Vox pone en jaque al Partido Popular: los múltiples problemas a los que se enfrenta Pablo Casado
Las recientes elecciones catalanas han significado un cambio en el tablero político con la sorpresiva irrupción de Vox como primera fuerza de la derecha de ámbito estatal en Cataluña. Con los resultados, Ciudadanos (Cs), un partido muy herido, muestra que su caída no tiene fin, perdiendo 30 actas y bajando hasta los 6 escaños. Y aunque este partido fue el gran perdedor de la jornada, todos los ojos se pusieron sobre el Partido Popular (PP).
Al inicio de las elecciones catalanas, las encuestas daban hasta 10 escaños al partido liderado por Pablo Casado. A medida que avanzaba la campaña, estos resultados se fueron desinflando hasta bajar a los 3 diputados, que fueron su resultado final. El peor dato histórico de los populares en Cataluña tras romper el récord marcado por las elecciones anteriores y que acabaron con el liderazgo de Xavier García Albiol cuando obtuvo 4 asientos.
Las críticas no tardaron en llegar, obviando al candidato catalán Alejandro Fernández y fijándose en la cúpula estatal que había elaborado toda la estrategia y marcado el camino.
Y es que el Partido Popular se encuentra con dos largos años de zozobra y cambios de rumbos, sin acabar de encontrar un camino que le permita reconectar con su electorado. Lejos queda el plan de Casado de intentar reabsorber a Cs y Vox, o unificarlo con una marca común.
Por contrapartida, el partido de extrema derecha Vox, liderado por Santiago Abascal, mejora constantemente sus resultados en las encuestas y en cada convocatoria electoral, esquilmando votos a Ciudadanos y PP. De hecho, en Cataluña obtuvieron 11 escaños, más que Ciudadanos y PP juntos.
Todas las críticas recaen sobre su actual líder, Pablo Casado y su dirección, en una espiral de críticas incesante desde 2020.
Y sin exculpar a Casado, la realidad es que el Partido Popular tiene un panorama muy complejo y múltiples problemas estructurales que le lastran desde hace tiempo y que se van a ver a continuación.
Cómo ha llegado el Partido Popular a este momento
Lejos queda noviembre de 2018, cuando el tablero político español cambió con la irrupción de Vox en el Parlamento Andaluz. En aquel momento la principal fuerza histórica de la derecha, el Partido Popular (que ya sufrió la aparición del partido liberal y contrario a los nacionalismos periféricos de Ciudadanos, ubicado en el centro derecha), vio aparecer un nuevo actor de extrema derecha que le robaba votantes.
En un primer momento, el PP aceptó unir a Vox a sus gobiernos, si bien la férrea oposición de Ciudadanos (que en aquel momento tenía un amplio número de escaños) obligó a que la formación ultraderechista solo pudiera apoyar desde el exterior a los gobiernos de la derecha.
Poco después, ocurrieron las elecciones de abril de 2019, donde tanto el Partido Popular como Ciudadanos viraron a la derecha, pugnando por ser la principal fuerza de su bloque, una línea que ya se veía venir desde principios de año. Famosa es la fotografía donde líderes de los tres partidos se hicieron en la plaza de Colón de Madrid el 11 de febrero de 2019, que les hizo ganarse el apodo de «el trío de Colón«
El Partido Popular invitó a Vox a unirse a un hipotético gobierno derechista mientras defendía la legitimidad de la formación verde. El partido naranja por su lado abandonaba su posición de centro derecha, vetaba cualquier pacto con el PSOE y se lanzaba sobre el electorado popular, si bien se dieron varios vaivenes que no dejaban clara la dirección del partido entonces liderado por Albert Rivera.
El resultado de aquellas elecciones fue el peor resultado en la historia del PP con 66 diputados, seguido muy de cerca por un buen resultado de Ciudadanos con 57 actas y un Vox con unos resultados discretos, con 24 diputados, pero que les hacía estrenarse de manera aceptable en el hemiciclo.
