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Lula da Silva derrota a Bolsonaro en las elecciones generales de Brasil

La segunda vuelta de las elecciones generales de Brasil, que enfrentaba al actual mandatario Jair Bolsonaro del Partido Liberal (PL) y al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT), se celebraron el pasado domingo 30 de octubre, resultando en una estrecha victoria para Lula da Silva, quien obtuvo el 50,9% de los votos, mientras que Bolsonaro obtuvo el 49,10%, según los datos del Tribunal Superior Electoral de Brasil. Así, Lula da Silva se convertirá en presidente del gobierno a partir del 1 de enero de 2023, siendo este su tercer mandato desde que finalizara su último mandato en 2010.

Se pone fin así a un proceso electoral particularmente reñido y en el que se ha evidenciado la polarización de la sociedad brasileña alrededor de dos candidatos y de dos propuestas de país muy diferentes. El 2 de octubre se celebro la primera vuelta que, a pesar de que la mayoría de sondeos daban al izquierdista Lula da Silva una ventaja sustancial sobre el todavía mandatario brasileño, finalmente obtuvo el 48,43% de los votos, por lo que se tuvo que celebrar esta segunda vuelta.

Lula da Silva: una victoria de consenso

Lula da Silva gana las elecciones de Brasil. Fuente: Tribunal Superior Electoral de Brasil
Lula da Silva gana las elecciones de Brasil. Fuente: Tribunal Superior Electoral de Brasil

Para esta victoria, Lula da Silva había conseguido, además de resucitar a la formación que él mismo fundó, reunir varios apoyos a su alrededor para conformar una gran alianza que aunara diferentes sensibilidades, una estrategia no solo propia de otros procesos electorales de la izquierda en América Latina, como en el caso de Chile con Gabriel Boric, sino también característica de lo que André Signer denominó como lulismo o Consenso de Brasilia, un modelo basado a su vez en la Tercera vía dentro de la izquierda moderada.

Así, Lula da Silva había logrado el apoyo de hasta once partidos alrededor de su coalición Brasil de Esperanza, y que incluía al propio Partido de los Trabajadores, al Partido Comunista y al Partido Verde. En su candidatura se vieron incluidos tanto formaciones de centro izquierda, como de centro y de centro derecha, como Solidaridad, el Partido del Socialismo y de la Libertad o el Partido Socialista Brasileño de su histórico rival Geraldo Alckmin, que se convirtió en su candidato a vicepresidente.

Como añadido, tras la primera vuelta, Simone Tebet y Ciro Gomes, quienes habían quedado en tercer y cuarto lugar respectivamente, habían pedido el voto para Lula da Silva. El apoyo de Tebet, representante del denominado centrao, una coalición de partidos moderados y conservadores que históricamente suele condicionar los acuerdos de los gobiernos brasileños, fue bastante relevante teniendo en cuenta que llegó a ser uno de los apoyos del ultraderechista Bolsonaro.

De igual manera, Ciro Gomes, que fue señalado por sus críticos por no sumarse a la candidatura de Lula da Silva debido a su rivalidad, también sorprendió por su abierto apoyo al ex presidente para la segunda vuelta.

Una campaña caracterizada por la polarización y la violencia

El presidente electo brasileño se dirigió a la prensa después de que acabara el escrutinio de los votos con un mensaje de unidad. «A partir del primero de enero de 2023 voy a gobernar para 215 millones de brasileños y brasileñas», dijo alrededor de las 22:00 horas. «Y no solo para los que me votaron. No existen ‘dos Brasil’. Somos un único país, un único pueblo, una gran nación», continuó.

Este discurso podría pasar por uno más de los tantos que se agitan tras una victoria electoral y que tienden a apelar a la unidad. Sin embargo, Lula da Silva hizo referencia a un hecho concreto y palpable: el clima de división, crispación, polarización y violencia que ha vivido Brasil los últimos meses, y que se ha saldado con inseguridad, agresiones y víctimas mortales. «Es hora de bajar las armas que nunca se debieron haber empuñado. Las armas matan y nosotros hemos escogido la vida», dijo Lula da Silva. «Es necesario reconstruir el país en todas sus dimensiones».

