Asia

Israel y la extrema derecha: política y mesianismo

La existencia del Estado de Israel, país creado en 1948 por resolución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha estado sujeta a grandes controversias y rodeada de conflictos. A partir de su nacimiento, Israel ha estado en constante conflicto con los países vecinos y las relaciones que ha establecido con el Estado de Palestina han dividido al mundo entre detractores y partidarios.

No obstante, diferentes ONGs y asociaciones por los Derechos Humanos, como Human Rights Watch o Amnistía Internacional, entre otras, han denunciado al Gobierno de Israel por su trato con los territorios palestinos ocupados o por el uso de la fuerza para imponer su política en la región, además de por no cumplir con acuerdos internacionales.

La polémica más reciente ha venido tras la declaración de guerra de Israel a la Franja de Gaza como respuesta a una ofensiva de la organización Hamás (Movimiento de Resistencia Islámico, en castellano) tildada de ataque terrorista y que ha incluido un el corte de suministros de alimentos, luz y agua a una región donde viven unas dos millones de personas. Durante la pandemia, por ejemplo, Israel ocupó titulares por no administrar las vacunas del coronavirus a la población palestina que se supone que están bajo ocupación israelí.

Desde tiempos inmemoriales, el pueblo hebreo ha tenido en su cultura la creencia de tener un destino, de ser poseedor de un carisma especial o un don, o bien elegido para un algún tipo de misión mesiánica.

Estas creencias, arraigadas social y culturalmente, provienen a su vez de los valores religiosos del judaísmo y que establecen una relación muy fuerte con la perpetuidad entre Dios y la Humanidad y la vigilancia y mantenimiento de esa alianza por encima de cualquier otra consideración.

Si bien, en la actualidad, el judaísmo es en su mayoría de tendencia laica, siguiendo el mismo proceso que el cristianismo en las sociedades occidentales, es muy importante entender las raíces de estas creencias para así poder comprender y entrar en contexto de lo que es el actual panorama político de Israel, penetrado y dominado hasta la saciedad, al menos en su subconsciente, de este mesianismo abrahámico.

Maduración del antisemitismo


Caricatura antisemita en la portada de “La Libre Parole”. Autor: La Libre Parole, 1893. Fuente: Wikimedia Commons

El ultraconservadurismo y la ideología reaccionaria de Israel tienen mucho que ver con este mesianismo enraizado en sus valores y en el judaísmo, pero para poder entender la preponderancia de estas cuestiones, se debe analizar también la existencia del antisemitismo, su extensión y propagación entre las conciencias y las diferentes vertientes y colores políticos .

Para ello, conviene insistir en la importancia que tuvo el intenso crecimiento demográfico de la población de origen judío a lo largo del siglo XIX. A partir, sobre todo, de la primera Revolución industrial, este crecimiento registró un ritmo superior al 2% anual.

Así, la distribución de población judía a principios del Siglo XX se estimaba del siguiente modo: 5’5 millones en Rusia, 2’5 millones en el Imperio Austrohúngaro, 2’5 millones en Estados Unidos, 0’6 en Alemania, 0’3 en Rumanía, 2’5 en Reino Unido y cantidades que oscilaban alrededor del 0’1 millones en Países Bajos y Francia. El resto de países contaban con una población muy inferior a estas cantidades.

Sin duda alguna, el antisemitismo tiene profundas raíces históricas. Desde la Antigüedad, el pueblo judío ha sido perseguido y los prejuicios hacia las sociedades judías siempre han existido, por multitud de razones.

Presumiblemente y, entre otras cuestiones a tener también en cuenta como esta persecución histórica, la presión demográfica y por ende, económica, condujo en que ya a partir de 1821 y con un aumento en 1881, se produjeran una serie de progromos en toda Europa y en el Imperio Ruso, lo que a su vez, indujo y obligó a gran cantidad de comunidades judías a reaccionar y emprender un movimiento migratorio hacia el continente americano.

Hay que tener en cuenta que estas comunidades migrantes serían ya portadoras del dolor y el resentimiento por las persecuciones y los malos tratos sufridos en Europa durante décadas. Los prejuicios y la sensación de que la población judía no es bienvenida o es tratada como ciudadana de segunda aumentó considerablemente a finales del siglo XIX, con bastante razón por otro lado.

