Europa

Desmontando a las ‘tradwife’: el movimiento antifeminista que reivindica a la mujer tradicional de los años 50

Se visten de forma recatada y con colores estampados y suaves. Tienen el pelo adecuadamente recogido. Reflejan la importancia de ocuparse de tareas del hogar como cocinar, limpiar o cuidar de los hijos e hijas. Se trata del movimiento tradwife, movimiento que revindica el papel de las mujeres como un sujeto pasivo sometido a la autoridad patriarcal del marido tal y como se reivindicaba en España durante la dictadura franquista o por movimientos conservadores en los años 50 y 60.

Las tradwives, como así se denominan, han alcanzado cierta popularidad en los últimos años. En España no parecía tener especial relevancia aparentemente hasta la aparición de Roro, una creadora de contenido cuyo nombre real es Rocío Bueno que se hizo viral en julio de 2024 por desarrollar vídeos donde, con una estética e imagen similar, cocinaba elaborados platos para Pablo, su pareja, amén de otras tareas como coser.

La viralización del contenido de Roro, que acumula millones de visitas, contribuyó a abrir en España el debate sobre el movimiento tradwife y el papel de las mujeres en la sociedad y en las relaciones de pareja.

La ultraderecha y el discurso antifeminista

En los últimos diez años, las reivindicaciones de un fuerte movimiento feminista, con su variedad de ideas y corrientes, ha influido notablemente no solo en la sociedad, sino en el discurso y en las acciones políticas. Conceptos como patriarcado, roles de género, violencias machistas, techo de cristal o lenguaje inclusivo… han contribuido a redefinir el panorama político y ha abierto nuevos debates sobre las relaciones sociales en el día a día o sobre delitos como las agresiones sexuales.

Como suele ocurrir, surgieron voces discrepantes y discursos ideológicos en contraposición a lo que se ha denominado tercera o cuarta ola del feminismo y que la ultraderecha moderna ha utilizado como uno de los pilares fundamentales de su estrategia comunicativa y de sus ideas políticas. El antifeminismo es, de hecho, uno de los arietes de la «derecha alternativa» o alt-right estadounidense, ya sea rechazando sus propuestas políticas o, directamente, negando sus principios conceptuales, como la existencia misma de la violencia machista.

Pero la propuesta política del espacio ultraconservador no se basa únicamente en la negación y en la reacción. La alternativa a las propuestas relacionadas con la emancipación y el empoderamiento de las mujeres es, precisamente, la reafirmación de su rol de género. Esto es, exaltar no únicamente las cualidades socialmente aprendidas tanto de mujeres como hombres, sino una suerte de regresión a un pasado glorioso en contraposición a la ya mentada «decadencia de Occidente», concepto desarrollado en 1918 por el alemán Oswald Spengler, admirador del dictador italiano Benito Mussolini y que se ha convertido en el paradigma de la ultraderecha moderna (y clásica) para atacar verbalmente cualquier atisbo de progreso social.

El argumento que suelen emplear estos líderes y estas organizaciones ultraderechistas es que el feminismo está adoctrinando a las mujeres en contra de su verdadera naturaleza y que la verdadera libertad reside en la capacidad de ellas de elegir.

Y que si lo que deciden es ser amas de casa y dedicar su vida a su marido y a su familia, no debería ser objeto de crítica social o política. Ante esto, desde la trinchera ultraconservadora se pone de ejemplo a mujeres de la Historia, como Isabel la Católica, para poner de manifiesto que el feminismo no solo no es necesario, sino perjudicial.

El origen del movimiento ‘tradwife’

Una de las características de lo que el autor Steven Forti denomina como Extrema derecha 2.0 para referirse a las características de la nueva derecha radical es el uso de Internet y las redes sociales tanto para organizarse como para comunicar.

Más concretamente, la aparición de movimientos, grupos y subculturas que tienen su origen y desarrollo (total o parcial) en comunidades virtuales y que, de hecho, contribuyeron al discurso de la alt-right y son anteriores al crecimiento vertiginoso de este nuevo discurso ultraconservador, tal y como han analizado autores como Debbie Ging en su trabajo Alfas, Betas e Incels: Teorizando el Masculinidades de la manosfera en 2017.

