PutoMikel: «No creo que la extrema derecha haya ganado la batalla cultural en redes»
Arqueólogo, borracho y mamarracho. Divulgador de historia. Autor de La historia no es la que es. Así se define PutoMikel en redes sociales, un peculiar creador de contenido que destaca por su contenido en Historia y Arqueología con una buena dosis de activismo político.
Al Descubierto: En Al Descubierto siempre dejamos la primera pregunta para que la persona entrevistada se presente. ¿Quién es PutoMikel?¿Cómo te definirías?
PutoMikel: PutoMikel es un arqueólogo con ansias por divulgar la historia y la arqueología con una perspectiva crítica a través de redes sociales, sobre todo YouTube, a golpe de drag y taconeo si hace falta e incorporando miradas a una historia LGTBIQ, transfeminista y decolonial. O el nombre artístico en redes que eligió un doctorando en arqueología que estaba harto de ver siempre el mismo enfoque en la historia política, nacional o rancia cuando miraba en redes sociales.
AD: ¿Qué te motivó a empezar a crear contenido para YouTube?¿Eras consumidor antes de ser creador?
PM: Sí, y sigo siendo consumidor. Lo que me impulsó a abrir el canal fue una frustración con la academia. En publicaciones y entre compañeros veía investigaciones punteras, críticas, pero veía muy poco esfuerzo para que eso llegase a un volumen mayor de gente.
Creía que podía aportar si intentaba buscar cómo hacer esas nuevas teorías e investigaciones accesibles. Sobre todo en el campo de la Historia, ya que es uno muy dado a esencialismos y reduccionismos identitarios, sobre todo en términos de naciones. Me parecía que hacía falta algo que divulgase no sólo la Historia como sucesión de hechos, sino con una mirada crítica a cómo se construye esa historia. Canales que consumía del ámbito anglosajón, como Lindsay Ellis o Contrapoints me enseñaron lo que se podía hacer con el formato: que se pueden hacer ensayos largos, detallados sin ser densos, con humor pero con profundidad.
AD: Actualmente en YouTube, más allá de entretenimiento, encontramos contenido sobre varios temas como Historia o Física, pero sigue siendo poco común que haya creadores de contenido centrados en política. Además, las pocas personas que se centran en este tema no tienen el reconocimiento ni el alcance de otros divulgadores. ¿A qué crees que se debe esto?
PM: Creo que seguimos pensando en las redes sociales como un lugar para desconectar del mundo, para entretenernos más que para informarnos. Ver contenido de física, o mates, o historia, es formativo, pero estamos «desconectando» igualmente. Lo consideramos más aséptico que las noticias y no queremos meternos en ello. Luego resulta que la política está en todo, incluso en cómo informamos de temas que puedan parecer asépticos como la historia de un periodo remoto, claro, pero digamos que si no desafía la cosmovisión que ya tenemos, es mucho más fácil acudir a estas redes sociales.
Y esto ocurre aunque estemos de acuerdo con esas ideas. Yo consumo muy poco a creadores de contenido en política (en cuanto a que divulgan temas de la actualidad política) porque salvo que sea un tema muy concreto del que quiero saber más, a veces pienso que «me voy a cabrear». Es algo que debería solucionar, pero sigue habiendo esta asociación.
Lo que sí consumo es gente con un discurso crítico, que parten de un posicionamiento político claro, pero desglosan otros aspectos como la cultura, lo audiovisual, la filosofía, desde esos posicionamientos.
Cuando más éxito tiene es cuando todo ese discurso online, todo ese intercambio de posiciones y debates, fluctúa en una movilización a pie de calle. Lo vimos hace poco con la manifestación en Madrid en defensa de la sanidad pública.
AD: En un primer momento, parecía que Internet iba a favorecer a la izquierda porque podía promover la horizontalidad y la universalidad del discurso político. En este sentido, Podemos fue una revolución en las redes sociales. No obstante, ahora parece que los que más se están aprovechando de las redes sociales son las formaciones y personalidades de extrema derecha. ¿A qué crees que se debe esto?