Todas las miradas se dirigieron a su joven líder, de carácter radical, del ala dura del partido (el llamado “aznarismo”) que había tomado una estrategia de defenestrar a los viejos cargos imponiendo jóvenes perfiles radicales. Tras el fracaso del proceso de radicalización, Pablo Casado declaró una “vuelta al centro”, queriendo poner al PP como el gran partido del centro derecha. Así se alineaba también con sus homólogos europeos, que habían adoptado la postura, especialmente en Alemania, Francia y Países Bajos, del «cordón sanitario» contra el aumento de las fuerzas ultraderechistas o nacionalpopulistas.
Esta estrategia también tuvo sus críticas pero unos buenos resultados en las elecciones de noviembre de 2019, donde el PP obtuvo 89 escaños y Ciudadanos casi desapareció, bajando hasta los 10. Pero en ese momento la derecha radical de Vox, tomó el relevo, obteniendo 52 escaños. Aunque las alarmas también sonaron en aquel momento, el riesgo del “sorpasso” parecía lejano y el PP se había recuperado. O, por lo menos, salvado los muebles.
La constante polarización
Pero durante el siguiente año, la llegada del coronavirus, la crisis sanitaria y económica, las distintas encuestas no auguraban una mejora del PP, incapaz de aprovechar la debilidad del gobierno de coalición. En cambio Vox sí conseguía rentabilizar esta caída, aumentando lenta pero constantemente en números de escaños y voto en las distintas encuestas. Inicialmente, Vox parecía desgastarse ante los constantes ataques a un reforzado ejecutivo de coalición pero, a medida que pasaban los meses, iba recuperando el poco apoyo popular aparentemente perdido.
El entorno de polarización social, un fenómeno político que se ha producido casi de manera global, ha afectado notablemente a España. La aparición la extrema derecha de Vox es una consecuencia de este proceso y a su vez, lo potencia aún más, radicalizando el voto de la derecha.
En este proceso de polarización, los partido políticos centristas suelen desaparecer con pocas excepciones, fruto de una base poco sólida (pues no suele ser habitual que la gente cuya adscripción sea el centro político lo sea con radicalidad o gran convencimiento) la radicalización de las posiciones políticas y la creación de frentes con enemigos vetados.
El principal damnificado de este proceso fue Ciudadanos que, tras su éxito electoral, fue medido a partes iguales como un partido de centro sin utilidad y poco confiable y, a su vez, como una formación de derecha donde sus puntos más radicales eran más tibios que los mismos esgrimidos por Vox. Esto fue la causa de su descalabro sin paliativos de 57 escaños a solo 10, entre otros motivos.
Y este proceso de polarización puede cobrarse también al electorado del PP. El Partido Popular ha declarado en varias ocasiones su intención de copar el espacio de centro derecha y de romper con la línea adoptada por Vox, como ya dejó claro durante la moción de censura presentada por la formación ultraderechista y en declaraciones posteriores. Esta es una iniciativa inteligente, dado que el partido es incapaz de ser más radical que Vox y mejorar sus resultados. No solo, sino que además, usar los argumentarios de la ultraderecha, solo la refuerza.
Así, el Partido Popular ha basado parte de su estrategia en distanciarse de ciertos puntos con respecto a Vox, como son: el proyecto europeo, que es rechazado por la extrema derecha de forma generalizada; el liberalismo económico, alejándose de apuesta de Vox por una línea económica más cercana al proteccionismo y al neoliberalismo; y el rechazo al populismo basado en la antipolítica y las teorías de la conspiración, tratando de presentar al PP como un partido de Estado, a favor del establishment y centrado en aspectos y problemas «reales».
Pero también tiene sus riesgos. Una moderación percibida como excesiva podría evaporar el electorado más a la derecha del Partido Popular e impulsar a Vox. En un escenario de constante polarización con una crisis social es probable que más votantes del Partido Popular vayan radicalizándose. En un escenario donde Vox se vislumbrará cercano al PP en escaños, esto podría aumentar aún más la confianza de los electores en Vox y causar un «sorpasso real».