Desde este momento y en este contexto histórico, es cuando comenzó a fraguarse el duro y sufrido sentimiento nacionalista hebreo dado que la única solución que vislumbraban consistía en conseguir que los judíos se apropiaran de un suelo, una nación propia para poder vivir sin estar condenados a una eterna diáspora. Ese suelo no podía ser otro que el de «Eretz Yisrael», un término histórico empleado en las tradiciones judía y cristiana para referirse a los antiguos reinos de Judá e Israel y que desde el judaísmo recibe el nombre de “La Tierra Prometida”.

Al cabo de algunos años, la cifra de judíos norteamericanos alcanzó la cifra de los dos millones y medio. Muchos de ellos triunfaron en las profesiones consideradas como liberales, llegando a tener una gran relevancia tanto económica como social. Ese sería el caso de los Levy, Mendelssohn, Blerchvöder, Königs, Waeter o Bischoffshei.

En cuanto a industrias como tal, habría que destacar a Ludwig Loewe, que se especializó en la fabricación de armas; o Emil Rathenau que funda la AEG. Otras familias judías, destacaron, sin embargo, en cuanto a la compra y gestión de grandes editoriales y periódicos, como por ejemplo el Berliner Tageblatt y el New York Times, pudiendo de esta forma influir en la opinión pública mundial, incluyendo en ella a la comunidad judía, por supuesto.

En otras partes del mundo, se puede señalar a Rusia, ya que la tercera parte de la industria azucarera de aquel país pertenecía por derecho propio a capital judío.

Las doce tribus de Israel. Autor: Janz (traducido por Kordas), 19/02/2009. Fuente: Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0

En resumidas cuentas, el nivel de vida de la población judía aumentó considerablemente, despertando la animosidad de gran parte del resto de la población hacia ellos.

De igual manera, este progreso económico, unido a la todavía no apagada ansia de encontrar un suelo propio, una nación, una tierra prometida, y así poder establecerse de manera definitiva, infundía en la comunidad judía internacional el fragor nacionalista mencionado anteriormente, además de un carácter fuertemente tendente al conservadurismo. Esto no es nuevo y, de hecho, es típico de las minorías étnicas que sufren algún proceso de discriminación y/o exclusión. Al final, las condiciones materiales influyen de forma contundente en la conciencia política y social, tanto de los individuos, como de los pueblos.

En medio de un industrialismo desaforado y del surgimiento del proletariado y las primeras clases desposeídas, los socialistas europeos aceptaron la tesis, por entonces difundida desde diferentes ámbitos, de que los judíos eran los autores del capitalismo. Esto solo contribuyó a empeorar la situación.

En 1845 Alphonse Toussenel publicó un libro titulado Los judíos monarcas de esta época en el que defendía y explicaba esta corriente de opinión.

Otro ejemplo más de la supuesta conjuración judaica, ocurrió en Francia, cuando la entidad bancaria Union Genérale se vio en la necesidad de declararse en quiebra, ante lo cual, se alzaron algunas voces acusatorias, señalando al “capitalismo judío” como causante principal en vía a dominar monopolísticamente la economía occidental.

No puede faltar aquí tampoco la novela Biarritz, de Sir John Retcliffe, publicado en 1868 bajo el pseudónimo de Hermann Goedsche. Este libro antisemita, describía de forma ficticia unas conversaciones de representantes de las trece tribus de Israel en las cuales conspiraban para destruir el cristianismo. Estas conversaciones serían recogidas en un panfleto propagandístico publicado en 1876 llamado El discurso del rabino como si estas conversaciones fueran reales y no procedentes de un libro de ficción.

El texto sería crucial para que, a lo largo de la década de 1890, los servicios secretos del Imperio Ruso fabricaran el texto conocido como Los protocolos de los sabios de Sion, que sería finalmente publicado en 1902 y extendido por toda Europa. Este texto, que hablaba de una conspiración judía global, es el origen de las teorías de la conspiración ensalzadas por el nazismo y que han llegado hasta el día de hoy. El Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP o, simplemente, partido nazi) llegaría a decir que Alemania perdió la Primera Guerra Mundial por culpa de los judíos en la llamada «teoría de la puñalada por la espalda», donde se difundió la idea de que la población judía era enemiga del pueblo alemán.

A pesar de que más adelante la actitud de los partidos socialistas cambiaría radicalmente, entre las masas obreras seguiría subsistiendo la tradicional idea sobre los judíos, siendo campo más que abonado para un antisemitismo popular, ya de por sí con potentes raíces históricas. De esta forma, el prejuicio contra las personas judías era un rasgo relativamente normalizado.

