Radiografía de las familias internas de Vox: falangistas, ultraliberales y populistas
La crisis interna de Vox ha sido noticia esta semana tras la retirada de la política de Iván Espinosa de los Monteros y Juan Luis Steegmann y el consiguiente ascenso de Carla Toscano al escaño del Congreso de los Diputados. Esto ha generado diferentes reacciones entre referentes progresistas de la opinión política, desde aquellos que lo valoran como una buena noticia hasta aquellos que temen la radicalización de las posturas de la formación.
Y es que, esta crisis interna en el seno del partido de extrema derecha está relacionada, además de un aparente funcionamiento basado en el autoritarismo, la imposición y en no permitir ningún tipo de disidencia, entre otros problemas organizativos señalados una y otra vez por diferentes voces críticas tanto desde fuera como desde dentro de Vox, con el hecho de que parecen existir varias corrientes o «familias políticas» dentro de la propia organización.
El recorrido de Vox, especialmente a partir de 2020, ha evolucionado hasta ir desplazando a los actores más moderados del partido en favor de las posiciones más conservadoras y extremistas, a quienes diferentes medios y analistas se refieren como el «ala falangista», «ala nacionalista» o «ala nacionalcatólica» del partido, que estaría encabezada por Jorge Buxadé y, ahora en menor medida, Javier Ortega-Smith.
No obstante, es interesante conocer exactamente qué representa cada una de estas corrientes o familias políticas para saber qué implicaciones puede tener la evolución de una extrema derecha española que ha conseguido acceder a las instituciones públicas y ostenta diversas posiciones de poder.
Un partido con tres almas
Podría decirse que existen dos familias principales en Vox. En primer lugar, se encontraría la ya mencionada «ala falangista», cuyos perfiles clave son Javier Ortega-Smith, uno de los vicepresidentes de Vox, portavoz del partido en el Ayuntamiento de Madrid y secretario general del partido entre 2016 y 2022; y Jorge Buxadé, eurodiputado y vicepresidente de Acción Política del partido. Esta familia aboga por posturas tradicionalistas y de corte nacionalsindicalista (falangista) o nacionalcatólica (franquista) e incluso con tintes lepenistas.
Esta corriente buscaría centrarse en mantener valores tradicionalistas y conservadores cercanos al espectro ultracatólico con simpatías al régimen de la dictadura de Francisco Franco, así como apoyar un discurso principalmente identitario basado en el ultranacionalismo, el patriotismo y la unidad de España.
Por otro lado, en segundo lugar, se encontraría la llamada «ala liberal», «ala neoliberal» o «ala ultraliberal», encabezada por el mencionado Iván Espinosa de los Monteros y su esposa Rocío Monasterio. Esta familia política buscaría promover políticas económicas minarquistas como abolir las regulaciones, implementar recortes sociales y reducir los impuestos, centrándose en un discurso antiestablishment, contra el «despilfarro político» o contra los impuestos. Esta corriente estaría más asociada al empresariado y las clases altas, con influencia de la Escuela de Austria y el paleolibertarismo estadounidense.
Por último y en tercer lugar, se podrían encontrar actores y elementos que buscarían aunar y representar a ambas familias mediante una suerte de nacional-populismo de amplio espectro y que tendría como principales referentes el discurso trumpista de la «derecha alternativa» o alt-right estadounidense o al Fidesz de Víktor Orbán en Hungría. Los principales elementos de esta corriente podrían leerse en el discurso conspiracionista y negacionista científico que trata de vertebrar el resto de elementos y ejercer como marco ideológico del partido. Santiago Abascal sería quizá el máximo representante de esta corriente, junto a Enrique Cabanas, miembro de la ejecutiva de Vox, o el diputado Ángel López Maraver.
La familia falangista
El alma falangista probablemente representa a la facción más movilizada y activa o, al menos, la que más ruido suele hacer. Se caracteriza por sus posturas ultranacionalistas, tradicionalistas y reaccionarias, que tienen sus raíces en la ideología de la Falange Española, partido de inspiración fascista que sirvió de aparato político del régimen franquista, de donde muchos cuadros de Vox proceden, incluyendo el propio Jorge Buxadé. También incluiría elementos llegados de otros grupúsculos neofascistas o neonazis que abogan por apostar por elementos de la extrema derecha clásica.