El término manosfera (man, hombre en inglés, y esfera) aparece por primera vez en 2009 para describir una red de grupos de hombres que se organizaban para debatir y realizar acciones contra el movimiento feminista.

Estos grupos comprenden diferentes iniciativas y movimientos, como el Movimiento por los Derechos de los Hombres (MRA), los incel (célibes involuntarios, en inglés), los MGTOW (Hombres que siguen su propio camino, en inglés), los coach de la seducción (PUA, por sus siglas en inglés) o la red pill o redpillers, nombre en alegoría a la pastilla roja de la serie de películas de Matrix.

La politóloga Laura Méndez hizo un análisis sobre los rasgos de la manosfera y su influencia en España y en parte del mundo hispanohablante donde resumía las delirantes creencias de lo que se esconde tras el discurso antifeminista amparado por la derecha radical moderna.

Entre estos rasgos se encuentra un discurso que ha cobrado fuerza en los últimos años donde tratan de reflejar cómo deben ser y cómo se deben comportar las mujeres: que sean jóvenes, que no hayan tenido experiencias sexuales previas (o muy pocas, lo que denominan bodycount), que no se exponga en redes sociales y que cumplan con los roles tradicionales, entre otras cuestiones.

Sin embargo, estos espacios son primordialmente promovidos por hombres. El movimiento tradwife se erige como una iniciativa promovida por mujeres (y alentada por hombres y sus intereses) que rechazan el feminismo y que compran los elementos defendidos íntegramente por el discurso ultraconservador. Como tal, se populariza en 2018 y su campo de acción son también las comunidades y herramientas virtuales.

No obstante, el concepto de tradwife puede rastrearse hasta 2012 en los foros de la red pill, por aquel entonces una comunidad misógina de los foros de Reddit, germen de la manosfera y, por extensión, de la derecha radical moderna. Según la periodista austríaca Julia Ebner, el origen del movimiento se encontraría ligado indiscutiblemente a estas comunidades extremistas.

Cécile Simmons, investigadora del Instituto para el Diálogo Estratégico, definía el movimiento como «un movimiento internacional de mujeres que abogan por el retorno a las normas tradiciones de género mediante la sumisión a sus maridos y las tareas domésticas».

El contenido de las tradwives es relativamente sencillo. Normalmente, se trata de vídeos donde una mujer enseña el día a día de su vida mostrando como lleva a cabo tareas domésticas, como cocinar, limpiar o coser, en general con una actitud servil hacia su pareja o marido y/o sus hijos e hijas. En estos vídeos, las mujeres que aparecen copian la estética de las mujeres amas de casa de los años 50 y 60 en cuanto a peinado, ropa, maquillaje, etc. y realizan una completa performance donde se reflejan los aspectos positivos de una relación tradicional en todos los aspectos: mujer casada, ama de casa, a ser posible con hijos, que ha renunciado a su carrera profesional y que habla y se comporta a menudo de forma infantil o aniñada.

Sobre la pregunta a cuál es su origen en cuanto a en qué momento y en base a qué empieza a surgir esta tendencia, una investigación acerca de las creadoras de contenido que se consideran tradwives citan un libro llamado Fascinating Womanhood, de Helen Andelin, escrito en 1963. En este libro se describen los rasgos de la «mujer ideal» y de la «feminidad ideal», bajo el cual las mujeres tienen el control de la casa y de sus maridos a costa de su propia sumisión y de la adopción de roles tradicionales.

En su momento, esta publicación, que recoge escritos y textos de los años 20 y 30 sobre cómo deberían de comportarse las mujeres en sociedad, inspiró a muchas mujeres estadounidenses a enfrentarse al feminismo de segunda ola, muy presente en los años 60 y 70 del pasado siglo. El libro va por su sexta edición y se estima que ha vendido más de dos millones de copias.