Tras una guerra mundial y una década de relativa prosperidad, en 1929 estalló una de las crisis económicas más grandes que se recuerdan, sumiendo a buena parte del mundo en una gran depresión que tuvo consecuencias funestas a nivel social y político y que marcó la antesala del surgimiento del fascismo y, por ende, de una nueva guerra mundial.

La debacle económica se aprovechó igualmente para presentar argumentos disparatados sobre la supuesta responsabilidad judía, alegando que las grandes empresas que ellos controlaban habían escapado a la debacle económica gracias a su internacionalización y a sus tramas de información privilegiada.

El surgimiento del sionismo

Theodore Herzl. Autor: desconocido, 1897. Fuente:
Wikimedia Commons
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En este contexto político, económico y social, sobre todo en lo que se refiere al antisemitismo creciente, se produjo la inevitable consecuencia del despertar de una conciencia nacional judía, de forma casi proporcional, lo que luego constituiría el sionismo.

Ya en la segunda mitad del siglo XIX, habían surgido de entre los hebreos algunos pensadores que se ocupaban de discernir lo que es ser judío, ya que la línea que separa lo religioso de lo étnico de lo social en este caso es enormemente difusa. Ser judío no consiste solo en asumir creencias religiosas, sino también en unos lazos sociales y culturales.

Así, establecen al respecto dos principios fundamentales:

1. Los judíos, estén donde estén, forman una nación que se basa en la posesión de un pasado y una historia comunes, y en la esperanza de conseguir la restauración de esa gloria pasada.

2. La política que esté al servicio de dicho ideal nacionalista tiene que ser construida por los propios judíos y únicamente por ellos.

Así se constituyó desde el punto de vista de los más altos dirigentes del judaísmo internacional, y más en concreto, del rabinato o facción religiosa, la «Haskalá”. También conocida como la Ilustración judía, la Haskalá fue un movimiento que se desarrolló en la comunidad judía europea a fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, que había fracasado de forma estrepitosa, ya que no había conseguido que las nuevas generaciones de hebreos reconociesen al judaísmo y sus valores plenamente, abandonando la tradición de sus antepasados y dejando de ser creyentes en un porcentaje importante.

Los nuevos nacionalistas no rechazaban de pleno los fundamentos de la Haskalá, pero querían que las reformas propuestas por esta se hiciesen desde dentro, sin sacrificar por ello lo que el judaísmo es y significa: un conjunto de tradiciones milenarias cuya desaparición significaría la destrucción total del pueblo judío. O al menos así lo veían.

La idea dominante pasaba a ser la conservación de esos valores ancestrales y el «Eretz Yisrael», el retorno a Palestina, tal y como rezaban los textos bíblicos:

Según el Éxodo (23:31), Dios fija los límites de la Tierra Prometida “desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos y desde el desierto hasta el río Éufrates”. Así pues, Ha-Aretz ha-Muvtajat o Ard Al-Mi’ad (‘tierra de miel y leche’ en árabe), vista desde una aproximación puramente geográfica, abarca Oriente Próximo desde el canal de Suez hasta la parte occidental de Irak. También en el Génesis (15:18) encontramos esta definición cuando Yahvé le promete a Abraham: “a tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates”.

De este modo nació el «sionismo». En 1882, un pequeño grupo de estudiantes fundó en Viena una sociedad político-cultural llamada «Kadima«. Fue en esa misma ciudad, cuando Nathan Birenbaum, creador del diario Selbstemanzipation utilizó por primera vez el término «sionismo» para describir con una sola palabra el ideario judío de retorno a Tierra Santa.

Por aquellos días, se suma al incipiente movimiento el doctor en leyes por la Universidad de Viena Theodor Herzl, que posteriormente será considerado como el verdadero fundador del sionismo por la mayoría de historiadores.

Este había renunciado a la abogacía para reconvertirse en periodista y en París fue testigo directo del proceso contra Alfred Dreyfus, una afrenta más del antisemitismo mundial, lo que provocó la paulatina radicalización de Herzl hacia posiciones cada vez más ultranacionalistas.

«El traidor: Degradación de Alfred Dreyfus, degradación en la Corte Morland de la escuela militar de París». Autor: Henri Meyer, 13/01/1895. Fuente: Bibliothèque nationale de France.