Las últimas encuestas reflejan, de hecho, que Vox podría alcanzar los 64 escaños, recortando un tercio su distancia del PP.
El pasado del Partido Popular
El PP es un partido fundado en el año 1989, un partido con historia. Previamente, había sido Alianza Popular, una gran coalición de fuerzas de centro y de derecha aunadas por Manuel Fraga Iribarne, ex ministro de la dictadura de Francisco Franco procedente de los sectores más reformistas del régimen. Y una larga historia puede convertirse en una pesada carga más si esa historia está llena de casos de corrupción, prevaricación y saqueo de lo público, con casi 900 cargos públicos del partido imputados por estas causas.
Además, estos sucesos han salpicado la mayoría del país en cientos de diferentes piezas, siendo las más llamativos por su relevancia la Trama Gürtel, los papeles de Bárcenas, el Caso Púnica o el Caso Taula, por nombrar solo algunas.
Muchos de estos casos tienen investigaciones aún pendientes o sin resolver en distintos estrados judiciales. Así, estos casos vuelven al PP liderado por Pablo Casado, muchos de ellos en los peores momentos. Hay que recordar que la caída del ejecutivo de Mariano Rajoy, donde este se encontraba en una cómoda mayoría, vino por una moción de censura motivada por las nuevas revelaciones del Caso Gürtel.
Estos casos siguen a día de hoy apareciendo, como ocurrió en el caso de las elecciones catalanas, donde nuevas informaciones sobre el extesorero Luis Bárcenas salieron a la luz y condenaron la campaña popular.
Solo hay que ver las diferentes encuestas al principio y casi al final de la campaña. Si al principio la media de encuestas daba al PP un buen resultado entre 7 y 8 escaños, al final auguraban una catástrofe que se convirtió en real, firmando el PP su peor resultado desde que las primeras elecciones autonómicas catalanas, con solo 3 diputados. En algunos momentos, la posibilidad de que incluso se quedaran fuera del Parlament era bastante real.
El peso de la corrupción es una herencia difícilmente digerible que amenaza constantemente al actual PP y que le hace perder el crédito de sus votantes, que ven en Vox una formación todavía limpia de corrupción, muy a pesar de las múltiples causas que también amenazan al joven partido de Abascal.
Por este motivo también, la actual dirección ha decidido librarse del mítico edificio de la calle Génova, la sede del PP, también manchada por la corrupción, ya que fue reformada con dinero en negro.
Al menos ese motivo ha asegurado Pablo Casado para querer librarse de ella: romper con el pasado del PP. Otras fuentes también indican un problema de liquidez fruto de la reducción de las subvenciones públicas, la pérdida de poder territorial y los ingresos derivados de ello y el cuantioso préstamo de esta sede, de 37 millones de euros, de los cuales los populares ya habían abonado 25.660.739,2 euros, quedando por pagar 11.339.260,86 euros hasta el 2036.
Esta marcha ha suscitado el recelo de la vieja guardia del PP y los barones moderados, que creen que no hay que romper con el legado del Partido Popular.
La lucha en las facciones del PP
El Partido Popular, como organización aglutinadora de las derechas españolas hasta el 2014, reunía en su interior a las diferentes corrientes derechistas, desde liberales hasta la extrema derecha. Con la irrupción de los nuevos partidos, muchas personas abandonaron el PP, pero otras muchas se quedaron.
Así, el PP pugna por un constante enfrentamiento entre los moderados del partido y la línea dura que quiere llevar adelante la batalla cultural contra la izquierda siguiendo la estela recorrida por Vox.
Los primeros optan por una estrategia basada en la gestión, ocupando el centro derecha y llevando a cabo pactos con el PSOE si es necesario por cuestiones de Estado. Generalmente están representados por la vieja guardia de cargos y políticos del partido, cercanos a la línea de la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría o el Presidente de Galicia Alberto Nuñez Feijoo.