Como uno de los principales responsables de esta fragmentación social se ha señalado a su rival, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que ha estado desde hace meses cuestionando el sistema electoral Brasil que lleva funcionando desde 1996, en concreto el voto electrónico, y avisando de que habría fraude electoral, copiando así la estrategia empleada por el ex presidente Donald Trump y que se saldó con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Bolsonaro llegó a decir que, si no ganaba por más del 60% es porque «hay algo raro».

El todavía mandatario ultraderechista también ha mantenido cierta pugna contra el Tribunal Supremo de Brasil. Y es que a Bolsonaro se le está investigando por el uso de campañas de «fake news» durante las elecciones generales de 2018 y por las cuales llegó a la presidencia, y se le ha advertido en varias ocasiones sobre sus acusaciones contra el alto tribunal. Por su parte, Bolsonaro llegó a presentar una demanda contra uno de sus jueces como respuesta, el mismo juez que ordenó intervenir las comunicaciones, hogares y redes sociales de 8 grandes empresarios brasileños que hablaban de fomentar un golpe de Estado a favor de Bolsonaro si pierde, y que fue nombrado titular del Tribunal Superior Electoral (TSE).

El hecho de que Bolsonaro pueda no reconocer las elecciones brasileñas y el amplio apoyo que parece tener en sectores de la policía y del ejército, ha provocado que varios analistas, juristas y opositores señalen el peligro de que aliente a un golpe de Estado, de forma análoga a lo que sucedió en Estados Unidos durante la certificación de Joe Biden en lo que se está investigando lo que pudo ser un plan para impedir la investidura del entonces candidato del Partido Demócrata.

Esta continua degradación y ataque a las instituciones continuó durante la campaña electoral. Así, Bolsonaro trató de atacar a Lula da Silva argumentando que debía de estar preso por corrupción y cuestionando las resoluciones judiciales que le liberaron de la cárcel. Mientras, moderó su discurso, aprobó ayudas sociales para sectores empobrecidos y se acercó a los sectores más religiosos en un intento de reducir la distancia con su rival, lo que logró en cierta medida.

Paralelamente, se han dado algunos episodios de violencia muy graves. Entre estos casos, se encuentra un policía seguidor de Bolsonaro irrumpió en una fiesta y asesinó a tiros a un militante del partido de Lula da Silva; el exconcejal Reginaldo Camilo dos Santos que fue tiroteado cerca de su casa a solo dos días de las elecciones; el caso de Roberto Jefferson, un aliado cercando a Bolsonaro que intentó ser detenido por la policía y reaccionó con disparando y lanzando granadas a las autoridades y que, según el diario Carioca, acumulaba armas para reaccionar ante una posible victoria de Lula da Silva; o en vísperas de las elecciones, cuando una diputada encañonó con un arma a un periodista negro seguidor de Lula.

Durante el proceso de votación, se vivieron episodios en los cuales las autoridades policiales de tráfico retuvieron a varios autobuses del transporte público de personas que se dirigían a votar.

Según Agencia Efe, se llevaron a cabo más de 560 intervenciones de fiscalización de vehículos que realizaban transporte público para electores, especialmente en zonas donde el voto era más favorable a Lula da Silva, lo que suponía un incumplimiento de una orden expresa del Tribunal Superior Electoral (TSE). Su presidente trasladó al jefe de la Policía Federal de Tráfico esta orden con amenazas de multa, el cual borró poco después una publicación suya en Instagram en apoyo a Bolsonaro.