A finales de 1894, el capitán del Ejército Francés Alfred Dreyfus, de origen judío-alsaciano, fue acusado de haber entregado a los alemanes documentos secretos. Enjuiciado por un tribunal militar, fue condenado a prisión perpetua y desterrado por el delito de alta traición.

En ese momento tanto la opinión pública como la clase política francesas adoptaron una posición abiertamente en contra de Dreyfus.

Convencida de la arbitrariedad de la condena, su familia intentó probar su inocencia. Simultáneamente, el coronel Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje, comprobó, en 1896, que el verdadero traidor había sido el mayor Ferdinand Walsin Esterhazy.

El Estado Mayor se negó, sin embargo, a reconsiderar su decisión y sacó a Picquart de Francia destinándolo al norte de África.

Las consecuencias del Caso Dreyfus fueron de gran importancia, impactando en todos los aspectos de la vida pública francesa: política, militar, religiosa, jurídica, los medios de comunicación, diplomática y cultural. Del mismo modo, el caso contribuyó a conformar las ideas del sionismo, fundándose la Organización Sionista Mundial en 1897, que estuvo presidida por Theodor Herzl hasta 1904.

En el VIII Congreso sionista, celebrado en La Haya, se tomó la decisión de crear la «Agencia Judía», dirigida por Arthur Ruppin, con una misión muy concreta: emprender la compra de tierras en Palestina y llevar a cabo su previa repoblación.

Así, Herzl diseñó el sionismo de esta manera:

Porque cada uno tomará un pedazo de la Tierra Prometida para sí. Este, en su cabeza, otro, en sus manos, un tercero, en sus ahorros. La tierra prometida está donde la llevamos.

Theodore Herzl

En el IX Congreso sionista, celebrado en Hamburgo, los partidarios de esta colonización física y política de Palestina, comandados por emigrantes rusos como Weizmann, Tschlenow y Ussiskin se destacaron e impusieron, comenzando a imponer esta idea del retorno a la Tierra Prometida, presentado como una nueva «alliyah» o ascenso.

Paralelamente, el antisemitismo también siguió creciendo. De hecho, el texto antes mencionado conocido como Los protocolos de los sabios de Sion pretendieron ser las actas del contenido de estos congresos, dando a entender que en dichas reuniones se estaba conspirando para que los judíos se hicieran con el control del mundo. Lo cual no era cierto en absoluto.

Declaración de independencia

Declaración del Estado de Israel. Autor: Rudi Weissenstein, 14/05/1948. Fuente: Ministerio de relaciones exteriores de Israel
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El ascenso de Adolf Hitler al poder en Alemania en 1933 llevó a una progresiva persecución, discriminación y pérdida de derechos de la población judía que tuvo su culminación en lo que se conoce como Holocausto, pues se estima que al menos 6 millones de personas judías morirían como consecuencia de esta persecución y el asesinato en masa en los campos de concentración y de exterminio.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, descubiertos los horrores del régimen nazi, de muchas y grandes vicisitudes y, después de haber pasado por sendos protectorados otomano y británico, el 29 de noviembre de 1947, la Organización de las Naciones Unidas votó la partición de Palestina entre árabes y judíos.

Votaron a favor 33 países, entre ellos, dos de los principales, Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS); 13 en contra (la mayor parte musulmanes) y 10 se abstuvieron, entre ellos el Reino Unido. A los judíos se les entregó el 56% del territorio, que incluía una franja costera con los puertos de Jaffa y Jaifa, la mayor parte del desierto del Neguev con salida al mar Rojo y una franja al norte del río Jordán.

A la población árabe les correspondió el 44%, que abarcaba la franja de Gaza, una parte del Neguev colindante al monte Sinaí, parte de Galilea y una zona fronteriza con Líbano. Jerusalem quedaba bajo jurisdicción internacional.

El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion leyó la declaración de independencia de Israel:

La masacre de millones de judíos en Europa fue otra demostración clara de la urgencia del restablecimiento de Eretz-lsrael como Estado judío

Eretz-Israel (Tierra de Israel) fue el lugar de nacimiento del pueblo judío. Aquí toma forma su identidad espiritual, religiosa y política. Aquí obtuvieron por vez pri mera un Estado, crearon valores culturales de importancia nacional y universal y aportaron al mundo el Libro de los Libros.

Después del exilio forzoso de su tierra, el pueblo mantuvo su fe a través de su dispersión y no cesó de rezar y de esperar la vuelta a su tierra y la restauración en ella de su libertad política.