La segunda opta por confrontar directamente a la izquierda y apostar no solo por una batalla de gestión económica, sino también por la batalla cultural, es decir, la confrontación contra las ideas de la izquierda (un término muy en boga por parte de la derecha radical). En general esta generación está representada por los cargos más reaccionarios del pasado PP y en especial por los jóvenes nuevos cargos populares, como Isabel Díaz Ayuso, Cayetana Álvarez de Toledo u, originalmente, Pablo Casado.
Inicialmente, tras la toma de poder de Pablo Casado, la vieja guardia fue relegada y defenestrada, imponiendo cargos jóvenes radicales como Cayetana Álvarez de Toledo y/o fichajes estrellas de peso cultural tradicionalista como el torero Miguel Abellán o el pastor Juan José Cortés, padre de la asesinada trágicamente Mari Luz Cortés.
Sin embargo, el resultado de esta estrategia de corte radical para las elecciones de abril de 2019 ya se vio dónde acabó: con el peor resultado de su historia.
Así, el PP realizó la “vuelta al centro” que se cobró sus víctimas, como un renovado rechazo al político ultraderechista Viktor Orbán (tradicionalmente muy apoyado por el PP español y por Casado en particular), la no renovación de fichajes para las elecciones de noviembre, como el pastor Juan José Cortés, la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, la impetuosa portavoz popular que fue finalmente destituida, marcando todo esto un cierre de la intentona radical.
Pese a eso aún quedan destacados miembros del ala radical en posiciones de poder, como la líder de juventudes Bea Fanjul, Carlos Iturgaiz del ala dura en el País Vasco o el consejero de Isabel Díaz Ayuso, el siempre polémico Miguel Ángel Rodríguez.
Así, ante el descalabro en las elecciones catalanas, la facción radical ahora defenestrada, culpabilizó a la vuelta al centrismo la derrota. Por su lado, los barones moderados acusaban al giro a la derecha y sus consecuencias los malos resultados.
Esta pelea entre las facciones internas puede aumentar si los malos resultados se prolongan en el tiempo o incluso provocar un nuevo vuelco en la estrategia partido, haciendo tambalear el liderazgo de Pablo Casado. Lo que lleva al siguiente punto.
El liderazgo de Pablo Casado
Pablo Casado se hizo con el poder de manera sorpresiva en 2018, tras unir a todos los candidatos del PP contra la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que parecía que saldría vencedora de las elecciones internas del partido conservador tras la marcha de Rajoy.
Desde entonces, su liderazgo siempre ha sido tildado de dudoso, tanto de manera interna como de manera externa. Por un lado, se le achacaba una excesiva juventud, ambición personal, radicalidad (por ejemplo, el colectivo ultracatólico Hazte Oír impulsó su candidatura por encima de la de Soraya) y su dependencia del aznarismo.
No en vano, su trayectoria no es muy larga. Se afilió al Partido Popular en 2004, siendo presidente de las Nuevas Generaciones un año después. Bajo el ala de Esperanza Aguirre, fue diputado por la Asamblea de Madrid en 2007 hasta 2009, momento en el que abandona a Aguirre y pasa a ser Jefe de Gabinete de Manuel Pizarro, donde fue de la mano de José María Aznar. En 2011 fue elegido diputado del Congreso y hasta 2015 formó parte de diversas organizaciones internacionales donde hacía de intermediario.
No obstante, no fue hasta 2015 cuando se dio a conocer al ocupar la vicepresidencia de Comunicación del partido, lo que le valió numerosas apariciones en prensa y en televisión. Su carrera, pues, fue muy probablemente preparada desde los sectores del ala dura del Partido Popular y promovida por José María Aznar, quien desde siempre ha intentado que la formación adoptara posturas más radicales, lo que no pudo conseguir desde la Fundación FAES.