Esta corriente se caracteriza por un nacionalismo exacerbado, enfatizando la unidad de España y señalando a los movimientos soberanistas vascos y catalanes como un problema. Ven en las fuerzas independentistas, el autonomismo y el federalismo como amenazas y abogan por la centralización del poder en Madrid, viéndose representados bajo el lema «España es una y no 51 (Xavier Rius, 2023)1.
El conservadurismo social y el identitarismo es otro elemento clave de esta facción. Desde este punto, defienden centrar sus esfuerzos en lo que llaman la «guerra cultural» a la izquierda. Esto incluye una defensa de la religión católica, la familia tradicional heteronormativa y los valores tradicionales, buscando romper y retroceder los consensos sociales en materia de igualdad (matrimonio igualitario, violencia de género…) a tiempos pasados.
El autoritarismo respecto a la jerarquía social tanto en su intolerancia hacia las diferencias y la diversidad como en su enfoque policial del orden público se entrelaza con su posición antimigratoria, que en determinados sectores muy ideologizados diferencia entre extranjeros provenientes de países hispanohablantes y de otras procedencias. Glorifican el franquismo y la época de la España imperial, ya sea directamente o indirectamente apelando al periodo histórico y a las figuras fundamentales. Defienden también las medidas autocráticas y el proteccionismo frente a los tratados internacionales de libre comercio.
La influencia de la asociación ultracatólica Hazte Oír, pantalla de la secta paramilitar mexicana El Yunque (Santiago Mata, 2017)2, ha sido señalada como una de las principales influencias en el ala falangista de Vox, promoviendo candidatos con un discurso marcadamente ultraconservador como Alicia Ruiz Rubio o Gádor Joya, que fueron diputadas en la Asamblea de Madrid.
A nivel internacional, sus máximos referentes estarían en el partido Ley y Justicia (PiS) que gobierna en Polonia y que el propio Jorge Buxadé ha defendido en numerosas ocasiones. O incluso en las políticas ultraconservadoras de la Rusia de Vladimir Putin.
La asociación de Vox con el falangismo y la ideología franquista no es precisamente un revulsivo electoral. Estas conexiones alienan a una parte del electorado y estigmatizan tanto al partido como a los partidos políticos de derecha liberal y conservadora de España, ya que se apartan de un discurso más integrador.
Así opinan de hecho varios comunicadores de la derecha y la ultraderecha que han acusado a la facción de Buxadé de ser la principal responsable de su hundimiento. Suponen un peligro para los sectores sociales oprimidos y vulnerables al normalizar en espacios comunes discursos de odio y motivar de forma indirecta la violencia hacia estos, además de excluir a las minorías étnicas, religiosas y culturales generando tensiones internas en el partido.
La retórica ultranacionalista de este sector aísla a Vox a escala global en un momento en el que se debate la integración de la ultraderecha en el PPE. Esta facción es la más evidentemente dañina en términos de derechos humanos y cohesión social por su discurso directamente confrontado con dichos sectores históricamente discriminados, como las personas migrantes, las minorías étnicas, las personas LGTBI o las mujeres.
Esta facción aporta al partido una base de militancia activa relacionada con tejidos sociales de la ultraderecha que le aporta presencia, actividad, conexión con las capas populares, presencia sindical, penetración en la judicatura y las diferentes familias de la ultraderecha tradicional y vigorosidad social. Algunos ejemplos de esto serían las conexiones de Vox con el sindicato Solidaridad o con Jusapol.
Su existencia también ha quedado acreditada por varias investigaciones y testimonios llevados a cabo por medios como La Marea, Voz Pópuli, El Español o El Plural, así como el estudio de la Fundación Rosa Luxemburgo De los Neocon a los Neonazis: la extrema derecha en el estado español donde se detallan los numerosos ex miembros de organizaciones neonazis que han acabado en Vox.