Empujados por estos lazos históricos y tradicionales, los judíos se esforzaron a través de las generaciones en establecerse de nuevo en su antigua tierra. En las últimas décadas volvieron en masa.

Pioneros «mapilim» (inmigrantes que van a Eretz-Israel desafiando la legislación restictiva) y defensores hicieron florecer el desierto, re vivir la lengua hebrea, construyeron pueblos y ciudades, y crearon una comunidad próspera controladora de su propia economía y cultura, amante de la paz pero sabiendo defenderse, aportando los bienes del progreso a los habitantes de todos los países, y aspirando a una nación independiente.

En el año 5657 (1897), en el requerimiento del padre espiritual del Estado Judío Theodor Herzl, el Primer Congreso Sionista convino y proclamó el derecho del pueblo judío a su renacimiento nacional en su propio país.

Este derecho fue reconocido en la Declaración de Balfour de 2 de noviembre de 1917, y reafirmado en el Mandato de la Liga de las Naciones que en concreto sancionó la conexión histórica entre el pueblo judío y Eretz-lsrael y el derecho del pueblo Judío a rehacer su Casa Nacional.

La catástrofe que recientemente padeció el pueblo judío —la masacre de millones de judíos en Europa— fue otra demostración clara de la urgencia de la resolución de este problema de falta de hogar mediante el restablecimiento de Eretz-lsrael como Estado judío, que abriría ampliamente las puertas de su tierra a cada judío y daría al pueblo judío el status de pleno reconocimiento con miembro de la Comunidad de naciones.

Los supervivientes del holocausto Nazi en Europa, así como los judíos de otras partes del mundo, continuaron emigrando a Erezt-lsrael superando las dificultades, restricciones y peligros, y nunca cesaron de afirmar su derecho a una vida digna, libre y honrada en su tierra nacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad judía de este país participó plenamente en la lucha entre las naciones que defendían la libertad, paz y amor contra la maldad de las fuerzas nazis, y con la sangre de sus soldados y su esfuerzo militar ganó el derecho a figurar entre los pueblos fundadores de las Naciones Unidas.

El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución proclamando el establecimiento del Estado judío en Erezt-Israel; la Asamblea General solicitaba la adopción por los habitantes de Eretz-Israel de todas las medidas necesarias para la ejecución de esta resolución. El reconocimiento del derecho del pueblo judío a establecerse en su Estado, hecho por las Naciones Unidas, es irrevocable.

El derecho es el derecho natural del pueblo judío de ser dueños de su propio destino, como todas las naciones, en su propio Estado soberano.

Declaración de Independencia del Estado de Israel, 1947

Escasas horas después de proclamada la independencia, cazas egipcios bombardeaban Tel Aviv, la capital del recién creado país, y tropas árabes iniciaban un ataque conjunto a través de todas las fronteras del nuevo estado. Los libaneses por el norte, sirios e iraquíes por el noreste, los egipcios por el sur, los saudíes por el sureste y por el este los jordanos.

Así daba comienzo la primera guerra árabe-israelí y, con ella, una causante más de la tan referida introspección reaccionaria, ultraconservadora y ultraortodoxa en lo que se refiere a la parte puramente confesional y mesiánica del pueblo judío, de sus partidos políticos y sus futuros dirigentes desde ese momento histórico en adelante.

La perennidad de la derecha y la extrema derecha en Israel

No todas las fuerzas que operaron en la creación del nuevo estado de Israel fueron de signo reaccionario. Hay que hacer hincapié que, en todo este proceso histórico, sobre todo al periodo que se desarrolló durante el protectorado británico, se produjeron fuertes disensiones dentro del movimiento sionista.

Una de estas, tiene que ver con la existencia paralela de dos organizaciones políticas y paramilitares, la «Hagana» y el «Irgun». Estas diferencias tenían mucho que ver con el perfil ideológico y socioeconómico que debía tener el futuro estado judío.

Podría decirse que había un sionismo de tendencia socialista o izquierdista, representado por la Hagana y con David Ben Gurion como cabeza y, por otra parte, un sionismo revisionista con Vladimir Jabotinski como principal dirigente y al que se adhirió el temible Irgun.