Se considera que unafigura clave del movimiento tradwife es Alena Kate Pettitt, autora detrás del sitio web The Darling Academy, donde promueve el retorno de las mujeres a los valores tradicionales. Esta mujer británica contribuyó a popularizar el término, saltando de Estados Unidos a Reino Unido entre 2016 y 2020. No obstante, continuaba siendo un movimiento bastante minoritario.

La pandemia de la COVID19, donde se vivió una explosión del contenido en Internet y también un crecimiento exponencial del discurso ultraconservador a través del impulso y la apropiación de teorías de la conspiración, bulos y noticias falsas, disparó también la popularidad del movimiento tradwife.

En la expansión y el crecimiento de las tradwives parece haber dos figuras clave: la estadounidense Estee Williams y la sudafricana Nara Azizaa. Williams tiene 25 años y cuenta con nada más y nada menos que 120.000 seguidores en Instagram. Azizaa tiene casi cuatro millones.

De su contenido se deducen las características que se defienden desde el movimiento tradwife, incluyendo la forma de vestirse y peinarse, los vídeos de cocina y de cuidados y la defensa de valores tradicionales, amparados en el «amor» a sus maridos y familia y apelando a la gran cantidad de ventajas y a la felicidad que sienten por lo que consideran una elección personal.

Otro caso particular es el de la estadounidense Hannah Neleeman por ir un paso más allá defendiendo la vuelta a la vida del mundo rural. Así, sube contenido acerca de cómo vive con su familia en una granja llamada Ballerina Farm con su marido millonario, sus ocho hijos y un perro, haciendo comida casera, cuidando de animales de granja o disfrutando de juegos tradicionales alejados de la tecnología. Neleeman cuenta con más de 9 millones de seguidores en Instagram y sobre su caso se han escrito multitud de reportajes y artículos.

La idealización del mundo rural, del matrimonio como uno de los momentos vitales y más importantes de cualquier mujer y de la maternidad como una experiencia poco menos que religiosa no viene de ahora: fue un elemento clave en el auge del nacionalsocialismo alemán en los años 20 y 30 a través del denominado movimiento volkisch y ha vuelto a ser reivindicado por autoras como Ana Iris Simón, que han tratado de que el espacio progresista o de izquierdas resignifique valores familiares conservadores.

Por último, es importante destacar el caso de Cynthia Lowen, una modelo canadiense que, en 2021, renunció a sus estudios de medicina para adoptar el modelo de «esposa tradicional» y dedicarse a su marido y a sus hijos, lo que ha descrito como una de las mejores decisiones de su vida.

Así, a partir del año 2020, la popularización del movimiento tradwife fue creciente, encontrando a buena parte del movimiento feminista en contra y siendo amparado por el discurso de extrema derecha en casi todas sus vertientes. La hija de la autora del libro Fascinating Womanhood llegó a decir que la popularidad de las tradwives se debía fundamentalmente al hartazgo del feminismo en Reino Unido.

Movimiento tradwife y extrema derecha

Con este aumento de la popularidad de las tradwives, se hizo inevitable que se convirtiera en objeto de debate.

La principal premisa teórica de las tradwives es que la modernidad, el progresismo y el feminismo ha traído infelicidad a las mujeres. Lo que supuestamente debería haber supuesto una mejora en sus condiciones de vida y en su libertad, se ha traducido en presiones políticas, señalamientos sociales y tener que dedicarse tanto a la casa como al trabajo asalariado. Su conclusión es que, en los años 50 y 60, las mujeres eran más felices porque estas ideas van en contra de la programación biológica de las mujeres y de su naturaleza, por lo que deben dedicarse enteramente al cuidado de la casa, a las tareas domésticas y a los hijos, lo que lleva a la idealización del pasado descrita anteriormente

En lo que respecta al feminismo, de hecho, se observa que se reivindica la «elección» de las mujeres a escoger la adopción de estos valores e ideas como consecuencia de la emancipación de las mujeres. Así, también señalan al movimiento feminista como opresor al criticarlas, señalarlas y denigrarlas por haber adoptado este estilo de vida, defendiendo su derecho a ser amas de casa y dedicarse al cuidado de las labores domésticas. Para ellas, el feminismo estaría entrando en una profunda contradicción al oponerse a su derecho a asumir y aceptar este papel de sumisión.

