Gabrielle D’Annunzio: los intelectuales y el fascismo
A menudo, se tilda al fascismo como un movimiento grotesco, propio de personas incultas y poco leídas que no saben actuar más allá del uso de la propia fuerza. «El fascismo se cura leyendo», afirman algunas personas. Por desgracia, esto no podría estar más alejado de la realidad: como prácticamente cualquier movimiento político, el fascismo gozó (y goza) de su propia élite intelectual y de su propia literatura. Un ejemplo ilustrativo es el de Gabrielle D’Annunzio.
Gabrielle D’Annunzio nace en Pescara, una ciudad de la costa adriática italiana en 1863. Cursó estudios secundarios en Prato, donde, siendo aún estudiante, escribe su primera colección de poemas titulada Primovere. A partir de 1881 se instala en Roma, ciudad en la que frecuenta círculos literarios y culturales dando inicio a su carrera periodística en noviembre de ese mismo año.
Paralelamente, se matricula en la facultad de letras de La Sapienza y, asimismo, convierte su domicilio, una buhardilla del número 12 de la vía Borgoña, en el cuartel general de la propaganda ideada por el mismo para darse a conocer tanto en el mundo de la cultura romana, como en los principales ámbitos de poder cortesano, ya que por aquel entonces Italia seguía siendo una monarquía.
Asiste con furor obsesivo a todas las fiestas, inauguraciones, exposiciones, bailes, funerales, conciertos, óperas, combates de esgrima, carreras de galgos….
Prólogo a Crónicas romanas. La sociedad y la vida mundana de fines del ottocento en Roma. Amelia Pérez Villars
D’Annunzio intenta por todos los medios introducirse en la vida y entresijos de la corte romana. Y una de sus estrategias consiste en escribir un libro de poemas hagiográfico dedicado a la figura del rey italiano al que titula rimbombante ente Odas al Augusto Soberano de Italia Umberto I de Saboya. Pero cuando percibió que esto no era suficiente para construir el edificio de popularidad que el pretendía, a D’Annunzio se le ocurre la idea de alimentar el más grande bulo de la historia de la literatura, el que tiene que ver con su hipotética muerte tras sufrir una caída mientras montaba a caballo. Sólo varios días más tarde y cuando todos le daban por muerto, el propio D’Annunzio salió a desmentirlo.
Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón. Pero el alma humana solo vive, de su incesante esfuerzo, por marcarse en todo, con sello imperial.
Gabrielle D’Annunzio
Todo hombre alimenta un secreto sueño, que no es la bondad ni el amor, sino un desenfrenado deseo de placer y de egoísmo.
Gabrielle D’Annunzio y el estetismo
El trágala de permitir que le dieran por muerto, aunque pareciera demasiado burdo en un inicio, le procuró la fama tan ávidamente buscada, granjeándole la oportunidad de publicar uno de sus cuentos en el diario semanal Fanfulla della domenica, una revista italiana de tirada nacional donde tendrá la posibilidad de dar a conocer, a mayores, su primera Crónica mundana.
Algún tiempo después publicará sus escritos en La Tribuna, Il Corriere di Napoli, Il Mattino, Il Giorno y en facetas extranjeras como la francesa Le Matin o los estadounidenses The Daily Telegraph y New York América.
Gabrielle D’Annunzio, al modo galdosiano, recorre sin desfallecer las calles y los cenáculos aristocráticos de Roma tomando nota de absolutamente todo, los olores, los hábitos y formas, las conversaciones, los rostros, las diversas epifanías de la culterana alta sociedad, y con todo este material construirá una reelaboración subjetiva y personalista que se convertirán finalmente en sus conocidas Crónicas mundanas.
Cuando los miembros de la pequeña burguesía romana leen sus textos, se produce al parecer, un “efecto espejo”, provocando que estos alberguen el deseo incontenible de asemejarse a los aristócratas descritos y comienzan a devorar literal y compulsiva ente los artículos y las crónicas sociales de D’Annunzio que no son sólo populares y cercanas al público, sino también refinadas y cultas.
Poco a poco, D’Annunzio va despejando ciertas incertidumbres con respecto a su figura y a, su ideario político, transformándose en uno de los principales impulsores y representantes italianos del estetismo. Su novela Il Piacere, será un ejemplo de ello.
El estetismo no es únicamente un movimiento literario. Involucra a toda la existencia, promoviendo y aconsejando que se viva en contacto con el lujo, con las obras de arte, que se vista muy elegantemente y que se converse exclusivamente de temas elevados, despreciando la vulgaridad de las masas y la supuesta incultura de la población general.