Por esos caprichos históricos o por todas las razones y causas que a lo largo del artículo se ha ido desgranando, la tendencia más conservadora y ultraderechista del sionismo, el militarismo y las tácticas de guerra y del terror terminaron por imponerse y por marcar lo que posteriormente sería la historia moderna de Israel, hasta nuestros días.

Este es un artículo constitutivo del Irgún, en el que acuñó el término «Defensa Activa»:

Sólo con las acciones de la Haganá nunca veremos una verdadera victoria. Si el objetivo de la guerra es doblegar la voluntad del enemigo – y esto no puede lograrse sin destruir su espíritu – claramente no podemos conformarnos únicamente con operaciones defensivas… Tal método de defensa, que permite al enemigo atacar a voluntad, reorganizarse y volver a atacar… y no tiene intención de eliminar la capacidad del enemigo para atacar una segunda vez – se llama defensa pasiva, y acaba en la derrota y la destrucción… quien no desea ser golpeado no tiene ninguna otra opción que la de atacar.

El combatir no tiene intención de oprimir sino de redimir la libertad y el honor, también tiene solo un camino posible – el camino del ataque. La defensa por medio de la ofensiva, con el fin de privar al enemigo de la opción de atacar, eso se llama defensa activa.

La derecha y la extrema derecha en la actualidad

Las últimas elecciones parlamentarias en Israel tuvieron lugar el 1 de noviembre de 2022, unas elecciones convocadas de forma anticipada tras la ruptura del gobierno anterior y de una serie de crisis gubernamentales que comenzaron aproximadamente en 2020.

Y es que, en los comicios de 2020, de los 120 escaños del Knésset (la cámara legislativa israelí), el derechista Likud de Benjamin Netanyahu obtuvo 36 escaños; el Partido Azul y Blanco, una coalición política centrista, 33 escaños; la Lista Conjunta, alianza política de cuatro partidos árabes, 15 escaños; y, por último, El Shas o Asociación Internacional de los Sefardíes Observantes de la Torá, que sería el principal partido representante de la ultraderecha israelí, consiguió nada menos que 9 escaños, el 7,69% del total.

Por lo demás, el Partido Laborista, que se presentaba en coalición con otros partidos, sacó 7 escaños; el secular y moderado Nuestra Casa es Israel obtuvo otros 7 y, por último, la coalición de extrema derecha Yamina sacó 6.

En conjunto, las fuerzas más radicales de derechas obtuvieron 15 de 120 escaños del Knésset.

Sin embargo, las principales fuerzas gobernantes, Likud y la coalición Azul y Blanco, no llegaron a un acuerdo para aprobar los presupuestos, por lo que se convocaron elecciones para 2021. En estas elecciones, las fuerzas políticas ultraortodoxas ganaron enteros, destacando el Partido Sinoista Religioso, que pasó de 4 a 6 escaños, o Yamina, que pasó de 3 a 7 escaños. En conjunto, los partidos políticos más radicalizados alcanzaron los 22 escaños, llevando al líder de Yamina, Neftali Benet, a la presidencia del gobierno israelí tras poner de acuerdo a ocho partidos muy distintos y diversos y apartando a Benjamín Netanyahu, hístorico líder del país.

Como era de esperar, esta alianza de partidos no duró demasiado y se convocaron elecciones en 2022 en las que volvió a ganar Benjamín Netanyahu con 32 asientos. Esta vez, el Partido Sionista Religioso, en coalición con la formación antiárabe, nacionalista y racista Poder Judío, pasó de 6 a 14 diputados, mientras que El Shas pasó de 9 a 11. Estos 25 diputados, que conforman lo más radical del sionismo, son los principales apoyos del gobierno actual de Israel junto a Judaismo Unido de la Torá, otra fuerza tradicional que, si bien no es tan radical como las anteriores, también es ultraortodoxa, sumando sus 7 escaños.

Así, el Partido Sionista Religoso constituye la tercera fuerza política del país y uno de los principales pesos pesados del gobierno. Su líder desde 2019, Bezalel Smotrich, que ha pasado por fuerzas políticas ultraderechistas como La Casa Judía, dirigie el Ministerio de Finanzas y el de Transporte y es conocido por diversas polémicas, como llevar ganado para protestar durante la Marcha del Orgullo LGTBI en 2006 o por defender el uso de la fuerza contra la población palestina. Por ejemplo, en 2017 cuando se le preguntó a Smotrich que haría si un niño palestino lanzara piedras en una protesta de la población palestina, respondió: «Le disparo, lo encarcelo, o lo expulso».