La familia neoliberal
El ala neoliberal representa una de las corrientes de pensamiento económico y político más influyentes de Vox. El neoliberalismo es una etiqueta reciben diversas propuestas económicas y sociales enmarcadas en la Escuela de Austria (Friedrich Hayek, Ludwig von Mises) o la Escuela de Chicago (Milton Friedman, los llamados Chicago Boys), a veces contrapuestas entre sí, pero que podrían resumirse en la promoción de políticas económicas liberales, la reducción del estado y la defensa de la libre competencia en los mercados, entre otros postulados.
En este sentido, esta familia de Vox se caracteriza por la defensa de la economía de mercado libre y abierta, donde el papel de la intervención del Estado sea mínimo, el llamado minarquismo, promoviendo la eliminación de regulaciones y barreras burocráticas que consideran obstáculos para el crecimiento económico. Esto incluye la eliminación de derechos laborales, ambientales y comerciales, favorecer la privatización de empresas y servicios públicos defendiendo la gestión privada, la reducción del gasto público y los impuestos o incluso la eliminación de aranceles. Lo que choca frontalmente con otras familias del partido que consideran globalistas los acuerdos de libre comercio.
En el contexto de la extrema derecha, reciben influencia principalmente de la Escuela de Austria, y más concretamente de Ludwig von Mises (La acción humana, 1949), quien en su momento declaró sus simpatías hacia el fascismo y el nazismo de los años 20 y 30 en Italia y Alemania respectivamente, a los que consideraba un medio para llegar a un fin; o también del economista Murray Rothbard, alumno del anterior y autor de El hombre, la economía y el Estado (1962) y considerado uno de los padres del anarcocapitalismo, una teoría social y económica que propone la destrucción del Estado en virtud de las dinámicas de mercado libre.
También reciben la influencia de autores como Paul Gottfried, una figura esencial dentro del llamado paleolibertarismo, una corriente que defiende ideas ultraliberales y ultraconservadoras, también llamado «libertarismo de derechas».
A nivel internacional, podrían verse reflejados en el líder argentino Javier Milei de La Libertad Avanza, en el Partido del Progreso de Noruega o en el Partido de la Libertad de Países Bajos liderado por Geert Wilders. Algunos creadores de contenido y economistas de corte ultraliberal como Víctor Domínguez (conocido como Wall Street Wolverine) se alinean con esta corriente. Esta facción parecer ser la más cooperativa con el Partido Popular y con la derecha conservadora y liberal en general, frente a la facción de Buxadé.
Las políticas de Espinosa promueven la desigualdad económica, dejando rezagados a los sectores más vulnerables de la sociedad. Estas políticas tienen un amplio rechazo entre sectores humildes de la sociedad e incluso buena parte de la ultraderecha, como es el caso de Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia. Sectores reivindicativos del campo habitualmente vinculados a su estrategia de populismo rural rechazan también la reducción arancelaria.
Esta facción interna proporciona a la formación una relación estrecha con los grandes capitales y la burguesía. Muchos de los cuadros alineados en esta familia provienen de la banca y la gran empresa. Además del matrimonio Espinosa de los Monteros y Monasterio, pertenecían a ella el ex vicepresidente Juan Jara, el ex diputado Rubén Manso o el también ex diputado Víctor Sánchez del Real.
La familia nacional-populista
Esta familia sea probablemente dentro de Vox la más minoritaria y representa una combinación de pensamiento social de la corriente de Buxadé y el pensamiento económico de la corriente de Espinosa. En este grupo podemos incluir a las corrientes antiestablishment y conspiracionistas, con un discurso más antisistema, populista de derechas y nacionalista característica de la «derecha alternativa» o alt-right estadounidense.
Suele señalar al bipartidismo, la corrupción o a los privilegios de la clase política y los sindicatos tradicionales, así como otros elementos de carácter más transversal para apelar a una mayoría social. Se apoya en la estrategia comunicativa más trumpista, basada a su vez en el manual de Steve Bannon, el que fuera asesor de campaña del ex presidente Donald Trump en 2016, centrándose más en la forma que en el contenido. A nivel teórico, se encuadran también en lo que se conoce como «derecha radical popilista» (Cas Mudde, 2019)3 o también «extrema derecha 2.0» (Steven Forti, 2021)4 y, a nivel histórico, con la cuarta ola de la extrema derecha.