Otra de las facetas a tener en cuenta cuando hablamos de Gabrielle D’Annunzio es su pasión por la lectura y, en concreto, la lectura de la obra del filósofo Friedrich Nietzsche hasta el punto de llegar a apropiarse del concepto nietzscheano de “superhombre”. El superhombre entendido como aquel que se desentiende de toda convención social, renaciendo como un espíritu libre y casi animal frente a las restricciones que le intentan imponer desde la sociedad y que se le aparecen como una realidad sin forma, degradada y decadente.
Tienes que hacer tu propia vida, como haces una obra de arte. La vida de un hombre intelectual debe ser su obra. La verdadera superioridad está toda aquí.
En 1910 se trasladó a Francia dedicándose a escribir obras de teatro en francés. Será en 1915 cuando regrese a Italia para participar en la Primera Guerra Mundial como voluntario, donde protagonizó acciones de gran temeridad como sobrevolar la ciudad Viena a bordo de su aeroplano.
El fascismo idealista de Gabrielle
Al finalizar la Gran Guerra, de alguna manera, se convirtió en el intérprete intelectual del descontento del pueblo italiano por las condiciones en las que había quedado el país, y al frente de “Los legionarios de Ronchi” ocupó la ciudad de Fiume, proclamando la regencia de Carnaro y, pesar de apoyar el ascenso del fascismo, a partir de aquí D’Annunzio se enfrentará , discrepará y se alejará cada vez más del liderazgo y la concepción del fascismo de Benito Musolini y sus escuadristas de camisas negras.
En Fiume estableció un estado independiente que, de hecho, duró entre 1920 y 1924, y estableció una Constitución que convertía este pequeño país en un Estado corporativista (el sistema económico característico del fascismo), y donde encarnó lo que el consideraba los ideales artísticos y culturales del fascismo. Por ejemplo, le dio una gran importancia a la música, que ocupaba un lugar destacado.
El intelecto contra el músculo, la racionalidad contra lo irracional, el fascismo místico o pseudo idealista de D’Annunzio versus el fascismo pragmático, primitivista, violento y apegado al humus de la tierra que personalizaba Benito Mussolini.
Tras declararle la guerra a Italia y perderla tras un fuerte bombardeo (eventos conocidos como la Navidad Sangrienta), en 1921 Gabrielle D’Annunzio abandonó la política activa y se instaló en el lago de Garda, en la villa que el bautizó como Vittoriale Degli Italiani. El Estado independiente fundado por D’Annunzio en Fuimue fue ocupado en 1922 después de que Benito Mussolini llegara al poder, y lo anexionó al territorio italiano en 1924. Ese mismo año, en un intento de desembarazarse de su molesta y excesiva presencia intelectual, Mussolini le nombró príncipe de Montenevoso.
Finalmente, su vida terminó el 1 de marzo de 1938, sin ver realizado su particular idea de fascismo y manteniéndose en todo momento muy crítico con el fascismo oficialista llevado a término por el régimen de Mussolini.
Fiume estaba llamada a ser una utopía. En los meses siguientes, fue un frenesí de ceremonias, espectáculos de toda índole y bailes.
Álvaro Lozano. Revista de libros
Durante el periodo fascista, en Italia, todos los ámbitos de la vida se vieron muy afectados por la oscuridad que destila a dicho régimen y, cómo no, también afectó al mundo de la cultura, y de la literatura, más en concreto.
Desde sus orígenes, el fascismo contó con el apoyo de intelectuales como Marinetti, D’Annunzio, Toscanini y Giuseppe Ungaretti. Si nos detuviéramos a indagar, comprobaríamos que el pensamiento fascista hunde sus raíces en movimientos de vanguardia como por ejemplo el futurismo. El futurismo es un movimiento cultural de ruptura y anticipación, íntimamente vinculado con la ideología política marinettiana. El 20 de febrero de 1909, en el periódico parisiense Le Figaro, se publica el manifiesto fundacional futurista y Marinetti convierte el manifiesto en una proclama agresiva y a la literatura en mera propaganda política.
El futurismo se nos muestra como una nueva interpretación del mundo que nos rodea, como una ideología de protesta híbridada con un gran sentido nacionalista y una comprensión militarista, belicista y aristocrática de la historia.
El elogio del hombre múltiple, el amor a la guerra, la necesidad de la desigualdad en aras del supuesto avance de la sociedad, la lucha permanente por la vida…. Un darwinismo social destructor, la vida y la muerte son los únicos posibles higienizantes de un mundo, según Filippo Tommaso Marinetti, degradado y plebeyo.
Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad.
Filippo Tommaso Marinetti. 1909
Un automóvil de carreras, con su radiador adornado de gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil que ruge, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.
Queremos destruir y quemar los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitaria.