La mayoría de las investigaciones de periodistas y sociólogos concluyó que el movimiento tradwife era bastante diverso, pero que contenía varios rasgos comunes: la defensa de valores fundamentalistas cristianos, la apropiación de un discurso políticamente conservador y anclado en la derecha ideológica y el antifeminismo.

Debido a todo lo anterior y al apoyo decidido del movimiento tradwife por la manosfera y las organizaciones de extrema derecha, se relaciona a ambos movimientos. No en vano, el prototipo de mujer defendido por las tradwives y las subculturas y movimientos que giran alrededor de la manosfera son muy coincidentes, hasta el punto de existir una defensa y un apoyo activo por parte de los hombres que se adhieren al discurso ultraconservador.

Una de las primeras investigaciones más exhaustivas sobre este movimiento viene de la mano de Seyward Darby en su libro Hermanas en el odio: mujeres estadounidenses y extremismo blanco que, en 2020, demostró la existencia de vínculos entre la alt-right estadounidense y el movimiento tradwife.

La periodista Julia Ebner, también investigadora en el Instituto para el Diálogo Estratégico, en La vida secreta de los extremistas (2020), relata su trabajo de investigación de dos años infiltrada en estas comunidades virtuales. En dicho libro sostiene que las tradwives son la contrapartida femenina del movimiento red pill. En su momento, identificó a más de 30.000 mujeres registradas en estos foros. Su conclusión es que, innegablemente, existe una relación directa entre los elementos más extremistas del antifeminismo y el movimiento tradwife.

Otro trabajo más tardío, en 2023, de la mano de Sophia Sykes y Veronica Hopner, con ya el movimiento más distribuido, concluyeron que, si bien mayoritariamente era un movimiento conservador, existían tanto posturas moderadas que rechazaban el extremismo como otras más radicalizadas. Por otro lado, es cierto que Alena Kate Pettitt rechazó abiertamente en 2020 la relación entre las tradwives y el radicalismo político de derechas.

En el otro extremo estaría Ayla Stewart, tradwife mormona que provocó una gran polémica con el «reto del bebé blanco». En un vídeo, ya borrado, Stewart animaba a sus seguidores a tener tantos bebés blancos como fuera posible. Stewart, bastante conocida en Estados Unidos, dio su apoyo a Donald Trump en las elecciones de 2016 y 2020 y se ha mostrado partidaria del supremacismo y el nacionalismo blanco.

Kristy Campion, de la Universidad Charles Sturt, especializada en extremismo, en su investigación sobre el fenómeno tradwife, apoya esta última premisa, argumentando que es erróneo relacionar a todas las creadoras de contenido que defienden este estilo de vida con intenciones o agendas políticas extremistas.

Sin embargo, afirma que existe una superposición clara entre la extrema derecha y las tradwives. Por un lado, dado que se romantiza una época en la que las normas sociales no incluían cosas como la igualdad de género, la migración generalizada o la aceptación de la diversidad, están reforzando, intencionadamente o no, modelos de vida opresivos para las mujeres o que alimenten el discurso ultraderechista; por otro lado, Campion argumenta que el movimiento podría estar impulsado directa o indirectamente por militantes y simpatizantes de grupos de extrema derecha o de defensores de su mismo discurso, apoyando así la tesis de Julia Ebner.

Esto significaría que muchas de estas tradwives están siendo víctimas sin darse cuenta, por lo que defiende que relacionar automáticamente a una tradwife con la extrema derecha podría tener un efecto negativo sobre estas y reforzar su postura. Además, la elección de simplemente dejar de trabajar y ocuparse de las labores domésticas no implica, en sí mismo, la adopción de un discurso ultraconservador.

Como añadido, desde las posturas feministas se critica esta supuesta «libertad de elección».  La historiadora Gerda Lerner, en su ensayo La creación del patriarcado (1986), explica desde una perspectiva histórica cómo se ha construido el sistema patriarcal y cómo, para sostener un eje de opresión hacia las mujeres, se necesita de la cooperación de las propias mujeres a través de varias estrategias, que incluye desde los procesos de socialización (cine, música, publicidad, familia, amistades…) hasta el adoctrinamiento.