Se basa también en la defensa del conservadurismo social y la defensa de los valores tradicionales, religiosos y culturales pero fundamentándose en la libertad individual en lo que respecta a la economía y la vida personal. Defienden el ultraliberalismo como valor ético relacionado con la tradición, así como la familia heteronormativa tradicional y valores conservadores clásicos como el antiabortismo, el discurso antiinmigración o el antifeminismo, pero desde un punto de vista no tan identitario, sino más bien en rechazo a políticas igualitarias, que tacha de injustas. En este sentido se alinea con líderes como Víktor Orbán en Hungría.
Estas retóricas de libertad individual se basan en un igualitarismo populista que no tiene en cuenta la discriminación estructural de determinados colectivos, lo que limita los derechos individuales y las libertades personales al no tener en cuenta esta desigualdad. Las posturas negacionistas de este grupo sobre género y libertades sexoafectivas perpetúan la desigualdad y la discriminación hacia las personas LGBTI y las mujeres.
Su falta de atención a las problemáticas estructurales les hacen caer en una atención selectiva del intervencionismo, mientras en áreas que desprecian abogan por una economía de mercado libre, en áreas ideológicamente importantes para ellos o electoralmente rentables están dispuestos a utilizar la intervención estatal. En este sentido, parecen abogar por lo que varios autores han denominado democracia iliberal o régimen híbrido, esto es, una forma de estado que conserva elementos de la democracia representativa liberal pero sin otros elementos que aseguran los derechos y libertades civiles básicas, como la separación de poderes.
Las redes clientelares escindidas del PP son el principal activo de esta rama, aunque en Cataluña cuenta con redes clientelares escindidas de Ciudadanos.
Cuenta con la potencia cívica y económica de varios sectores clásicos de la derecha social y organizaciones potentes y bien financiadas como DENAES, colectivos de pequeños empresarios o Societat Civil Catalana. Aunque es la rama minoritaria, tiene un papel central entre las dos anteriores y proporciona un discurso eficaz a la penetración social de sus valores.
Aquí se adscriben todos los colectivos quizá menos ideologizados que se han ido adhiriendo como antivacunas, negacionistas o conspiracionistas, o simplemente personas conservadoras desencantadas de partidos como Ciudadanos o el PP. Pese a su papel nuclear en la cúpula, sus cuadros a nivel municipal tienden a ser ignorados y ninguneados por su puesta en escena extravagante. A menudo suelen negar abiertamente incluso que Vox sea de extrema derecha y suelen tachar cualquier señalamiento en este sentido como parte de una conspiración.
¿Qué suponen las tres familias de Vox?
En resumen, podría decirse que, aunque Vox en su conjunto representa a un partido de la también llamada «nueva derecha radical», la realidad, como suele suceder, no es tan sencilla, ya que trata de aunar tendencias más clásicas con otras más modernas encuadradas en un nuevo discurso y unas nuevas formas. Esta rivalidad no solo se ha visto en la influencia y el poder a nivel interno, sino también a la hora de decidir posturas políticas, por ejemplo, tras la invasión de Rusia a Ucrania.
Así, mientras el partido Vox vetaba dos intentos de acuerdos institucionales, concretamente en Aragón y en Catalunya, para condenar la guerra de Ucrania, o Jorge Buxadé votaba en el Parlamento Europeo contra un informe europeo que señalaba las amplias conexiones de Putin con varios partidos de extrema derecha en Europa, Santiago Abascal intervenía en el Congreso de los Diputados diciendo que «los aliados de Putin en España están en su Gobierno», en referencia al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Sin embargo, al menos hasta 2020, Vox ha sabido convivir con diferentes familias, corrientes y sensibilidades dentro del espectro de la extrema derecha, tal y como han señalado voces discrepantes desde dentro y fuera de la formación. Debido a esto, la disparidad interna de las ramas de Vox representan diferentes peligros que no se pueden jerarquizar.
El actual triunfo del ala falangista implica que la organización pueda comenzar a mostrar mayor inclinación hacia ideologías autoritarias o enfocarse en aspectos más identitarios, sociales y culturales, y no tanto en cuestiones económicas o de gestión, una línea que se ha podido ver en la última campaña electoral, la de las elecciones del 23 de julio.