Manifiesto futurista. 1909
Es desde Italia donde lanzaremos al mundo este manifiesto nuestro de violencia atropelladora e incendiarias, con el cual fundamos hoy el futurismo, porque queremos liberar este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerone y de anticuarios.
Ya durante demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de antiguallas.
Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren toda de cementerios innumerables.
Desde que se tiene conocimiento, el arte ha guardado una íntima relación con la política, esto es algo insoslayable. Pero, si además se tiene en cuenta que la cultura ha sido patrocinada e numerosas ocasiones por el propio Estado y/o por el establishment del momento, entonces no quedará más remedio que rendirse a tal evidencia: literatura y política, arte y estado, suelen ser dos caras de la misma moneda, salvo excepciones, pero que sirve para entender la cuestión.
Antropólogos tan reputados como Marvin Harris indican que, en las culturas estratificadas, la religión es un medio de control social y los dones naturales de los artistas son aprovechados por la clase dirigente para inculcar el el pueblo ideas religiosas de obediencia y sumisión y, por extensión, santificar el statu quo.
En contra de lo que popularmente se pueda creer, esa imagen que existe del artista como alguien independiente, libre y con cierto aire de desdén hacia toda autoridad, no es del todo cierta. El arte estatalista es, en su mayor parte, políticamente conservador, y está circunstancia se ha repetido en numerosas veces a lo largo de la historia, si bien es cierto que, en décadas recientes, las expresiones artísticas hayan podido ser más plurales y menos dependientes de instancias superiores.
El arte hace a los dioses visibles en forma de ídolos. Al contemplar los imponentes bloques de piedra que parecen esculpidos por manos sobrehumana, los plebeyos comprenden la necesidad de la sumisión. Se sienten atemorizados ante el inmenso tamaño de las pirámides, y quedan fascinados y atónitos ante las procesiones, oraciones, pompa y sacrificios que los sacerdotes realizan en marcos dramáticos.
Antropología cultural. M. Harris
Este texto de Marvin Harris es en extremo clarificador de hasta que punto el arte puede ser víctima consciente o inconsciente de una monstruosa instrumentalización por parte del poder de turno, en este caso, por parte del fascismo o cualesquiera totalitarismo sin escrúpulos. Sin ir más lejos, una de las formas que tuvo el nazismo en Alemania de conquistar el poder político fue mediante el control del arte y de la cultura, lo que se hizo a través del Ministerio de Propaganda una vez Adolf Hitler llegó al poder, en manos de Joesph Goebbels.
Desde el punto de vista antropológico, esta puede ser una explicación más que realista de lo ocurrido a literatos e intelectuales de la talla de D’Annunzio o Marinetti, entre otros.
Por otro parte, Giovanni Gentile, otro más de los inspiradores intelectuales del totalitarismo en Italia, llega a afirmar que el fascismo tiene un carácter espiritual, dotándola así, de una fuerza y fundamentos, a ser posible, indestructibles, al menos, a los ojos de un pueblo ignorante en todo lo que a la teoría o filosofía política se refiera.
El fascismo es un movimiento antiguo y reciente en el espíritu italiano, conectado íntimamente a la historia de la nación italiana, pero no carente de interés para todas las otras naciones.
Manifiesto del fascismo. Giovanni Gentile
De aquí el carácter espiritual del fascismo.
Este carácter espiritual y por ello intransigente, explica el método de lucha seguido por el fascismo durante los cuatro años que van del 19 al 22.
D’Annunzio: ¿fascista o no?
Es cierto que la aventura de la ocupación de Fiume impresionó a todos sus contemporáneos, incluyendo a Benito Mussolini, que se inspiró en estos hechos para la posterior Marcha sobre Roma y la usurpación del poder por la fuerza. Pero la actitud de D’Annunzio fue, al menos durante los años duros del fascismo italiano y en sus últimos años de vida, ciertamente ambigua, lo que ha sido propuesto y ratificado por historiadores como Giordano Bruno Guerri. De hecho, no hay pruebas de que estuviera involucrado directamente en el régimen de Mussolini, y varios datos que indican que se opuso a él.
Gabrielle D’Annunzio fue leal al Duce como pudo y hasta donde se lo permitió su ser interno, pero en algún momento de la relación entre ambos se produjo el estallido, todo llegó a un punto de inflexión a partir del cual todo se torció. D’Annunzio no podía evitar el mostrar su absoluto disgusto con la decisión de aliarse política y militarmente con la Alemania nazi.