No en vano, los regímenes fascistas y de inspiración fascista, como el Tercer Reich y el franquismo, han defendido el mismo rol tradicional de la mujer sumisa y obediente. En España, la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, el partido político que sostuvo la dictadura franquista, adoctrinó durante años a la sociedad en estos roles de género.

Un ejemplo que podría ser análogo a la del fenómeno tradwife es el Consultorio de Elena Francis, un programa de radio que estuvo en emisión desde 1947 hasta 1984 y donde las mujeres enviaban cartas sobre diferentes problemas cotidianos que eran respondidos por Elena Francis, una mujer, y cuyas respuestas fueron invariablemente de una ideología y moral conservadoras sobre el modelo de mujer, madre y esposa sumisa que el régimen quería inculcar. En 1982 se demostró que Elena Francis no existía: detrás del consultorio se encontraba un equipo de hombres, siendo el periodista Juan Soto Viñolo su principal guionista.

Por último, es importante señalar que este fenómeno presenta diferencias en función de la zona geográfica y el grupo étnico. Y es que el movimiento tradwife también está presente en sociedades asiáticas y en personas racializadas, donde la relación con el discurso ultraderechista, normalmente centrado en el supremacismo de las personas blancas, occidentales, cisheterosexuales y de clase media, no está tan superpuesto por razones más que evidentes.

En resumen, parece que existen suficientes datos y argumentos para sostener que hay nexos comunes entre la extrema derecha y las tradwives, tanto por los elementos compartidos como por las sinergias existentes entre ambos movimientos.

La verdadera cara del movimiento tradwife

La mayoría de las críticas hacia las tradwives o «esposas tradicionales» ha venido, lógicamente, por una cuestión sociopolítica. Es decir, la crítica más importante viene dada por parte de quienes consideran que se están reforzando estereotipos o modelos de feminidad tóxicos y un modelo de mujer que no solo la convierte en un sujeto pasivo y en una ciudadana de segunda, sino que además es irreal y opresivo. De estas cuestiones habla la socióloga Brenda R. Weber en su libro Pantallas de los últimos días: género, sexualidad y mormonismo mediado (2019).

Así, desde este punto de vista, esta «libre elección» no solo procede de un aprendizaje social que refuerza el sistema patriarcal, sino que se está animando a otras mujeres a tomar las mismas decisiones. No se trata de mujeres que simplemente suben vídeos cocinando y cuidando de sus parejas o maridos, como se argumenta desde sus principales defensores, sino que existen implicaciones sociales claras.

Desde el punto de vista de los postulados teóricos del feminismo, la emancipación de la mujeres necesariamente pasa por librarse de las opresiones impuestas por el rol de género y que, por lo tanto, las relaciones con los hombres se construyan desde un plano de igualdad. Así, en un mundo donde la discriminación hacia las mujeres continúa vigente de forma estructural, no estaría en general tomando decisiones en completa libertad.

Sin embargo, existe otro planteamiento probablemente más razonable y sencillo que, no obstante, complementa a lo dicho anteriormente: que el fenómeno de las tradwife es, en realidad, una mentira. Es decir, que la gran mayoría del contenido que estas mujeres suben a redes sociales es falso, actuado o performado, ya sea por motivos políticos o por lo más obvio: ganar dinero.

Y es que la mayoría de creadoras de contenido seguidoras del movimiento tradwife reciben ingresos económicos patrocinando productos o, directamente, trabajan para marcas de todo tipo como de ropa, de maquillaje o de marketing. Esto ya de por sí indica una fuerte contradicción, pues se supone que una tradwife no debería tener independencia económica.

Así piensa la filósofa alemana Catherine Newmark, que considera que las influencers de este movimiento tienen un estatus, una independencia económica y una proyección social muy alejada del ideal de mujer que pretenden inculcar. Un estatus y una aprobación (en forma de seguidores, comentarios positivos, propuestas económicas…) que no consiguen precisamente por la realización de tareas domésticas, sino por la promoción de unas determinadas ideas y de un discurso político muy marcado. Mientras venden que todo lo hacen por la felicidad que les reporta y por amor a su familia, se ganan la vida con una performance que parte de varias contradicciones de base.