No obstante, un eventual triunfo del ala económica podría implicar una nueva alineación con la derecha tradicional que moviese a esta hacia posiciones políticas de ultraderecha. El ala nacional-populista es capaz de aglutinar a diferentes capas de la sociedad y educar a las masas en posiciones conservadoras. Y, lo más importante, ejercer de pilar vertebrador de las principales sensibilidades del partido, dotando a Vox de una estrategia común y de equilibrio interno.
El pragmatismo político de los de Espinosa de los Monteros, de hecho, ha sido la piel de cordero que el partido ha intentado utilizar como punta de lanza para hacer penetrar en la vida política el lobo falangista de los de Buxadé.
En última instancia, considerar a estas facciones como igualmente problemáticas no implica que todas sean igualmente dañinas. Más bien, destaca cómo cada una presenta desafíos únicos y consecuencias perjudiciales desde diferentes perspectivas. Todas las posiciones de la extrema derecha son igualmente dañinas y perjudiciales para la sociedad, por lo que el enfoque correcto para confrontar a la ultraderecha no es ponderar a sus diferentes facciones sino confrontarlas por igual como un mismo cuerpo antisocial de ideas que se complementan las unas a las otras.
Por otro lado, la victoria por así decirlo del «ala falangista» no implica que Vox vaya a virar en su política económica neoliberal, ya que el falangismo tiene en su obrerismo mucho más de retórica que de realidad. Históricamente, de hecho, los gobiernos de inspiración fascista han aplicado medidas económicas de corte liberal, como privatizaciones o recortes en servicios públicos y se alinearon con los intereses de la alta burguesía y de los sectores más pudientes de la sociedad (Germà Bel, 2004)5
Recalcar, no obstante que, por un lado que, desde Vox, han negado rotundamente que esta estructura exista, que exista una crisis interna o que el partido funcione de forma autoritaria, argumentando que ese tipo de relatos solo buscan destruir y erosionar el partido; y, por otro lado, que aunque el análisis sobre las corrientes internas del partido y de sus diferentes miembros se asienta sobre conclusiones extraídas de diferentes analistas, periodistas, investigadores, miembros y ex miembros del partido, no es más que una aproximación, ya que no existen, aparentemente, de manera oficial.
En cuanto a esto, ubicar a cargos o personalidades de Vox en uno u otro bando no deja de ser tampoco una aproximación, teniendo en cuenta también que puede haber miembros del partido que no simpaticen en concreto con ninguna de las familias o corrientes del mismo, o con varias a la vez, o que hayan ido cambiando, como de hecho suele ser habitual en casi todas las formaciones políticas.
Antecedentes europeos
En Francia, las posiciones de Jean Marie Le Pen tuvieron un breve auge que sin embargo terminó perdiendo fuerza ante opciones conservadoras menos radicales, lo que supuso el ascenso de Marine Le Pen con un discurso mejor construido y más centrado en su vertiente xenófoba que en la guerra cultural contra la diversidad. Esta regeneración ideológica fue bien percibida entre sectores moderados de la sociedad, lo que facilitó su ascenso a la actual hegemonía en el bloque de la derecha, que se volvió a ver proyectada tras la irrupción de Eric Zemmour en 2020, percibida como una fuerza mas radical al recuperar la agenda reaccionaria de Jean Marie Le Pen, lo que le valió a Agrupación Nacional para impostar una imagen de modernidad y moderación.
En Reino Unido, a principios de este siglo, comenzó a medrar el Partido Nacional Británico (BNP), una organización nacional-populista de posiciones extremas y asociada a la violencia neofascista y al movimiento skinhead. Tras un intenso trabajo de base del «nuevo antifascismo británico» y la aparición del Brexit en la agenda fue quedando marginado y perdiendo toda su fuerza. No obstante emergió el Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), disfrazando su discurso ultraderechista e incluso renegando en ocasiones de la extrema derecha. Esta organización (ideológicamente mas asociable a la facción de Espinosa de los Monteros) ha sido clave para completar la salida de Reino Unido de la Unión Europea, lo que además de importantes retrocesos sociales y el auge del minarquismo ha contribuido a acercar al Partido Conservador a posiciones de derecha radical.
