de la fuerza necesaria para ser relevantes

Si pactar con Vox no es una opción, solo queda la abstención del PSOE para que gobierne el PP (o la abstención del PP para que gobierne el PSOE), un gobierno de tipo “gran coalición” siendo un bipartito entre PP y PSOE, o la repetición electoral. Y la mayoría de ellas son un problema para el PP.

Una gran coalición daría validez al señalamiento del bipartidismo como una suerte de turnismo que solo vigila por sus intereses. Posiblemente hubiera una fuerte fuga de votantes hacia Vox, Unidas Podemos y la abstención. Un pacto que no es tan raro en otras latitudes pero que en España se sigue percibiendo como extraño y antinatura.

Además, aceptar las condiciones del PSOE supondría dejar en el aire los gobiernos de las comunidades autónomas de Andalucía, Murcia y la Comunidad de Madrid, precipitando adelantos electorales (como en Andalucía), confrontaciones de liderazgos y, por lógica, reeditar este acuerdo con el PSOE en otras regiones. Sería todo un punto y aparte, un «all in» en toda regla.

Una repetición electoral es una táctica arriesgada que tiene todas las posibilidades no solo de fracasar si no de ser perjudicial para el PP. El electorado suele desmovilizarse con las repeticiones electorales y castigar a quienes las han provocado. Un ejemplo fue la repetición electoral de 2019 en España que casi acaba con Ciudadanos y debilitó a un PSOE que, al parecer, aprendió la lección y pactó con Unidas Podemos, dando lugar al ejecutivo actual.

 Así, la abstención del PSOE es la única posibilidad donde el PP puede no salir demasiado dañado, si bien también tendría consecuencias.

Madrid: al conflicto y contracorriente

Isabel Díaz Ayuso en Arganda del Rey. Autor: Populares de Madrid, 13/04/2021. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).
Isabel Díaz Ayuso en Arganda del Rey. Autor: Populares de Madrid, 13/04/2021. Fuente: Flickr (CC BY 2.0).

La mayoría de barones populares optan por el alejamiento de Vox y apoyan que Mañueco forme un gobierno en solitario.

Solo una baronesa ha aceptado formar un gobierno con Vox: Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña ha marcado como única línea roja no pactar con el sanchismo ni la izquierda, yendo a contracorriente de sus coetáneos, como es su estrategia habitual.

En este sentido parte de la dirección madrileña del PP se ha quejado por este comportamiento de Ayuso que, entienden, rompen la cohesión. Así lo ha mostrado la actual secretaria general de los populares en Madrid, Ana Camins, cercana a Pablo Casado.

Y este no es el único quebradero de cabeza que le va a dar al líder popular esta semana. El día siguiente de las elecciones, el conflicto entre Casado y Ayuso por el control del partido en Madrid volvió tras la tregua castellanoleonesa. La presidenta madrileña comunicó en prensa que exigía al partido adelantar el congreso madrileño que decidirá al próximo líder del PP de Madrid.

Este conflicto nace del intento de la cúpula estatal de no darle un exceso de poder a Ayuso que facilite que en el futuro pueda competir contra Casado. Pero ahora, tras quedar demostrado que fue la marca Ayuso la que arrasó en Madrid por encima de las siglas, probablemente sabe que es más difícil que se le opongan.

Desde Génova también ven difícil ahora parar a Ayuso en sus pretensiones y es posible que finalmente José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, ni siquiera se presente como rival. Pese a eso, la dirección central ha pedido esperar y, sobre todo, resolver este asunto “en el partido”, evitando polémicas públicas.

Pero Díaz Ayuso no es la única que mete presión. En las últimas semanas, la extrema derecha madrileña y Ayuso han tenido varios choques. Por un lado, Vox acaba de mandar una señal clara al PP a través del boicot a la última ley de la Comunidad de Madrid. Esta ley preparada por el ejecutivo de Ayuso y conocida como Ley de Defensa de la Autonomía Financiera, pretendía blindar la Comunidad de Madrid de leyes lanzadas desde el Estado que persigan una armonización fiscal.

De base esta ley es poco posible, ya que una ley emanada de un parlamento autonómico no puede enmendar una competencia estatal. Pero la sorpresa ha sido la reacción de Vox, que esgrime las propuestas más radicales en materia de centralización política y territorial, hasta el punto de haber pedido la disolución y eliminación de los parlamentos autonómicos.