En lo que se refiere al Shas, el quinto partido en número de votos en las recientes elecciones, se hacen llamar los observantes de la Torá y, como su nombre indica, trabajan para la preservación de las tradiciones y valores fijados en La Torá (libro sagrado del judaísmo), que se muestra contraria, al menos según ciertas interpretaciones rabínicas, a cuestiones como la práctica homosexual o la liberación de la mujer en cuanto a su papel en la sociedad.

Es importante resaltar que algunos dirigentes del Shas promovieron e impulsaron que el gobierno israelí decretara la expulsión de 400 niños hijos de inmigrantes no judíos. El principal valedor de esta operación fue el por entonces ministro del Interior, el líder ultrarreligioso del partido Shas, Eli Yishai y la decisión de ejecutar tal medida la tomó el gabinete de Benjamin Netanyahu en agosto de 2015. Su líder actual, Aryeh Deri, es ministro de Salud y del Interior.

En las últimas décadas se han ido alternando en el poder el Partido laborista y el Likud, produciéndose un fenómeno muy semejante al de cualquier democracia liberal occidental donde se da una alternancia entre una fuerza socialdemócrata y otra conservadora, el típico turnismo que en las elecciones de 2020 quedó parcialmente derruido, si se tiene en cuenta que el laborismo solo alcanzó el 5,83% de los votos emitidos, dejándose cuatro escaños y casi 20 en dos años.

En las últimas elecciones, entró al parlamento la coalición entre Hadash y Ta’al, una coalición árabe-israelí de izquierdas heredera de la Lista Conjunta, con 5 asientos.

Haciendo, por tanto, un balance de los últimos lustros en cuanto a la situación política y social, se puede concluir que en el Estado de Israel hay una clara tendencia a un nacionalismo exacerbado y a una ultra ortodoxiareligiosa.

Según algunos de los principales analistas políticos, la extrema derecha nacional-religiosa habría ganado enteros gracias a la intervención y las aptitudes adoptadas por Netanyahu y el Likud, partido líder de la derecha.

Con el paso del tiempo y esta progresiva derechización de la sociedad israelí, tanto las conversaciones de paz con los palestinos como el brazo secular y más social de la población han ido perdiendo presencia y vigor, y como principal consecuencia esto ha derivado en un grave deterioro de las instituciones públicas del país.

Cuando no existe una correlación de fuerzas equilibrada, los desajustes terminan por aparecer a medio o largo plazo, más aún con ideologías basadas en la confrontación y en el supremacismo.

Así, de forma análoga al partido Rusia Unida en Rusia, el partido de Vladimir Putin, la relación del partido gobernante con las fuerzas ultraconservadoras es clara y concisa para poder mantener ciertas estructuras de poder, aunque el partido como tal no pueda considerarse de extrema derecha.

Relaciones de la derecha y la extrema derecha española con el lobby israelí

El secretario de Estado Michael R. Pompeo se reúne con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en Israel. Autor: Departamento de Estado de los Estados Unidos, 18/10/2019. Fuente: Flickr / Gobierno de los EEUU

ACOM, Acción y Comunicación sobre Oriente Medio, es uno de los lobbies israelíes más importantes con sede en España. Esta organización, siempre que ha tenido ocasión, se ha declarado neutral y apolítica, trabajando en pie de igualdad con cualquier formación política que demuestre sensibilidad por los valores en común, no de los pueblos israelí y español, sino de los actuales estadistas o cargos partidistas de Israel y España.

Esto se deduce a raíz de unas declaraciones de ACOM en 2021, en las que comparaban el nazismo con el antifascismo, haciendo una clara acusación en el sentido de que ambos movimientos tendrían, en su momento, el común objetivo de asesinar al pueblo judío e impedir así el establecimiento de Israel.

En el año 2010 y bajo el patrocinio político de José María Aznar, quien fuera presidente de España por el conservador Partido Popular (PP) entre 1996 y 2004, un grupo de personas y organizaciones de alto nivel se encontraron en París para diseñar y crear la Fundación Friends of Israel. Esta organización es un claro ejemplo de las estrechas relaciones existentes entre sectores de la derecha y extrema derecha española y el lobby pro israelí.