PM: No estoy tan seguro de que las redes estén ya ganadas por la extrema derecha, en esta batalla cultural de la que a menudo se habla. Es cierto que hay campañas de movilización de la derecha que han tenido mucho más éxito últimamente, y que ciertas herramientas como los bots y los hashtags se han sabido aprovechar al máximo para ese efecto.
Pero estas movilizaciones en redes no están aisladas, van acompañadas también de la programación de las noticias que viran nuestra atención a una cosa u otra. En este caso creo que algunas redes han sido más vulnerables a este tipo de tácticas del cabreo inmediato con el tema del momento. Sí creo que, por ejemplo, la compra reciente de Twitter por Elon Musk es un ejemplo perfecto de un campo en el que ahora el discurso de izquierdas está en clara desventaja. Pero otras redes sociales que igualmente son propiedad de milmillonarios, como Instagram, parecen más en pie de igualdad con una movilización de la izquierda considerable.
AD: En este sentido, PutoMikel, ¿qué debe hacer la izquierda para recuperar posiciones?
PM: Va a sonar tópico, pero movilizarse. Crear redes de colaboración y coordinación desde abajo, pero también desde perfiles algo más prominentes, que puedan redirigir, recomendar a otros perfiles más bajos, o más altos y que se pueda crear un loop en el que, conscientes de nuestras diferencias, trabajemos hacia una meta común.
No vamos a estar de acuerdo en todo, por supuesto, pero tampoco debemos dejar de lado el pragmatismo.
AD: Hace unos años se puso de moda el término «militancia digital». ¿Crees en la lucha político-ideológica a través de Internet?
PM: Creo que Internet es un lugar para la propagación de mensajes como cualquier otro. Por supuesto tiene un alcance mucho más inmediato y mayor que subirte a una caja de frutas en la esquina del parque y empezar a gritar, pero la lucha político-ideológica no se puede quedar en Internet.
Cuando más éxito tiene es cuando todo ese discurso online, todo ese intercambio de posiciones y debates, fluctúa en una movilización a pie de calle. Lo vimos hace poco con la manifestación en Madrid en defensa de la sanidad pública. No sólo su alcance se multiplicó gracias a las redes sociales, fue gracias a Internet que supimos mejor del alcance que tuvo, pudimos compartir imágenes y pudimos recalcar la importancia de esta demostración de hartazgo.
Porque en las grandes cadenas de noticias el asunto ocupó algún titular ese día (y dependiendo del medio), pero al día siguiente ya a otra cosa, mientras otras manifestaciones con menos asistencia son amplificadas según lo que dicte la línea editorial.
AD: Muchos pensábamos que Internet serviría para ampliar nuestro conocimiento, y en buena parte ha sido así, pero también ha contribuido a la confusión y la pérdida del sentido con la aparición de los bulos y las «fake news». ¿Cómo piensas que puedes actuar ante ellas?
PM: Yo intento siempre aportar fuentes, como haría en un artículo académico. Me tomo mi trabajo de YouTube como un trabajo académico (en una versión más light): fuentes, referencias… para que la gente pueda buscarlas si lo desea. Pero también intento desde el principio cuestionar estas fuentes. No desde el cuestionamiento desmedido de la conspiranoia, obvio, sino desde el cuestionamiento crítico del rigor científico.
Creo que hay un derecho a ser anónimo, sobre todo en un entorno en el que cada click, cada vez que pasamos de story o deslizamos la pantalla hacia abajo, se rastrea.
Me he encontrado algún comentario de gente defendiendo bulos históricos, claro. En su mayoría intento no hacerles caso, pero también hay que ser estratégico: hay algunos bulos que merece la pena tomarse el tiempo en rebatir, sobre todo si estás preparado, tienes fuentes y pruebas. En mi caso lo he intentado a menudo con estas visiones rosas de la historia de nuestro país: que si no hubo colonización, que si no hubo motivaciones materiales para la conquista de América, o no hubo esclavitud…
AD: Internet, más concretamente los comentarios de YouTube, muchas veces están llenos de críticas e insultos que se hacen casi siempre de forma anónima. ¿Crees que se debería limitar más la libertad de expresión en el espacio digital?¿Qué hacemos con el anonimato?