Los de Abascal han tachado a Ayuso de ser una especie de “Puigdemont”, de romper la cohesión nacional y han rechazado la ley tachándola de despropósito y presentado una enmienda a la totalidad.

Por otro lado, vimos a la baronesa del PP cargar contra Vox por su continua referencia a Madrid como una ciudad «insegura» por culpa de los menores extranjeros no tutelados. «Vox mezcla a los menas en todo», aseguró. «Las bandas latinas están compuestas por su mayoría por jóvenes que han nacido en España».

Sin duda, una muestra de fuerza por parte de Vox sobre Castilla y León de una organización que suele entenderse a las mil maravillas con la presidenta madrileña.

Un callejón sin salida

Sea como fuere, los problemas se agolpan en la actual dirección estatal, asediada por un conjunto de malas noticias y de decisiones. Todo el fondo de esta cuestión es la debilidad de Casado ante el electorado y su baja popularidad como líder, que su equipo intenta constantemente remediar.

En esta pelea sin cuartel tiene que luchar contra una formación al alza como es Vox a la vez que con una terrible rival interna que arrasó en su territorio.

El problema de Castilla y León tiene una dificilísima solución que además solo debilitará al actual PP, tome la que tome, salvo que tenga suerte.

Si Vox entra en el gobierno, con casi toda probabilidad podrá marcar la agenda, radicalice al gobierno regional y a los votantes del PP. Si esto ocurre, además de legitimar a Vox como una opción válida, posiblemente desemboque en un robo masivo de votos a los populares por un efecto contagio. Además de que puede dar lugar a un gobierno poco estable y lleno de choques internos.

Si Casado usa cualquier opción para desactivar a Vox (siendo la única realista el cordón sanitario), quizás lo convierta en la “víctima”, refuerce su relato de ser “la alternativa” y lo muestre como la única opción rupturista de la derecha, en un momento donde la derecha nacionalpopulista está ganando el pulso a la derecha tradicional en muchas plazas alrededor del mundo.

Todas estas opciones posiblemente desemboquen en reducción de votos del PP.

Y si Casado no alcanza la Moncloa en 2023, sabe que es muy posible que esto no ocurra ya. Porque acechando se encuentra Isabel Díaz Ayuso y su enorme popularidad entre los votantes de derechas, también entre el electorado de Vox. Un duelo entre la lideresa madrileña y Pablo Casado casi con toda seguridad termine con el actual líder del PP.

No parece haber buenas noticias para Casado y la estrategia que se tejió desde Génova. Muchas fuentes populares están señalando la poca falta que hacían estas elecciones y como se han metido en un problema por un error de cálculo.

De todas maneras, la idea de un cordón sanitario podría funcionar si se hiciera bien (no solo para el PP si no también para la democracia). Pero este cordón sanitario, para que funcione, requiere no solo del acuerdo del resto de partido, si no también de los medios de comunicación y buena parte de la sociedad civil, reconociendo que Vox no es un partido democrático y ni legítimo.

Este postura “a la alemana” se ha demostrado como capaz de frenar a la ultraderechista Alternativa para Alemania en un momento de crecimiento. Es decir, no se trata únicamente de pensar en clave electoralista, sino de defensa de los principios democráticos y de los derechos humanos. Este escenario en España es altamente improbable por el apoyo de los poderes económicos y mediáticos a Vox, que no dejan de revalidar a la formación ultraderechista como una opción democrática más. Pero sería la única opción para que el PP volviera a su posición de hegemonía sobre la derecha.

El resto posiblemente acabe más pronto que tarde, con Vox como el principal partido de la derecha española.

Fuentes, enlaces y bibliografía:

– Foto de portada: Montaje con: Pablo Casado en la reunión del EPP en Bruselas. Autor: EPP, 13/12/2018. Fuente: Flickr (CC BY 2.0) / Campaña de CyL con Santiago Abascal. Autor: Vox España, 20/01/2022. Fuente: Flickr (dominio público) / Isabel Díaz Ayuso en Arganda del Rey. Autor: Populares de Madrid, 13/04/2021. Fuente: Flickr (CC BY 2.0)

Juan Francisco Albert

Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.

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