Newmark también destaca que, a todo lo anterior, se suma su participación en podcasts, programas de televisión o de Internet, entrevistas, sesiones de fotos y de maquillaje… que parece poco compatible con la vida de ama de casa tradicional. Estee Williams ha declarado en varias ocasiones que se siente muy orgullosa de dedicar más de 5 horas al día a cocinar para su marido, lo que, en opinión de Newmark, parece poco probable que sea real.

Por otro lado, otros análisis han señalado que muchas de estas influencers que aparecen cocinando o realizando tareas domésticas que normalmente son difíciles o, como mínimo, comportan mucho tiempo, aparecen perfectamente maquilladas y vestidas, con uñas largas, etc., lo que parece muy poco compatible con la realización de dichas tareas. Incluso hay quien argumenta que no las hacen realmente o, al menos, no en su totalidad.

También se ha resaltado el hecho de que la mayoría de estas mujeres proceden de un estatus social elevado de base. Suelen ser blancas, occidentales y de clase media alta con un nivel de vida por encima de la media. Un estatus muy alejado de la realidad de la inmensa mayoría de la gente que hace, por tanto, muy difícil replicar ese estilo de vida en apariencia bucólico y feliz.

Por lo tanto, en base a estos argumentos, se puede sostener que estos fuegos de artificio desplegados por las influencers tradwife no son más que un ejercicio de promoción y de publicidad que, no solo es alcanzable total o parcialmente por irreal, sino que difícilmente proporcionará, en consecuencia, ese ansiado estado de felicidad y bienestar que prometen. Una vez más, recuerda a la publicidad de los años 50 y 60, donde se vendían estos mismos atributos (mujer sumisa, elegante, discreta, sumisa, dedicada a la familia, sacrificada, que aguanta, servil, pura, infantilizada…) como deseables para alcanzar el bienestar y la máxima realización personal. Porque, de no cumplirlos, como argumentan algunos influencers de la red pill, «te vas a quedar sola».

Sobre esta cuestión también hay literatura. En 1963, la psicóloga social Betty Friedan escribió el ensayo La mística de la feminidad, una obra tremendamente influyente en el feminismo estadounidense. Friedan se dio cuenta de que muchas mujeres compartían lo que ella llamó «el problema que no tiene nombre»: una profunda depresión, tristeza y ansiedad que los médicos intentaban paliar preescribiendo vacaciones o recetando tranquilizantes, ignorando su verdadero origen.

Una larga investigación que incluyó multitud de entrevistas a amas de casa que habían conseguido todos los objetivos vitales deseables por lo que ahora se denomina tradwife le permitió llegar a una conclusión aparentemente bastante lógica y acertada: la completa dedicación vital, tanto en la cotidianeidad como en las aspiraciones personales, a un rol secundario en la vida de los demás, sin tener tus propios objetivos como persona, te predispone a la infelicidad.

Porque, como añadido, mientras esa mujer ideal se dedica enteramente al hogar, el resto de su familia (marido e hijos) sí tiene aspiraciones y vida más allá del mismo, lo que ubica a la ama de casa en un tercer plano. Ser una tradwife no significa únicamente dejar una carrera profesional para poder cuidar de los hijos, cocinar y limpiar la casa, sino que va mucho más allá. No se trata de que esté mal que las mujeres cocinen, sino todos los elementos que integran ese falso prototipo de mujer sumisa y feliz.

El trabajo de Friedan fue secundado posteriormente por multitud de profesionales de diferentes ámbitos, tanto desde la psicología como desde la sociología, concluyendo que la vida de las amas de casa de clase media estadounidense no se parecía en nada a la felicidad que mostraban los anuncios de electrodomésticos, maquillaje o detergente. Friedan defendió que, además, este modelo tradicional había sido impuesto a las mujeres y que, por lo tanto, limitaban su libertad y su emancipación.