Mientras que seguidores de Bolsonaro defendían la actuación de la policía argumentando que era ilegal transportar a votantes a las urnas y asegurando que estaban siendo pagados por Lula da Silva, los observadores electorales nacionales e internacionales manifestaron su preocupación por lo que consideran una posible vulneración del proceder electoral. Por su parte, seguidores de Lula pidieron la detención de los jefes policiales que estuvieran desoyendo la orden del TSE al fiscalizar vehículos de esta forma.

Por el momento, Jair Bolsonaro no se ha pronunciado en absoluto sobre la victoria de Lula da Silva y no se han producido incidentes. Por el momento, los medios han señalado en tremendo silencio del candidato de extrema derecha y de su entorno, que aseguró que, tras conocer el resultado, «se fue a dormir». Tampoco hay comentarios en redes sociales por parte de sus máximos aliados.

Lula da Silva vuelve a la presidencia de Brasil

Al tenor de los resultados oficiales, Jair Bolsonaro se convierte en el primer presidente de Brasil que dura un único mandato, mientras que el país sigue la tendencia de este ciclo electoral en América Latina de derrotas de las fuerzas de derecha y de extrema derecha en beneficio de candidaturas progresistas de consenso, como ha sucedido en Colombia, Chile o Perú.

Por otro lado, Lula da Silva, que pasó 1 año y 7 meses (580 días) en prisión en 2018 condenado (en 2017) por corrupción en la llamada Operación Lava Jato tras una denuncia del entonces fiscal Deltan Dallagnol aceptada por el ya ex juez Sérgio Moro, regresa de las cenizas para volver a presidir Brasil después de que fue exculpado de dicho caso de corrupción.

Dicha operación policial investigaba desvíos de miles de millones de dólares de Petrobras, empresa semipública de Brasil dedicada al mercado de hidrocarburos, que realizó mediante contratos fraudulentos con otras empresas. La imputación de Lula da Silva le costó a Dilma Rousseff, entonces presidenta de Brasil por el Partido de los Trabajadores, un impeachment en 2016 tanto por su cercanía con el ex presidente como por haberlo intentado poner como jefe de gabinete.

El caso de corrupción fue utilizado por la derecha para atacar a ambos y al Partido de los Trabajadores, que llegó extremadamente debilitado y dividido a las elecciones generales de 2018 en las que ganó Jair Bolsonaro, derrotando a Fernando Haddad (ya que Lula da Silva no podía presentarse) por una diferencia de unos 10 puntos.

Tras esta victoria, Sérgio Moro fue nombrado ministro de Justicia por el gobierno de Bolsonaro, desvelando sus motivaciones y apoyos políticos. Después de que Lula da Silva fuera liberado al cumplir su condena en 2019, en 2021, uno de los jueces de la Corte Suprema anuló todas las sentencias dictadas en su contra por inconstitucionalidad, puesto que Sérgio Moro carecía, a su juicio, de competencia para entender en los supuestos delitos que le imputó. Se condenó tanto a este juez como al fiscal Dallagnol por el Tribunal Supremo por parcialidad. Lula da Silva fue absuelto de las 10 causas que se habían abierto contra él.

A pesar de que este pasado ha sido rescatado por sus rivales políticos para empañar su imagen, lo cual han conseguido parcialmente, Lula da Silva fue elegido para postularse a las elecciones de Brasil en 2021, viendo la caída de la popularidad de Bolsonaro por su pésima gestión de la pandemia y entendiendo que con su liderazgo se podría conseguir una candidatura que le hiciese frente.

Así, el histórico presidente del Sindicato de Metalúrgicos y que llegó a la presidencia de Brasil tras ser encarcelado durante la dictadura militar en 1980 por encabezar una de las huelgas generales más grandes de la historia, y que, según analistas, consiguió mejorar los indicadores económicos y de desigualdad de Brasil a índices nunca vistos entre 2003 y 2010, vuelve a tomar las riendas de un país profundamente dividido y crispado con el desafío de reparar la herencia de la extrema derecha.

Diputada del partido de Bolsonaro amenaza con un arma a un periodista simpatizante de Lula da Silva

Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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