Su liderazgo sufrió las primeras críticas internas cuando realizó las purgas a los afines a Soraya y miembros de la vieja guardia.
En las elecciones de 2019, tomó un discurso radical, donde se usaron términos como “batasunos” para referirse a los partidos de izquierda arbetzale, y se invitaba a Vox a formar parte de un futuro gobierno de derechas. Tras el fracaso en 2019, todos los ojos se giraron hacia él y su cúpula de jóvenes, que pidieron más tiempo para enderezar el partido y crear un nuevo proyecto. Ahí fue donde reconectó trató de retroceder en sus posiciones.
Pero la realidad es que su liderazgo nunca ha causado entusiasmo. Las distintas citas electorales han demostrado que no es un líder carismático capaz de ganar más votos que el PP por sí mismo.
Además, han sido otras personalidades del PP las que han tenido más proyección. Desde el lado de la confrontación, la Presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso ha sabido copar las portadas y convertirse en una referencia de oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Incluso a nivel internacional ha llamado más la atención, siendo calificada de «Trump española».
Por el lado del sector moderado (al menos en el discurso y las formas), el alcalde popular Martínez Almeida de Madrid ha causado gran expectativa, siendo elevado a portavoz popular a nivel estatal y siendo puesto como ejemplo de concordia y entendimiento incluso por parte de sus rivales políticos.
Además, la sombra de Núñez Feijoo desde Galicia, siempre se ha proyectado como un futuro líder del PP por sus casi dos décadas al frente de Galicia encadenando mayorías absolutas. El gallego nunca ha dudado en mostrar sus discrepancias con la dirección de Génova, e incluso ha llegado a distanciarse de las siglas durante los procesos electorales.
Tras su vuelta al centro, desde los sectores más a la derecha del Partido Popular se le culpabilizó de volver a un proyecto fracasado. Esta situación se tensó aún más en la moción de censura a Pedro Sánchez de septiembre de 2020, donde Pablo Casado lanzó un fuerte alegato contra Santiago Abascal y Vox, tensando enormemente la relación entre ambas formaciones.
Y esta ruptura podía en parte ser lógica, ya que la moción, que no tenía ningún viso de prosperar, atacaba sobre todo al Partido Popular, al dejar a Vox la iniciativa contra Pedro Sánchez y disputar el liderazgo informal de la oposición contra el ejecutivo de coalición.
Todo el espectro en el lado derecho del PP y más a la derecha, ha marcado este momento como un grave error, ya que argumentan que el único enemigo es Pedro Sánchez.
Estos mismos sectores achacan los malos resultados catalanes a la ruptura del PP con Vox.
Partido de Estado o no
El PP siempre se ha reivindicado como un partido de Estado, capaz de pujar por el bien de España dejando de lado sus intereses personales, para alcanzar grandes pactos.
Esta estrategia es radicalmente opuesta a la de la extrema derecha, que buscar crear conflicto y aumentar la polarización para beneficiarse políticamente.
El PP ha transitado casi por la fase de dejar de ser un partido de Estado oponiéndose al Presidente Pedro Sánchez constantemente, a reivindicarse como tal, declarándose heredero del legado pactista que ha caracterizado al bipartidismo español hasta hace apenas diez años.
El objetivo de este plan es vender a Vox como una formación populista, de confrontación e incapaz de gobernar con seriedad, mientras que se vende el PP como una formación responsable preocupada por la gestión y por el país.
Pero este camino tiene también varios problemas. En el actual contexto polarizado y de crisis, pactar con Sánchez tiene varias lecturas. Por un lado, reivindica al Partido Popular como un partido con sentido institucional y útil, lo que puede atraer el voto centrista, un colectivo que se reduce por la polarización política de los últimos tiempos.
Por otro, un acercamiento al PSOE da la razón a Vox de que es el único partido de la oposición y, además, el verdadero partido antiestablishment, ya que su veto hacia el gobierno de coalición y el socialismo es total. Esto podría esquilmar aún más al Partido Popular por su lado derecho.