PM: Este es un tema peliagudo. Muchas activistas hacen su trabajo desde el anonimato de manera muy justificada: por miedo a ser rastreadas o las represalias del régimen en el que vivan. Creo que hay un derecho a ser anónimo, sobre todo en un entorno en el que cada click, cada vez que pasamos de story o deslizamos la pantalla hacia abajo, se rastrea. Si nuestros datos no se protegen realmente el anonimato puede dar una protección extra.
Pero también entiendo que esto da lugar a algo tan indeseable como los insultos envalentonados desde ese mismo anonimato. Ahí creo que lo que hace falta es más educación. Igual que se hacían campañas contra el bullying, debería incorporarse este mundo digital a esa educación casi cívica. Yo a nivel personal no suelo mirar mucho los comentarios, salvo que esté en un ánimo que sepa que no me va a afectar si leo algo fuera de lugar.
No es ideal, y la responsabilidad no debería estar en la persona que recibe los comentarios, pero me parece que el entorno va a cambiar muy lentamente. Sobre todo en redes sociales como Twitter, donde la propia estructura de la página favorece las oleadas de insultos, los descalificativos y las cuentas de bots. En Instagram por ejemplo no he visto ni una fracción de los descalificativos que se ven en Twitter. Y en YouTube, aunque llegan, me parece que no es tan excesivo.
AD: Con la aparición de TikTok y la promoción de los reels en Instagram, parece que nos están dando una señal clara: todavía más aceleración, todavía más estímulo. ¿Cómo valoras esta transición hacia productos audiovisuales de rápido consumo?
PM: Sinceramente me da pena. Yo he empezado a hacer más reels hace poco, y últimamente he visto a más creadores de contenido que han cambiado por completo su forma de usar Instagram. No es malo en sí, claro, pero se nota hasta qué punto los algoritmos y las estructuras de cada plataforma nos impulsan para interactuar con ellas de maneras concretas, a veces forzándonos a «crear contenido».
Odio la expresión de crear contenido, porque contenido es un significante vacío. Pero aquí lo utilizo a propósito, porque a veces da igual lo que crees: tienes que llenar el feed. Hay que alimentar la red, por miedo a caer en un olvido que puede llegar tan rápido como llegó el reconocimiento. Es una autoexigencia constante para estar en el candelero que o bien recae en un equipo más grande de gente, negando esa fantasía del creador individual y hecho a sí mismo, o exprime la creatividad en lugar de cultivarla.
Yo disfruto mucho haciendo ensayos largos, y creo que también hay un lugar para el producto de consumo rápido, y de duración breve. Pero también creo que el impulso que redes como Instagram han dado hacia ese tipo de consumo no han proporcionado otro formato, sino que han obligado a muchos a encallar en ese tipo de producto.
AD: Ya finalizando la entrevista, como hemos comentado, hay pocos creadores de contenidos en el espectro progresista. ¿Puedes recomendar unos cuantos?
PM: Claro. Yo personalmente disfruto mucho el contenido en YouTube de Alba Lafarga, de Infusión Ideológica, de Cuellilargo (también en Instagram), de Chinicuil o de Escupamos la Historia; en Instagram Estela Ortiz; en Twitter de Proyecto UNA…
AD: PutoMikel, ¿qué proyectos futuros tienes en mente?
PM: Pues estoy en un momento difícil: mi próximo medio año debería ser enfocado en terminar la tesis, pero también he descubierto que quiero dedicarme a esto de la divulgación a tiempo completo. Así que toca aterrizar tras saltar de la academia, y no matarme, crear más ensayos en YouTube, de manera más regular, otras colaboraciones, buscar otras plataformas, tal vez un podcast que ahora todo el mundo tiene uno.
AD: PutoMikel, mucho ánimo y muchas gracias por tu tiempo.
PM: ¡A vosotras!
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Articulista. Activista por el derecho a la vivienda y los servicios públicos. Convencido de que la lucha contra la ultraderecha es condición de posibilidad para una democracia plena.