Otro de los indicios de la conexión entre los sectores neoconservadores con el lobby israelí se cimenta en la comprobación de que unos de los socios fundadores de Friends of Israel es nada menos que Rafael Bardají, el que fuera asesor para el Ministerio de Defensa con Aznar y con Mariano Rajoy y que, igualmente, habría ocupado varios e importantes cargos en la Fundación FAES, el think tank de la derecha más conservadora, y en el Real Instituto Elcano, hasta que en el año 2018 se produjo su huida a Vox, formando actualmente parte del Comité Ejecutivo Nacional del partido de extrema derecha.

Rafael Bardají se considera artífice, de hecho, de las relaciones internacionales del PP de la época de Aznar con los movimientos conservadores de Estados Unidos que actualmente Vox aprovecha en su beneficio.

Usted desea tener una meritocracia. Usted quiere tener la iniciativa, el riesgo, el talento, la capacidad de crear nuevos productos, nuevos servicios que deben ser recompensados (…) Siempre ha sido acerca de la competencia. Eso es lo que el progreso humano se trata. Usted quiere cambiar en forma productiva

Benjamín Netanyahu, The Marker, 2014

En definitiva y a la luz de estas fundaciones, lobbies y organizaciones de supuesta cooperación hispano-israelí, resulta más que evidente la relación entre las fuerzas sociales y políticas más reaccionarias de España y el actual Estado de Israel, cuyos tentáculos en forma de lobby se extienden mucho más allá.

Por supuesto, no todas las organizaciones o entidades a favor de la comunidad judía apoyan el ultranacionalismo o defienden las actuaciones de Israel en Palestina. Incluso hay sectores dentro de la ortodoxia judía que están en contra de la gestión que hace el Gobierno del Estado de Israel a Palestina.

Del mismo modo, existen otras salpicadas de cierta controversia, como es la Liga Antidifamación que, si bien se encarga de analizar el posfascismo y constituye un trabajo en general positivo de denuncia del supremacismo, el racismo o la homofobia, ha sido acusado de tachar las críticas hacia el sionismo de antisemitismo o de no reconocer el genocidio del pueblo armenio.

Conclusiones

Al tenor de lo descrito en el artículo, se puede sostener que el judaísmo y el sionismo ni mucho menos son sinónimos ni coinciden en las premisas, ni tienen los mismos objetivos, ni profesan idénticas creencias.

El judaísmo es una tradición espiritual, social y cultural milenaria; por contra, el sionismo es una ideología suscitada por unas circunstancias históricas y económicas muy específicas que instrumentalizó la tradición hebrea y su honda espiritualidad de forma zafia, desnaturalizada y con una finalidad política muy concreta, la de un nacionalismo cada vez más reaccionario y exclusivista, la del dominio económico y militarista sobre otros pueblos de su entorno, premisas y ambiciones que en nada tienen que ver con la tradición judía y rabínica, fundamentadas sobre bases de muy distinta naturaleza.

El fenómeno del sionismo, por ende, se compone de un ideario en exceso reaccionario, propulsado, eso sí, por todas las circunstancias del desarrollo histórico, sociológicas, antropológicas, económicas, étnicas, mesiánicas y políticas que a lo largo del tiempo han desembocado en un acentuado sentido identitario y supremacista por parte de los diferentes gobiernos de Israel.

También, no obsatnte, hay que recalcar que existen posturas de enfrentadas dentro del mismo sionismo. Aunque en los últimos años la tendencia haya sido la de la radicalización, existen también movimientos y pensamientos de origen sionistas en la izquierda y el centro político, como el sionismo laborista. Además, el sionismo está muy alejado del retrato que hacen las teorías de la conspiración de origen nazi, que describen a la totalidad de la población judía como pertenecientes a una red de poderes ocultos que maneja el mundo en las sombras.

Por lo tanto, la crítica al sionismo y a las acciones políticas del Estado de Israel no deben confundirse con antisemitismo, del mismo modo que las críticas al wahabismo o las interpretaciones radicales del Islam que justifican gobiernos dictatoriales y tiránicos no constituyen islamofobia.

En la medida en que se acudan a las raíces de una ideología o de un conflicto, será más probable encontrar una salida para una pronta solución.

Israel y la extrema derecha: política y mesianismo

José Miguel Gándara

Articulista. Nacido en Valladolid, pero cántabro de espíritu, soy colaborador habitual en los medios lapiedradesisifo.com y Lapajareramagazine.com. Autor del poemario "Transido de un abismo" y de títulos de próxima aparición como "La poliantea de los sentidos" y "Crónicas claudinas".

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