Es inevitable, pues, trazar una clara línea entre esa publicidad impostada donde a las mujeres se les presupone desinteresadas por naturaleza de los asuntos que van más allá del hogar y de la familia, donde su felicidad y su bienestar es directamente proporcional a su capacidad de cumplir con las labores domésticas y satisfacer a sus maridos, y la imagen proyectada por las tradwives donde, a costa de defender unos determinados valores políticos y una copiosa fuente de ingresos, venden la misma pantomima antaño refutada, ahora resucitada por el espectro ultraconservador.

¿Es Roro una tradwife?

El fenómeno tradwife parecía no haber aterrizado demasiado en España, pero la viralización de los vídeos que la usuaria de Instagram y TiKTok @whoisroro donde encuadernaba un libro para su novio Pablo o le cocinaba un plato que tardaba horas en prepararse reabrió este debate sobre el papel de las mujeres en las relaciones sexoafectivas y, por extensión, en la sociedad.

De los comentarios que Rocío Bueno, el nombre real detrás de Roro, recibe en diferentes redes sociales se deduce que ha sido elevada prácticamente a un altar por una gran cantidad de hombres.

Una parte de ellos simplemente se limita a alabar el hecho de que se porte con su pareja de forma tan dedicada y cariñosa; otra parte atribuye a Roro todo un despliegue de rasgos que recuerdan al ideal de tradwife: elegancia, servilismo, pureza, dedicación… en contraposición con el prototipo prefabricado que atribuyen a una mujer feminista: sexualmente promiscua, masculina, que rechaza las relaciones tradicionales, que se va de fiesta…

https://twitter.com/PatrickAbrazos/status/1815733380035621142

La contrapartida es que Roro ha recibido las críticas contundentes por parte de los sectores progresistas y feministas. Un ejemplo es la Federación de Mujeres Jóvenes de España, que ha identificado en Roro varios aspectos atribuibles a las tradwives, como el maquillaje, el peinado o la voz aniñada, aclarando, eso sí, de que lo que hay detrás no es más que un producto de marketing que busca afianzar un «discurso antifeminista y ultraconservador».

Los análisis por parte de periodistas y activistas de este lado no se ha hecho esperar y la práctica totalidad coincide en identificar a Roro con el movimiento tradwife invocando estos mismos aspectos, pero también otros, como el tipo de vídeos que publica (que sigue un formato muy parecido al de otras tradwives) o el hecho de que todos ellos partan de una necesidad de su novio Pablo.

Sin embargo, existen voces críticas en ambos lados. Perfiles masculinos defensores del prototipo de tradwife han señalado que Roro solo es un personaje que ha copiado parte del estilo de las tradwives, pero que en realidad no encaja en el mismo por diferentes motivos.

El más señalado desde este tipo de perfiles es que Roro expone demasiado su cuerpo en redes sociales o que no hace una defensa activa de los valores tradicionales. Es decir, que ser una tradwife va mucho más allá de hacer vídeos cocinando para su pareja o cosiendo un vestido.

Otros perfiles inicialmente críticos con Roro señalan que, efectivamente, Roro refuerza con sus vídeos estereotipos y modelos machistas que pueden ser atribuibles (o directamente copiados de) a las tradwives, pero que ello no implica apoyar o pertenecer al movimiento o sostener un discurso ultraderechista.

En este sentido, se apela a dos argumentos: el primero, que Roro no cumple con la mayoría de los rasgos del movimiento: no promueve explícitamente un discurso tradicionalista o ultraconservador, no está casada ni vive con Pablo, está estudiando una carrera universitaria y no es religiosa. De sus declaraciones públicas, se puede deducir que rechaza abiertamente los valores religiosos y tradicionales y está a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, declarando además que el reparto de las tareas domésticas en casa debe de ser equitativa, si bien dichas declaraciones no han sido tomadas en serio por sus detractores.