Su ideario fascista era una forma de idealismo espiritual y, por tanto, cada vez más alejado de las tesis de los escuadristas o camisas negras. Incluso, algún historiador ha llegado a afirmar que cuando se enteró del asesinato de Giacomo Matteotti, a nivel interno y privadamente, dio muestras de rechazo por el crimen perpetrado. Por no hablar de que Alemania e Italia estuvieron tuvieron en sus inicios enfrentamientos por el control de Austria, hasta el punto de que Hitler y Mussolini estuvieron cerca del enfrentamiento militar.
En aquellos momentos, muchos estuvieron convencidos de que D’Annunzio podría constituir un verdadero peligro para el desarrollo ulterior del fascismo. El escritor Ernest Hemingway, en una correspondencia enviada desde Suiza para un periódico estadounidense, escribió:
En Italia surgirá una nueva oposición, de hecho ya se está formando y será dirigida por ese viejo y calvo rodomonte, tal vez un poco loco, pero profundamente sincero y divinamente valiente que es Gabrielle D’Annunzio.
En abril de 1923, la Federación y la Asociación Arditi d’Italia entraron en la unión espiritual de D’Annunzio con el fin de resistir al fascismo y fundar una constituyente inspirada en aquella constitución utópica a la que habían llamado la Carta de Carnaro. El propio D’Annunzio quiso aclararle a Mussolini que no estaría dispuesto a entrar en su juego y, el 15 de mayo de 1923, le escribió una carta expresándose, de forma muy literaria, eso sí, lo siguiente:
No quiero ser adjetivo. El nombre de D’Annunzio ya me resultaba odioso en la literatura. Es muy odioso para mí en política.
Una forma muy sutil de decirle que no se prestaría a ser instrumentalizado, explotado o devorado por las fauces de un fascismo vulgar.
En realidad, escribe el historiador Giordano Bruno Guerri, D’Annunzio nunca fue un fascista aunque así lo pareciera en un principio. Una prueba más que convincente es el hecho de que entre los más de veinte mil objetos que encontraron en su casa tras su muerte, no había ni un solo elemento o símbolo que recordara al régimen.
Y tenía en efecto las extremidades un poco correggiescas, las manos y los pies pequeños y flexibles, casi diríase arbóreos como en las estatuas de Dafne en el mismísimo principio de la metamorfosis fabulada.
Gabrielle D’Annunzio. El placer
¿Es posible que la metamorfosis o arrepentimiento, en cuanto a sus ideas protofascistas, fuera real o, por el contrario, fabulada? No se puede saber con absoluta certeza, tan sólo podemos guiarnos por opiniones, algún que otro documento, o incluso, tejer argumentos alrededor de la simple y llana intuición.
Probablemente, D’Annunzio sufrió un ataque de lucidez y de abjuramiento de todas aquellas actitudes que le habían conducido a compadrear con el fascismo de Mussolini, incluso llegar a conformarse en su musa masculinizada, fascistizada e intelectualmente hercúlea. No en vano, sucedió a lo largo de la historia en muchas ocasiones con los regímenes totalitarios de la época: incluso personalidades que ayudaron a levantar el régimen nazi terminaron renegando de él e incluso ayudando a destruirlo, tanto por motivos ideológicos como por otro tipo de intereses. Tampoco hay registros de que D’Annunzio se llamara a sí mismo fascista. Sin embargo, no se puede descartar ninguna hipótesis.
Por otro lado, la inspiración de Mussolini en las ideas y en la acción política de Gabrielle D’Annunzio son muy claras. De hecho, D’Annunzio se llamó a sí mismo Duce, título que después utilizará el propio Mussolini (como hizo Hitler con el sobrenombre de Führer). Además, no solo instauró un Estado corporativista en Fuime, sino que empleó una iconografía, una parafernalia (rituales, uniformes…) que inspiraron claramente al dictador italiano. Por otro lado, la historiografía coincide en afirmar que D’Annunzio era ultranacionalista, estaba a favor de las ideas expansionistas italianas y tenía un sentimiento fuertemente anticomunista que le llevó a ejercer la represión contra militantes comunistas en Fuime.
La relación entre la intelectualidad y el surgimiento del fascismo es cuando menos sorprendente y controvertida. Ha quedado patente que todo cuando existe, todo lo circunstancial, el contexto histórico, político, cultural, sociológico, antropológico y religioso, están en íntima e inevitable relación y, que muy a pesar de todos estos actores, se ven imbricados, hibridados, a veces sostenidos unos por otros, cayendo irremisiblemente en trampas y mentiras.
La única posibilidad de alcanzar la lucidez intelectual es ser conscientes en cada momento, del irresistible afán de libertad que porta el ser humano, la libertad, la vida, la cultura y el intelecto son contrarios al fascismo.
Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario «Transido de un abismo» y de títulos de próxima aparición como «La poliantea de los sentidos» y «Crónicas claudinas».