Por otro lado, esta mezcla de diferentes facciones se ha visto también en otros partidos políticos europeos, como es el caso de Alternativa para Alemania (AfD) o el propio Fidesz de Viktor Orbán. En el primer caso, existía también un «ala liberal» y un «ala nacionalista», conocida como Der Flügel. Ahora ya no están en él 15 de sus 18 fundadores, advirtiendo varios de ellos, entre ellos su último líder, de la tremenda radicalización del partido. En este sentido, sufrieron dos escisiones: Reformadores Liberal-Conservadores (2015) y el Partido Azul (2017), hacia donde se marcharon los sectores más moderados de la formación.
En el segundo caso, Fidesz se fundó en 1988 como partido de derecha conservadora que formó parte del Partido Popular Europeo desde 2004 pero que fue expulsado del mismo en 2021 por la deriva ultraderechista de la formación.
Otro tercer caso interesante, más allá del caso europeo, es el de Estados Unidos. Tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata, los dos grandes partidos políticos que dominan la escena en el país, poseen corrientes internas y agrupan diferentes sensibilidades. Dentro del Partido Republicano, también llamado Grand Old Party (GOP), se pueden encontrar desde los republicanos liberales, pasando por los moderados hasta los más radicales (Nicol Rae, 1989)6, así como diferentes grupos conservadores, demócratacristianos y, como no podría ser de otra manera, el sector trumpista, que se ha expandido notablemente a lo largo del partido dejando atrás a miembros más moderados.
Es importante destacar también que en todo partido político es habitual encontrar facciones y grupos de presión alrededor de ideas y de personas. Sin embargo, en el caso de los partidos políticos de extrema derecha, la mayoría de las experiencias terminan conduciendo hacia la radicalización. De hecho, incluso la derecha conservadora y liberal a nivel europeo parece haber relajado sus posturas frente a los partidos de extrema derecha, mientras que desde el espacio progresista o de izquierdas este proceso no se ha vivido de la misma manera.
Se han encontrado dos ejemplos diferentes a escala europea: la Liga, de Matteo Salvini, un partido italiano que ha virado hacia posiciones más moderadas; y Jobbik, un partido históricamente ultraderechista en Hungría que actualmente ha abandonado dichas posiciones. En ambas casos, no obstante, compiten con otro partido de extrema derecha, Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y Fidesz de Viktor Orbán, respectivamente, lo que quizá les ha empujado a adoptar un discurso más moderado.
Así pues, el éxito inicial de Vox a la hora de agrupar diferentes sensibilidades ha terminado reduciéndose hasta convertirse cada vez más en una formación extremista de derechas, una postura no únicamente advertida por analistas sino también por los propios ex miembros de Vox, como Rubén Manso o Juan Jara. Un proceso que se ha repetido en otras partes de Europa y que arrastra el debate político hacia posiciones peligrosas para los derechos humanos y las libertades civiles básicas.
Fuentes y bibliografía:
– 1 Rius Sant, X. (2023) Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron. Ediciones Akal, S.A.
– 2 Mata S. (2017) El Yunque en España: La sociedad secreta que divide a los católicos. Editorial Amanecer.
– 3 Mudde, Cas (2021) [2019]. La ultraderecha hoy [The Far Right Today]. Barcelona: Paidós
– 4 Forti, Steven (2021). Extrema Derecha 2.0: qué es y cómo combatirla. Editorial Siglo XXI de Editores España, S.A.
– 5 Germà Bel (13 de noviembre de 2004). Against the mainstream: Nazi privatization in 1930s Germany (PDF). En IREA, ed. University of Barcelona.
– 6 Rae, Nicol (1989) Decline and Fall of the Liberal Republicans: 1952 to The Present. 1989.
Articulista. Estudiante de Ciencias Políticas. Activista y cofundador en varias organizaciones sociales y sindicales de izquierda valencianista. Primer coordinador de BEA en la UMH y ex-rider sindicado. Analizar al adversario es la única forma de no perder la perspectiva de lo que se hace y es un deber moral cuando de ello dependen las vidas de las personas más vulnerables.