El segundo argumento señala que Roro parece un personaje promocional. De hecho, en el perfil de Rocío Bueno puede verse que trabaja para Okiko Creatives, SL, una empresa fundada en 2012 que, según datos públicos, se dedica a «La prestación de servicios de agencia de bloggers y celebridades nacionales e internacionales, fotógrafos, peluqueros, maquilladores y toda persona física o jurídica que requiera o solicite servicios de representación, mediación y promoción artística, de moda, cultura, música, cocina y/ o espectáculo».

Un rápido vistazo a sus redes sociales antes de comenzar con este tipo de vídeos refleja, de hecho, un perfil típico de una chica de 22 años, sin ningún tipo de promoción ni adscripción ideológica.

Kristy Campion, socióloga citada anteriormente, hablaba de este tipo de perfiles que, o bien se identificaban como tradwife sin apoyar o relacionarse con un discurso extremista, o bien reafirmaban estereotipos o rasgos de mujer sumisa y tradicional sin pretender relacionarse ni con el movimiento ni con la extrema derecha. Campion señalaba a este tipo de personas más como víctimas que como verdugos, de su utilización por parte de terceros y la estrategia equivocada de arremeter contra ellas presuponiendo sus intenciones y/o sus ideas políticas.

De hecho, una rápida búsqueda en las redes sociales desvela cuál ha sido la enérgica defensa de Roro por parte de los perfiles más antifeministas: que la izquierda o las feministas odian a Roro por cocinarle a su novio. Una apelación al absurdo y un reduccionismo clásico de este lado del espectro que, sin embargo, se apoya en las contradicciones inherentes a sus contrapartida política, a pesar de que es una afirmación tremendamente falsa e impostada.

A modo de conclusión, podría decirse que ciertos rasgos y actitudes que ha mostrado Rocío en sus redes sociales fruto probablemente de su trabajo para Okiko Creatives la han asociado, intencionadamente o no, con un estereotipo de mujer que, a su vez, se asemeja a las tradwife. Esto, como consecuencia, ha servido para, de un lado, catalogarla de «la novia perfecta» y utilizarla como ariete contra los postulados teóricos del feminismo y, de otro lado, utilizarla como ejemplo de estereotipo de mujer sumisa que refuerza, con su viralidad en redes sociales, un ideal que relega a las mujeres a un segundo plano, relacionándola total o parcialmente con el movimiento tradwife.

Es decir, Roro ha contribuido a abrir un nuevo debate en una brecha evidente y existente sobre el rol de las mujeres y de los hombres en la sociedad y en un momento en que proliferan en redes sociales todo tipo de discursos misóginos desde esa manosfera y que reivindica los roles de género tradicionales.

Si bien es cierto que, al final, Rocío únicamente ha subido algunos vídeos cocinando o cosiendo y que ello no merece los señalamientos personales que dice estar sufriendo incluso cuando anda por la calle, ni es justo que personifique la vanguardia del machismo imperante (de hecho, tal y como argumentaba Campion, es posible que sea más víctima que verdugo) ni mucho menos la peor cara de las tradwives, su contenido refuerza estereotipos dañinos y está siendo utilizado por la manosfera para reivindicar el mismo modelo que defiende el movimiento tradwife y atacar a las feministas. Y no tanto por el contenido en sí, sino por la forma, la estética y el modo de hacerlo.

En resumen, podría decirse que el impacto tanto de Roro como de las tradwives no está tan relacionado con las tareas domésticas, ya sea cocinar, coser o limpiar, que voluntariamente desean llevar a cabo y mostrar en sus redes sociales, sino la reproducción de un estereotipo irreal de mujer que se ha demostrado perjudicial tanto para ellas como para la sociedad en su conjunto y que es defendido a capa y espada por los elementos más ultraconservadores de la sociedad.

El foco debería de ponerse, no obstante, en qué está llevando a muchas mujeres a abrazar estos estereotipos y por qué, en según qué contextos, la vuelta a una década que tiene más para olvidar que para recordar está cobrando especial popularidad.

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Adrián Juste

Jefe de Redacción de Al Descubierto. Psicólogo especializado en neuropsicología infantil, recursos humanos, educador social y activista, participando en movimientos sociales y abogando por un mundo igualitario, con justicia social y ambiental. Luchando por utopías.

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