¿Puede dejar ser el Partido Popular la primera fuerza de la derecha española?
Así, el que ha sido hasta ahora el primer partido político de la derecha, se enfrenta a un adversario que no para de comerle terreno. Este escenario recuerda al que interpretaron PSOE y Podemos en 2017, donde el PSOE temía un «sorpasso» que acabó fracasando.
La realidad es que Vox representa un peligro más grande que Podemos en sus respectivos espectros políticos, ya que si apenas hay casos de que una formación de la izquierda alternativa consiga convertirse en la fuerza mayoritaria de su espectro, los casos con la derecha nacionalpopulista son bastante más comunes.
La superación de Vox en escaños al PP sería una noticia que, de darse, posiblemente intercambiase la balanza de fuerzas en el largo plazo, al desbancar efectivamente al viejo partido conservador, como consiguió la extrema derecha francesa al superar a los Republicanos, el partido conservador tradicional de Francia.
También señalar el hecho de que la extrema derecha ha conseguido radicalizar partidos que antes ocupaban espacios similares al PP como es, el caso del Partido Republicano de Estados Unidos, o incluso el propio Fidesz, el partido que lidera Viktor Orbán en Hungría.
Pese a eso, Vox aún no cuenta con la estructura y redes del Partido Popular que le han mantenido hasta ahora en un suelo de 66 diputados (16 más de los que tiene Vox). Además, las actuales encuestas sitúan al PP a varios puntos de la extrema derecha.
Como añadido, el PP está intentando marcar un perfil propio, distanciarse de Vox y captar el voto moderado y útil, que es la estrategia que más puede evitar el temido “sorpasso”. Aunque esta por ver si el PP, siendo el partido referente de la derecha durante décadas, es capaz de atraer a votantes de centro desencantados del PSOE o de Ciudadanos, un punto que no parece del todo claro por el momento.
De hecho, uno de los puntos que mantienen al PP en activo es, además de las redes que lo sostienen, el voto de la gente mayor de 65 años, mientras que Vox lidera el voto de la juventud de entre 18 y 30 años, especialmente de los hombres. Evidentemente, esto es insostenible a largo plazo para los populares.
Junto a esto, los populares están ultimando un plan para absorber a Ciudadanos, que posiblemente les beneficiaría y haría más factible el acceso a la Moncloa en unas futuras elecciones. Por ahora, Inés Arrimadas no parece estar por la labor.
Otra opción interesante que tiene el PP para evitar o ignorar a Vox es aplicar el «cordón sanitario», como se hace en distintos países de Europa sobre la extrema derecha. El PP siempre ha renegado de esta herramienta, pero cada vez con la boca más pequeña.
De hecho, ya se están ensayando las alternativas a este tipo de cordones, como son los pactos de gobierno de gran alianza, es decir, acuerdo entre los partidos mayoritarios de cada bloque, bastante más comunes en el norte de Europa.
Esto además lleva a la irónica idea de que si Vox superase al Partido Popular en escaños, posiblemente los populares activarían un cordón sanitario sobre la formación ultraderechista, alejándola más de gobernar que si simplemente se mantiene como un subalterno. En esta tesitura, por ejemplo, se encuentra el partido Agrupación Nacional de Francia, liderado por Marine Lepen.
Sobre el futuro del PP se juntan muchos factores que pueden cambiar el futuro del partido: el nivel de polarización política, el desarrollo de la crisis económica en España por Covid19 y la resolución de las causas de corrupción que, en el peor momento, pueden volver a sentenciar al partido.
Director de Al Descubierto. Estudiante de Ciencias Políticas y máster en Política Mediática. Apasionado del estudio y análisis del hecho político, con especial interés en el fenómeno de la extrema derecha, sobre la que llevo formándome desde 2012. Firme defensor de que en política no todo es opinable y los datos, fuentes y teorías de la ciencia social y política deben acompañar cualquier análisis.